Katerine

Bajo esta categoría, como ya saben, nos encontramos escritos de otros autores, que deciden compartirlos aquí. En esta oportunidad, les traigo un escrito de Morena Pereira (en instagram)una música y escritora que tiene mucho para decir, no solo a través de su voz, si no también, como en este caso, de sus letras. Sin más que añadir de mi parte, la introducción, queda a cargo de ella misma.

Introducción

Este pequeño cuento surge de 2 lugares muy especiales. Una canción como el primero, donde empecé a dibujar sus primeros trazos y líneas. Comenzaron con un personaje muy similar, al cual su autora, Joni mitchell llamaba Michael from mountains, o Michael de las montañas. Narraba un personaje mágico que podía hacer muchas cosas, y siempre cuidarte y mantenerte seguro. En ese instante por mi mente empecé a escribir las primeras líneas, cuando aún solo tenía su forma, pero no su nombre. El nombre surgió una noche como tantas en las que escribía, en otro cuento que hasta ahora no terminé y cumple ya 2 años. Cierto día, conocí a otra persona que llevaba el nombre de mi personaje mágico. sí, era kathy. Mientras hablábamos, le conté sobre un ejercicio en el cual me había salido este cuento. un ejercicio en el que escuchaba una canción o ponía atención sobre algo concreto y dejaba que mi mente me dejara a imaginar, describir, trazar y dibujar a un personaje entre letras. Conecté las casualidades, y decidí que quería mostrárselo. Aún no estaba escrito en un papel, ni en ningún lado. Así que me tomé esto como una oportunidad de materializarlo y llegar así a la parte final de su creación. No dejo de pensar que el universo es tan especial que aveces materializa alguna parte de lo que nosotros hayamos escrito. Nos encuentra con ese destinatario que podría recibir nuestras cartas o cuentos ocultos, o que nos hace por fin volcarlos en un papel dejando atrás el miedo a ser leídos. Ella me hizo volcar por fin a mi querida kate en un papel. Y quizás porque compartían algo. Su nombre, aunque escrito distinto. Y esa capacidad de cambiar los pensamientos en un segundo con reflexiones, charlas o un mágico viaje. Así les dejo este humilde cuento, titulado Katerine, y también una pequeña introdución, que podemos escuchar después del cuento o mientras lo leemos, para viajar un poquito más adonde nos quiera llevar.

Joni mitchell — Michael from mountains

Katerine

Katerine me llamó un día en mis pensamientos. Se apareció como una pintura frente a mis ojos. Me contó que venía de las pinturas y los colores. Que se había dibujado en la silueta de quien no se sentía propia, y entonces apareció. Me preguntó si quería conocer un jardín donde iba al final de los días. No tenía mucho que hacer, así que asentí con decisión. Mi mente trabajaba sin descanso mientras ella señala un tren que nos llevará a nuestro destino. Al subir, las estaciones son miles, de vivos colores y con gente que viene y va, que se despide y se reconcilia, que nos miran curiosos, preguntándose adónde iremos esta vez.

Al bajar, me enseña un sitio que se me antoja tranquilidad y paz absoluta. Está lleno de flores, con la luz del sol que me toca sin dañarme y el césped en el suelo, que me invita a relajarme, a no pensar. O a pensar en lo que ella me enseñe, me cuente, adonde quiera llevarme. Me siento. Toco el suelo. Me recuesto, suspiro y pienso. Ella Se mueve ligera mientras cruza el inmenso lugar, que parece no acabar. Mientras sonríe y me mira, No puedes dejar de mirarla, a ella y al lugar. Todo contrasta perfectamente, y podría cambiarlo si ella quisiera. Su magia me alivia la pesadez de mis pensamientos, como si de pronto todo volviera a comenzar.

—Podrías quedarte aquí para siempre, o regresar en cuanto quisieras, —me dice.

Le gusta que le digan kate. Y se me dibuja con las manos, como si nunca quisiera desaparecer y quisiera asegurar su existencia continua, que sus silencios no la minimicen, que sus suspiros no la saquen de donde está, y que pueda adaptarse a todo, para quedarse donde siempre quiere estar.

