El Sepulcro

Descargar en PDFImprimir

Del baúl de los recuerdos. Este es un cuentito que escribí allá por el año 2009, para un concurso. En su momento, no lo gané. Claro que no es raro que no lo haya ganado. Si leyeran el texto original, verían que hay enormes errores que deberían haber sido corregidos antes de presentarlo. Incluso faltas de ortografía que son imperdonables. Aún así, como me gusta la historia, al encontrarlo en el galpón digital que tengo en un disco externo, decidí modificarlo, arreglarlo lo mejor posible, y compartirlo por aquí. De todos modos, si ven cosas que están donde no deberían, o algún error que se me haya pasado por alto, sepan disculparme. Hice lo mejor que pude. Fue una de las pocas veces en las que incursioné en el género de la literatura de terror. Lo que pasa es que cuando leo algo, ya sea propio o ageno, me comprometo tanto con los personajes, que, bueno… no sé como decir esto. Mis propios textos me dan miedo. Sí, así es. Recuerdo una vez en primaria que estaba escribiendo un cuento de terror en mi pieza, y me asusté tanto, que salí corriendo. En fin, dejé de escribir cosas de terror, por esta razón. Pero quizás, si alguien me manda un mensajito y me cuenta una historia linda antes de irme a dormir, lo retome…

El Sepulcro

Si algún día lo encuentran, seguro se preguntarán quien soy y como llegué aquí… Bueno, mi nombre es Analía. Todo comenzó el primero de enero del año 2009. Ya habían empezado las vacaciones, sí, mis ansiadas vacaciones. Después de las fiestas, habíamos decidido ir a pasarlas a la estancia de mi tía en el campo. Al llegar, me encontré con mi prima Alicia, a la que no veía desde que las 2 teníamos 3 años; algo extraño había pasado en aquella época, pero no recordaba que era. En fin, ahora, pasados 11 años, era una alegría enorme para mi haberme rencontrado con ella después de tanto tiempo. Cuando nos instalamos mis padres y yo, Alicia me dijo que tenía unas personas para presentarme, y yo pensé: “¡Que bueno! ¡Seguro vamos a conocer chicos!” Pero no, me había equivocado. Eran 2 amigas de ella, de la misma edad que nosotras.

—Ella es Estefanía. —Me dijo—. Y ella Karina.

—Mucho gusto. —Les dije.

—Igualmente —respondieron.

—Bueno, recuerden que hoy a las 9 tenemos que realizar nuestra reunión de todos los meses —dijo mi prima.

—¿Una reunión? —pregunté.

—Sí. Y vos, estás invitada a participar. Se trata de una reunión, que hacemos cada primero de mes, en la que contamos historias que no llevan a ningún lado.

—¿Como las que cuentan nuestros abuelos?

—No, se llaman así porque nunca nos movemos de nuestros lugares, siempre permanecemos sentadas aunque no lo parezca. Por supuesto, todas estas historias son de terror.

Después de eso las chicas se fueron. Y yo, me quedé pensando en que no me gustaban las historias de terror. Pero, que si les decía eso, iba a quedar como una miedosa, así que decidí que participaría de todos modos.

A eso de las 8:30, las chicas llegaron.

—¿Analía, estás lista? —Me preguntó mi prima.

—No, esperá que me estoy maquillando y arreglando un poco el pelo.

—¿Que está qué? —preguntó Karina.

—¡Es una nenita de ciudad! —dijo Estefanía.

—Qué te pasa? Te voy a romper la cara.

—Dale, que tiene razón, no vamos a ir a conquistar chicos, así que apurate. —Me dijo mi prima.

Ya eran las 9. Habíamos llegado a un lugar casi desolado. Se veían algunos árboles a lo lejos, pero no se veían cerca ni casas, ni nada. Para llegar allí tuvimos que ir a caballo. Por supuesto que yo no sabía montar, pero ellas sí, y me llevaron. El lugar no parecía tan lejos de la casa, pero aún así, al verlo en su totalidad, es como si nadie fuese por allí tan seguido.

—Bueno, ya es hora. —dijo mi prima.

—Esperá. —interrumpió Karina—. ¿Qué tal si es verdad lo que cuentan?

