Todos sabíamos que iba a pasar. Pero no sabíamos ni el cómo ni el cuándo. Por eso cuando finalmente pasó, fue como si nos hubiesen puesto un resorte en el culo. O bueno, otra cosa. Ya que tanto asquito les da.
Así, de la nada, más de quinientas mil personas solo en la ciudad de Buenos Aires, más de un millón y medio en todo el país y más las réplicas en las capitales de varios países del mundo, nos juntamos este sábado primero de febrero para decir NO. No al retroceso en derechos humanos. NO a volver al closet. NO al retroceso en calidad de vida. Porque “sean eternos los laureles que supimos conseguir” dice nuestro himno nacional. Y más allá de cualquier diferencia política, lo que primó este sábado fue un concepto bien claro y contundente: “marcha antifascista y antirracista.” Porque es claro que los discursos discriminatorios son en primera instancia eso. Seamos realistas, ¿a quién le jodemos la vida con la ley de identidad de género? ¿Con el cupo laboral travesti-trans, con el cupo laboral para personas con discapacidad, con el DNI no binario? A nadie. “Ah, pero no queremos pagarles con nuestros impuestos…” sí, claro. Como si nosotres no pagáramos impuestos. No tengo que volver a repetir en esta entrada lo que me he cansado de decir en múltiples oportunidades. La situación del 85% de las personas con discapacidad y del 90% de las personas trans, es más que deplorable. Si acaso, un 5% y un 1% respectivamente, no hacen más que ser una dádiva (en los casos en los que se cumple) para con lo que el estado en realidad nos debería garantizar como habitantes del suelo argentino, como reza el artículo 14 bis de nuestra constitución nacional. Pero además, las leyes no deberían ser retroactivas. Pero además, las convenciones internacionales sobre derechos humanos tienen carácter de ley según también la constitución nacional de 1994. Entonces, ¿qué estamos discutiendo? ¿Discutir? ¿Yo? Yo no vengo acá a discutir. Yo vengo a hacer lo mismo que hicimos el sábado. Yo vengo a exigir que mínimamente se nos respeten los derechos ya conseguidos. Que se nos garantice a todes por igual la misma calidad de vida. Las mismas oportunidades. Solo así la igualdad ante la ley, va a ser la igualdad ante la vida. Pero mientras eso no suceda, acá vamos a estar las minorías, disidencias y demás actores sociales para decir: basta. Hasta acá llegaron. Porque no vamos a permitir que se vulneren no solo nuestros derechos sino además los de las generaciones por venir solo porque al gobierno de turno se le ocurre.
Ese sábado no fue uno más. Fue un sábado distinto a todos los que he vivido. Fue una marcha distinta a todas las que había ido. La enorme cantidad de autoconvocades de distintas ONG, partidos políticos y personas apartidarias, fue impresionante. Tuve el placer de marchar junto a personas con discapacidad que nos pusimos al frente de la lucha para decirles que nosotres también estábamos siendo afectades por sus políticas y sus dichos de odio. Como si les discapacitades no cogiéramos. ¡pero por favor! Pero además, marchar junto a las trans históricas, a mujeres que habían sobrevivido a la dictadura y a los edictos policiales en democracia, fue un enorme placer. Chiques, estuve marchando al lado de Marlene Wayar. El resto es historia pura y dura.
Las fotos pueden verse a lo largo y ancho de las redes sociales y de los medios. Fuimos entrevistades por agencia presentes y por tiempo argentino en el que estamos junto a grandes referentes del activismo LGBTIQ+. Pero esto no se trata de autobombo ni nada que se le parezca. Esto se trata de sensaciones, de sentimientos. De intentar explicar el porqué de la necesidad de esta marcha y de las futuras que tenga que haber para que no se salgan con la suya. Pero mi gran dilema, a mí que tantas veces me han sobrado las palabras, es cómo explicar aquello que te causa tanta emoción. Algo tan grande que no llegás a dimensionar en el momento. Quizás no baste con decir que conocí a personas maravillosas que me hicieron volver a creer en la humanidad. En la gente. En que si estamos todes juntes tirando para un mismo lado, las cosas pueden salir adelante. Mi hermano tiene una canción que dice: “No me importa la camiseta que lleves si por adentro no la podés defender.” Y es justo eso. Porque estoy en el medio de un choque de generaciones. Por un lado las históricas. Gente que tuvo que soportar cosas que no puedo llegar siquiera a imaginar. Y por el otro las nuevas generaciones. Cuando veo a las niñeces hablando de su identidad libremente, a les maestres dándoles apoyo en las escuelas, a les mapadres, o pamadres, o xadres, o como cuernos le queramos decir porque el lenguaje es del pueblo, y no de unos tipos aponchonchados (sí acabo de usar una palabra inventada por mí, vengan de a miles) en sus sillones al otro lado del océano atlántico, me digo a mí misma que, sí. Tenés que salir por ellas. Porque si ellas y las que se fueron no hubiesen puesto el cuerpo, sudor y sangre, vos no estarías acá escribiendo desde tu computadora un lunes a las 20:44 de la noche. Tenés que salir por vos. Porque hoy hace apenas 2 meses que cumpliste uno de los objetivos más importantes de toda tu vida en cuanto a tu identidad de género (solo para entendidos y para quienes me vean en fotos XD) y tenés que salir por elles. Por les que vienen. Porque los derechos que tenés vos ahora, elles también tienen que poder disfrutarlos sin que nadie les reprima. Sin que nadie les venga a decir cómo deben vivir, ser, llamarse o vestirse. Por infancias libres de todo prejuicio y discriminación. Y por eso voy a seguir gritando junto a todes en nuestra histórica plaza de mayo: “MARICONAZOS SÍ, MARICONAZIS NUNCA.” Porque al fascismo no se le habla. Se lo combate. Y eso es lo que vamos a hacer. Nunca más al closet. Nunca más les trans al calabozo. Nunca más les discapacitades pidiendo dádivas que no alcanzan siquiera para vivir dignamente. “Señor, señore, señora, no sea indiferente. Porque esta lucha es de todos, de todas, de todes; pero principalmente del pueblo, de la gente.”
Hasta prontito, nos vemos en las calles las veces que haga falta, y las que no haga falta también.
Trabajar no es un privilegio, es un derecho. Exijamos nuestro derecho a un trabajo digno.
La identidad de género es un derecho humano básico. No dejemos que nos lo arrebaten.
Quienes podemos un poquito más, debemos poner de nuestra parte para que quienes no, tengan las mismas oportunidades y posibilidades de crecer en ambientes sanos y seguros libres de discriminación de cualquier tipo.
La discriminación positiva también es discriminación. Pero no como lo plantean ellos. Discriminación positiva es exigirnos trabajar en igualdad de condiciones cuando las mismas no están dadas para cumplir con ese cometido. Es decir, las personas trans no tuvieron las mismas posibilidades de capacitación que las personas cis. Así mismo el concepto puede aplicarse a las personas con discapacidad. El hecho de que haya cupos y leyes de igualdad de género es dar a las minorías la oportunidad y la posibilidad de ser partícipes de trabajar, de formar parte activa de la sociedad, rol que durante añares se les ha sido relegado. Porque lo realmente incapacitante, excluyente, discriminatorio, es el propio entorno. A mayores oportunidades, mayores modificaciones edilicias, mayor accesibilidad al conocimientos y a los recursos necesarios para el buen desempeño de cada persona independientemente de sus condiciones particulares, menor es la diferencia para con sus pares. Pero esto no se logra retrocediendo en lo ya obtenido. Sino, por el contrario, mejorando lo que ya existe. De nada sirve quitar el 5% de cupo laboral para personas con discapacidad si esas personas continúan sin tener trabajo. De nuevo: “El trabajo no es un privilegio. Es un derecho.” Es algo que todes tenemos que grabarnos en la cabeza. Solo así vamos a llegar a comprender cuán importante es la lucha que estamos dando.
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Sororidad — Crónica del #8M
Los gritos que no se escuchan. Las caras que no se ven. Los abrazos que no se dan o los pies que no tocan el suelo. Pero todo eso existe y se siente. Sí, se siente. Aunque yo no pueda ver, o ella no pueda escuchar, o ella no pueda caminar. Aunque tengamos que usar bastones, sillas de ruedas o audífonos. Aunque seamos diferentes. Sí, muy diferentes. Hay algo que nos une a todas, todos y todes sin distinción: La sororidad.
Imagínense cuánto daño tienen que hacerte las personas para que llegues a dudar de tu propia identidad. Para que llegues a cuestionarte lo que tantos años te costó conseguir. Lo que por tantos años intentaste construir para tu vida.
Este no fue un 8 de marzo más por varias razones: La situación social, política y económica actual en la que se retrocede en derechos para las minorías y disidencias. Personas con discapacidad y trans despedidas sin razón alguna. Precarización económica y laboral de las mujeres. Vaciamiento y desguace en general del estado dejando a miles de familias sin trabajo. Aumento del coste de vida a tal punto que empresas y negocios cierran. Al punto de que la gente saca préstamos, usa tarjetas o intenta conseguir ingresos extras para poder comer o llegar a fin de mes. A tal punto que los comedores populares se quedan sin alimentos. A tal punto que se dejan de entregar medicamentos a pacientes oncológicos. A tal punto que muchas personas tienen que decidir qué medicamentos pueden comprarse y cuáles no. A tal punto que los alquileres se van por las nubes dejando a familias realmente en situación de calle. A tal punto que hay un desprecio por la pobreza, por la vida humana pocas veces visto en la historia de este país. A tal punto que el presidente discrimina, grita, insulta y desmerece a personas u organizaciones solo por opinar distinto. Les dije en una entrada anterior que nuestros derechos eran innegociables. no me creyeron, no me hicieron caso, no me escucharon. Insultar sin argumentos, sin un debate enriquecedor y una mente abierta parece ser la nueva forma de hacer política en estos días.