Es misteriosa y enigmática, es una mezcla que no puedo dejar de observar. Una mezcla que desde el primer momento me llama a seguirla, a conversar, y a querer entender lo que hasta ahora no entendí. Me ha enseñado que las casualidades son, y que en el momento que menos me lo espero todo puede cambiar, puedo viajar, y puedo pensar y hacer.

Se despidió de mí después de varias horas cerrando el gran espacio con una puerta que cubrió todo de oscuridad. Me dio su mano, me guió lentamente hasta donde la piel vuelve a sentirse y la respiración vuelve a llegar, y me recordó que en un segundo todo puede cambiar.

Kate me ha invitado a conocerla. Conocer su mundo, sin conocer quién era. Encontrar su magia, sin haber encontrado la mía. Sentir que todo vuelve a comenzar, o que simplemente,sigue más ligero y recobrando su intensidad.

Sabes que si te acercas a ella algo jamás volverá a ser igual. Tu mente se abrirá, y a un viaje te podrá llevar. Sabrás quién es, pero nunca de dónde viene. Tus recuerdos la guardarán y la llamarán, para que nunca sepas de dónde vino, adónde fue, adónde te llevó.

Sabes que en el fondo vas a guardarte un secreto. El secreto que Katherine dejó. Antes de desaparecer, en la última oscuridad, En el último delgado hilo que constituyó con su voz.

La Pajarita y la Mariposa

Hace mucho que no nos aparecemos por aquí. Y es que, la vida nos lleva a veces por otros derroteros, que no somos capaces siquiera de imaginar. Por supuesto, que dejar de escribir, nunca. Pero, existen ocasiones en las que dirigimos esta escritura, a un objetivo en particular, y tan personal, que se hace difícil elegir qué compartir y qué no. Además, bueno, a principios de año, había iniciado con un proyecto bastante ambicioso, que no pude finalizar por el momento, pero que sé, lo haré en un futuro cercano, y del cual, en algún momento tendrán noticias. En fin, a pesar de todo esto, cada vez que volvemos al ruedo, lo hacemos de una forma poco convencional. Y esta, no va a ser la excepción.

Es la primera vez que una entrada se encuentra bajo 2 categorías. “Soñando despierta”. Las historias que se escapan de mi mente, de lo más profundo de mi imaginación. Y “otros autores”. Porque, es la primera vez también, en la que escribo y publico una entrada en conjunto, con una colaboradora que, en esta oportunidad, prefiere permanecer de forma anónima. En fin, de parte de ella y mía, les dejamos este pequeño cuentito infantil, que hicimos con tanto cariño, para ustedes. Esperamos lo disfruten.

La Pajarita y la Mariposa

Cuentan que en un hermoso valle, oculto entre montañas, se encontraba una pobre y solitaria mariposa. Hace mucho había abandonado el mundo exterior, en cuanto abandonó su crisálida de oruga. Desde entonces, decidió refugiarse en una pequeña casita que se había construido para sí misma. Donde nadie podía entrar. Donde tenía la absoluta tranquilidad de que estaría segura. En ese pequeño rinconcito, guardaba todo lo que no quería que nadie conociera de ella. Lo bueno, y lo malo. Su fortuna, y sus desgracias. Sus tristezas, y alegrías. Había quienes, momentáneamente, lograban entrar a esa casita. Pero solo por un tiempo, y para conocer apenas una parte de ella. Solo lo que ella quería mostrar. Y a quienes quería mostrárselo. Había quienes pensaban o sentían que la conocían. Que con solo hablar con ella, podían saber lo que iba a hacer o pensar al momento siguiente. Pero estaban equivocados. Porque sí, en algunas cosas esta mariposa era tan clara y transparente como el agua. Pero en ocasiones, tan impenetrable como un muro de concreto. Y fue así, en esta solitaria casita, como empezó a alejarse cada vez más de sus sueños y sus ideas. Día a día, comenzó a dejar de apasionarse por todo aquello en lo que creía. Aún así, en el fondo de su corazón quedaba algo de ese todo que ella era, de su esencia, sueños y alegrías. Era lo que la llevaba día a día a seguir adelante. A luchar por algunas cosas, aunque dejara de lado otras. A intentar entender el por qué de todo, aunque luego no supiera bien qué hacer con aquello. Pero en realidad, su vida en esa pequeña casita de aquel gran valle, distaba mucho de ser tan segura y tranquila, como ella creía. Y es que, a veces se desataban enormes tormentas y tempestades que amenazaban con destruirlo todo. Era en esos momentos en los que la pobre mariposa no sabía qué hacer. Intentaba proteger su casita de todo daño. Arreglarla al día siguiente, pintarla de vivos colores que el agua y viento luego arrastraban o dejarla secarse por los rayos del sol, cuando este salía. Pero muchas veces era imposible. Aveces parecía que tendría que reparar las grietas y rupturas que quedaban para siempre, y su vida no tendría otras aventuras.