—¿Vamos, de verdad te vas a creer eso? —dijo Estefanía.

—¿Y la chica de hace 11 años? —preguntó Karina.

—Esas son mentiras, no tuvo nada que ver con esto. —Contestó Estefanía.

—¿De qué están hablando? —pregunté.

—¿Ves esto? —Me preguntó mi prima, mientras sacaba una especie de taza de barro, con unos extraños dibujos y una escritura en ella—. Esto forma parte de una extraña tradición, la cual, nosotras estamos siguiendo. Acá adentro se va a encender una vela, esa vela permanecerá encendida exactamente hasta las 12 de la noche. En ese lapso, una de nosotras debe empezar a contar una historia que se le vaya ocurriendo en la que todas seamos las protagonistas, y las demás deben continuarla hasta que en un momento de la historia, todas nos separemos y cada una siga su propio camino. Tenemos que estar sentadas en círculo, así como estamos ahora. A las 12, las historias deberían terminar, y todas tendríamos que estar acá.

—¿Por qué tendríamos?

—Bueno, eso es lo que se sabe oficialmente de la leyenda. Pero, extraoficialmente se dice que…

—Que si las integrantes son más de 3, una de todas, desaparece. —La interrumpió Karina—. Y yo no quiero que me pase a mi, ni a nadie lo que le pasó a aquella chica.

—Te dije que no tuvo nada que ver con esto, a esa chica la secuestraron —dijo Estefanía.

—¿Ha sí? ¿Y por qué no pidieron rescate?

—Insisto. ¿De que chica están hablando?

—Yo le cuento, —dijo mi prima—. No creo que te acuerdes porque éramos muy chicas. Pero hace exactamente 11 años, se armó un gran lío en todo el pueblo porque una chica había desaparecido. Y se decía, que ese día, estuvo haciendo una reunión similar a esta junto a 3 chicas más. Se dice que, después de que la historia terminó, ella ya no estaba.

—¿Pero desaparecen? ¿Así como así? ¿Y, adonde van?

—Al sepulcro —dijo Estefanía—. Es lo que dice en la taza: “El sepulcro”. Dicen que ese lugar realmente existe, y que no está muy lejos de acá. Es más, tal vez, esté justo, debajo de nosotras. Pero la policía buscó por todas partes, y nunca encontró nada.

—Ya fue, sea como sea, yo me voy a la mierda. Tengo muchas cosas que quiero hacer, muchos chicos a quienes conocer, jodas a las que ir, lugares a los que ir a bailar, y todas las pelotudeces que se me ocurran. Ustedes quédense con su historia de fantasmas, a mí no me importa.

—Yo también quisiera irme —dijo Karina—. Pero ya no podemos. La vela, ya está encendida.

—¿Y quién mierda la encendió?

—Se encendió sola —dijo Estefanía—. Eso quiere decir, que quiere que empecemos. Primero vos Alicia, porque vos trajiste a la cuarta integrante.

—Cuenta la historia, que en una casa muy muy grande, vivían 4 hermanas que todas las noches, escuchaban ruidos extraños provenientes del sótano. Cuando les preguntaban a sus padres que había ahí, ellos les decían que no les importaba y que nunca se acercaran. Una noche, sus padres se habían ido a una fiesta, así que Alicia, Karina, Estefanía y Analía, habían decidido investigar qué eran esos ruidos. Al decir yo los nombres en ese orden, especifiqué en qué momento va a continuar la historia, y a separarse asimismo cada una en caso de que quiera hacerlo. Las 4 comenzaron a bajar la escalera, y comenzaron también, a ponerse un poco nerviosas. Cuando llegaron abajo, comenzaron a caminar por un pasillo angosto pero bastante largo. A lo lejos, se escuchaban voces que no se entendían, y pasos que se acercaban cada vez más. Al terminar ese pasillo, encontraron un segundo que estaba hacia la izquierda. Este pasillo era un poco más ancho, y estaba completamente oscuro. Las paredes, crujían tanto, que parecía que se iban a romper en cualquier momento. Por suerte, habían llevado linternas para ver mejor. —Luego siguió Karina.

