Humanidad — El discurso de Marina

—En este solemne acto les doy la bienvenida a nuestra primera reunión informativa de especies habitantes del planeta tierra. Como sabrán, la humanidad, ya sea por omisión, negligencia o error, debido a causas que aún continúan bajo investigación, se extinguió según nuestros cálculos hace unos mil quinientos años. Sin embargo, lo cierto es que los desastres causados por su paso por la tierra aún continúan haciendo estragos.

Marina suspira y agita sus alas, nerviosa. Es una pata cubierta por un plumaje suave y esponjoso. Su cabeza es de un tono verde iridiscente, con reflejos que brillan bajo la luz del sol. En contraste, su pecho y vientre son blancos y están salpicados de pequeñas manchas negras. Sus alas son de un color marrón oscuro con un borde azul-violeta brillante, que resalta cuando se despliegan. Su pico es ancho y de color naranja intenso, mientras que sus ojos son pequeños y oscuros. Se encuentra sobre una especie de banco y tiene frente a sí un documento que va leyendo y cuyas páginas pasa con el pico.

—De acuerdo a lo establecido en la convención de especies habitantes del planeta tierra realizada hace 9 meses y 5 días del calendario lunar, se ha elegido a mi especie, y a mí en particular, como encargada de hacer el recuento de los daños ocasionados por la humanidad y calcular el tiempo que tardaríamos en repararlos. Dicha elección se realizó mediante un sistema de votación que determinó que somos ideales para este cometido debido a que tenemos la capacidad de volar, nadar y andar sobre la tierra. Un equipo integrado por varias especies y yo misma hemos recorrido el planeta en toda su extensión, y hemos comprobado que el diagnóstico y el pronóstico que elaboramos no son nada favorables. Marina mira a los presentes con consternación.

Hay animales representantes de varias especies dependiendo de la región en la que habitan. Del África, de Europa, Asia, Oceanía, américa del norte, central y del sur. También, en un esfuerzo que requirió de la colaboración de varios animales en conjunto, se crearon sectores especializados para que pudieran asistir habitantes de los 7 mares, de los ríos y lagos, hasta de las regiones que aún continúan siendo de hielo. Aves de variadas especies, tipos y colores, habitantes de selvas, bosques y montañas, entre otros.

—Antes que nada, quiero aclarar que esto no es una asamblea abierta sino, según se decidió con sus máximos representantes, solo una reunión informativa. A continuación, voy a pasar a detallar de la forma más clara y concisa posible el estado actual, y las medidas que hemos tomado tanto para revertir esta situación como para una mejor convivencia entre las especies que hasta el momento logramos establecer comunicación y tenemos capacidad de raciocinio. —En primer lugar, el estado es lamentable. Aun habiendo pasado tanto tiempo, siguen existiendo materiales que no se han biodegradado. El calentamiento global y el agujero de la capa de ozono han ocasionado verdaderas catástrofes a lo largo y ancho del planeta, provocando casi la extinción de muchas especies, las cuales no se hubiesen salvado si no hubiésemos actuado a tiempo, creando reservas naturales y o artificiales para su conservación y posterior reproducción. Hoy en día estas especies también se encuentran representadas aquí. Marina se detiene, bebe un poco de agua y continúa.

—La utilización de combustibles fósiles, la modificación de los ecosistemas y el traslado de especies que no son autóctonas de determinada región hacia otra, han ocasionado situaciones difíciles de solucionar incluso en la actualidad. Pero además, la urbanización y apropiación de tierra y en sí, de todos los recursos naturales del planeta para su propio beneficio, han llevado a que muchas especies sean desplazadas de sus hábitats naturales. —El impacto negativo de la humanidad en la vida de este planeta, que es de todos y no solo era de ellos, ha sido realmente significativo. Y aunque en sus últimos años hayan intentado desde algunos sectores de la población humana revertir esta situación, la verdad fue que lo pensaron demasiado tarde. —Ya sea que estén de acuerdo o no, los hechos aquí acaecidos son innegables tanto para mí, como para sus representantes y para ustedes mismos. Es por eso que se ha decidido en conjunto aplicar una regla básica que debería haber sido parte fundamental para la construcción de las civilizaciones ya desde tiempos inmemoriales, pero por lo visto, la humanidad no pudo o no quiso aplicar, acaso para preservar sus propios intereses personales y como especie. Y esto es: Todos podemos equivocarnos, cometer errores es algo natural en el orden de las cosas. Lo que deberíamos hacer a fin de cuentas es pedir perdón por los daños ocasionados a las víctimas de nuestras faltas, y si eso no es posible, cuales quiera fueran esas razones, intentar repararlos y aprender de ellos para no volver a cometerlos a futuro. En este sentido, es eso lo que pretendemos hacer a partir de este momento. Toma otra pausa. Algunos de los presentes miran inquietos, con recelo.

—Pero antes, vamos a explicar un poco más como es que la civilización humana nos trajo hasta acá. —El árbol más viejo del que se tenga conocimiento es un pino de unos seis mil años que se encuentra en lo que antes era California, Estados Unidos. El fósil humano más antiguo encontrado data de hace unos 3,2 millones de años. La civilización humana más antigua es la sumeria y data desde hace unos siete mil años. El fósil animal más antiguo encontrado data desde hace unos quinientos millones de años. La luna tiene cuatro mil quinientos millones de años y la tierra cuatro mil quinientos cuarenta millones. Y se preguntarán, ¿qué quiero decir con todo esto? Que la vida existía aquí antes que ellos, que sigue existiendo mucho después y que nunca les perteneció nada como especie. Inventaron sistemas económicos, políticos y sociales que degradaban la calidad de vida de sus congéneres a fin de preservar la suya propia. El cinco por ciento del mundo era dueño del noventa y cinco por ciento de la riqueza, mientras que más del cincuenta por ciento vivía bajo la más absoluta pobreza. El reparto de alimentos y demás recursos y servicios requeridos para su subsistencia no se realizaba de forma equitativa. Es más, estaba muy lejos de eso. Diseñaron métodos de intercambios de papel y metal que en realidad jamás valieron nada. Un papel y un metal no se pueden comer, no se pueden vestir, no se pueden beber. Se construyeron a sí mismos y a sus dioses estatuas de piedra para alabar y adorar nada más ni nada menos que sus propios egos. Se creyeron con el derecho de comprarse hasta tierras en la luna cuando ni siquiera llegaban a comprenderse como la parte del todo que eran. Inventaron máquinas sofisticadas que realizaban cálculos inimaginables. Pero jamás pudieron ser conscientes de lo pequeños que eran ante la inmensidad de la vida, de la naturaleza, de la tierra, del propio universo. Querer conocer y saber está bien. También hacemos y vamos a seguir haciendo eso. Pero destruir, no lo está. Y es eso lo que no vamos a permitir. Marina respira profundamente y deja escapar el aire despacio. Intenta relajarse.