Fue en uno de esos días en los que aconteció, lo que les contaré a continuación.

Estaba anocheciendo en el valle cuando la mariposa, después de limpiar y ordenar la casita, se puso a mirar por una de las ventanas. Ahí fue cuando se percató de que en el horizonte se vislumbraban enormes nubarrones. Comenzó a preocuparse. Una nueva tormenta se acercaba. Tendría que hacer hasta lo imposible para que su hogar sufriera el menor daño posible. Se puso a trabar puertas y ventanas por las cuales el viento rugía, con fuerza y furia. Estaba por hacer lo propio con la puerta principal, cuando escuchó un par de suaves golpes en la misma.

—¿Quien es? —Preguntó la mariposa extrañada de que alguien llegara a visitarla a esas horas.

Una temblorosa voz respondió desde el otro lado de la puerta:

—Soy una pajarita. Necesito refugio de la tormenta que se acerca. Estoy lejos de mi nido, y no podré volar para volver a tiempo. ¿Me podrías ayudar?

La mariposa observó la puerta dubitativa unos momentos, antes de abrir. Al final, decidió que no era la primera vez que daba cobijo a viajeros casuales. Claro que no fueron pocas, las veces en las que se había arrepentido de haberlo hecho. Los viajeros tomaban su comida, sus hojitas con las que arreglaba la casita o sus cosas sin permiso, o simplemente se iban sin agradecerle su ayuda. Esperaba esta no fuese una de esas visitas…

Al abrir, al otro lado, una pajarita con un moño rojo en la cabeza, similar al que ella tenía, la miraba sonriente. “Debe ser buena señal”, se dijo, apartándose para que pasara. Cerró la puerta, y la invitó a sentarse.

—¡Se viene fuerte esta tormenta! —Comentó la mariposa para sacar tema de conversación.

—Sí, el viento es amenazante. Gracias a que me abrieras la puerta no va a arrastrarme hacia a saber qué lugar frío y oscuro…

—¡-Entraste justo a tiempo! Creo que va a empezar a llover, —comentó la mariposa, al tiempo que se oían truenos y las ventanas se iluminaron con un rayo.

—Sí. Pero a veces, las tormentas no están solo afuera. A veces, están en nuestro interior. Y son las más difíciles de combatir. Porque las llevamos con nosotras mismas. —Le dijo la pajarita, después de un suspiro.

La mariposa quedó pensativa unos momentos, mientras notó la mirada de su visitante que recorría la casita de arriba a abajo,, observando los objetos que había allí.

—¿Sabés qué? ¡Tenés unas alas muy bonitas! —Añadió.

—¡Ho! ¡Muchas gracias! —LE respondió esta, mientras se ponía a revolotear a su alrededor, sintiéndose halagada.

