Voto Cantado

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Resumen

Como es de público conocimiento, en menos de una semana son las elecciones legislativas en todo el territorio nacional. Con un Donald Trump confundido, un Javier Milei cada vez más contra las cuerdas y una oposición peronista/kirchnerista sin un dirigente claramente definido desde que Cristina no está en la jugada, la gran pregunta no es quién va a salir victorioso de los próximos comicios, sino quién va a ser el gran perdedor.

Como es de público conocimiento, en menos de una semana son las elecciones legislativas en todo el territorio nacional. Con un Donald Trump confundido, un Javier Milei cada vez más contra las cuerdas y una oposición peronista/kirchnerista sin un dirigente claramente definido desde que Cristina no está en la jugada, la gran pregunta no es quién va a salir victorioso de los próximos comicios, sino quién va a ser el gran perdedor.

La asociación Tiflonexos lanzó una iniciativa para que las próximas elecciones cuenten con accesibilidad para personas con discapacidad visual. Porfa, sumate, y si no podés colaborar económicamente, compartí y difundí en tus redes con el hashtag . ¡Desde ya, muchas gracias!

Basta con tener una charla de apenas 15 segundos con cualquier fulano, sultano o mengano en la calle para saber a quién va a votar. Pero el problema no es que cualquiera haga pública su intención de voto, sino la forma en la que esta se presenta.

Los debates ideológicos, un proyecto de país o el bienestar propio y del prójimo parecen ya no ser el motor principal del electorado argentino. La discusión, el insulto, la chicana, la bronca y hasta el odio, la agresión y la violencia implícita y explícita han coartado tanto la opinión popular, que ni siquiera las encuestas nacionales con mayor cantidad de electores consultados tienen la respuesta precisa. Y es que, claro, hay varios factores que estas consultoras no tienen en cuenta. Entre ellos se encuentran: los indecisos de siempre. Los descontentos con la política en general, que se han incrementado mucho en aquellas partes del territorio en las que las elecciones se desdoblaron. Los que cortan las llamadas telefónicas o no quieren responder encuestas. A los que no les interesa siquiera ir a votar. Y por primera vez en mucho tiempo, aquellos que antes lo hacían por deber cívico pero que hoy en día se encuentran tan decepcionados que ni siquiera tienen una intención definida, y no saben si la tendrán el día de las elecciones.

La victimización pública y posterior bajada de la candidatura de José Luis Espert, lejos de salirle como esperaba, se volvió en contra del gobierno libertario. Y es que, para la sociedad argentina, todo político es culpable aunque se llegase a demostrar lo contrario.

¿Y cómo se posiciona el kirchnerismo en todo esto? Como primera fuerza opositora no ha sufrido muchos más daños que aquellos con los que ya venía. El hecho de que el oficialismo haya intentado por todos los medios posibles buscar chivos expiatorios para ensuciarlos —como les ocurrió a ellos con Espert, con el 3% de Karina Milei, el caso de la criptomoneda Libra y demás— no les ha hecho mella en lo más mínimo. ¿Por qué? Hay una cuestión muy básica y sencilla que cualquier votante con su derecho a mano tiene bien en claro: a mí no me importa que sean corruptos si yo puedo llenar mi heladera y comer un asadito de vez en cuando. Pero entonces, ¿por qué el kirchnerismo podría no salir victorioso? Por algo que se conoce como daños colaterales. Fue la razón por la que Scioli perdió las presidenciales de 2015 y Massa las de 2023. Existe una fuerte aversión a la corrupción en la población impulsada por quienes hoy son gobierno. Entonces, el voto libertario sería más que un voto a favor, un voto en contra del kirchnerismo. Es decir, que podemos subdividirlos en dos factores primarios: primero, el poco apoyo a su candidato. Fue lo que pasó con Scioli. Cristina literalmente le soltó la mano sin decirlo abiertamente. Lo mismo sucedió con Massa en 2023, agravado por supuesto por su mala gestión en el Ministerio de Economía. Y el segundo factor es este mismo: la aversión a la corrupción por parte de la población.

Con Cristina judicialmente condicionada la oposición perdió a su mejor caballo de batalla. Pero ella no se queda quieta. Cada tuit suyo hace temblar los cimientos de un oficialismo cuya base, parece, no haber estado bien hecha desde el principio. Muy lejos de intentar mejorarla, el gobierno, en la ultraderechización de sus políticas de Estado, la empeoró. La desconfianza del trabajador promedio que no llega a fin de mes se convirtió en un arma en contra que ya no pueden (o no quieren) detener. El ataque directo y sin disimulo alguno a los sectores más vulnerables de la sociedad, a las minorías, mujeres, personas con discapacidad, jubilados, entre muchos otros, y con una inflación en dólares que no refleja nuestra economía real, tienen el combo perfecto para un desastre sin retorno. Pero hay aún más. Porque desde el principio este gobierno cometió uno de los errores más garrafales que se puede cometer en política: subestimar o sobreestimar a los electores. Su principal fuente de comunicación es X (Twitter). Y lo cierto es que un país como el nuestro, al menos, no puede ni debe gobernarse desde las redes sociales.