—Se nos ha informado que un león, un pato y un gato le disputan las tierras pertenecientes al país conocido como Argentina a una pareja de pingüinos del sur. No vamos a tolerar este atropello. La apropiación y privatización de tierras, productos y servicios fue lo que volvió a la humanidad codiciosa y egoísta. Queremos un mundo en el que todos trabajemos para el beneficio de todos. En donde cada quien tenga derecho de vivir donde quiera y como quiera. Donde no exista la posibilidad de que nada le pertenezca a nadie, porque todo nos pertenece a todos. Si yo saco una piedra del suelo y construyo una casa, eso lo hice con un recurso de la tierra. Si utilizo cables y el agua o el sol para generar electricidad, lo estoy haciendo con cosas que forman parte de la tierra, de la vida natural. ¿Acaso las abejas les cobran a las plantas por el polen que llevan de unas a otras para que se reproduzcan? ¿Acaso los árboles nos cobran por los frutos o los granos que nos dan para alimentarnos? ¿Los ríos y los mares nos cobran por el agua que bebemos de ellos? ¡no! La supuesta lógica de la especie humana fue tan ilógica como irracional. Nada necesita dinero para construirse o para vivir. Y nada lo necesita para morir. Es por estas razones y otras muchas más que les serán comunicadas en documentos más precisos, que declaramos lo siguiente: Nadie puede apropiarse de ningún recurso, bien o servicio producido, procesado y o fabricado de forma masiva por ninguna especie. Todas las especies de animales, peces y aves que habiten el planeta deberán trabajar como lo han hecho hasta ahora, en beneficio del bien común y no del suyo propio. Los recursos serán distribuidos por un concejo que se irá renovando periódicamente según lo establezcan las futuras leyes para que todas las especies tengan la posibilidad de participar, según la necesidad personal de cada animal, ya sea en forma individual o colectiva. Si alguno de los integrantes del concejo quisiera sacar provecho de alimentos, recursos y demás, este será echado y reemplazado por otro. La honestidad, la bondad y el altruismo son los requisitos indispensables para formar parte del mismo. Ninguno aporta más o menos. Cada quien aporta lo que puede, debe y tiene. El que no trabaja, no come, no vive. No están permitidos líderes, ni jefes, ni presidentes de ningún tipo. La sociedad será regulada por el concejo hasta que esta pueda valerse por sí misma. Se intentarán reparar la mayor cantidad de daños posibles ocasionados por la humanidad. En caso de que el planeta en algún momento pasase a ser inhabitable, consideraremos la posibilidad de emigrar a otro que tenga características que nos permitan vivir. Pero confiamos en que si trabajamos todos juntos, vamos a reparar el daño y eso no va a ser necesario. Por último: tres cuestiones sobre las que se nos ha consultado en reiteradas oportunidades. La primera: los animales carnívoros y su alimentación. A pesar de nuestros más denodados esfuerzos científicos, aún no hemos conseguido producir alimentos que tengan el valor nutritivo de la carne convencional de otros animales muertos. La política que se adoptó es que hasta que logremos esa tecnología, estos se alimenten de animales de otras especies pero que hayan muerto de forma natural. Sin embargo, no es la única posibilidad. La humanidad había estado trabajando en la industrialización de productos con los mismos nutrientes que la carne, pero a base de vegetales y de productos de origen no animal. Estamos retomando esas investigaciones y pronto tendremos resultados. Al no comercializarse y distribuirse de forma equitativa, podemos sin duda asegurar que en unos años más, ya no será necesario que un animal se coma a otro para sobrevivir. La segunda: Se nos ha preguntado por las creencias religiosas. Lejos de ser una pregunta para el concejo, consideramos que la elección de una fe y un camino espiritual son decisión personal de cada individuo. Aun así, sí creemos que su fe no debe estar basada ni llevar de forma alguna al daño entre individuos o a otras especies. Y esto nos lleva a otro punto importante. No toleramos la violencia a propios o a terceros bajo ningún punto de vista. Quien dañe de alguna forma a cualquiera de sus semejantes será castigado hasta que reflexione y pida sinceras disculpas por su error. Los castigos y la forma de implementación serán comunicados también en documentos posteriores a este. La tercera y última: Se nos ha preguntado por el amor entre distintas especies. Lo consideramos totalmente lícito y válido siempre y cuando no se establezca una relación de poder asimétrica entre las partes que la componen. Estas uniones, así como todas en general, sean o no de la misma especie, serán evaluadas por el concejo bajo las mismas condiciones. En este sentido, les queremos comunicar que ya hemos casado a una pajarita y una mariposa en un acto oficial y simbólico a la vez, que representa el futuro y el nuevo devenir de esta nueva civilización. Porque, en definitiva, y con esto doy por cerrada la primera reunión informativa de las especies habitantes del planeta tierra, lo que principalmente le faltó a la humanidad para ser una especie capaz de sobrevivir a cualquier adversidad, fue el amor. Sí. El amor propio, por sí misma, por los otros, y por todos los seres vivos y no vivos del universo.

Los presentes gritan, chillan, gruñen, saltan, nadan, corren y vuelan de alegría. Marina se eleva majestuosa en el aire, y en una danza aérea con otros patos y aves de variadas especies, lanzan copias del documento a cada animal. El atardecer da paso a la luna, quien de alguna forma marca el inicio de esta nueva era. Una era en la que todos vivirán en paz y en comunidad basándose en la única ley que realmente importa en la vida. La del amor.

Agradecimientos

No suelo hacer esto por lo general, o a veces sí, pero en esta oportunidad lo considero correcto ya que es un cuentito muy importante y valioso para mí:

A Marina (Meri) mi amiga: Fue un debate con ella lo que generó este pequeño relato, y he aquí que decidí ponerle su nombre a la protagonista.

A Joaquín: Mi amigo y compañero de lecturas y escrituras que nos llevan a pensar y reflexionar sobre el mundo de otra manera.

A Mariela: Mi profe de escritura. Espero poder retomar las clases con ella en algún momento. Aprendí muchísimo y quiero seguir haciéndolo para que mis textos sean legibles y entendibles por todos. Además, tengo un trabajito muy especial para ella que espero que pueda salir en algún momento a la luz. Así es, va a ser la encargada de escribir el prólogo de mi primera novela.

A la IA: por darme la descripción de Marina 😉😂🤣.

Y  al resto de los personajes mencionados: Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

La Pajarita y la Mariposa

Hace mucho que no nos aparecemos por aquí. Y es que, la vida nos lleva a veces por otros derroteros, que no somos capaces siquiera de imaginar. Por supuesto, que dejar de escribir, nunca. Pero, existen ocasiones en las que dirigimos esta escritura, a un objetivo en particular, y tan personal, que se hace difícil elegir qué compartir y qué no. Además, bueno, a principios de año, había iniciado con un proyecto bastante ambicioso, que no pude finalizar por el momento, pero que sé, lo haré en un futuro cercano, y del cual, en algún momento tendrán noticias. En fin, a pesar de todo esto, cada vez que volvemos al ruedo, lo hacemos de una forma poco convencional. Y esta, no va a ser la excepción.

Es la primera vez que una entrada se encuentra bajo 2 categorías. “Soñando despierta”. Las historias que se escapan de mi mente, de lo más profundo de mi imaginación. Y “otros autores”. Porque, es la primera vez también, en la que escribo y publico una entrada en conjunto, con una colaboradora que, en esta oportunidad, prefiere permanecer de forma anónima. En fin, de parte de ella y mía, les dejamos este pequeño cuentito infantil, que hicimos con tanto cariño, para ustedes. Esperamos lo disfruten.

La Pajarita y la Mariposa

Cuentan que en un hermoso valle, oculto entre montañas, se encontraba una pobre y solitaria mariposa. Hace mucho había abandonado el mundo exterior, en cuanto abandonó su crisálida de oruga. Desde entonces, decidió refugiarse en una pequeña casita que se había construido para sí misma. Donde nadie podía entrar. Donde tenía la absoluta tranquilidad de que estaría segura. En ese pequeño rinconcito, guardaba todo lo que no quería que nadie conociera de ella. Lo bueno, y lo malo. Su fortuna, y sus desgracias. Sus tristezas, y alegrías. Había quienes, momentáneamente, lograban entrar a esa casita. Pero solo por un tiempo, y para conocer apenas una parte de ella. Solo lo que ella quería mostrar. Y a quienes quería mostrárselo. Había quienes pensaban o sentían que la conocían. Que con solo hablar con ella, podían saber lo que iba a hacer o pensar al momento siguiente. Pero estaban equivocados. Porque sí, en algunas cosas esta mariposa era tan clara y transparente como el agua. Pero en ocasiones, tan impenetrable como un muro de concreto. Y fue así, en esta solitaria casita, como empezó a alejarse cada vez más de sus sueños y sus ideas. Día a día, comenzó a dejar de apasionarse por todo aquello en lo que creía. Aún así, en el fondo de su corazón quedaba algo de ese todo que ella era, de su esencia, sueños y alegrías. Era lo que la llevaba día a día a seguir adelante. A luchar por algunas cosas, aunque dejara de lado otras. A intentar entender el por qué de todo, aunque luego no supiera bien qué hacer con aquello. Pero en realidad, su vida en esa pequeña casita de aquel gran valle, distaba mucho de ser tan segura y tranquila, como ella creía. Y es que, a veces se desataban enormes tormentas y tempestades que amenazaban con destruirlo todo. Era en esos momentos en los que la pobre mariposa no sabía qué hacer. Intentaba proteger su casita de todo daño. Arreglarla al día siguiente, pintarla de vivos colores que el agua y viento luego arrastraban o dejarla secarse por los rayos del sol, cuando este salía. Pero muchas veces era imposible. Aveces parecía que tendría que reparar las grietas y rupturas que quedaban para siempre, y su vida no tendría otras aventuras.

Fue en uno de esos días en los que aconteció, lo que les contaré a continuación.

Estaba anocheciendo en el valle cuando la mariposa, después de limpiar y ordenar la casita, se puso a mirar por una de las ventanas. Ahí fue cuando se percató de que en el horizonte se vislumbraban enormes nubarrones. Comenzó a preocuparse. Una nueva tormenta se acercaba. Tendría que hacer hasta lo imposible para que su hogar sufriera el menor daño posible. Se puso a trabar puertas y ventanas por las cuales el viento rugía, con fuerza y furia. Estaba por hacer lo propio con la puerta principal, cuando escuchó un par de suaves golpes en la misma.