Ambas sonrieron, y comenzaron a charlar. La mariposa le contó que al principio, era una pequeña oruga, a la que pocos entendían. Que luego se convirtió en una crisálida, y que debía permanecer escondida porque tenía miedo de que la vieran. Sentía mucha vergüenza de sí misma, hasta que finalmente se convirtió en la mariposa que ahora era. Aún sentía miedo de muchas cosas, pero aprendió a tener la fuerza y la voluntad suficiente para enfrentarlas. La pajarita, le contó que no era fácil vivir en un nido de pájaros donde de todos, era la más pequeña. Hace poco lo había dejado, y aunque se estaba construyendo el suyo propio, las cosas tomaban tiempo. Y que a medida que este pasaba, se sentía cada vez más frustrada al no poder lograr sus objetivos como lo deseaba. Se sentía perdida, aveces agotada, y aveces sólo un poco cansada. Algunos días salía a caminar por ahí, pero al volver, perdía el rumbo a casa. Otras veces, dejaba el nido y al regresar las hormigas habían devorado su comida, le habían quitado su manta favorita o encontraba algún transeúnte queriendo entrar. Aveces no quería volver. Aveces ese sueño de un nido para ella sola parecía imposible.

La mariposa le contó que, aunque se sentía libre en algunas cosas, se sentía prisionera de otras. Aún existían quienes la juzgaban, diciéndole que ella nunca iba a ser como las demás. Y, aunque intentaba que eso no le afectara, a veces, no era posible. Continuaron hablando toda la noche, mientras la tormenta se hacía sentir allá afuera, contra las puertas y ventanas de la pequeña casita. Pero dentro del lugar parecía haberse calmado la tormenta que ambas sentían en su interior, dejando una sensación de calma absoluta. No importaban los golpes que a veces daban las ventanas por el viento, o el temblor del suelo por los truenos, o el golpeteo incesante de la lluvia contra el techo. La mariposa parecía haberse olvidado de los problemas. Y la pajarita también.

En un momento, mientras las horas transcurrían entre charlas y charlas, la pajarita se quedó en silencio. Hasta que después de unos instantes, le dijo:

—Tengo que decirte algo, aunque tenga un poco de miedo. Pero si Ya empecé, ahora voy a terminar. Sos una mariposa muy bonita, y especial. Siento una tranquilidad muy linda cuando estoy cerca tuyo.

—¿En serio? —Le preguntó la mariposa, que sonreía—. Bueno, a mí también me pasa lo mismo. Es como si la tormenta no hubiese estado presente. Pero yo sí no me hubiese animado a decírtelo. Soy una mariposa un poco más tímida. Y creí que estas cosas, ya no eran para mí. Pero si a las 2 nos pasa lo mismo, entonces creo que está bien.

Al día siguiente la tormenta había cesado. Y a ellas, les tocaba la hora de despedirse. La mariposa debía reconstruir su casita de los daños de la tormenta, que notó al salir de la misma. Y la pajarita, terminar de construir la suya. Así fue, como quedaron en volver a verse nuevamente. Pero, sin saber cuando llegaría ese momento, decidieron mantenerse en contacto por otros medios. Sí, así es. Las palomas mensajeras andaban durante todo el día de adentro a fuera del valle, llevando mensaje tras mensaje entre ellas. Y empezaron a conocerse y descubrirse, un poco más cada vez. Fue en esos ires y venires que se dio la oportunidad para que puedan verse otra vez. La pajarita tenía una hermosa voz, y un canto melodioso que cautivaba los oídos de la mariposa, cada vez que la escuchaba. ¡Twiii twiii! Cantaba la pajarita al ir acercándose a la casa de la mariposa. Y esta salía corriendo a recibirla. Una vez juntas, charlaban, seguían contándose sus vidas, y recorriendo el valle de un lado al otro, de principio a fin. Después de algunas visitas, ningún rincón había quedado sin que ellas lo exploraran. Aún así, faltaban más cosas que debían aprender la una de la otra.

En una de esas visitas, se encontraban sentadas sobre la rama de un árbol. En eso, la mariposa comenzó a elevarse en el aire, con gran majestuosidad. La pajarita intentó ir tras ella. Pero la mariposa se elevaba cada vez más, y la pajarita quedaba cada vez más rezagada. Hasta que la mariposa bajó nuevamente a su altura, y vio que su compañera estaba triste.

—¿¿qué pasa, pajarita? —Le preguntó.