Sé que esto puede parecer la queja de una niñita caprichosa y enojada. ¿Y qué? ¿Alguien tiene algún problema con eso? Alt+F4, CTRL+w o el botón de cerrar pestañas en el navegador solucionan el problema fácilmente. No se queden si no quieren, no se queden que nadie los obliga. Si algo no me interesa, no lo leo, no lo escucho. Pueden hacer lo mismo.
Pero en fin. Eso no es todo. Muchas veces a las personas trans nos cuesta expresar nuestra identidad frente a los demás por miedo al desprecio, a la discriminación. Pero eso es al principio. Cuando vas adquiriendo confianza vas dejando todo eso atrás. Te das cuenta que, sí, no sos una mujer como las demás. Sos una mujer con pene. Sos una mujer con apariencia masculina. Que si bien nadie tiene por qué asumir tu género sí deberían respetarte o preguntarte cuál es tu pronombre. Pero sos una mujer. Y de eso no te tendría que caber ni la menor duda…
Cambiaste muchísimo. No sos pero ni por asomo la persona que eras hace 10 años. Detalle no menor. No recuerdo la fecha exacta, pero 2014 fue la primera vez que fui a la psicóloga y le dije… Bueno, lo que está en la entrada más leída del blog. Lo que seguro todos o almenos la mayoría ya leyeron, si me vienen siguiendo desde hace rato o si se pasaron por aquí hace poquito.
Este viernes 8 de marzo me desperté con ganas de mirarme al espejo. Lo bueno es que tengo uno en el baño de mi casa. Lo malo es que no veo. Lo bueno es que podría intentar usar la aplicación con IA para sacar una foto y saber qué me devuelve. Finalmente no lo hice. ¿Por qué? No lo sé. Por miedo, ¿quizás? ¿Y si los demás tienen razón? ¿Y si no soy un hombre porque tengo actitudes, ropa y formas femeninas? ¿O si nunca fui ni voy a ser una mujer porque no tengo vajina, no menstrúo, tengo una voz masculina y me crecen pelos en la cara todavía?
Quizás se preguntarán cómo llegaste a esa conclusión. Qué fue lo que te hizo tanto daño como para llegar a dudar de vos misma. No puedo ni quiero contarlo. Ya el hecho de recordarlo todo y tenerlo presente en mi mente es suficiente para mí. Pero sí quiero contar que durante un tiempo bastante considerable, no sentí que tuviese un lugar de pertenencia en esta sociedad. Como si el país, no fuese hecho para mí, igual que no lo fue para Alicia.
Me hice el desayuno, trabajé como todos los días, mientras arreglaba con mi amigue cómo íbamos a ir y con quién o con qué orga. Porque la idea no era ir soles. Era bastante peligroso, según decían. Finalmente, nos anotamos para ir con Orgullo Disca. Tomamos las precauciones recomendadas y quedamos en encontrarnos allá. Estuvimos en contacto entre nosotres y con la gente de la orga. Finalmente, cuando estaba llegando me encontré a parte de les chiques yendo al escenario principal y me fui con elles. Mi amigue se quedó en el lugar de la ranchada, y la verdad, le costó mucho llegar.
La energía que se sentía era impresionante. Los gritos, los cantos, la gente, la lectura del documento con intérprete de lenguaje de señas.
Una vez finalizado, desconcentramos y fuimos al lugar de la ranchada. Durante y después de la marcha, me crucé con chiques que conocía y otres que no. Se armó un lindo grupito de camaradería, de complicidad, de sororidad.
Entre varias personas nos fuimos juntando para no volver soles. Ahí conocí a alguien muy especial que me cayó súper bien. Pero no tengo por qué contar eso…
Por último, terminamos con mi amigue yendo a una parrilla a festejar un lindo 8M, a su casa a charlar de la vida como siempre y a tomar un tecito a las 12 de la noche. Sí, un tecito.
Y ahí lo entendí. Ya saben, en su momento Me Lo Dijo el Tigre. Pero ahora me lo dijeron miles de personas en las calles. No estás sola. Nadie está sole. Si nos tocan, nos acosan, abusan de nosotres, nos violan o nos matan, nos cuidamos entre todes. Porque ninguna persona puede condicionarme. Nadie puede venir a decirme quién soy o a dudar de mí. Tengo los mismos derechos y merezco las mismas consideraciones que el resto de las personas, de las mujeres. Y porque aunque no se hable de ello, hay personas abusadoras, violadoras, manipuladoras y violentas con discapacidad. Y hay personas que sufren, sufrimos alguno o varios de esos tipos de agresiones y que también tenemos una discapacidad.
Nota: Aunque esta entrada terminé de escribirla una hora antes de su publicación, decidí programarla para que se publique justo el 12 de marzo. ¿Por qué? Acá está la respuesta. Muchas cosas cambiaron desde entonces. Mi vida, mi forma de escribir, mi vínculo con las personas. Pero hay algo en mí que sigue intacto: Soy transfeminista, socialista, interseccional. Y nunca nadie va a cambiar mis ideas y convicciones. Siempre voy a luchar por un mundo más justo e igualitario para todos, todas y todes.
Los peones no se convertirán en damas
La cucharita que faltaba. A pedido de algunas personas, y debido a que mi preocupación por el resultado de las elecciones paso 2023 me generó incertidumbre como a gran parte de la población, por supuesto, decidí escribir esta entrada para dar mi punto de vista. Además, cabe destacar que actualmente, dicha incertidumbre, ocupa el 33% de mi sesión psicológica semanal (el resto se divide entre mi historia con Nerea y otras cosas que ya conté). Y considerando que estoy también bajo tratamiento psiquiátrico, bueno, digamos que como me dijo una amiga, si el propio entorno no ayuda, más difícil se hace aún, el salir adelante.
Soy analista política desde siempre. Me preocupa que la gente pase hambre, desde que yo misma y mi familia, lo pasamos en los 90. Esta entrada, es un análisis de la situación política, económica y social actual, que sucede aquí en mi país, Argentina. Todo lo que van a leer a continuación, no es más que mi humilde opinión como ciudadana. No se le debe ser atribuida a ningún partido ni espacio político de ninguna índole. Habiendo aclarado este punto, comencemos.
Primero, quiero explicar el título de la entrada. Hace poco me compré un Ajedrez para ciegos. Supongo que lo correcto sería decir que es un ajedrez adaptado, ya que podemos jugar tanto personas que no vemos, cómo personas que ven. Bien, es un juego con el que me entusiasmé muchísimo, y al que le dedico bastante tiempo. Ayuda a reflexionar, a armar nuevas estrategias, a pensar, como me gusta a mí, y como estoy acostumbrada, con lógica. ¿Pero, qué tiene que ver esto con lo que dije al principio?
Pensemos en la situación política actual del país, como en un tablero de ajedrez. Cada uno, va haciendo sus propios movimientos, pensando su estrategia para ganarle al contrincante. Pero en este tablero imaginario, las cosas no son como en el convencional. Podemos observar 5 jugadores, que compiten por llegar a la casa rosada. Las blancas, las grises, las verdes y las negras por un lado, y como separándolos, podemos poner a los peones por el otro. ¿Y si los simbolizamos con el color rojo, estaría mal?
Sí, ya sé. Mi artículo es tendencioso. Obvio que lo va a ser. Es mi opinión, y mi sitio web, por ende, al menos hasta ahora, como dice Baglietto, “La censura no existe mi amor”. ¿Continuamos? En el juegotradicional del ajedrez, si un peón logra llegar al lado contrario, se convierte en alguna de las piezas especiales del tablero. Y sin duda, la pieza con más facilidad de movimiento, es la dama. Y es que claro, al convertirse en dama, adopta todos sus movimientos y características. Pero en la realidad, parece no ser así.
Oportuncrisis
Creo que no tengo que citar el capítulo de Los Simpson en el que Lisa le dice a Homero que en chino, la palabra crisis, significa oportunidad. ¿Y en nuestro caso, oportunidad para quién? Porque es claro que desde hace unos años, estamos en una crisis de la que no solo nadie nos pudo (o nos quiso) sacar, si no que además, fue empeorando cada vez más. Argentina pareciera estar girando en círculos bajo las mismas premisas, bajo los mismos de siempre. A pesar de ser los grandes actores y causantes del desplome del poder adquisitivo de la clase trabajadora, no solo se siguen postulando, si no que además, siguen ganando. La pregunta es: ¿Hasta cuando? Bueno, en realidad, así era. Hasta que un nuevo actor vino a patear el tablero.
Las verdes y el colmo de lo imposible
Una sociedad despolitizada, con hambre y cansada de vivir cada vez más para la mierda, harta de los mismos de siempre, son el cultivo perfecto para la aparición de personajes como este. Un tipo carismático, con un discurso en contra de los políticos tradicionales (la casta chorra y parasitaria) y con la promesa de llenar de dólares el país, ha sabido ganarse al 30% del electorado. Pero no solo es esto. Con ideas que retrasan años, en contra del feminismo, de las personas con discapacidad, de la identidad de género, de la legalización del aborto, de la enseñanza de la ESI en las escuelas, de la educación y la salud pública entre otros, si ganara, representaría un enorme retroceso para todos esos derechos que supimos conseguir. Y eso, es innegociable. Pero sigamos.