—Continuaron por ese pasillo. Para estas alturas, estaban completamente aterrorizadas. Mientras caminaban, decidieron no separarse y permanecer juntas para poder protegerse y que nada les pase. Una vez finalizado este, se encontraron con un tercero que esta vez, iba hacia la derecha, y que iba en subida. Algo que no podía ser, porque de ser así, estarían volviendo hacia arriba y no habían encontrado ningún otro pasillo alternativo. Comenzaron a caminar nuevamente. El mismo, tenía unas manchas rojas como de sangre a los costados. Los ruidos ahora eran confusos, ya no se sabía de donde venían. Si de atrás, o de adelante. Si de arriba, o de abajo. Si de entre las paredes de los costados… Iban tratando de mirar hacia todos lados por si algo extraño sucedía. Lo que todos los pasillos tenían, eran telarañas, y una especie de musgo, como si nadie los hubiese limpiado en años. Al finalizar, encontraron un pequeño pasadizo que giraba hacia la derecha, y luego, un cuarto pasillo más, el cual, no iba ni en subida ni en bajada. Continuaron caminando, y comenzaron a ver que a la distancia, se veía una luz. —Siguió Estefanía.

—Las 4 se pusieron contentas ya que, por fin habían podido ver algo de luz, entre tanta oscuridad. Así, continuaron esperanzadas, pensando en que pronto, terminaría todo esto. Y prometiendo que, nunca más, iban a desobedecer a sus padres. Pero de repente, algo extraño sucedió. Empezaron a sentir como si algo las rodeara, como una especie de energía negativa o algo así, que iba ingresando de a poco en sus cuerpos. Además, veían que la luz poco a poco se iba desvaneciendo. Y que las paredes, se iban haciendo cada vez más angostas. Ahora estaban aterrorizadas nuevamente. Y veían a su alrededor, sombras como pintadas en las paredes. Como si alguien hubiese dejado los dibujos más grotescos del mundo para ellas, y como si estos se movieran hacia un lado y hacia otro, y se agrandaran y achicaran constantemente… Al llegar al final, se encontraron con que no solo no había luz, si no que después, habían 2 pasillos para seguir. Y decidieron separarse en 2 grupos, prometiendo que si algo raro llegaba a pasar, volverían por el camino por el que se fueron. Y además, que se encontrarían en una hora de vuelta arriba las 4. —Seguí yo.

—Así, Estefanía y Karina se fueron por un lado, y Alicia y Analía se fueron por otro. Las 2 últimas, caminaban pensando en que esperaban que nada les pase ni a ellas, ni a sus hermanas. Pero de repente, las linternas se apagaron, y ahora tenían que ir tanteando lo que se encontraba a su alrededor, en la más absoluta oscuridad. Caminaban abrazadas, asustadas, con mucho miedo de lo que podría llegar a pasarles. Una vez terminaron, de nuevo vieron que había 2 caminos posibles. Y decidieron solo llegar al final de cada uno por separado y volver, sin importar lo que pase, ni lo que haya. Yo, Analía, fui por el derecho. Iba despacio, muy despacio, y con muchísimo miedo. Cuando por fin estaba terminando, y decidí volver, vi que este no tenía salida, y que había algo escrito en la pared. Me acerqué un poco para leerlo, y de pronto, así de la nada, mi linterna se encendió. Y lo vi claramente: “El Sepulcro”. El piso se abrió, y yo caí hacia abajo, cerrándose aquella tapa en mi cabeza y quedándome yo atrapada aquí.

Ahora, sabiendo que ya nadie podrá encontrarme, y en mis últimos momentos de vida, escribo esto con una navaja que siempre llevaba conmigo. Así, quedando tallado en la piedra, y esperando que no se borre con el paso del tiempo, están los que fueron los últimos acontecimientos de mi vida. Acá, entre tantos esqueletos de tantas chicas desaparecidas, espero encuentren el mío. Aunque he decidido permanecer un poco más retirada de las demás, junto a lo que estoy escribiendo. Bueno, ya me voy despidiendo, ya casi no puedo respirar. Díganle a mi familia, que la quise mucho. ADIÓS.

Un comentario sobre “El Sepulcro

Dejá una respuesta