—¿Quien es? —Preguntó la mariposa extrañada de que alguien llegara a visitarla a esas horas.

Una temblorosa voz respondió desde el otro lado de la puerta:

—Soy una pajarita. Necesito refugio de la tormenta que se acerca. Estoy lejos de mi nido, y no podré volar para volver a tiempo. ¿Me podrías ayudar?

La mariposa observó la puerta dubitativa unos momentos, antes de abrir. Al final, decidió que no era la primera vez que daba cobijo a viajeros casuales. Claro que no fueron pocas, las veces en las que se había arrepentido de haberlo hecho. Los viajeros tomaban su comida, sus hojitas con las que arreglaba la casita o sus cosas sin permiso, o simplemente se iban sin agradecerle su ayuda. Esperaba esta no fuese una de esas visitas…

Al abrir, al otro lado, una pajarita con un moño rojo en la cabeza, similar al que ella tenía, la miraba sonriente. “Debe ser buena señal”, se dijo, apartándose para que pasara. Cerró la puerta, y la invitó a sentarse.

—¡Se viene fuerte esta tormenta! —Comentó la mariposa para sacar tema de conversación.

—Sí, el viento es amenazante. Gracias a que me abrieras la puerta no va a arrastrarme hacia a saber qué lugar frío y oscuro…

—¡-Entraste justo a tiempo! Creo que va a empezar a llover, —comentó la mariposa, al tiempo que se oían truenos y las ventanas se iluminaron con un rayo.

—Sí. Pero a veces, las tormentas no están solo afuera. A veces, están en nuestro interior. Y son las más difíciles de combatir. Porque las llevamos con nosotras mismas. —Le dijo la pajarita, después de un suspiro.

La mariposa quedó pensativa unos momentos, mientras notó la mirada de su visitante que recorría la casita de arriba a abajo,, observando los objetos que había allí.

—¿Sabés qué? ¡Tenés unas alas muy bonitas! —Añadió.

—¡Ho! ¡Muchas gracias! —LE respondió esta, mientras se ponía a revolotear a su alrededor, sintiéndose halagada.

Ambas sonrieron, y comenzaron a charlar. La mariposa le contó que al principio, era una pequeña oruga, a la que pocos entendían. Que luego se convirtió en una crisálida, y que debía permanecer escondida porque tenía miedo de que la vieran. Sentía mucha vergüenza de sí misma, hasta que finalmente se convirtió en la mariposa que ahora era. Aún sentía miedo de muchas cosas, pero aprendió a tener la fuerza y la voluntad suficiente para enfrentarlas. La pajarita, le contó que no era fácil vivir en un nido de pájaros donde de todos, era la más pequeña. Hace poco lo había dejado, y aunque se estaba construyendo el suyo propio, las cosas tomaban tiempo. Y que a medida que este pasaba, se sentía cada vez más frustrada al no poder lograr sus objetivos como lo deseaba. Se sentía perdida, aveces agotada, y aveces sólo un poco cansada. Algunos días salía a caminar por ahí, pero al volver, perdía el rumbo a casa. Otras veces, dejaba el nido y al regresar las hormigas habían devorado su comida, le habían quitado su manta favorita o encontraba algún transeúnte queriendo entrar. Aveces no quería volver. Aveces ese sueño de un nido para ella sola parecía imposible.

La mariposa le contó que, aunque se sentía libre en algunas cosas, se sentía prisionera de otras. Aún existían quienes la juzgaban, diciéndole que ella nunca iba a ser como las demás. Y, aunque intentaba que eso no le afectara, a veces, no era posible. Continuaron hablando toda la noche, mientras la tormenta se hacía sentir allá afuera, contra las puertas y ventanas de la pequeña casita. Pero dentro del lugar parecía haberse calmado la tormenta que ambas sentían en su interior, dejando una sensación de calma absoluta. No importaban los golpes que a veces daban las ventanas por el viento, o el temblor del suelo por los truenos, o el golpeteo incesante de la lluvia contra el techo. La mariposa parecía haberse olvidado de los problemas. Y la pajarita también.

En un momento, mientras las horas transcurrían entre charlas y charlas, la pajarita se quedó en silencio. Hasta que después de unos instantes, le dijo:

—Tengo que decirte algo, aunque tenga un poco de miedo. Pero si Ya empecé, ahora voy a terminar. Sos una mariposa muy bonita, y especial. Siento una tranquilidad muy linda cuando estoy cerca tuyo.

—¿En serio? —Le preguntó la mariposa, que sonreía—. Bueno, a mí también me pasa lo mismo. Es como si la tormenta no hubiese estado presente. Pero yo sí no me hubiese animado a decírtelo. Soy una mariposa un poco más tímida. Y creí que estas cosas, ya no eran para mí. Pero si a las 2 nos pasa lo mismo, entonces creo que está bien.

Al día siguiente la tormenta había cesado. Y a ellas, les tocaba la hora de despedirse. La mariposa debía reconstruir su casita de los daños de la tormenta, que notó al salir de la misma. Y la pajarita, terminar de construir la suya. Así fue, como quedaron en volver a verse nuevamente. Pero, sin saber cuando llegaría ese momento, decidieron mantenerse en contacto por otros medios. Sí, así es. Las palomas mensajeras andaban durante todo el día de adentro a fuera del valle, llevando mensaje tras mensaje entre ellas. Y empezaron a conocerse y descubrirse, un poco más cada vez. Fue en esos ires y venires que se dio la oportunidad para que puedan verse otra vez. La pajarita tenía una hermosa voz, y un canto melodioso que cautivaba los oídos de la mariposa, cada vez que la escuchaba. ¡Twiii twiii! Cantaba la pajarita al ir acercándose a la casa de la mariposa. Y esta salía corriendo a recibirla. Una vez juntas, charlaban, seguían contándose sus vidas, y recorriendo el valle de un lado al otro, de principio a fin. Después de algunas visitas, ningún rincón había quedado sin que ellas lo exploraran. Aún así, faltaban más cosas que debían aprender la una de la otra.

En una de esas visitas, se encontraban sentadas sobre la rama de un árbol. En eso, la mariposa comenzó a elevarse en el aire, con gran majestuosidad. La pajarita intentó ir tras ella. Pero la mariposa se elevaba cada vez más, y la pajarita quedaba cada vez más rezagada. Hasta que la mariposa bajó nuevamente a su altura, y vio que su compañera estaba triste.

—¿¿qué pasa, pajarita? —Le preguntó.

—Lo que pasa es que, aunque soy una pajarita, tengo miedo a volar alto. Cuando era chiquita, fui muy alto, perdí el equilibrio de mis alas, y me caí. Desde entonces, ya no puedo hacerlo. Por eso tampoco pude volver volando el día que me refugiaste en tu casita. Por eso a veces el viento me lleva, y yo no puedo volver. Pero quisiera saber lo que se siente volar así de alto, como vos. Saber qué se siente controlar tu vuelo, estar en libertad entre las nubes. ¡Debe sentirse maravilloso! ¿Me contarías cómo es?

La mariposa la miró consternada, sin saber qué hacer al principio.

Pensativa, le dijo:

—En vez de contártelo, podría mostrártelo. Voy a ayudarte, sólo confiá en mí. –

Luego, con mucha delicadeza, la tomó entre sus patitas, y comenzó a acariciarla con sus alas, mientras ella se tranquilizaba y se vislumbraba una sonrisa en su carita. Después, mientras la sujetaba suavemente, empezó a elevarse con ella en el aire. La pajarita, se sintió segura y confiada. Y se dejó llevar. Finalmente, la mariposa la soltó y la pajarita desplegó sus alas, que sintió agitarse con el viento. Sabía que mientras la mariposa estuviera allí, nada podría pasar. Y si volvía a caerse, ella la podría salvar, mientras la ayudaba a volver a intentar. Empezó a impulsarse, a sentirse viva, libre. Una sensación de satisfacción la invadió, mientras aprendía a ir y venir.

La mariposa se situaba debajo de ella a cada movimiento que hacía, por si esta se caía. Pero esto no ocurrió. Ambas continuaron subiendo más y más hacia las alturas. Hasta pasar las copas de los árboles. Hasta llegar a las propias nubes. Hasta atravesar el propio firmamento. La pajarita se sentía literalmente en las nubes. Sentía que había cumplido, gracias a la mariposa, uno de sus mayores sueños.