,Su candidata a vicepresidenta, es una acérrima negacionista del terrorismo de estado ocurrido entre los años 1974 y 1983. Para quienes leímos el nunca más, para quienes vimos la noche de los lápices, la fuga, y tantas otras series, películas y libros que nos cuentan la historia de aquellos años, para quienes vivimos la desaparición de Jorge Julio López en plena democracia, no solo es un insulto a nuestra inteligencia, si no, a nuestra memoria. No podemos permitir que personas con ideas tan nefastas nos gobiernen. Tenemos que ser partícipes de nuestros propios destinos, de nuestras propias decisiones. Tenemos que conservar los derechos que a pulso, y con la lucha de muchos compañeros y compañeras que estuvieron antes que nosotros, nos hemos ganado. Sus muertes, no tienen que ser en vano. Y ahora te preguntarás, ¿Entonces, qué hacemos?
Las negras, la seguridad y los jubilados
Esta mujer, no solo es responsable de la desaparición y muerte de Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, y la doctrina Chocobar, 3 de los peores delitos contra la vida humana ocurridos en democracia, si no que además, formó parte de los peores gobiernos de nuestra historia en los últimos años. El de Macri, el de de la Rúa, el de Menem. Impulsó leyes en contra de los jubilados y los trabajadores, impulsó protocolos de libre represión a manifestantes por parte de la policía durante su cargo como ministra de seguridad de la nación, entre otras tantas cosas que podemos leer en su propia biografía en wikipedia.
Las blancas, y el síndrome del mal menor
Sin duda, teniendo una crisis económica como en la que nos encontramos actualmente, es obvio que cualquiera de estos 4 personajes, va a aplicar un ajuste al bolsillo de la clase trabajadora, ya sea para cumplir con los compromisos internacionales, como ya lo hizo este tercer candidato a presidente, o para dolarizar la economía, como pretende hacer el otro descarado. Sin entrar en la carrera política de este personaje, podemos decir que a pesar de que su política como ministro de economía haya sido nefasta y desastrosa, para muchos, es el nuevo mal menor. Sí, como lo hubiese sido Scioli en 2015, si no hubiese ganado Macri.
Las grises y la prueba de que estamos rodeados de viejos vinagres
Este cuarto candidato, no solo nos demuestra que la vieja política y rancia sigue ocupando un lugar en la escena nacional, si no que además, también podemos ver que continúan fragmentándose entre ellos, sin llegar a acuerdos para conseguir un consenso general, que les permita seguir haciéndose con el poder. Acá no sé qué pensaría Perón realmente, y no me interesa. Quizás, el día de mañana, podamos reflejar posibles pensamientos de seres ya fallecidos con la inteligencia artificial. Ya es posible clonar voces humanas. No me extrañaría. Pero mientras tanto, sigamos con los “vivos”, que de esos, ya tenemos bastante.
La historia prosigue pero amigo yo ya la vi
Si tenemos un poco de memoria, la incapacidad del radicalismo en los 80 para contrarrestar la crisis económica dejada por la dictadura militar, terminó en un estallido social en 1989, que propició la asunción del peronista Carlos Menem como presidente, incluso con el apoyo de partidos de izquierda. Tiempo después, este señor dijo: “Si yo hubiese dicho desde un principio lo que iba a hacer, nadie me hubiese votado”. El 1 a 1 (1 peso argentino igual a 1 dólar estadounidense) promovido e implementado por su ministro de economía, junto con la reducción del gasto público despidiendo a trabajadores, fue lo que hizo que la crisis, no encontrara punto de retorno. Privatización de empresas, privatización de las jubilaciones, entre otras medidas antipopulares, permitieron que en 1999, el radicalismo ganara de nuevo las elecciones. Pero claro, no se puede arreglar en un año o 2, o 4, lo que se destruyó en 10, aunque así se quisiera hacer, cosa que claro, no sucedió.
Un nuevo estallido social tuvo lugar en 2001, lo que dio pie para la asunción de Eduardo Duhalde como presidente, y posteriormente, los Kirchner. La bonanza económica de aquellos años, se debió a un aumento en las exportaciones, cosa en la que no solo se vio beneficiada la Argentina, si no todos los países de la región. Brasil y Venezuela, también con gobiernos populares, aprovecharon estos enviones para afianzar un espacio político propio. De ahí salió, el Nac&Pop (Nacional y Popular). Pero como tenemos “El karma de vivir al sur”, las buenas nuevas, no pueden durar para siempre.
La crisis financiera de 2008, fue desencadenando en los años posteriores, medidas antipopulares por parte de la entonces presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Esto no solo provocó el decaimiento de su espacio político, si no, la asunción de un jugador imprevisible.
Prometiendo una lluvia de inversiones que nunca llegó, endeudando al país por años con el préstamo más grande de la historia pedido al FMI (del que no vimos ni un dólar), con el caso de los “Panamá Papers” y las escuchas telefónicas de por medio, El gobierno de la alegría, bailando al ritmo de Gilda, llegó para dar un discurso que venía a “cambiar”, con que estábamos viviendo hasta entonces. Y sí, cambió. Pero para peor en el caso del pueblo, y para mejor en el caso de sus amigos empresarios. En 2019, las paso propiciaron de la mano de Alberto Fernández, y con una jugada de Cristina Kirchner que, sin ser simpatizante suya, logró mi admiración política, la victoria nuevamente del peronismo. La corrida cambiaria después de esas elecciones paso del 2019, perpetuada por el entonces presidente Macri, permitieron aún más la devaluación del salario.
Pero ahí, no estaba todo dicho. Con la gente festejando en la plaza de mayo el 10 de diciembre, se creía que la buena vida iba a volver. Pandemia de por medio, devaluación aún más fuerte de la moneda, imposibilidad de ejercer control de precios, inflación de más del 100% anual y leyes antipopulares como la ley de alquileres, el gobierno de Alberto Fernández, es uno de los más incompetentes que tuvimos. Sin embargo, como ya mencioné, un candidato propuesto por su espacio político, es quien más chances tiene de llegar a la presidencia.
Los peones rojos, no se convertirán en damas
Está claro que parte de la sociedad, está descontenta (y con toda razón) con las políticas económicas llevadas a cabo por los 2 últimos gobiernos más que nada, pero a mi parecer, no podemos dejar de lado que la crisis como ya dije, empezó muchísimo antes. Lo que realmente me preocupa, es que la izquierda no haya podido capitalizar en estos últimos 4 años ese descontento social para llevar a la clase trabajadora a una competencia más firme en la escena política.
Entendiendo a la izquierda
Hay que aclarar, que la izquierda no es un partido tradicional. Por ejemplo, vayamos al nombre del espacio político: “Frente de Izquierda y de los Trabajadores”. ¿Suena lindo, no? ¿Pero, quienes tienen noción realmente de la diferencia entre izquierda y derecha? Los partidos de centro derecha o derecha directamente, no tienen este tipo de nombres. El de Milei, para mí debería llamarse: “Frente de la Derecha y de la Sumisión al Imperialismo Yanqui”. El de pato, “Unión por Derecha para la Represión y el Ajuste”. El de sergio, “Frente de Derecha patriótico para los Empresarios”. Y el cuarto, no se me ocurre. Hasta acá llega mi imaginación. A lo que quiero llegar, es que con el uso de las palabras y el discurso político, disfrazan la verdad adornándola con algo biensonante, al estilo de los espejitos mágicos. Y gran parte de la sociedad desafortunadamente, absorbe esos discursos. Aún así, atribuir el medio triunfo de la derecha solo a la semántica, sería por mi parte un grave error. La criminalización de la protesta social, la demonización de la izquierda por parte de casi todo el arco político independientemente del partido al que pertenezcan (al estilo de la comuna de parís) hace que sean estos los malos de la película, por ser violentos, por estar en contra del resto, y hasta por usar IPhones o comprar dólares, entre otras ridiculeces.
Lo cierto es que los partidos de izquierda, están para concientizar a las minorías y a la clase trabajadora en su conjunto, sobre los derechos que tienen, para conservarlos, y los que aún no saben que deberían tener, para luchar por ellos. Pero evidentemente, esto no es tan fácil, si la derecha continúa ganando terreno. Una salida por derecha como la que se plantea con Milei, si logramos sobrevivir como una nación independiente, traería 4 años después, en una nueva posible salida peronista, como ocurrió en 2015, como está ocurriendo ahora. Por esto que decía anteriormente, del síndrome del mal menor. La porción de la sociedad que está realmente politizada, sí vota de acuerdo a sus ideas y convicciones. Pero ni son los muchos, y además, en los casos en los que pueden elegir entre varios candidatos, deciden votar a este mal menor.
Una persona que hace muchos años hizo campaña por el peronismo, me contó que en esas elecciones, había votado a los comunistas. Porque no iba a votar a todos esos chorros de mierda. Y se mantuvo en su postura hasta el 2015, cuando decidió votar a Scioli, para que no asumiera Macri. Y no es el único caso. Todas esas personas saben que la izquierda no va a ganar como partido. Pero sí comprenden las implicancias que conlleva tener una ideología socialista. En este sentido, sí se puede decir que son personas politizadas y con conciencia de clase, a pesar de su elección en el cuarto oscuro. Pero claro. Eso es para elecciones generales, o más precisamente para el balotaje. En las paso, sí se suele demostrar su convicción política. Y ahí es donde me preocupa que, a pesar de conservar su base electoral, la izquierda no haya capitalizado alguna porción del electorado, para incrementar su participación y seguir enfrentando al establishment.
Algo está por llegar, algo está por venir…
Lo que va a suceder en octubre, es sin dudas el peor de los pronósticos. O gana Milei, o gana la represora, o gana el mal menor. Ninguno de los 3 candidatos con mayores probabilidades, tiene un plan que incluya la mejora de la calidad de vida del pueblo. Es más, todo lo contrario. Porque más allá de dolarizar la economía o no, sí es cierto que quienes nos manejan y nos van a seguir manejando la agenda económica y social suba quién suba, es nuestro “bien amado” Fondo Monetario Internacional. Y es que, si vos pedís plata prestada, el prestamista es quien pone las condiciones para su devolución. Pero eso no es todo. Los que reniegan de la casta chorra y parasitaria, no solo llegaron a donde están ahora de la mano de sus amigos empresarios, si no que además, están a favor de las políticas implementadas por un tal… Domingo, ministro de economía de los 90, y en la última parte del gobierno de la alianza. Sí, así es. El señor que implementó el tan recordado, corralito financiero. Hay nombres que no deben pronunciarse, porque traen mala suerte. Y si bien no soy supersticiosa, para ciertas cosas, es creer o reventar.