—Lo que pasa es que, aunque soy una pajarita, tengo miedo a volar alto. Cuando era chiquita, fui muy alto, perdí el equilibrio de mis alas, y me caí. Desde entonces, ya no puedo hacerlo. Por eso tampoco pude volver volando el día que me refugiaste en tu casita. Por eso a veces el viento me lleva, y yo no puedo volver. Pero quisiera saber lo que se siente volar así de alto, como vos. Saber qué se siente controlar tu vuelo, estar en libertad entre las nubes. ¡Debe sentirse maravilloso! ¿Me contarías cómo es?

La mariposa la miró consternada, sin saber qué hacer al principio.

Pensativa, le dijo:

—En vez de contártelo, podría mostrártelo. Voy a ayudarte, sólo confiá en mí. –

Luego, con mucha delicadeza, la tomó entre sus patitas, y comenzó a acariciarla con sus alas, mientras ella se tranquilizaba y se vislumbraba una sonrisa en su carita. Después, mientras la sujetaba suavemente, empezó a elevarse con ella en el aire. La pajarita, se sintió segura y confiada. Y se dejó llevar. Finalmente, la mariposa la soltó y la pajarita desplegó sus alas, que sintió agitarse con el viento. Sabía que mientras la mariposa estuviera allí, nada podría pasar. Y si volvía a caerse, ella la podría salvar, mientras la ayudaba a volver a intentar. Empezó a impulsarse, a sentirse viva, libre. Una sensación de satisfacción la invadió, mientras aprendía a ir y venir.

La mariposa se situaba debajo de ella a cada movimiento que hacía, por si esta se caía. Pero esto no ocurrió. Ambas continuaron subiendo más y más hacia las alturas. Hasta pasar las copas de los árboles. Hasta llegar a las propias nubes. Hasta atravesar el propio firmamento. La pajarita se sentía literalmente en las nubes. Sentía que había cumplido, gracias a la mariposa, uno de sus mayores sueños.

Después de un rato de volar y volar en lo alto, decidieron bajar. Ambas se encontraban extasiadas, sonrientes. Y fue la primera vez, en la que sintieron que todo lo que estaban viviendo, era especial. La mariposa, al igual que ella, se sentía aún entre las nubes que acababan de dejar.

—¡Lo lograste, pajarita! —Le dijo la mariposa—. Yo te ayudé, pero fuiste vos quien tuvo la fuerza de voluntad para volar. Y ahora, comienza una nueva etapa para vos. Una etapa en la que empezarás a ser una pequeña pajarita libre.

Se abrazaron con sus alas. Se sonrieron, y lloraron juntas de emoción. Luego, se despidieron, prometiendo volver a verse nuevamente.

Cada encuentro era diferente. A pesar de que había cosas que se repetían, cada encuentro entre ellas, era único. Siempre seguían conociéndose. Charlando cada vez de temas más y más variados, hasta contarse muchas cosas de sus vidas. En uno de esos encuentros, la pajarita le dijo a la mariposa:

—¿Sabés? ¡Mi nido al fin está terminado! Por fin encontré otro árbol donde construirlo. Con paciencia fui llevando mis ramitas, una por una, para construirlo una vez más, y lo logré. A este árbol no suben más hormigas que me saquen mi comida. Es más, tengo algunas buenas vecinas. En este árbol los habitantes son mucho más amables. Está en un bosque muy lindo y silencioso, por donde me gusta volar y cantar. Es mi nueva casa, para mí sola y muy segura. Podrías venir cuando quieras, como yo vengo siempre a tu valle. Podemos dar paseos por el bosque que ¡seguro te va a encantar!

La mariposa dijo que iría, pero los días pasaban, y la pajarita no tenía noticias suyas. Fue así, como decidió ir a ver qué le sucedía. Al hablar con ella, esta le dijo lo siguiente:

—Lo que pasa, es que así como vos tenías miedo de volar alto, yo tengo miedo de volar lejos. Desde que llegué acá, casi no he salido del valle. Y nunca para recorrer grandes distancias. Menos para meterme en un bosque…

—Bueno, mi nido no queda tan lejos en realidad. Pero no te preocupes. Así como vos me ayudaste a mí, yo también quiero ayudarte a vos. A veces, cuando nos acostumbramos a algo, parece tan cómodo que nos cuesta salir de ahí. Me parece que eso es lo que te pasa. Verás que en otros valles no hay tantas tormentas y tempestades como acá, Y que podés vivir tranquila, sin tener que reconstruir tu casa cada día.