Después de un rato de volar y volar en lo alto, decidieron bajar. Ambas se encontraban extasiadas, sonrientes. Y fue la primera vez, en la que sintieron que todo lo que estaban viviendo, era especial. La mariposa, al igual que ella, se sentía aún entre las nubes que acababan de dejar.

—¡Lo lograste, pajarita! —Le dijo la mariposa—. Yo te ayudé, pero fuiste vos quien tuvo la fuerza de voluntad para volar. Y ahora, comienza una nueva etapa para vos. Una etapa en la que empezarás a ser una pequeña pajarita libre.

Se abrazaron con sus alas. Se sonrieron, y lloraron juntas de emoción. Luego, se despidieron, prometiendo volver a verse nuevamente.

Cada encuentro era diferente. A pesar de que había cosas que se repetían, cada encuentro entre ellas, era único. Siempre seguían conociéndose. Charlando cada vez de temas más y más variados, hasta contarse muchas cosas de sus vidas. En uno de esos encuentros, la pajarita le dijo a la mariposa:

—¿Sabés? ¡Mi nido al fin está terminado! Por fin encontré otro árbol donde construirlo. Con paciencia fui llevando mis ramitas, una por una, para construirlo una vez más, y lo logré. A este árbol no suben más hormigas que me saquen mi comida. Es más, tengo algunas buenas vecinas. En este árbol los habitantes son mucho más amables. Está en un bosque muy lindo y silencioso, por donde me gusta volar y cantar. Es mi nueva casa, para mí sola y muy segura. Podrías venir cuando quieras, como yo vengo siempre a tu valle. Podemos dar paseos por el bosque que ¡seguro te va a encantar!

La mariposa dijo que iría, pero los días pasaban, y la pajarita no tenía noticias suyas. Fue así, como decidió ir a ver qué le sucedía. Al hablar con ella, esta le dijo lo siguiente:

—Lo que pasa, es que así como vos tenías miedo de volar alto, yo tengo miedo de volar lejos. Desde que llegué acá, casi no he salido del valle. Y nunca para recorrer grandes distancias. Menos para meterme en un bosque…

—Bueno, mi nido no queda tan lejos en realidad. Pero no te preocupes. Así como vos me ayudaste a mí, yo también quiero ayudarte a vos. A veces, cuando nos acostumbramos a algo, parece tan cómodo que nos cuesta salir de ahí. Me parece que eso es lo que te pasa. Verás que en otros valles no hay tantas tormentas y tempestades como acá, Y que podés vivir tranquila, sin tener que reconstruir tu casa cada día.

La pajarita echó a volar, y la mariposa, aunque al principio un poco escéptica, fue tras ella. Al llegar a la entrada del valle, esta última se detuvo.

—no puedo, pajarita. ¿Y si hay más peligros? ¿Y si nos perdemos? ¿Y si algo nos pasa?

—El mundo entero está lleno de peligros, mariposa. Es cuestión de tener la valentía suficiente para enfrentarlos. Y sé que vos la tenés, aunque ahora mismo no lo creas. Solo seguime. Ya me sé el camino,y te voy a acompañar en todo momento. no te vas a perder. Te lo prometo. —Decía la pajarita estirando las alas hacia la mariposa.

Ambas salieron del valle. Atravesaron un pequeño río, y una vasta y hermosa llanura,hasta divisar el bosque donde ahora vivía la pajarita. Ella entró, hizo señas a su compañera para que la siguiera entre frondosos árboles de hermosas copas donde otros pajaritos cantaban alegremente, y mariposas de distintos colores revoloteaban.

Llegaron sonrientes al nido de la pajarita. Allí se abrazaron, y comprendieron, que habían dado un pasito más. Desde entonces, ambas comenzaron a encontrarse en el nido de la pajarita, y desde allí, a recorrer los paisajes, hasta donde podían, yendo cada vez más lejos, y enfrentando cada vez más desafíos. Grandes tormentas, vientos y tempestades. El ardiente sol, y el árido desierto. Los picos helados de los glaciares, y de las altas montañas. Los anchos lagos, ríos y mares.

Un día, la mariposa se dio cuenta de todo lo que ambas habían logrado. Cuan lejos y cuan alto habían llegado.

—¿lo ves? —le dijo la pajarita—. Era cuestión de tomar valor, y enfrentarse a cada desafío, de a uno por vez. Vos, sos mi pequeña mariposa valiente. Porque también lograste superar tus miedos. Con mucha paciencia y siendo perseverante.

Fue así, como ambas entendieron que habían llegado a la vida de la otra, para acompañarse, ayudarse y animarse a luchar contra todo lo que se les presente, juntas.

La mariposa al fin logró salir del valle de las tormentas, para construirse una nueva casa en un lugar muchísimo más tranquilo, donde estaría mejor y sería finalmente libre.

La pajarita hizo aún más lindo su nido, en el que podía vivir sin presiones ni miedos de ningún tipo.

Y comprendieron así, que cada una lograba que la otra se convirtiera en una versión cada vez mejor de sí misma. En seres libres, valientes y fuertes.

Hechiceras de la luna

Dicen que las brujas no existen. Pero que las hay, las hay. Y es verdad. Hay toda clase de brujas. Buenas, malas, y más o menos. Algunas usan el poder de la magia negra. Otras, la blanca. Otras, la roja. Algunas usan el poder de la madre naturaleza. Otras el del sol, y otras, el de la luna. Es de estas últimas, de las que voy a hablarles. Hace mucho mucho tiempo, fui una de las hechiceras de la luna. Usábamos el poder de nuestra amada diosa, para ayudar a los demás niños. Sí, y es que, nosotras, también éramos niñas.

No cualquiera puede ser una hechicera de la luna. Hay que cumplir con algunas reglas. Esto hace que, los demás, no sepan que existimos. Porque incluso hoy en día, nos tienen miedo a las brujas. La gente siempre le teme a lo que no conoce. Y esta, es otra de esas cosas que las personas o no saben, o no entienden.

Lo principal, es mantenernos en secreto. Que solo los niños nos conozcan, para poder ayudarlos. La segunda regla, es que no puede haber más de 3 hechiceras por escuela. Casi siempre son 2, pero en escuelas muy grandes, es necesario que haya una más. La tercera, es que tenemos que tener entre 8 y 12 años. Esta es la edad en la que mejor podemos cumplir con nuestra misión. La cuarta, es saber leer y escribir. Así podemos leer los deseos de los niños, y escribir nuestras respuestas. La quinta, es que podemos ser hechiceras, sí y solo si, otra hechicera nos da el poder. Una nena tiene un mes lunar desde el día de su cumpleaños número 12, para darle el poder a la siguiente. Se hace dibujando una luna en un papel, y escribiendo las reglas. Luego, se deja el papel, dentro de la mochila de la elegida. Es la propia luna, quien elige a las brujas, y quien le dice a la niña, en qué mochila debe dejarlo. Lo mejor, es hacerlo durante el recreo, para que nadie se dé cuenta. Cuando la otra niña lo encuentra, tiene que aceptar el poder, bajo la luz de la luna llena. Así, ya es suyo, y se le saca a la primera niña.

Capaz que haya alguna que no lo acepte. Es una gran responsabilidad cumplir con todo lo que se necesita para ser una buena bruja. En ese caso, la segunda niña tiene que romper el papel, y la luna, elegirá a otra. La propia diosa luna, es quien se comunica con la primera niña, para decirle que el poder fue rechazado. Lo hace a través de los sueños. Si el papel cae en manos equivocadas, o la segunda niña no lo quiere romper, este se pone en blanco, para que el poder de la luna, siga permaneciendo en secreto.

Ellas, tampoco deben conocerse entre sí, o si se conocen, ninguna debe saber que su amiga o compañerita es bruja. Para esto, otra de las reglas, es que antes de comunicarse, tienen que elegir un nombre y una forma. Puede ser un animal que les guste, una niña diferente a ellas, o hasta un árbol, una planta o una flor. La comunicación, también es a través de sus sueños, por lo que ninguna sabe como es la otra, ni su nombre, ni la escuela a la que van. Solo se diferencian por ciudades, que se reúnen una vez por semana, y países, que se reúnen una vez por mes. También, hay una reunión anual, en la que se reúnen todas las brujitas. Sí, ya se imaginarán cuando es. Entre la noche del 31 de octubre, y la mañana del primero de noviembre. Claro que no todas las brujas pueden estar al mismo tiempo, porque cuando en unos países es de día, en otros, es de noche.