Ahora, recapitulemos. El candidato a presidente, es admirador de las políticas implementadas por ese ministro de economía de los 90 y responsable del corralito del 2001. Y su candidata a la vicepresidencia es una acérrima defensora de la teoría del supuesto terrorismo comunista que asoló nuestro pobre país, y que la fuerza militar en su conjunto, tuvo que erradicar por el bien de la patria. Entiéndase el sarcasmo, por favor.
Pero mucho más allá de nuestros derechos, que como ya dije son innegociables, lo que vayan a hacer económicamente, definitivamente va a afectarnos como sociedad. En el peor de los casos, nosotros mismos o amigos, conocidos, familiares y personas a las que queremos mucho, podríamos quedarnos sin trabajo. Y no podemos permitir que sigan degradando la calidad de vida del pueblo trabajador en beneficio de los empresarios, los acreedores extranjeros, o sus propios bolsillos. El clásico “roba pero hace”, se tiene que terminar. Pongamos un ejemplo. Vos tenés una casa que mantener, y te endeudaste con las tarjetas de crédito. Lo lógico sería pagar las cuentas. Pero no si para eso, te quedás sin comer. Porque si es así, entonces “la casa no está en orden”. Además, hay que destacar que gran parte de esa deuda externa, corresponde a la privatización de deudas de empresas durante la dictadura. Es como cuando el tesoro de Estados Unidos le prestó dinero a los bancos durante la crisis financiera de 2008, para disminuir un poco su impacto. La principal diferencia, es que ellos tienen con qué, aunque sea de igual forma, con los impuestos pagados por el pueblo. Nosotros, no solo no tenemos esa cantidad de dinero, si no que tenemos que comprender, que esa deuda no fue contraída por el pueblo. Y por ende, no es este quien tiene que pagarla.
Creo que tenemos que entender y explicar, que la gente que ven en las listas de esos candidatos, son los mismos que vienen gobernando u ocupando un lugar como supuestos servidores públicos durante los últimos 20 a 40 años. Que formaron parte de alguna u otra manera de todos los gobiernos. Que siempre se asociaron al empresario que mejor concuerde con sus intereses. Que dieron beneficios a militares condenados por delitos de lesa humanidad. Que mantienen en las fuerzas policiales a muchos de los oficiales de aquella época. Que reprimen a los manifestantes que protestan por una mejor calidad de vida. Y porque dijimos como sociedad, “Nunca más un 24 de marzo de 1976”. Pero para todo esto, tenemos que informarnos, politizarnos, prestar atención, analizar, leer sus propuestas, y recién después, ir a votar. Porque, sí. Ahora mismo, los peones no se convertirán en damas. Pero si todos aportamos un granito de arena, estoy segura que en algún momento, va a pasar. Y ese va a ser el verdadero jaque-mate. Una sociedad en la que cada uno de nosotros, tenga voto y participación sobre cualquier decisión. Como dijo Rosa Luxemburgo: Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.
Validador de discapacidad
“Por favor, presione el botón para tomar una selfie. Encuadre la cara dentro del óvalo. Alinee la cara al marco. Guiñe el ojo. Mire al centro. Mire hacia arriba. Mire hacia abajo. Busque a una vieja, pelando ajo”. OK, no, lo último no. ¿Pero el resto, no te suena familiar? Y vos me dirás: “¡Claro! Estás hablando del validador de identidad”. No, no, se llama validador de discapacidad. ¿He? Sí, así es. Paso a explicarte. Todas las apps bancarias y billeteras virtuales, entre otros servicios, poseen un método de reconocimiento facial con el cual, casi cualquier persona puede validar que es real, y que no es un robot.
Entre las más conocidas, podemos nombrar a Uala, Mercadopago, BNA+ (del banco nación), la app del banco Galicia, la del HSBC, Personal Pay, entre otras. En cuanto al resto de los servicios, uber, Cabify, o la app Mi Argentina, del gobierno nacional, también poseen este método. Pero el problema se presenta cuando esta validación debe hacerla una persona con discapacidad. Una amiga me contó que tuvo que cerrar su cuenta en el banco nación porque nadie pudo ayudarla a hacerlo. Y es que claro, como es una selfie y exige movimientos de rostro, imagino yo que cuesta que otra persona que no sea una misma haga ese enfoque. Y algo similar sucede con el resto de las apps mencionadas. Aclarar que en cuanto a la lucha por la accesibilidad se refiere, no hago distinciones de ningún tipo. Es decir, no me caso con nadie, literalmente. Si conocen otras apps con las que hayan tenido el mismo problema, pueden dejarlas en comentarios y las iré agregando. Continuemos: Una persona con discapacidad visual, y personas con ciertos tipos de discapacidad motriz o con alguna afección en los ojos o en el rostro, no puede realizar esta validación, de forma accesible. Acá, Martín Di Luzio lo explica mejor. ¿Y qué se hace? La primer opción sugerida es que nos ayude un familiar. OK, perfecto. Quienes tenemos personas que ven cerca, podemos intentarlo, que no significa que finalmente podamos lograrlo. Pero de poder, podemos. Pero existen quienes no. Una chica que vino del interior, y está viviendo sola, me contó que se quiso hacer la tarjeta Uala, y no pudo por esa misma razón. Tiene discapacidad visual total y no tiene a nadie que la ayude. Nota: al momento de actualizar este post vivo sola ya desde hace más de un año. A casi dos años de la publicación del mismo, seguimos igual.
Cuando la cuenta ya está creada, es cuando corre esto que digo de, validación de discapacidad. ¿Por qué? Porque necesitamos notificar al soporte técnico que no podemos hacerlo. Entonces, después de sugerirnos la primera, y ver que no es posible, viene la segunda opción. Desactivar esa validación de la cuenta. Es lo que hacen la mayoría, ya que no existe una alternativa accesible a ese método de validación. Al menos, no que yo conozca, o que se haya aplicado hasta ahora. Y si grandes empresas como Uala o mercado pago no lo aplican… ¿Qué queda para el resto? No importa realmente. Lo que importa es que hay que poner este tema sobre la mesa. Porque somos muchos usuarios con discapacidad que queremos, y tenemos el derecho de poder elegir qué servicio preferimos. Pero no es así. Si eso funcionara bien no debería haber ninguna diferencia entre los usuarios. Todos deberíamos poder acceder en igualdad de condiciones. Mejor me dejo de viajar por mundos de fantasía, que eso es para otras cosas que estoy escribiendo, y vuelvo a la realidad. Pero insisto en esto. Lo llamo “validador de discapacidad”, porque a diferencia del resto de los usuarios, tenemos que aclarar que poseemos la condición de discapacidad para poder acceder al servicio.
Yo tuve este tipo de problema. Acá pueden ver el hilo de twitter en el que lo cuento, y las repercusiones que ha tenido, incluso con una respuesta del propio ceo de Uala. Al día siguiente al fin desactivaron la validación (porque había intentado de miles de formas con alguien que ve antes) y pude ingresar, y utilizar mi cuenta. Pero, volvamos a la chica que vive sola. ¿Qué solución habría para ella? Paula Maciel, de la Comunidad de DALAT propuso que se utilice el viejo y querido llamado telefónico, vamos, que como cuando llamamos al centro de atención al cliente, y se valide la identidad con personas humanas, respondiendo preguntas de seguridad, que solo el usuario sabría. Pero… ¿Personas humanas? ¿Qué es eso? En aras del progreso de la tecnología, el contacto humano con las compañías ha ido en detrimento. Todo son chats, todo son contactos online, todo mails que, en lugar de responder al instante, responden en horas o a veces días. Y, oiga, que yo no estoy en contra de que la tecnología avance. Pero si mejoramos las cosas para que otros derechos se vean vulnerados, ahí tenemos un problema.
Marina Piemonte, también de la comunidad, lanzó una petición online para que el banco nación sea accesible. A tres años de esto, el banco no solo no hizo nada, si no que sigue siendo inaccesible. Miles de personas con discapacidad cobran sus pensiones mediante ese banco y muchos de quienes trabajan para el estado, también. ¿Qué más necesitamos hacer para que esto cambie? ¿Qué otra alternativa se puede ofrecer? La ley de accesibilidad web, quedó obsoleta. Las disposiciones del banco central sobre accesibilidad digital, no vienen a hacer más que empeorar las cosas y prestar a confusión. Esto quiere decir que del lado legal, tampoco tenemos gran ayuda. Sigamos del lado tecnológico, a ver…
Si entran a mi tweet, y ven las respuestas, van a encontrar varias soluciones interesantes, que podrían llegar a funcionar. Primero, lo básico. ¿Por qué no se puede usar como validador, la propia huella digital? Esto lo pregunto desde la ignorancia también. Tal vez, no sea tan segura como se cree. Las apps bancarias que uso, me piden la huella digital para iniciar sesión cada vez. En algunas de ellas, solo he tenido que validar mi identidad la primera vez y ya no hizo falta de nuevo. ¿Por qué el resto no puede hacer lo mismo?
Un sistema de reconocimiento de voz. Bueno, mediante un entrenamiento, se puede utilizar la voz como validador, al estilo de los asistentes más conocidos, Alexa, Siri y Google. Aunque cabe aclarar en estos casos que hasta los propios asistentes dicen que este método podría ser vulnerado. Pero vamos. Incluso el desbloqueo facial en los nuevos dispositivos es menos inseguro que la huella digital. Insisto. ¿Cuál es el problema realmente?