La pajarita echó a volar, y la mariposa, aunque al principio un poco escéptica, fue tras ella. Al llegar a la entrada del valle, esta última se detuvo.

—no puedo, pajarita. ¿Y si hay más peligros? ¿Y si nos perdemos? ¿Y si algo nos pasa?

—El mundo entero está lleno de peligros, mariposa. Es cuestión de tener la valentía suficiente para enfrentarlos. Y sé que vos la tenés, aunque ahora mismo no lo creas. Solo seguime. Ya me sé el camino,y te voy a acompañar en todo momento. no te vas a perder. Te lo prometo. —Decía la pajarita estirando las alas hacia la mariposa.

Ambas salieron del valle. Atravesaron un pequeño río, y una vasta y hermosa llanura,hasta divisar el bosque donde ahora vivía la pajarita. Ella entró, hizo señas a su compañera para que la siguiera entre frondosos árboles de hermosas copas donde otros pajaritos cantaban alegremente, y mariposas de distintos colores revoloteaban.

Llegaron sonrientes al nido de la pajarita. Allí se abrazaron, y comprendieron, que habían dado un pasito más. Desde entonces, ambas comenzaron a encontrarse en el nido de la pajarita, y desde allí, a recorrer los paisajes, hasta donde podían, yendo cada vez más lejos, y enfrentando cada vez más desafíos. Grandes tormentas, vientos y tempestades. El ardiente sol, y el árido desierto. Los picos helados de los glaciares, y de las altas montañas. Los anchos lagos, ríos y mares.

Un día, la mariposa se dio cuenta de todo lo que ambas habían logrado. Cuan lejos y cuan alto habían llegado.

—¿lo ves? —le dijo la pajarita—. Era cuestión de tomar valor, y enfrentarse a cada desafío, de a uno por vez. Vos, sos mi pequeña mariposa valiente. Porque también lograste superar tus miedos. Con mucha paciencia y siendo perseverante.

Fue así, como ambas entendieron que habían llegado a la vida de la otra, para acompañarse, ayudarse y animarse a luchar contra todo lo que se les presente, juntas.

La mariposa al fin logró salir del valle de las tormentas, para construirse una nueva casa en un lugar muchísimo más tranquilo, donde estaría mejor y sería finalmente libre.

La pajarita hizo aún más lindo su nido, en el que podía vivir sin presiones ni miedos de ningún tipo.

Y comprendieron así, que cada una lograba que la otra se convirtiera en una versión cada vez mejor de sí misma. En seres libres, valientes y fuertes.

Seré una mujer (texto de 2016)

En esta categoría, como he mencionado en la página de inicio, y en el primer texto que compartí bajo la misma, van a encontrar textos cedidos por sus autores, para ser republicados acá, o publicados directamente. Algunos pueden ser dedicados a mí, y otros sobre temas en los cuales comparto afinidad. Este, pertenece al primer caso. Siguiendo la línea del texto anterior, fue escrito por una amiga para mí, cuando recién estaba iniciando mi transición. Abajo el texto, y al final, el enlace a su blog.

Seré una mujer

Texto inspirado en una amiga que por ese entonces estaba empezando su transición. Hoy, 4 años después, logró tras superar miles de obstáculos ser lo que siempre quiso ser. Una mujer.