Pero en fin, llegó la hora de lo más importante. Hablar de nuestros poderes. De como y en qué, podemos las hechiceras de la luna, ayudar a los niños. Primero, se deja un papel en cada grado de primaria. En este papel dice que hay niñas que hacen magia, y que pueden ayudar a cualquier niño que lo necesite. Para pedir nuestra ayuda, tienen que dejar un papel con su deseo, y un dibujito de la luna, en un lugar que está también escrito ahí. Es diferente para cada escuela. A veces es la puerta del baño de las nenas, a veces la de algún salón, a veces algún rincón al que normalmente, no llegan las maestras y las porteras para encontrarlo. También dice que los más grandes, tienen que contarles a los más chiquitos, que no saben leer. Pero claro, no podíamos ayudar con todo. Al fin y al cabo, éramos niñas. Y no teníamos el mismo poder que una bruja adulta. Los ayudábamos a encontrar cosas perdidas, a hacer “trampita” en las tareas para los que iban muy mal, a hacerles desaparecer cuadernos, libros, tizas, lapiceras y demás cosas a los maestros, para que sea difícil para ellos, darles tantas tareas a los chicos. ¿qué, acaso alguien pensó que éramos brujitas buenas? Nosotras pensábamos que sí, claro. ¿Como no íbamos a serlo? Ayudábamos a los niños, a librarse de los malvados adultos, que solo querían que estudien más y más. También, esto pasaba con los padres. Si un nene tenía malas notas en el boletín, o no quería estudiar en su casa, las hojas podían aparecer como completas, sí, por arte de magia, o la tarea podía desaparecer. Si la tele se apagaba a las 10, a las 10 y media, cuando los adultos dormían, estaba prendida de nuevo. Se caía el plato de sopa para los que no les gustaba, aparecían los juguetes que sus padres les sacaban para castigarlos, y así, muchísimas cosas más.

¿Y como llegué yo a todo esto? Bueno, pasó por una situación especial. Para conceder un deseo, los niños tenían que escribirlo en un papel, como ya dije, y dejarlo en un lugar que les decíamos. Cualquiera de las brujas de la escuela, podía ir a buscarlo. Para no cruzarse, un día, una iba cuando empezaba el último recreo. Y al día siguiente, esa misma iba cuando terminaba. O sea. Las 2 iban el mismo día, solo que una cuando empezaba, y la otra cuando terminaba. Si alguna no podía ir, la otra agarraba los deseos. Y al otro día, lo mismo pero al revés. La que antes fue cuando empezaba el recreo, ahora le tocaba ir cuando terminaba.

Una vez, un niño dejó un papel escrito en algo que ninguna de las brujitas que estaban en ese momento, pudo entender. El deseo, estaba escrito en braille. El braille es un sistema para leer y escribir hecho con puntitos en una hoja, que usan las personas ciegas. En fin, sin saber qué otra cosa hacer, una de ellas consultó a la luna en sus sueños, sobre qué podía hacer con ese deseo, ya que ella no sabía leer braille. Ahí descubrió, que ninguna de las otras sabía tampoco. Entonces, la luna le dijo que, había llegado la hora de traer a una nueva brujita. Una que supiera braille. Pero se encontraron con un nuevo problema. ¿Cómo iban a hacer para que le llegue el papel con las reglas y el dibujo? Una de ellas, tuvo una idea. Grabar en un casete las reglas, y describir como era el dibujo. Después, dejarían el casete en la mochila de la nueva, y ella lo entendería cuando lo escuche. Fue así, como me llegó ese casete, y me convertí yo también, siendo ciega, en una hechicera de la luna. Solo que, en mi caso, ninguna tuvo que perder el poder, para que yo lo tenga. Y sí. Cuando hay reglas, también, hay excepciones. Y esta, fue una de ellas.

Desde ese momento, empezamos a sumar más niños y escuelas. Y se empezaron a sumar más deseos. Como al principio fui la única bruja ciega, leía los deseos que pedían los niños ciegos, a las otras brujitas. Para pasarnos los deseos, una tenía que leerlos, hasta memorizarlos. Para las niñas que veían, era más difícil. Porque tenían que acordarse de como estaban escritos los puntitos en las hojas en braille, para reflejarlos iguales en sus sueños, y así, yo podría leerlos. En cuanto a las respuestas, casi siempre respondíamos con un “tu deseo se hizo realidad”. Pero a veces, aunque lo intentábamos, el poder no era suficiente para concederlo. En el sueño, yo escribía la respuesta, y la niña que veía, tenía que recordarla cuando se despertaba, para tratar de hacer lo mismo con lo que tuviera a mano. Un lápiz y una hoja, o uno de esos punzones que están en todas las casas, que son de madera y alargados. Además, quedamos en que yo iba a ir a buscar los deseos, pero solo iba a agarrar, los que estuvieran en braille, si había. Si no, no agarraba ninguno. Porque si agarraba los que están en tinta, obviamente, no los iba a poder leer.

Sobre los deseos, algunas veces, habían muchos que eran difíciles de cumplir. Y necesitábamos usar las reuniones por mes, para poder hacer la magia que se necesitaba para esos deseos. Un perrito lastimado, un gatito que no quería comer, un pajarito con el ala rota. Sí, teníamos el poder para eso. Pero no siempre se podía usar. Es mucha energía, y quedábamos muy cansadas. ¿Porque, de algún lado salía la energía, no? La luna nos daba la magia, pero la energía que hacía que esa magia funcione, salía de nosotras. A veces no nos queríamos despertar para ir a la escuela, hacíamos fiaca para ir a desayunar… Por eso dije que, es una gran responsabilidad ser una hechicera de la luna.

Otra cosa, es que no podemos saber así nomás si un deseo se puede hacer realidad o no, hasta que no lo intentamos, o lo consultamos con la diosa Luna. Si no se puede, les pedimos disculpas, y les decimos que no fue posible cumplir su deseo. Si no es algo muy urgente, les decimos que lo vamos a intentar más adelante. Ese más adelante, es cuando nos juntamos las brujitas de todo el país, una vez por mes, o cuando nos juntamos muchas más, una vez por año. Claro que no puedo hablar de esos deseos tan importantes. Porque estaría diciendo más de lo que la diosa nos deja contar. Dije que todo esto es un secreto, ya sé. Pero en realidad, no nos prohíbe contarlo. Lo único de lo que realmente nos prohíbe hablar, es de aquello que es tan pero tan increíble, que solo el poder de la magia puede lograr. Y de eso se tratan esos deseos que tuvimos que hacer realidad entre muchas.

Es justo en este momento, en el que seguro se están preguntando, por qué cuento todo esto, y por qué trato de contarlo para que los chicos, también lo entiendan. Por varias razones. La primera, es que quiero que cada vez más y más niños, conozcan la magia. Que haya cada vez más hechiceras. Yo creo que si se lo piden en sus sueños, la luna se los tiene que conceder. La segunda, es que quisiera reunir a las brujitas que conocí durante los 2 años que yo estuve. A mí ya me eligieron de grande, por lo que fui bruja entre los 10 y los 12. Si en la fecha en la que publico esto estoy cumpliendo 33 años, bueno, es cuestión de hacer cuentas. Si fuiste hechicera de la luna en esos años, escribime. Me gustaría saber si podemos tener un nuevo poder, ahora como adultas. Y así ayudar a más personas. Si sos hechicera de la luna ahora, no te preocupes. Podés escribirme también, para contarme tus aventuras. Te prometo que no se las voy a contar a nadie. En verdad, quisiera contactar a la mayor cantidad de hechiceras que pueda, de todas las generaciones, para armar un gran aquelarre de la luna. Y, bueno… Para los padres, si ven a sus hijas con mucha fiaca, cansadas, sin ganas de despertarse, puede que sea maña o capricho. Pero también, puede que sean, las actuales hechiceras de la luna. Déjenlas hacer su trabajo. No los van a molestar mucho. o, al menos, eso espero.

Mi mejor amigo Tronco

Mi mejor amigo es distinto a todos los demás. Lo conocí cuando era muy pero muy chiquitita. Ni siquiera sabía escribir. Pero había otras cosas que sí sabía hacer. Sabía jugar. Sí, como todos los nenes. Y a mi mejor amigo, le gustaba mucho jugar. Pero antes de contar como era, voy a contar como lo conocí.

Siempre fui hija única. Nunca tuve un hermanito. Vivíamos lejos de la ciudad y del resto de mi familia, por lo que tampoco tenía ni primos, ni amigos. Nunca me ‘invitaban a cumpleaños, ni fiestas. No iba al jardín, porque quedaba lejos, y mis papás no podían llevarme. Siempre me decían que iba a ir a la escuela en primer grado, pero no sabía cuanto faltaba para eso. Me llamo Maia. Y esta es la historia de, como estando tan sola en el mundo, conocí a mi mejor amigo Tronco.