Yo propongo otra cosa a ver qué tan difícil suena. Hay cámaras accesibles ya para IPhone y Android. Se podría crear simplemente una cámara que te vaya guiando cuando hacés el reconocimiento, mediante el lector de pantalla, y que, para que no tengas que mover la cámara, que al pasar… No sé, 5 segundos desde que dejamos la cámara quieta, saque la foto sola. Claro que, seguimos teniendo el problema de la discapacidad motriz, y eso no es negociable tampoco.
Cabe destacar que, Mercado Libre está trabajando en un validador de identidad accesible, lo que abre un poco el paraguas y deja al menos la certeza de que, alguien se está ocupando del tema, y no todo está perdido.
Por último, en cuanto a la seguridad en sí de la validación de identidad mediante el rostro, se suele pensar que es infalible. Pero conozcamos la historia de este señor, quien logra engañar al sistema de validación con un ojo de cartón.
Para finalizar, al menos por ahora, comentarles que, mediante el hashtag #YoElijoAccesible, en twitter, denunciamos la falta de accesibilidad de diversas aplicaciones y por el motivo que sea. Los invito a sumarse y denunciar ustedes también, todas aquellas apps que no sean accesibles.
Actualizaciones
Última revisión: 18/07/2024 23:30.
Como mencioné anteriormente, volví a tener los mismos problemas, esta vez, al cambiar de teléfono.
Tweet de una persona que cuenta su propia experiencia
Tweet fijado en mi perfil que lleva a este post
Mi propia petición en change.org
Última revisión: 21/07/2024 15:39.
La app de Modo ofrece un método de validación accesible mediante el cual al enfocar el teléfono a tu rostro, te va guiando mediante un sistema de voz con los pasos que tenés que realizar. ¿Qué tan difícil sería aplicar eso al resto de las apps? Bueno, vayamos a la petición y a twitter y preguntemosles.
Ideas, aportes, comentarios, acá en el blog, en el propio twitter, o en cualquiera de mis redes sociales. ¡Saluditos y hasta la próxima!
Discapacidad y prejuicio
A raíz de este artículo del sitio “redacción”, titulado: Ejemplo de personas con discapacidad que cosifican, es que decidí hacer una pequeña reflexión en mis redes sociales. Viendo las repercusiones que tuvo, al día siguiente, se me ocurrió que podría ampliar ese texto, contando ejemplos propios, de experiencias personales y de otras que conozco, además de reflexionar sobre la situación actual de las personas con discapacidad en la sociedad. También, pensé que esta, era una fecha ideal para publicarla, ya que, el 3 de diciembre, es el día internacional de las personas con discapacidad. En fin, primero, les dejo el post en cuestión, y después sigo con el resto de las reflexiones.
Salimos, nos emborrachamos, tenemos familias, llevamos a nuestros hijos al médico, hacemos trámites, pagamos cuentas, impuestos, trabajamos, cocinamos. Somos personas comunes y corrientes. No somos ni superhéroes, ni ejemplos de vida, ni nadie a quien se le tenga que tener lástima. Ninguna persona con discapacidad, debe ser tratada como ejemplo de nada, o por el contrario, como inútil, incapaz de hacer cosas. Porque primero somos personas como cualquiera en este mundo. Y después, tenemos una discapacidad. Si no sabemos hacer algo y te preguntamos, enseñanos. Si tenés miedo de que nos quememos, nos golpeemos, nos lastimemos, sacátelo. Solo haciendo las cosas, podemos aprender. Solo cuando se nos considera personas, podemos progresar. Es cuestión de que dejemos de ver a la discapacidad como una barrera, como una limitación. Y que la veamos como lo que es. Simplemente, una condición. ¿Tengo una discapacidad? Sí. ¿Hay muchísimas cosas que son difíciles? Por supuesto. Pero eso no quiere decir que no podamos hacerlas. El prejuicio positivista que tiene la sociedad por quienes tenemos una discapacidad, es realmente muy perjudicial. Tanto así, que hace que muchas de ellas no puedan conseguir trabajo, no sepan valerse en la vida, hasta mínimamente hacerse un té.
Construyamos todos juntos, una nueva sociedad. Libre de prejuicios, y de todo tipo de discriminación. Empecemos con nosotros, con el que tenemos al lado. Con nuestros hijos, padres, primos, sobrinos, amigos, familiares de amigos que tengan una discapacidad. No me admiren, no me idolatren, no me infantilicen. Trátenme como a cualquier otra persona que, simplemente, tiene una vida. Ni buena, ni mala. Solo, una vida. Y vivan también así, la suya propia.
Entre todas las repercusiones que hubo, la gente que pidió que lo pusiera público, y las reacciones, una amiga, que tiene una discapacidad visual también, comentó lo siguiente:
Y hay casos en que ni siquiera te idolatran, a menos que les convenga, y te rebajan a lo más bajo, teniendo que agradecer uno/a su supuesto buen trato. Y te dicen: vos no sé de qué te quejás, sos una persona privilegiada, hay gente que la pasa peor.
Otra amiga, añadió que una vez le dijeron, que tener una discapacidad, es una circunstancia de la vida.
He leído muchísimos términos sobre las personas con discapacidad. Desde que teníamos diversidades funcionales, hasta que teníamos capacidades diferentes. “Capacidades diferentes tienen los X Men”, dice una tuitera amiga mía. Y es cierto. Dicen que lo que no se nombra, no existe. Pero claro, la discapacidad no deja de existir por el hecho de que no se la nombre. Por supuesto que no. Pero sí se la invisibiliza, se la ignora, se la infantiliza, se le hace lo que se conoce, como discriminación positiva. En este post, pretendo desglosar, siempre bajo mi punto de vista, las formas en las que las personas con discapacidad, sufrimos diferentes tipos de discriminación positiva.
Estudio y trabajo
Es muy difícil, o hasta en algunos casos, imposible conseguir trabajo para personas con discapacidad. En la mayoría de los casos, gran parte del ámbito privado, no se los dan. ¿Y por qué no se los dan? Porque no pudieron estudiar lo suficiente, porque no pudieron entrar en un mercado en el que, cada vez exigen más conocimientos y experiencias, y que a cambio, ofrece muy poco. He sabido de personas cercanas que han tirado CV por todas partes y hacia todos lados, y nunca las han llamado. Y muchas de ellas, con títulos universitarios o terciarios incluídos. No tienen experiencia suficiente, no tienen los conocimientos requeridos, el puesto no está adaptado. El puesto, no está adaptado. Y claro. A veces, y solo a veces, suelen admitir que son ellos los que están fallando. ¿Qué requiere adaptar un puesto? Para quienes tienen una discapacidad visual, un lector de pantalla. Para quienes tienen sillas de ruedas, ascensores y rampas. Y así. O sea. Existen situaciones en las que la no contratación, podría ser justificable. Pero lo que realmente sucede, es que indirectamente, no quieren contratarnos. Y es que, hay muchísimos trabajos en los que podríamos desempeñarnos sin inconvenientes. Pero, para empezar, muchas empresas, desconocen siquiera que podemos utilizar un celular o una computadora. Mucho menos van a saber, que somos capaces de trabajar. En segundo lugar, el miedo. No están preparados ni capacitados para enseñarnos, ni para entender qué significa trabajar con una persona con discapacidad. Porque, es cierto que se requiere un tiempo extra, para explicarnos el funcionamiento del lugar. Tanto física, como virtualmente. Ubicación de los puestos, de los baños, hasta como manejarnos en sus sitios webs y apps internas, lo que ya sabemos, no es lo mismo para quienes tengan una discapacidad visual, como para quienes no, o incluso para quienes tengan otro tipo de discapacidades. Y, adaptar estas aplicaciones, estos puestos de trabajo, no es fácil de hacer. Pero esto no quiere decir, que sea imposible, claro que no. Si no nadie, tendría un trabajo en el ámbito privado.
Hay algunas empresas que no solo están adaptadas, en gran parte, para que trabajemos en ellas, si no que además, se ocupan de difundir la empleabilidad de personas con discapacidad. Lo que muchas veces no se sabe, es que quienes contraten a personas de comunidades vulnerables, tienen beneficios impositivos. Es decir, una reducción en el pago de sus impuestos. Esto implica que, si bien las tecnologías asistivas que necesitemos pueden llegar a representar un costo, este es compensado por esta reducción. Y muchos pueden decir, de ahí a accesibilizar nuestras apps o sitios webs, es otra cosa. Nada más lejos de la realidad. Sí es cierto que accesibilizar un sitio que ya está en funcionamiento, puede representar un costo alto. Pero la web, las apps, fueron hechas para ser accesibles. Y la accesibilidad, no debe ser algo que quede para después. Desde cualquier empresa y/o institución, ya sea del ámbito público como privado, se pueden usar las Pautas de Accesibilidad para el Contenido Web (WCAG). Las cuales poseen lineamientos para desarrollar sitios webs y apps, de forma accesible. Esto está disponible de forma totalmente gratuita, para todo el mundo, y es mantenido por el propio W3C, es decir, el propio consorcio global de internet. Pero no se trata, ni mucho menos, de accesibilizar sitios webs, oficinas y demás. La cuestión, es mucho más compleja todavía.