El creer que podía insultar y menospreciar a todo el mundo y no sufrir consecuencias, o que todos tienen redes sociales, o que un recital de rock va a condicionar la opinión pública a su favor, implican una disociación de la realidad tan grande como cuando Alberto Fernández salió a decir que la fiesta en la quinta de Olivos había sido hecha por su esposa. Porque lo importante no es no mentir o ser completamente honesto. Lo importante es comunicar tu mentira de forma tal que la gente llegue a creerla. Y sí. Es cierto. Le funcionó, por eso es presidente y ellos son gobierno. Pero la falta de tacto para dirimir ciertas cuestiones que impactan de forma directa en las familias argentinas contribuye a que no puedan sostener sus mentiras a base de promesas incumplidas.

Sí es cierto, sin embargo, que a pesar de sus muchísimos errores el gobierno tiene una fuerte base electoral. Pero, ¿qué tan grande es? En realidad, la respuesta no es sencilla. Porque, lejos de dividirnos en demócratas y republicanos como en los EE. UU. con facciones claramente definidas y con una sociedad mucho más politizada que la nuestra, nuestras divisiones son más bien socioculturales. Hay peronistas y radicales. Hay kirchneristas y peronistas más ortodoxos, con algunos rasgos de derecha más marcados. Pero (y esta comparación les va a doler), al igual que le sucedió a la Unión Soviética cuando querían que haya educación universal en un país que había pasado por una guerra mundial y una revolución —es decir, en donde la mayoría de la población no tenía siquiera para garantizarse el fuego y mantenerse calientitos—, vos no podés venir a hablarles de macroeconomía a gente que no tiene para llegar a fin de mes.

La historia ha demostrado que, dentro del sistema capitalista y del orden mundial, existen roles preestablecidos por las grandes potencias. Argentina pertenece político-económicamente a los países subdesarrollados productores de materias primas. Exportamos bienes, servicios, productos y conocimientos para que sean procesados, industrializados y distribuidos por todo el mundo. Esto, en resumen, quiere decir que para que Argentina sea potencia mundial, algún país debería dejar de serlo. La razón por la que Rusia inició la guerra contra Ucrania y por la que China y EE. UU. no se atacan directamente es exactamente la misma. Para ellos es simplemente un juego de poderes. Para nosotros, la prueba irrefutable de que nuestro crecimiento económico no puede —ni va a— venir nunca de ninguna de esas grandes potencias. Por ejemplo, volviendo a Rusia, cuando comenzaron los bloqueos económicos, el abandono de multinacionales y demás, se creyó que este iba a rendirse. Pero, lejos de eso, continuó con su ofensiva. Y es que Rusia ya tenía un bloque comercial preestablecido con países de la región y de la propia China. Todo ese tablero externo condiciona precios, expectativas y humor social. Y el humor social, en Argentina, define boletas.

Pero nuestra alineación con un Donald Trump que cree que las elecciones del próximo domingo son presidenciales, la amenaza de que si “Milei no gana” no nos brindaría la “ayuda prometida”, y la oposición de los propios ciudadanos estadounidenses y del Partido Demócrata a dicha ayuda, hacen difícil la credibilidad del gobierno actual de que vamos a salir bien parados de todo esto. Aún más considerando que ya se han utilizado estratagemas en gobiernos anteriores ante el triunfo del kirchnerismo en las PASO de 2019, o actualmente en las elecciones desdobladas de la provincia de Buenos Aires, culpándolos a estos de la subida del dólar y el crecimiento del riesgo país y la baja en bonos y empresas argentinas en la bolsa. En este punto es en el que nos encontramos actualmente. Una encrucijada difícil de soslayar, de superar, de afrontar. Una paradoja que, más que política e ideológica, es más bien sociocultural y económica.

Claro que no podemos dejar de mencionar a los grandes constructores de la opinión pública. Los multimedios y medios nacionales. Más allá de que haya muchos alineados a la burguesía, otros más al gobierno de turno, otros más al kirchnerismo y otros claramente alternativos, lo cierto es que si te los ponés en contra, también te estás poniendo en contra a la gente. La frase “no odiamos lo suficiente a los periodistas” puede representar a un porcentaje de los más acérrimos aliados de LLA, a los más politizados. Pero no representa al grueso de las personas habilitadas para votar. Y cuando el ruido tapa la agenda, la abstención crece. Si no hay relato creíble, hay silencio en las urnas. Como dije anteriormente, es preocupante la enorme ausencia del electorado. En algunas ciudades ha llegado a ser de hasta el 47%. Es casi la mitad del territorio sobre el cual se vota. Es decir, que en una provincia promedio, más de la mitad de las personas no estarían de acuerdo con dichos candidatos.