Vivía en una casa grande. Atrás, tenía un patio lindo y bastante largo y ancho. Al medio, estaba toda la casa, y adelante otro patio un poco más chico, que era el que llevaba al portón. Siempre que salía a jugar, llevaba mi juego de palitas y animalitos para rellenarlos de tierra, y hacer moldes. Con jarras y vasos, hacía enormes castillos. Y con ramas y palos, poderosos soldados enemigos, venían a atacarlos, para robarse todos sus tesoros. Enormes dragones, con sus poderosas princesas en sus lomos, los defendían con todas sus fuerzas, hasta que lograban derrotarlos, y así mantener a salvo el reino, y a todos sus habitantes. Pero un día, algo en el juego cambió. Algo, se volvió realidad.

Fue uno de esos días en los que nuevamente, el reino de Maia, iba a correr peligro por el poderoso ataque de los soldados malvados. Pero al salir por la puerta, algo encontré en el patio. Y la verdad, no lo podía creer. Cuando lo vi por primera vez, era del tamaño de un gato. Pero muy diferente a ellos. Claro que pude reconocerlo al instante. A pesar de su tamaño, lo supe ni bien lo vi. Es obvio. Después de tantos libritos para colorear, tantas películas de disney, era imposible no darme cuenta que, lo que tenía frente a mis ojos, era un bebé dragón. Sí, un verdadero dragón, en el patio de mi casa. Realmente, fue maravilloso. Me quedé paralizada durante unos instantes sin saber qué hacer, hasta que reaccioné, y pude cerrar la puerta detrás de mí, para que mis padres no lo vieran. Sabía que no lo entenderían. Para ellos, nada de esto podría ser real. Los juegos eran juegos, los cuentos solo eso, y no existía otra explicación. Pero para mí, si la magia existía en las películas y en los libros, no había razón alguna, para que no existiese en la vida real. Y así fue como, aunque al principio me sorprendí, después, lo tomé como algo natural. Y comencé a intentar hablar con él.

—¿Cómo te llamás? —Le pregunté. Me respondió con algunos gruñidos, por lo que pensé que todavía no sabía hablar, y que seguro, yo iba a tener que enseñarle.

Lo que pensé después, es que tenía que esconderlo de mis padres. ¿Pero cómo? ¿Dónde? Se me ocurrió que podía hacerlo en el patio del fondo de mi casa. Así que entré, me fijé que mis padres no estén en el pasillo, lo metí en una caja de zapatos, y lo llevé allá. Traté de tener el mayor cuidado posible, para que no se asuste. Una vez ahí, lo solté, y lo dejé andar.

Hablé con ellos para que me dejaran limpiar ese patio todos los días, así, no tendría la necesidad de contarles mi “pequeño secretito”. Y lo digo entre comillas, porque lo de pequeño, no tardaría mucho en cambiar…

Jugaba con él todos los días. Ahora, sí tenía un dragón de verdad para que defienda mi reino, de los malvados invasores. Poco a poco, le fui enseñando a hablar, y a jugar. Claro que aprendí muchísimo sobre los dragones durante todo ese tiempo. Él aprendía todo, repitiendo lo que yo hacía. Y lo hacía muy rápido. Al final, fui yo la que tuve que ir adaptándome a su ritmo, en lugar de él al mío. Desde la mañana, hasta la noche, me la pasaba todo el día con él. No sé realmente qué comía ni dónde, pero cuando le llevaba las sobras de mi comida, se las devoraba. Aunque en realidad, las cosas no eran tan fáciles. De hecho, iban poniéndose cada vez, más difíciles.

A la semana, era del tamaño de un perro. Al mes, de un caballo. Yo ya no sabía qué inventar, para que mis padres no vayan al patio, y lo vieran. Así, le dije a él, que se vaya, cada vez que ellos querían venir a ver qué estaba haciendo yo. Y así lo hizo. Pero eso, no era lo único. Los rugidos, el movimiento de sus alas, su voz tan fuerte al hablar… Trataba de que juguemos haciendo el menor ruido posible, pero no siempre podíamos. Yo les decía que estaba jugando, nada más. Y por suerte nunca me dijeron nada. Me pregunto ahora, si alguna vez lo habrán visto. Y por el miedo a que los tomen por locos, no habrán dicho nada. Capaz, que ni siquiera lo comentaron entre ellos, no lo sé. Pero un día, me contaron que se había prendido fuego un campo cerca de casa. Y me dio muchísimo miedo que mi dragón, haya tenido algo que ver con eso. Todo eso me asustaba mucho. Pero no sabía en realidad, qué podía hacer.

Su nombre

Un tiempo después, lo vi tan pero tan grande, que decidí que había llegado la hora de ponerle un nombre. Y, como su cuerpo era ya tan grueso como el tronco de un árbol, decidí ponerle, Tronco. Una vez le dije como se iba a llamar, se puso muy pero muy contento. Y empezaron así, nuestras grandes aventuras.

Para ese momento, yo ya podía subirme a su lomo, y claro, él ya podía volar. Entonces, se me ocurrió una genial idea. Los fines de semana, cuando mis padres no trabajaban y se tiraban a dormir la siesta, salíamos a recorrer todo el mundo. ¿Te imaginás? ¡Recorrer el mundo en un dragón! Pasábamos por enormes selvas y bosques, por grandes y altísimas montañas, por los enormes océanos. Recorriendo mares, ríos, lagos, y todo tipo de maravillosos paisajes. Hasta pasamos por los desiertos, y por ciudades llenas de gente, que nos miraban maravilladas. ¿Seré la única niña del mundo, con un verdadero dragón en su casa? Me preguntaba cada noche, antes de irme a dormir. Y aunque no sabía la respuesta, sabía que al día siguiente, él iba a estar ahí, esperándome. Como todos los días. Para jugar, para volar, para emprender nuevas aventuras, para aprender siempre, algo nuevo. Para saber que, aunque siempre había estado sola, ahora tenía un compañero con quien compartir muchísimas cosas.

La colonia

Un día, mis padres me dijeron algo que, realmente me sorprendió mucho. Al fin, iba a tener otros compañeritos. Me iban a llevar, a una colonia de verano. Era una pileta gigante, en la que había muchos nenes de mi edad, con los que iba a poder jugar. Ellos pensaron que así, yo ya no iba a estar más sola. Lo que no sabían, era que yo ya tenía un amigo. Pero tampoco se los podía contar, así que les hice caso, y tuve que ir. Me dijeron que la colonia iba a ser todos los días. Y yo dije… Huuuy… ¿Cómo iba a hacer para poder jugar con tronco entonces?

Empecé a ir a la semana siguiente, y Tronco comenzó a ponerse triste. Cada vez que lo veía, estaba más y más desanimado. Yo no tenía tiempo para jugar con él, y él, obviamente se aburría jugando solito. Me divertía mucho en la pileta con los chicos, y todos charlábamos y jugábamos todo el tiempo. Nadie me creía que tenía un dragón. Y es algo que me enojaba mucho. ¿Cómo no podían creerme? Hasta que un día, decidí demostrarles a todos, que yo tenía razón. Pero además, sería una gran idea, porque al fin, tambiÉn iba a poder volver a jugar con él.

Le dije a tronco, que nos siguiera desde lejos, a mis papás y a mí. Y que fuera a la pileta, cuando los chicos y yo, estemos ahí. Entonces, todos sabrían, que yo nunca había mentido. Y yo podría hacer que juegue con todos nosotros. Pero, no me había dado cuenta, que algo más estaba pasando. Que ya no era solo que no tuviéramos tiempo para jugar. Que había llegado el momento menos esperado.

Nuestra despedida

Era un día hermoso y soleado. Mis padres me llevaron temprano, porque además de la pileta, siempre había desayuno. Y por llegar tarde, a veces me lo perdía. Ese día, casi que llegué antes que todos. Desayunamos, y un ratito más tarde, llegó la hora de meternos a la pileta. Un tiempo después de que estábamos jugando, me decidí a llamarlo. Empecé a gritar su nombre muy muy fuerte, mientras miraba hacia arriba. Y entonces, tronco hizo su gran aparición.