Le di los retoques finales a mi maquillaje y me miré en el espejo de cuerpo entero que colgaba en mi habitación. Una mujer me devolvía la mirada desde el cristal. Dentro de mí fue creciendo una poderosa sensación de libertad. Dentro de ese cuarto podía ser yo misma, podía liberarme. Podía ser lo que siempre quise ser: una mujer. Mis ojos se llenaron de lágrimas de alegría. Volví a admirarme en el espejo una vez más. Sus nudillos golpearon la puerta con fuerza.
Me ordenó con su voz amenazadora que bajara a cenar. Me quité rápidamente el vestido, las sandalias y la ropa interior de mujer. Las medias que usaba para simular unos pechos cayeron al suelo y mi maquillaje se disolvió mientras me lo limpiaba. Me vestí rápidamente con esa ropa de hombre que odiaba. Me giré despacio hacia el espejo y un chico me devolvió la mirada esta vez. Un chico aterrado, un chico que quería ser mujer. Un chico que quería liberarse pero que tenía miedo de la reacción de su padre. En mi interior creció la firme convicción de que algún día realmente conseguiría ser mujer. Y me prometí que me enfrentaría al mundo entero de ser necesario. Nadie podría detenerme. Cumpliría mi ansiado sueño de ser mujer. En ese momento me juré que si me caía volvería a levantarme. Levanté con orgullo la cabeza y sonreí. Ese sueño algún día sería realidad.

Acá el artículo original en su blog.

También, les comparto su última entrada. La misma se titula “Hablemos de la violencia invisible“, la cual les recomiendo que lean, ya que, a mí en lo personal, me impactó mucho.

Para Kathy

Para mi cumpleaños número 28, en noviembre de 2016, una gran amiga mía me regaló un hermoso cuentito. Este cuento, es uno de los regalos más lindos que recibí. No sólo porque no es un regalo material, si no porque además, supo expresar tan bien mucho de lo que ambas sentíamos, de lo que pensábamos, de lo que nos preocupaba, de lo que nos emocionaba; que decidí compartirlo con el simple objetivo de que cierren sus ojos, abran sus mentes, y se dejen transportar al mundo de la fantasía, o… Al de la realidad, quien sabe…

Mariposa

Me siento en uno de los sillones redondos y sostengo el zapato media indecisa. Estoy demasiado pensativa y por un momento siento que no es correcto que yo esté allí.

Me descalzo, apoyo los pies sobre el suelo helado intentando reflexionar sobre algo que no termino de entender y no lo consigo. El ruido de la puerta de cristal hace que me quede quieta con el zapato entre los dedos y los labios entreabiertos. Una señora ha entrado; la veo dirijirse a uno de los sillones, sentarse tranquilamente y hacerle una seña a una de las muchachas del lugar.

-Ay… ¿no te animás a alcanzarme esos? -Pregunta con una voz demasiado sonora que no parece agradarle a mis tímpanos-. Los rojos… esos de ahí -agrega señalando unos tacones del estante más bajo. La muchacha sonríe (o al menos lo intenta), y procede a tomar unos idénticos que se encuentran cinco estantss más arriba.

-¡No! -exclama con intencionada fuerza la mujer, y en un segundo todas las miradas de la zapatería se posan sobre la delgada vendedora. Creo que tiene las mejillas sonrojadas, pero el cabello que cubre su cara cansada no me deja asegurarlo con certeza-. Te dije que quería esos -continúa en un tono más bajo, pero lo suficientemente alto como para que todos escuchemos.

Seguramente conteniendo un suspiro, la muchacha se agacha. De repente la señora, que antes me había parecido bonita, se vuelve un alcón, y la joven muchacha, cuyas rodillas ahora tocan el suelo y cuya espalda se inclina para que sus frágiles dedos puedan sujetar esos zapatos, que seguramente cuesten la mitad de lo que ella gana en un mes, se transforma en una pequeña perdiz, sometida al pájaro más grande, al más desagradable.

Cuando la muchacha le entrega los zapatos, la señora disimula una sonrisa bajo un pañuelo con el que finje secarse el sudor.

-Necesito que me ayudes -casi que ordena-, es que siempre me costó ponérmelos…

-¿No quiere llevárselos y probárselos en su casa, que puede estar más tranquila? -Pregunta la joven en un intento desesperado por ebadir esa desagradable tarea. No le corresponde hacerlo, tampoco, pero seguro sabe que se juega el trabajo. Andá a saber cuánto le costó conseguirlo, cuánto la explotan y lo mucho que necesitará la miseria de sueldo que seguro gana. No le corresponde, pero ese peso que lleva sobre los hombros, el mismo que la obligó a inclinar la espalda pudiendo limitarse a extender el brazo, el mismo que la obliga ahora a hablar bajito para esconder la umillación que seguro siente, el mismo que la obliga a permanecer parada en una zapatería durante ocho horas o más, es el que hace que llegue al punto de tener que calzar a una señora que seguro tiene sus capacidades motrices en perfecto estado.