En una reunión de empresarios, escuché una vez que querían llegar al 85% de las personas con discapacidad, que no tenían trabajo. Desafortunadamente, aunque tuviesen las mejores intenciones, esto, es probable que mientras la cosa siga así, no sea posible. Los requisitos de contratación de las empresas, son demasiado altos para las verdaderas oportunidades de estudio, que tienen las personas con discapacidad. Cierto es, que al menos cuando hablamos de tecnología y/o programación, por dar un ejemplo, hay cosas que están mejorando. Ya he mencionado en otros artículos, a la Fundación Itgrarte. Se encargan, entre otras cosas, de brindar capacitaciones en lenguajes de programación, a personas con discapacidad, con perspectiva de accesibilidad. Y, otra cosa importante a destacar, es que tanto sus integrantes como los mentores de dichas capacitaciones, también tienen una discapacidad. Hay una frase que dice: “Nada sobre nosotros sin nosotros”, y creo que puede aplicarse perfectamente al trabajo que ellos realizan. La oportunidad de ingresar a un mercado que es tan demandado como el de tecnología, y que ofrece buenas remuneraciones, es algo que no se puede dejar pasar. Pero claro, desafortunadamente, aún falta mucho más por hacer. Y no son ellos, quienes deben hacerlo. ¿Porque, y los otros casos? ¿Y qué tal quienes estudian otras carreras, o estudian en institutos, universidades, o quieren estudiar en línea?
Muchas instituciones públicas y privadas, no están adaptadas ni en sus contenidos, ni en la capacitación a los docentes, para enseñar a personas con discapacidad. En la entrada Diferentes, ya expliqué lo difícil que fue para mí, y para muchos, estudiar programación. Un amigo que quedó ciego de grande, y que se había recibido de programador, me contó que cuando quiso convalidar su título, le dijeron que no podía, porque no había programadores ciegos. Él pensó lo mismo durante mucho tiempo, hasta que me conoció a mí. Hoy en día, está capacitándose por su cuenta con herramientas accesibles, y esperando su oportunidad, para entrar al mercado laboral. Muchísimas universidades, webs de cursos en línea, tutoriales y demás, no son accesibles. Entonces, pasa esto de que, por diversas razones, las personas no pueden estudiar la carrera que desean.
Según la ley, las personas con discapacidad debemos ser admitidas en cualquier institución pública o privada sin distinciones. ¿Pero, si nos admiten, y aún así la discriminación indirecta sigue existiendo, de qué sirve realmente? Cierto es, que en cuanto a los estudios, muchas cosas están cambiando, la creación de fundaciones como itgrarte, u otras ONGs que trabajan en la misma línea, por ejemplo. Y hay algunas universidades e instituciones, que ya tienen carreras orientadas a la accesibilidad. Pero falta un largo camino por recorrer todavía. Y vamos a intentar llegar a la raíz del problema, en las siguientes secciones.
La discapacidad y el estado
Existe otro gran jugador que se encarga de marginarnos aún más. Y es, el propio estado. Según la ley, el 5% del personal de las instituciones públicas (también alcanza a las privadas pero para estas no es obligatorio), debe tener una discapacidad. Esto, no solo no se cumple, si no que además, para quienes sí pueden conseguirlo, en su mayoría tienen sueldos bajos, que no llegan a cubrir la canasta básica. Por supuesto que tampoco tienen pensión por discapacidad. Automáticamente, al trabajar en blanco, esta se les quita. No se contempla que, además de los gastos habituales de cualquier persona, quienes tienen una discapacidad, deben también utilizar parte de esos ingresos, para otros gastos. Tratamientos, bastones, dispositivos, software especial, entre otros. Es justo decir que mucho de esto puede conseguirse con coberturas u obras sociales. Pero los trámites son muy engorrosos, y al ser costosos, en muchos casos, estas se niegan a cubrirlos. He de destacar, que esta ley del 5% obligatorio, no es ni una dádiva, ni una limosna. Como comenté en el artículo Orgullo 2021, la constitución nacional dice que toda persona que habite el suelo argentino, tiene derecho a un trabajo digno. El problema acá es, que no se nos considera personas. Por eso debe existir una ley, para que se respeten derechos que, tendrían que habernos garantizado desde el principio.
Sobre los trabajos en sí, existen también, programas de “capacitación laboral” brindados por el estado, al estilo de pasantías. En estos casos, lo que se les paga, es tan poco, que incluso es mucho más bajo que las pensiones, y el resto de los planes sociales. Lamentablemente, esa capacitación laboral, no te garantiza de forma alguna, que luego puedas conseguir un trabajo estable y bien remunerado en algún otro lado. Pero claro, somos privilegiados. Tenemos que estar agradecidos por lo que el estado benefactor, nos regala.
Otra gran dificultad, es la falta de accesibilidad digital y edilicia en todo tipo de instituciones públicas. Ya hablamos de eso en el tema del estudio, pero vamos aún más allá. Desde falta de rampas en edificios gubernamentales, hasta páginas inaccesibles para hacer trámites de todo tipo, e incluso bancos del estado con apps y sitios webs totalmente inaccesibles. Pasando por miles de cosas más, que si las nombro todas, no termino nunca. Pero por mencionar una específicamente, en cuanto a la accesibilidad digital, está el artículo que publiqué hace unos meses para la izquierda diario: la justicia le ordenó a la justicia, que el sitio web de la justicia, sea accesible. En este artículo, hablo de un recurso de amparo presentado por abogados ciegos, en el que le pedían a la corte suprema, que el sitio web del poder judicial, sea accesible. Teniendo en cuenta que la ley de accesibilidad web salió en 2010, se creería que todas las instituciones del estado habidas y por haber, deberían haber reacondicionado sus sitios webs para que lo sean. Sin embargo, no fue así, pero ni por asomo. Mientras que el resto de los abogados podían llevar adelante sus casos desde sus hogares durante la pandemia, los abogados ciegos tenían que concurrir a tribunales presencialmente para hacerlo. Este, es solo uno de los tantos ejemplos en los que los derechos de las personas con discapacidad, se ven vulnerados por ineficiencia del estado.
En cuanto a quienes no tienen ni siquiera los ingresos suficientes como para independizarse, bueno, imaginate que te querés ir a vivir solo/a. La mayoría, puede estudiar mientras trabaja, conseguir un trabajo de medio tiempo que te permita ahorrar alguito para poder luego, pagar un alquiler. Si tenés una pensión o un trabajo poco remunerado, esto es imposible. Muchos deben salir a trabajar en el transporte público, con todos los riesgos que esto implica, para poder mínimamente subsistir, sin la ayuda de padres o familiares.
Sobre los extranjeros con discapacidad, la cosa es muchísimo peor. Porque deben tener 20 años de residencia en el país, para poder acceder a una pensión. Si a eso le sumamos lo que ya dije sobre los estudios, y la falta de oportunidades para conseguir trabajo, la verdad, sí que se hace cuesta abajo. Acá siempre salta el odio de clase contra los migrantes. Que por qué no se quedan en su país, y demás cuestiones. Yo, soy de la filosofía del gran maestro León Gieco. El día que se reciba a un extranjero pobre, de la misma forma en la que se recibe a los ricos que vienen a saquear nuestros recursos naturales, así, y solo así, será de igual a igual.
La discapacidad en los medios
Durante toda mi vida, me han hecho entrevistas de todo tipo, y por variadas situaciones. Además, conozco muchas notas y entrevistas hechas a personas con discapacidad, bajo la misma premisa. Siempre, destacando la discapacidad, por sobre la persona. El logro, la valentía, la lucha, la fuerza para salir adelante, para triunfar, a pesar de la adversidad, de las circunstancias que juegan en contra. Lo que se conoce, como resiliencia. No tengo duda alguna de que salir adelante, no es fácil. Pero tener una discapacidad, es una condición más de la vida, como cualquier otra. Y tenemos que aprender a vivir con, y a pesar de ella. La difusión de los medios, no hace más que perpetuar algo de lo que ya venimos hablando. La idolatría, la infantilización, la compasión, la lástima, la admiración, por cosas que, claro está, puede hacer cualquier otra persona, sin ningún inconveniente. ¿Por qué lo que para ellos es normal, para nosotros es digno de ser admirado? ¿Por qué no se comprende que podemos tener una vida como la de cualquier otra persona?
Cuando con mi amigo Javier, hicimos el proyecto de Mafalda en braille (acá enlazo al cuentito que escribí pero se puede googlear para saber más información) pasó que, muchísimas veces, me llamaban a mí para entrevistarme, y no a él, aunque el proyecto lo habíamos hecho ambos, y con igual participación en el mismo. Evidentemente, para los medios era más rentable a nivel difusión e interés, entrevistar a una persona ciega. Y así, los casos son tan infinitos, que serían incontables. La razón por la que participé de todo aquello, fue porque era importante darlo a conocer, para que cada vez más personas con discapacidad visual, se enteren que ahora podían leer la primer historieta en braille del mundo. Pero jamás dejé de destacar la participación de mi amigo, y de mencionar que sin él, ese proyecto jamás habría sido posible. Después de los bombos y las fanfarrias, el interés por continuar el proyecto por parte del gobierno, no solo decayó, si no que desapareció definitivamente. Todavía se pueden conseguir las 30 tiras que hicimos, en la editora nacional braille.
Como en todos los puntos que intento tocar, acá también hay que tratar de buscarle el lado bueno. En este sentido, este año comenzó a cambiar un poco la cosa. El gobierno nacional, publicó un documento titulado: Recomendaciones para el tratamiento responsable de la discapacidad en los medios públicos. Claro que no alcanza a los medios privados, es obvio. Pero al menos, es un avance. Falta que los medios de difusión masiva lo conozcan, y lo implementen, para tratarnos como lo que insisto, realmente somos. Personas con discapacidad.