Al principio, todos se quedaron quietos, mirándolo. Parecía como una gran y enorme sombra en el cielo. Hasta que bajó. Los nenes empezaron de a poco a correrse de su camino, para dejarle espacio. Pero al final, empezaron a escaparse, y a salir de la pileta lo más rápido que pudieron, asustados. Él, se posó sobre el agua al frente mío, y se quedó ahí, sin moverse. Y claro, no era raro que también le sorprendiera ver tantos niños juntos. Al fin, me Habló, y me dijo lo que para mí, fueron las palabras más difíciles de escuchar:

—Pequeña Maia. Sé que pasamos bonitos momentos. Sé que me querés muchísimo, y yo a vos también. Pero lamentablemente, no podemos seguir jugando juntos. Ahora, vos ya tenés amigos de tu edad con quienes jugar, y yo también necesito ir con amigos de mi especie. Quiero que sepas, que siempre que pienses en mí, voy a estar en tu corazón. Y que vas a poder contar conmigo, cada vez que me necesites. En tus sueños, en tu imaginación, voy a estar ahí para acompañarte. Pero ahora, cada uno tiene que seguir su camino. —Me subió a su lomo, y volamos por encima de la pileta por última vez. Me bajó despacio al agua, y se elevó hacia el cielo. Lo despedí agitando las manos, y gritándole muy fuerte:

—¡Adióóóóóóóóóóós!

Entendí, con sus palabras, Que había llegado la hora de que ambos empecemos, una nueva etapa de nuestras vidas. Entendí, que ambos, habíamos crecido. Pero que esto, no iba a ser para siempre. Que él iba a seguir visitándome en mis sueños. Algo qué, muchos años después, hasta el día de hoy, sigue pasando. Sigo encontrándolo en mis sueños cada vez que necesito un consejo, cada vez que necesito viajar y volar lejos del mundo que me rodea. Cada vez, que necesito un amigo. Pero de esos amigos que no se encuentran tan a menudo. Aquellos amigos con los que compartimos juegos, sueños, risas, sin que las diferencias nos dividan. Sin que importe si él es un dragón, y yo una niña. Y solo importen, las ganas de jugar y divertirse. Ojalá y todos los niños, puedan tener un amigo así. Un amigo, como mi mejor amigo Tronco.

Querido diario

Pequeño cuentito escrito durante la cuarentena, originalmente para el proyecto Letras del alma Silvana en facebook.

Querido diario. Estoy re aburrida. Ya estoy cansada de estar encerrada en mi casa. Me cansé de jugar con el celu, de ver la tele, de pelear con papá y mamá, y también con mi hermano. Extraño mucho a mis tíos, mis primos, mis abuelos, a las seños, y a todos mis compañeritos de clase. Ya no tengo nada que hacer. Intenté de todo, pero con todo me aburro.

Mi abuela me dijo que, si cierro los ojos y cuento hasta 10, puedo ir al lugar que yo quiera. No importa donde sea ese lugar. Ni como yo me lo imagine. Solo tengo que contar, y cuando termine, voy a estar ahí. Lo voy a intentar, espero que funcione. ¡1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10!

Ahora, estoy en una plaza. Es re linda, y está llena de nenes y nenas como yo, que solo quieren jugar afuera. Hay un sol re grandote. No hay ni una sola nube en el cielo. Miro para todos lados, y elijo un juego.

Primero, voy corriendo al sube y baja. Me subo, y me siento a esperar. Se acerca una nena, y nos ponemos a jugar las 2 juntas. Sube, baja. Sube, baja. Después de un rato, nos bajamos, nos juntamos con 2 nenes, y vamos a la calesita. Nos ponemos a girar y girar, hasta que empezamos a marearnos. Nos bajamos, y nos vamos los 4 a las hamacas. Es re lindo sentir como el viento nos vuela el pelo. Nos bajamos, nos juntamos con más nenes, y corremos hacia el tobogán, a ver quién llega primero y se tira. Los demás, nos vamos tirando en fila. Y por último, nos sentamos alrededor del arenero, y nos ponemos a hacer un castillo todos juntos, cada uno haciendo un pedacito. Al final, nos paramos, y nos damos todos un abrazo gigante, prometiendo que nos vamos a ver la próxima vez.

Vuelvo a abrir los ojos. Estoy en casa otra vez. Al final, mi abuela tenía razón. ¡Me divertí mucho! ¡Y ni siquiera salí de mi casa! Me gustaría que todos pudieran hacer eso. Así, ningún nene se sentiría solo, y todos tendríamos alguien con quien jugar, aunque sea un ratito.

La Parca

Esta canción tiene una historia particular. Estábamos jugando con la mamá de mis nenes con un teclado casio bastante viejito que tengo de hace rato, y probando los ritmos y las notas, hubo uno con el que nos quedamos. Ella empezó a hacer una melodía con la voz, y yo la saqué con las notas del teclado. Se le ocurrió que la melodía era bastante tétrica, y que parecía como si se tratara de la muerte. No me pareció casualidad que pensara eso, cuando justo yo estaba trabajando en la entrada anterior. Estuve pensando durante toda esa noche, y para el día siguiente, escribí la letra. Es por eso, que esta canción, es la segunda parte de esta trilogía. Si no leíste la primera, te recomiendo que lo hagas. La trilogía completa, se encuentra bajo la etiqueta La Muerte.

En fin, una vez tuvimos la música y la letra, se me ocurrió que podíamos tener un video de esta canción. Es así, que mi nene hizo una animación basándose en la letra. A continuación, pueden encontrar la letra, la descripción de las imágenes para personas con discapacidad visual hecha por mi hijo y por mí, y por último el video.

Gracias a mi amigo David, que hizo lo posible para mejorar el audio. Perdón por eso, es una grabación muy casera, la hicimos con Whatsapp.

Si les gusta el video de mi nene, pueden seguirlo en su canal de youtube.

Y acá, hay una serie animada también de él.

¡Que lo disfruten!

La Parca

La buscas,

La encuentras,

Le temes,

La enfrentas.

La sientes,

La sueñas,

A veces,

Tan cerca.

Sin que te,

Des cuenta,

Te atrapa,

Te lleva.

Si toca,

Tu puerta,

Es porque,

La esperas.

Descripción de imágenes

Es una obra de teatro, sobre un escenario en 2 dimensiones. Todo hecho con un programa de personajes animados.

Actores: La Parca, Iris (la mamá) Luna, Juan, (los nenes) y yo.

1: Los 4 estamos quietos en el escenario. Yo con el piano e Iris con el micrófono. Estamos con los ojos cerrados.

2: Abro los ojos y empiezo a tocar el piano.

3: Iris abre los ojos y la boca, y empieza a cantar.

4/5: Juan busca a la derecha y voltea a mirar hacia la izquierda.

6: Aparece en escena la parca. Luna la ve, mientras que Juan no, porque está dado vuelta.

7: Luna sale corriendo.

8: los 2 se ponen en posición de combate enfrentando a la parca.

9: Juan tose sangre arrodillado en el piso.

10: Luna mira hacia arriba, mientras piensa en la parca.

11: La parca se pone detrás de Luna. Ella mira hacia atrás y la ve.

12: Luna voltea hacia donde está la parca, pero ella se teletransporta, y se pone detrás de Juan.

13: La parca agarra a Juan de la mano, y lo va llevando fuera del escenario, mientras Luna intenta salvarlo.

14: Juan y la parca casi están fuera del escenario, mientras Luna sigue intentando salvarlo.

15: Juan y la parca finalmente salen del escenario, y Luna se arrodilla y se pone a llorar.

16: Luna recupera un poco la postura y continúa llorando.

17: Iris y yo cerramos los ojos, mientras seguimos cantando y tocando.

18: Iris y yo rompemos la cuarta pared, y te miramos a vos. Sí, a vos que estás leyendo/viendo esto, de forma amenazante. Iris canta con una sonrisa perturbadora.

19: los 5 nos vamos hacia el lado izquierdo del escenario para irnos.

20/21/22: De a poco nos vamos yendo.

23: Nos fuimos. El escenario quedó vacío.

Fin.

Video

¿Qué pasa?

Esta situación tan particular que nos toca vivir, nos afecta a todos de distintas maneras. Personalmente, me sería imposible describir o comparar unas situaciones con otras. Porque, aunque en muchos casos haya similitudes, para cada uno de nosotros, con nuestras propias vivencias, nos toca sobrellevarlo de formas muy diferentes. Creo que, no por nada dicen que cada persona es un mundo y cada casa es un universo. Sin embargo, si hoy escribo esto, es porque quiero contar un poquito como me está afectando a mí. No desde todos los ámbitos de mi vida, porque para eso tengo a aquellas personas que siempre me acompañan, y para las que también trato de estar, y a mi psicóloga claro, si no, sobre esta faceta mía. Es decir, desde el lado de la escritura, que es algo que me gusta muchísimo hacer, aunque, como digo en mi perfil y dije en anteriores ocasiones, tengo poco tiempo para hacerlo.