-No nooo… ¡mirá si le voy a pedir a mi marido que me ayude con los zapatos! Que ocurrencias las tuyas, ¡muchacha! Te falta mucho por aprender a vos. ¿Tanto te cuesta ayudar? Si es así me voy…

Me muerdo la lengua para no decirle que sí, yo la ayudo con los zapatos. El problema es que si yo la ayudo no creo que los mismos terminen en sus pies. Me sonrojo de furia al verla agacharse (por no decir arrodillarse) otra vez frente a la señora, e intentar colocarle el zapato ocultando su cara de asco. Seguro es algo que ha hecho muchas otras veces, (de hecho fue ella quien me ofreció ayuda al ver que tenía problemas con unas sandalias demasiado ajustadas) pero muy en el fondo debe presentir lo que implica en este momento.

-¡Despacio! -Exclama la señora demasiado cerca del oído de la joven, quien ya no intenta disimular que cubre su rostro con su cabello. Mi enojo aumenta al ver que la vendedora ni siquiera ha rozado sus dedos aún. Ella no dice nada. Clavo mi vista en las dos (al igual que todos allí) hasta que la señora desagradable se va (sin comprar nada, por cierto). La vendedora se acerca a mí, pero mi cara de enojo debe ser un tanto impresionante porque lo hace con mucha cautela. Consciente de ello, intento sonreír, sobra decir que sin mucho éxito. Se acerca a mí y cuando está apunto de agacharse para tomar el zapato, me inclino y se lo alcanzo. Con la otra mano sujeto la que ella tiene libre y la siento temblar.

Mientras percibo sus dedos temblorosos intentando y no queriendo, a la vez, salirse de entre los míos hasta desistir y apretar con fuerza, la miro a los ojos y me acuerdo de vos. Ahora sí, puedo dar forma al pensamiento que rondaba por mi cabeza. ¿Por qué? ¿Por qué esto? ¿Por qué así? ¿Por qué ella, que tiene de buena persona lo que yo de rubia, puede venir acá, tratar pésimo a las empleadas e irse como si nada? ¿Por qué ella puede entrar a una tienda de ropa como si se llevara el mundo por delante y nadie le dice nada? ¿Por qué yo puedo entrar a una tienda de ropa de lo más tranquila sin preocuparme por que no me atiendan, me miren mal o me esperen afuera para darme una paliza, en el mejor de los casos? ¿Por qué alguien como vos tiene que cargar con tanto sola? ¿Por qué tenés que sentir miedo para decir algo tan simple como que querés ponerte un vestido, cuando a mí me basta con abrir el ropero y sacar uno de una percha? Por qué vos (y tantas otras u otros) se tienen que esconder? Por qué… por qué? Sí, ya sé la respuesta, vos también. Pero me paro a pensarlo y es tan frustrante… y me dan tantas ganas de poder cambiarlo todo con el simple hecho de chasquear los dedos…

Y después lo pienso bien y sonrío, porque te veo a vos tan libiana, tan libre, con tantas ganas de volar y empezar a cambiar las cosas, y pensás que podés, y después que no podés, y te frustrás, y cientos de lágrimas resbalan atrebidas por tus mejillas como cientos de veces tus labios se curvan en esa hermosa sonrisa. Y sonrío y te abrazo fuerte, porque yo sé que vos podés. Que vas a poder con todo lo que te pongan delante y que si caés, acá voy a estar, y acá vamos a estar todos para sostenerte, para que un día, al fin, hermosa mariposa, puedas desplegar esas preciosas alas y acompañar al viento que se llevará lejos, no sin esfuerzo, todo aquello que te oprime, que te tira, todo aquello que día a día intenta aplastarnos y undirnos. Sonrío porque sé que un día vas a volar, y todos vamos a estar contigo, y vamos a sentir esa alegría tan única de verte lograr eso que tanto querés, mariposa.

Este es el blog de la autora de este cuentito, para que también puedan leerla:

Océano…