Lo discapacitante es el entorno
Hay una frase que dice que, la discapacidad en sí no está en la persona, si no en el entorno que la rodea. Es decir, mientras más acceso tenga a la accesibilidad en todas sus formas, menor serán las dificultades que deba enfrentar con respecto a su discapacidad. A lo largo de mi vida, me ha tocado conocer infinidades de historias y experiencias referidas a esto. Por lo que vamos a poner un ejemplo. Hay 2 personas con discapacidad motriz. Mientras que los padres de una de ellas tienen excelentes ingresos económicos, los de la otra no. Entonces, una de ellas puede tener un chofer que la lleve a todos lados, sillas de ruedas diferentes dependiendo de la situación, incluyendo una que le permite disfrutar del agua, ya que puede flotar en ella. Por el contrario, en el segundo caso, ni siquiera pueden comprar una silla de ruedas, por lo que la persona se pasa la vida arrastrándose para llegar a todos lados. Cuando después de muchos intentos, la obra social, o cobertura estatal, o cualquier entidad pública le consigue la silla, esta persona tiene las piernas tan deformadas, que ya no le sirve de nada. Lo ideal, sería que ambos tengan las mismas posibilidades y oportunidades de conseguir lo que necesiten, para mínimamente, tener una vida digna. Desafortunadamente, esto no solo no es así, si no que es aún muchísimo peor. A menor cantidad de recursos, mayor es la falta de accesibilidad en todos los aspectos de la vida. Incluso, se sabe que en los países desarrollados, debido a los grandes avances tecnológicos y al mayor acceso a ellos, las personas con cualquier tipo de discapacidad, tienen una mejor calidad de vida. Y claro, es obvio que si podés comprarte algo en tu país, tengas más posibilidades de hacerlo, que si tenés que traerlo del extranjero. Es más, aunque puedas traer un producto importado, al no tener soporte local, en caso de daño, este quedaría inutilizable, o tendrías que pagar nuevamente, para llevarlo a reparar a su país de origen.
La sociedad
“…Tenés que venir con alguien, no tenés que andar solita. ¿Vos andás solita para todos lados? No deberías, con lo peligroso que está todo. ¿No tenés quién te acompañe? ¿Te espera alguien afuera?” Fragmento del cuento: La profe piola. ¿Alguna de las preguntas anteriores, te suenan familiares? ¿Nunca quisieron acompañarte a tu lugar de destino, porque pensaban que no podías llegar sola? ¿Nunca yendo a un hospital, o a hacer un trámite, le preguntaron tus datos, o le dieron indicaciones, o le hablaron a la persona que estaba al lado tuyo, en lugar de a vos? ¿Nunca te exigieron que vayas con acompañante a un hospital, diciéndote que si no, no podían llevarte, porque no podías ir sola? ¿Nunca te preguntaron si sabías cocinar, lavar la ropa, limpiar? ¿Nunca te preguntaron como hacías para… tener relaciones sexuales? ¿Nunca te dijeron angelito de Dios? ¿Nunca te dijeron que ayudándote, estaban haciendo la buena acción del día, que ya tenían el cielo ganado? ¡Mirá! ¡Un ciego con un bebé! ¡Qué lindos los nenes! ¿Seguro son tus ojos, tu luz, tu guía, no? ¿En serio sos programadora? ¡Para mí, es como si me dijeras que fuiste a la luna y volviste!
Estos, son solo algunos de los tantos ejemplos, de lo que la sociedad piensa de las personas con discapacidad. Básicamente, nos ven como incapaces, infantiles. Sí. Como niños que, no solo no aprendemos a realizar tareas básicas, si no que nunca las vamos a aprender. Exacto. Para gran parte de la sociedad, fuimos, somos, y seremos niños eternos. Y, aunque en muchos casos estas preguntas pueden parecer inofensivas, en otros, es mucho más grave, porque se vulneran los derechos que tenemos como ciudadanos, como habitantes de una nación; como personas adultas, integrantes de una sociedad.
Uno de los hechos más graves que recuerdo, fue cuando empecé a buscar alquiler. Llamé por teléfono a una inmobiliaria, concerté una cita para visitar un departamento, y fuimos en patota a verlo. Mi familia, y 2 amigas, una de ellas, también con su hija. O sea. Personas adultas ciegas, y varios niños. Lo que me suele suceder a mí, es que nunca menciono por teléfono que tengo una discapacidad. No lo veo necesario. No me parece algo relevante de mencionar. O sea, sí, tengo una discapacidad, lo sé. No es que lo niegue, ni mucho menos. Pero es algo con lo que convivo desde que nací. Que ya tengo totalmente asumido. Y, a pesar de eso, puedo desempeñarme en casi todos los aspectos de mi vida, sin inconvenientes. Entonces, cuando llamé a esa inmobiliaria, tampoco se lo dije. En fin, llegamos, tocamos el timbre, y abrió la puerta:
—Disculpame, pero yo no te puedo alquilar a vos.
—¿Por qué? Pero si todavía ni hablamos, no entramos ni a ver el departamento.
—NO, lo que pasa es que vos sos especial, ustedes son especiales. Yo tengo 2 sobrinos hipoacúsicos, y ustedes tienen otras necesidades, otras cosas. Yo tengo que hablar primero con el consorcio, a ver si los aceptan. A ver si el departamento está como para que lo puedan habitar.
Ante estos comentarios, le expliqué que nunca había tenido ese tipo de problemas, y que jamás me habían hecho ese tipo de cuestionamientos. Que yo, consideraba que me estaba discriminando. Me respondió que no, que no era discriminación. Que yo tenía que entender que tenía una “capacidad diferente” (otra vez ese término) y que había edificios o departamentos, que podrían no estar aptos para mí. Una de mis amigas intentó filmar lo que ella decía (es abogada) pero no se grabó, lamentablemente. Evidentemente, sí lo consideré un hecho de discriminación. Consulté al INaDi, y me dijeron que, lean bien: yo tenía razón. Según la ley, y la propia convención de los derechos de las personas con discapacidad, la única que puede decidir si puede vivir o no, en cualquier tipo de vivienda, es la propia persona con discapacidad. Exacto. Ella, y nadie más. Como cualquier otra persona sin ninguna discapacidad.
Otra de las situaciones en las que esta discriminación se vuelve grave, es cuando hablamos de los delitos cometidos por las propias personas con discapacidad. ¿Pero, qué ustedes no eran todos angelitos? No. No, no, y no. Las personas con discapacidad somos personas, como cualquier otra de este mundo, y después tenemos una discapacidad. Hay abusadores, violadores, golpeadores, asesinos, etc. Pero, en muchos casos, las denuncias no se toman en serio. He sabido de casos de violencia de género, en los cuales la reacción de la policía ha sido, desde desestimarla, ignorarla, o hasta tratar al golpeador como un niño, diciéndole “vos no tenés que pegarle a la nena, vos tenés que portarte bien, tenés que ser un nene bueno”.
La mirada de la sociedad hacia las personas con discapacidad, tiene que cambiar en todos sus aspectos, como ya vengo diciendo. Y esta, es otra de esas miradas que están tan naturalizadas culturalmente, que es muy difícil de erradicar. Las propias personas con discapacidad, nos encargamos, cada vez que tenemos la oportunidad, de difundir una mirada diferente. Sin ir más lejos, la ONG Redi (Red por los derechos de las personas con Discapacidad) se ocupa de difundir nuestros derechos. Incluso, desde la sección de género de Redi, nos podemos descargar una app, en la que tenemos información sobre derechos sexuales y reproductivos principalmente, pero también hay una sección de derechos generales, para cualquier persona con discapacidad. Por supuesto, que es una app totalmente accesible. Iniciativas como esta, son de gran utilidad para conocer qué derechos tenemos, y qué podemos hacer en la sociedad, contribuyendo a este cambio de perspectiva.
La familia
Quizás, más allá de todos los puntos controversiales que he tocado a lo largo de este artículo, este, sea el más debatible de todos. Se supone que la familia es la que te protege, la que te prepara para tu vida adulta. La que, debe hacer lo mejor para vos. Según la psicología, el trato que tengas hacia tus hijos, los modos, lo que le inculques, su educación, será lo que defina en gran parte, como será este, el día de mañana. Claro que sabemos bien, hay muchos factores externos. Los amigos, el colegio, la adolescencia, el entorno en general. Pero no hay duda alguna de que la infancia, es la etapa más importante de nuestras vidas. En la infancia, los niños comienzan a recibir y procesar, todo aquello que luego los ayudará a integrarse plenamente en la sociedad, en su vida adulta. En el caso de la discapacidad, muchas veces, esto no se hace de la mejor manera. Aclaración. Convengamos que ningún padre del mundo, es perfecto. Y que estos conceptos psicológicos que explico, pueden aplicarse a cualquier niño, independientemente de que tengan o no, una discapacidad. De seguro muchos padres cometemos miles de errores todos los días, y nuestros hijos no serán santos. Pero mi cuestionamiento, va mucho más allá.
Primero, el rechazo. Hay padres que directamente, niegan, o no aceptan la discapacidad de sus hijos. Esto les genera baja autoestima, entre otros síntomas más severos. También, están quienes discuten sobre la discapacidad del niño, frente a él, tratándola como un problema a resolver, como algo que está mal. Esos padres pueden pretender que los niños vayan a escuelas comunes, o incluso llegar al extremo de que estos utilicen útiles que no les sirven de nada, como un lápiz y una hoja común, para quienes tenemos una discapacidad visual. Esto, puede llegar a generar en muchos casos, un resentimiento del propio niño para con su discapacidad, lo que hace que sienta odio y rechazo hacia la misma, al igual que lo hicieron sus padres con él, y hacia los demás.