Lo cierto es, que, antes de todo esto, yo me había entusiasmado muchísimo con escribir cosas y compartirlas. Ya había mencionado al pasar, en mi publicación anterior, que había varias cosas de las que iba a “hablar más adelante”. La realidad, es que no pude. Tenía textos y artículos a medio escribir, otros casi terminados, otros apenas empezados… Pero mi realidad, como la de todos, se tras tocó de una forma en la que jamás se me había ocurrido, y eso que quienes me conocen saben que tengo mucha imaginación. Esto cambió todo. Mi vida, mis prioridades, muchas de mis preocupaciones, y por qué no iba de ser así, con lo que tenía pensado escribir. Algunos se fueron a la papelera porque ya no me gustaron. Y otros, siguen ahí, esperando a que tenga las ganas y energías suficientes para retomarlos y terminarlos. Pero, aunque todo eso se pospuso, estoy escribiendo precisamente, porque sí tengo algo que dejarles. Lo que van a leer a continuación, tiene algunas particularidades. La primera, es que es una canción. La segunda, es que jamás pensé que la primer canción que publicara, fuese como lo es esta. La tercera, es que, para que vayan conociendo mi cancionero, todas mis canciones tienen una melodía. El problema es que, ni yo canto muy bien que digamos, ni sé, al menos por ahora, tocar otra cosa que no sea percusión. O sea como piano o guitarra. Entonces, aunque imagine y tenga en mi cabeza la melodía, no puedo pasarla a un formato audible. El resto de las particularidades, tal vez las descubran ustedes. Por último, bueno, espero poder escribir y compartir más cosas. Por el momento, solo puedo dejarles esta humilde reflexión, y esta pequeña canción.

Qué pasa?

Primera parte:
Qué pasa,
Que ya no puedo salir de casa,
Ni siquiera para ir a la plaza,
Lo pienso y me asusto y me pregunto por qué.

Qué pena,
Es tan triste esta cuarentena,
Ni siquiera puedo ir a la escuela,
Y tengo tantas ganas de volverte a ver.

Estribillo:
Me dicen mis papás,
Que hay una enfermedad,
Que a los grandes los puede matar.

Y aunque tal vez a mí,
No me haga tan mal,
Si me enfermo puedo contagiar.

Que las manos bien me tengo que lavar.

Segunda parte:
Quisiera,
Que todo esto vuelva a ser como antes,
Ya no aguanto las ganas de hablarte,
Pero entiendo que te estoy cuidando también.

Me contaste,
Que estás viviendo con tu abuela,
Que es ella quien te lleva a la escuela,
Que si algo le pasara no sabrías qué hacer.

Estribillo:
Por el chat de mamás,
Te mandé un whatsapp,
Para preguntarte como estás.

Y aunque no es lo mismo,
Al fin te pude hablar,
Y al fin también te pude escuchar.

Bien las manos nos tenemos que lavar,
Entre todos nos tenemos que cuidar,
Ahora en casa nos tenemos que quedar,
Esto pronto se tiene que terminar.

La plaza del barrio

Muchos de los cuentos e historias que van a ver en este blog, están basados en sueños. Son sueños vívidos, cosas que me acontecieron en lo más profundo de mi imaginación, y que se hicieron parte de mí. Parte de lo que hoy en día, estoy construyendo en mi vida. Tal vez, y solo tal vez, algo de esto sirva para comprender un poco, como es que somos tan diferentes los unos de los otros como seres humanos.

Basada en un sueño

Nos sentamos sobre las ramas de los árboles de una calle que daba directamente a la avenida principal. Era pasando el mediodía, el sol estaba radiante en la calle, pero en los árboles el viento se hacía sentir. Desde ahí, teníamos una muy buena vista de que pasaba en dicha avenida. Estábamos impresionados. Desde la mañana venía llegando gente con autos re copados. Estaban brillantes, ni una sola pisca de mugre. Nunca habíamos visto algo así por acá. Estaban por inaugurar la plaza del barrio. Había nenes, claro. Pero no eran como nosotros, eran todos nenitos bien vestidos, con uniforme de escuela y todo. Pero lo más importante, tenían comida, y era mucha. Facturas, galletitas, y estaban preparando ollas con leche chocolatada, o al menos eso parecía. El estómago de uno de mis amigos hizo ruido y yo me asusté, aunque me di cuenta que no iba a pasar nada, están tan ocupados con el acto, que ni siquiera miraban para acá. Pensé en que parecía otro mundo distinto, como si fuese un planeta a parte o algo así. Estuvimos mirando todo el acto. La parte más aburrida fue la del discurso, ya ni recuerdo que decían. Cuando terminó, los chicos se fueron, pero los adultos se quedaron un poco más para levantar todo lo que habían armado. Bajamos de los árboles, cruzamos la calle y nos sentamos del lado del frente, en ronda, sin decir una sola palabra, no hacía falta. Nos miramos entre nosotros, y luego volvimos a mirar otra vez hacia la avenida, esta vez sin escondernos, porque ya habíamos entendido que nadie se iba a fijar en 6 nenitos flacos y mugrientos. La cantidad de comida que les había sobrado era impresionante, se podía ver bien, se ve que habían esperado que vaya más gente, aunque supongo que los adultos de por acá no quieren mucho a los políticos. ¿Cómo los iban a querer en un pueblito en donde apenas si tenían electricidad en algunas casas?
—¿Y si… vamos a pedirles algo? —Preguntó uno de los chicos.
—¿Y quién va? —Añadió otro.
Todos nos quedamos mirándonos por unos momentos interminables.
—Voy yo —les dije.
Me miraron claramente sorprendidos e impresionados. Sin siquiera meditarlo, me paré. Ellos se pararon justo después de mí. Fui por primera vez consciente de mi apariencia. Soy la única nena del grupo, y soy más bajita que los chicos. Tengo un vestido bastante manchado y lleno de tierra que me queda más grande de lo que debería, y tengo el pelo muy largo y sucio. Trato de sacudirme lo más posible la tierra, me doy vuelta, y empiezo a caminar hacia la avenida.
Al llegar, observo un poco la situación, y me doy cuenta que, al parecer, es una señora la que está a cargo porque se la pasa dando órdenes de un lado para el otro. Bajo a la calle, y me acerco a ella despacio, pero procurando llamar su atención.
—Disculpe…
—¿sí? ¿Qué querés?
—Bueno… Yo quería saber si no nos puede dar, para mí y para mis amigos, un poco de la comida que les sobró. De todos modos ustedes la iban a tirar, y algunos de nosotros no comemos desde ayer. Se lo agradeceríamos mucho.
—¿Qué? ¿Estás loca? ¿Por qué habría yo de darte comida? ¿Qué me viste cara de beneficencia a mí? Tomatelá mocosita antes de que te dé una paliza.
—Disculpe señora, pero yo no le falté al respeto, yo solo quería algo para comer, nada más, no tiene por qué tratarme así.
—Ah, ahora vos me vas a decir como tengo que tratar a una mocosa insolente, y encima mugrienta. ¿A ver, y que manos usarías para comer? ¿Esas que tenés todas sucias?
—Le dije que yo solo quería algo para comer, no tiene que tratarme así, a ustedes eso les sobra. Pero sabe que, muchas gracias. Váyase a la mierda.
—¿Qué dijiste?
Me di vuelta y me estaba yendo, cuando me agarró por la espalda, me levantó, me puso acostada sobre uno de sus brazos, y con la otra mano me empezó a dar chirlos en la cola. Me dolió, sí, pero ni ahí le iba a dar el gusto de ponerme a llorar al frente de ella. Al final, me bajó al piso, y me dio vuelta para que la mire.
—Espero que con esto te alcance para entender que las personas como yo no tenemos que darle explicaciones a mocositas insolentes como vos, y que no tenés por qué faltarme el respeto.
El respeto primero me lo había faltado ella, pero no le dije nada. Me soltó, me di vuelta y me fui. Cuando estaba a unos 20 metros, me di vuelta, la miré con cara de odio y le saqué la lengua. Me vio, porque se había quedado mirándome cuando me estaba yendo. Seguí mi camino hasta llegar a la calle donde estábamos al principio. Los chicos estaban ahí esperándome, justo en la esquina. Yo me puse a llorar, y seguía llorando cuando nos tomamos de las manos, y empezamos a caminar hacia adentro, hacia ese submundo al que llamamos pobreza.