Cuando jugamos al gato y al ratón tenemos que tener cuidado, porque no podemos darnos cuenta de qué animalito somos. La soberbia en la política está bien sí y solo sí, tenés con qué sostenerla. El recital de rock brindado por el presidente en el Movistar Arena fue, para la comunidad internacional, la gota que rebasó el vaso. Más aún teniendo en cuenta que el día anterior su principal candidato se había bajado por supuestas conexiones con el narcotráfico. El problema de Javier Milei y compañía no es solo que no les importa la realidad de la gente en Argentina. Sino que además permanecen indiferentes ante su propia realidad. La disociación que tienen de los acontecimientos que transcurren a su alrededor es extremadamente preocupante. La impunidad con la que dicen golpe de Estado, con la que discriminan, insultan y menosprecian al otro, sin siquiera ponerse a pensar un segundo en la responsabilidad que tienen para con el pueblo argentino, no hace más que acrecentar la enorme grieta que ya se viene gestando en nuestra sociedad desde hace tiempo. Claro que el kirchnerismo, al estar fragmentado, no ofrece tampoco una solución alternativa. Y ni hablar de que, a grandes rasgos y salvo excepciones, muchos han caído en la trampa del gobierno y responden a la violencia con más violencia. La falsedad, el caretaje, la ignorancia voluntaria y el inconsciente colectivo generaron esta gran ensalada de frutas en la que ninguna nos gusta. Pero alguna nos tenemos que comer sí o sí.

La gente en general no solo desconoce este panorama internacional complejo, sino que, a su vez, no puede darse el lujo de conocerlo. Sí. Porque, a pesar de todo, pensar, analizar, teorizar y reflexionar sobre política y economía es un lujo que muchas personas no pueden darse. Y es aquí donde entran las facciones intelectuales de la política argentina: la izquierda del FIT-U, la del MST, la centroizquierda de Stolbizer y compañía, entre tantas otras. Tomando como punto de partida todas las cuestiones anteriormente mencionadas, se puede inferir que los partidos minoritarios no han superado el 7% en las últimas elecciones tanto legislativas como presidenciales. Cierto es que el FIT-U y demás no son precisamente partidos políticos como tales, sino quienes guiarían a la ciudadanía luego de un estallido de la clase obrera. Y, a su vez, quienes —más allá de ganar votantes— deben concientizar a la población sobre los derechos y las capacidades de los trabajadores. Aun así, el poco o casi nulo conocimiento que la ciudadanía en general tiene de estas alternativas, da cuenta de una seria necesidad de replantear la estrategia de cooptación ya no del electorado, sino de tener una llegada más directa a las masas. El pueblo debería sentirse identificado al menos en perspectiva con partidos políticos que luchen por los derechos de los trabajadores. Actualmente, esta percepción se encuentra cada vez más lejos de la realidad.

Ya llegando al final de este texto, no quiero irme sin destacar que, a estas alturas, aún no está garantizada una manera autónoma y accesible de votar para las personas con discapacidad. Esto no solo genera el descontento habitual, además de incumplir con las leyes vigentes y la Constitución Nacional, sino que nos deja a merced de otras personas que terminarán marcando el casillero por nosotros. Este Voto Cantado del que hablo no solo se da en el contexto de una sociedad muy poco politizada, muy polarizada y con un enorme descontento general con los partidos políticos, sumado a la falta de comunicación, a que la misma sea engañosa e incluso —peor— a la falta de respeto al pueblo argentino. Sino también en un contexto social en el que la empatía y la comprensión han sido gradualmente reemplazadas por el egoísmo y el individualismo extremo. En donde mi opinión, mi punto de vista, mis ideas y mi propia salvación son más importantes que la de cualquier otro. Este Voto Cantado no se refiere a que alguien va a ir a una mesa a aclarar a gritos a quién va a votar. Sino a que hay personas que, a día de hoy, creen que esa es una de las formas correctas de hacerlo. Este Voto Cantado no solo habla de que, si cuando contestaste el llamado, se me puso tieso el pelado, o de que para votar al colorado tenés que marcar al pelado, o de ambas cosas a la vez. Este Voto Cantado se refiere a que, más allá de vos, la pregunta que tenés que hacerte es: ¿Qué voy a votar? ¿Por qué? ¿En qué me beneficia a mí? ¿Al otro? ¿Al vecino, a tu vida, la mía, la de un perro, un gato, un árbol, la de toda la gente? El deber cívico tiene que volver a ser una expresión de lo que queremos como país. Y no de lo que solo algunas personas o el mercado internacional quieren. Supeditar un “salvataje económico” al resultado de una elección es prácticamente coartar la soberanía de un país libre como el nuestro. Y, sea lo que sea que pensemos, no debemos permitir que nadie condicione nuestro voto. Porque es secreto, universal y obligatorio. Que el tuyo no se convierta en un Voto Cantado.

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