Después, están quienes no la niegan, pero ven a la discapacidad al igual que el resto de la sociedad, como algo que hay que sobreproteger, que cuidar, que meter en un frasquito de cristal. Algo que no puede romperse. Esto les impide enseñarles cosas básicas, porque piensan que pueden quemarse, lastimarse, golpearse, como expliqué en el post que inició todo esto. Esto genera chicos inseguros de sí mismos, con poca capacidad de resolución de conflictos. A ver. Expliquemos esto mejor. ¿Si todo el tiempo le estás diciendo a una persona, no, no hagas esto, cuidado, no hagas lo otro, pará, no ves que no podés? ¡huy! ¡Se te cayó! Dejá, dejá que lo hago yo. ¡Sos un inútil! En algún momento, la persona en cuestión, va a creer que esto es cierto. Y, no solo va a tener baja autoestima, si no también, muchísimas inseguridades, a la hora de enfrentarse a cualquier situación. Porque siempre está dependiendo de otra persona, que sí sabe hacer esas cosas. También, son padres negadores, en el sentido de que, si bien saben de ejemplo de otras personas con discapacidad que salen adelante por sí mismas, no ven en esa situación, a sus propios hijos. Digo padres en general porque es lo que se acostumbra, pero aclaro que aplica a cualquier persona que conviva con otra con discapacidad.
A continuación, tenemos a los padres cómodos, que generan hijos cómodos. Estos no tienen, al igual que los anteriores, interés en que sus hijos aprendan nada, por sobreprotección. Pero, generan en sus hijos, que tampoco quieran aprender. Es decir, mientras que en el caso anterior, la persona con discapacidad, a pesar, o quizás mediante el mal trato, porque es un mal trato, intenta aprender, en este caso, la persona con discapacidad, también permanece cómoda ante esa situación, no poniendo interés en aprender a valerse por sí misma.
Y por último, al menos los casos de los que yo tengo conocimiento, o los que recuerdo en este momento, tenemos a padres un poco más comprensibles. Saben que sus hijos no pueden hacer ciertas cosas, y muchas no se las enseñan, pero no les prohíben hacer nada de lo que ellos quieran aprender. Incluso, teniendo en cuenta los riesgos que esto implica. Tengo un ejemplo propio para este caso. No se trata de cosas de la vida cotidiana pero, sí es un caso en el que a pesar de los riesgos, mis papás, no me prohibieron. Aprender, a andar en bicicleta. La bicicleta y el monstruo.
Conclusiones
Este texto, es quizás uno de los más largos que haya escrito. Pero quería tocar este tema desde hace tiempo, y el artículo en cuestión, me dio la oportunidad. Mi intención no es decirle a los demás lo que tienen que hacer, o inmiscuirme en la vida de nadie. Solo trato de expresar mi punto de vista sobre un tópico del cual, si bien se habla, lo que se dice y se sabe, es realmente muy poco. Quiero hacer reflexionar a la sociedad, a las personas en particular, a las empresas, y al estado. En sí, a cualquiera que lo lea. Quiero que las nuevas generaciones, conozcan realmente a las personas con discapacidad. Quiero que los padres, conozcan las capacidades de sus hijos. Que aprendan a reconocer lo que nos hace iguales, y no aquello que nos diferencia. Soy realmente consciente, de que muchísimas veces los malos tratos que sufrimos quienes tenemos una discapacidad, son por falta de conocimiento del otro. Por ignorancia. Pero en otros casos, es indiferencia, desinterés. O incluso, en otros, todo lo contrario. Es llenarse la boca hablando de inclusión, cuando lo que se hace, se nota a leguas que es insuficiente. El 85% de las personas con discapacidad, no tiene trabajo. No, tiene, trabajo. Y esto, es lo que quiero cambiar. Que tengamos las mismas posibilidades y oportunidades en la vida, que los demás. Pero para lograrlo, el granito de harena, lo tenemos que poner entre todos. Espero que cada quien, empiece a aportar el suyo, así como yo, intento desde este rinconcito, aportar el mío. Como dije. Con sus hijos, amigos, primos, hermanos, sobrinos, padres, familiares que tengan una discapacidad. Para que así, seamos una sociedad, libre de prejuicios y de todo tipo de discriminación. Sí. Incluso libres, de la discriminación positiva.
La profe piola
En el tiempo que llevo como docente, siempre fui la profe piola. Sí, esa que se junta a tomar unos mates con los chicos de la secundaria, la que les cuenta historias, con la que se puede hablar de películas, de música, series; la que, a los chiquitos de primaria, les lleva paquetes de galletitas para que todos compartan en el recreo. La que les inventa juegos, les cuenta cuentos… Pero, últimamente siento que ya no solo no quiero seguir siendo piola, si no que además, tampoco sé si quiero continuar siendo profe.
Todo comenzó antes del inicio del ciclo lectivo, el año pasado. Empecé teniendo problemas para ver de lejos. Fui al oftalmólogo, y me diagnosticó una enfermedad degenerativa de la vista. Me dijo que, con el paso del tiempo, iría perdiendo la visión de a poco, hasta quedarme totalmente ciega. Al principio me lo tomé bien, hasta con humor. Y le puse toda la voluntad que pude, para que el proceso, se me haga lo más llevadero posible. Claro que, los primeros tiempos no notaba tanto la diferencia. Pero desde mitad de año, la cosa se complicó, y tuve que solicitar ayuda para aprender como manejarme en la vida. Desde orientación y movilidad para usar el bastón, hasta los lectores de pantalla y el sistema braille. A pesar de todo esto, la escuela primaria en donde trabajaba, le puso toda la buena onda, para que yo pueda seguir dando clases, con la mayor facilidad posible. Hasta qué, un día, todo aquello que temía, empezó a hacerse realidad.
Ya habíamos hecho varias excursiones con los nenes de tercer grado. Conseguir que nos dejen ir fuera de la ciudad, es extremadamente difícil, porque estamos lejos de todo, pero sí podíamos hacer pequeños paseítos. En uno de esos paseos, uno de los nenes salió corriendo, se cayó y se lastimó. No fue nada grave, pero la madre obvio, puso el grito en el cielo, por la forma en la que la escuela, y especialmente yo, cuidábamos a su hijo. Dijo que… No era por discriminarme, pero una maestra que viera bien, podría haber alcanzado a su nene, y no le habría pasado nada. No sé si fue mi culpa o no. Es cierto que, cuando estaba intentando alcanzarlo, en un momento dejé de verlo y ya no supe qué hacer. Pero quienes vieron lo que pasó, dijeron que de todos modos no lo hubiese alcanzado. Claro, son todas suposiciones. La realidad, era que había una maestra que se estaba quedando ciega, un nene que se había lastimado y que era revoltoso como todos los nenes, y una mamá muy enojada. Decidí dejar ese curso, para que la cosa no pase a mayores. Desde la escuela, me siguieron ayudando mucho. Me dijeron de dar clases en la secundaria, que ahí seguro me iba a ir mejor, porque los chicos eran más grandes, y más entendidos. Pero… No siempre las cosas son como uno cree.
Durante las vacaciones, me puse bien las pilas con todo lo que representaba este nuevo mundo de la ceguera. Lo que más me costaba era la computadora. Es re difícil acostumbrarse a usarla solo con el teclado, y encima con un tipo que te está taladrando los oídos todo el tiempo. En el celular es un poco más fácil, más intuitivo. Pero de todos modos, cuesta. También empecé a recorrer los lugares por los que ando usualmente. Desde hacer los mandados, hasta recorrer la escuela para memorizarme como llegar de un lugar a otro, y sobre todo, el salón donde me iba a tocar dar clases. Al momento de escribir esto, mi ceguera todavía no es total. Puedo ver a las personas y las cosas de cerca, y las letras si están en un tamaño más grande. Pero de todos modos, como sabía que tenía mucho que aprender, preferí adelantarme. De día, uso el bastón verde para quienes tienen disminución visual, y de noche, sí o sí tengo que usar el blanco, porque ya no veo nada. Todo esto viene al caso, de lo que voy a relatar a continuación.
Era el primer día de clases. Pasé por preceptoría. La preceptora me dijo que, ya había hablado con los chicos, y que me había dejado la lista con los nombres de los alumnos en un tamaño de letra que yo iba a poder leer sin problemas.
—Puede que entren alumnos nuevos en los próximos días, así que no la tomes como la lista definitiva. Cualquier cosa, te voy a ir dejando listas nuevas, hasta que hayan ingresado todos.
—Está bien, no hay problema. Muchas gracias.
—No, de nada, no es ninguna molestia.
La saludé, y me dirigí al salón. Al abrir la puerta, todos los chicos estaban hablando. Pero se quedaron callados cuando entré. Fui hacia el escritorio, dejé mis pertenencias, y me senté en la silla, para tomar lista.
—Bueno, antes que nada buenos días, yo voy a ser su nueva profesora. Espero podamos llevarnos bien, y tener un lindo año. La preceptora ya les habló de mí. Sé que hay cosas que se nos van a complicar, pero creo que si trabajamos todos juntos, y cada uno ponemos de nuestra parte, tal vez podamos pasar el año sin mayores complicaciones. Voy a pasar a tomarles lista. ¿No sé si alguien tiene alguna pregunta?
Todos se quedan en silencio.
—¿No? Bueno, entonces empecemos. A ver…
Tomo la hoja que se encuentra sobre el escritorio, y comienzo a intentar leerla. La letra parece demasiado chica. Le había mostrado más o menos a la preceptora como tenía que ser, pero todos podemos cometer errores, y es la primera vez que le toca hacer esto, así que, puede haberse equivocado. Me esfuerzo un poco más, y logro entender qué dice…
—¿MELTROZO, DÉBORA? —Grito, mientras todos comienzan a reírse—. ¿Está Débora Meltrozo?
Continúan riéndose, esta vez a carcajadas.
—¡Aaah! ¿Muuuy graciosos, no? Burlándose de la profe nueva. ¿Bueno, a ver, donde está la verdadera lista?
Un alumno me la alcanza, y esta vez sí, puedo leer los nombres sin problemas. El día continúa sin sobresaltos. Todos parecen prestar atención a la clase. Decidí empezar con un repaso general en lengua y matemáticas, para ver qué recordaban del año pasado. Al final del día, les pedí las hojas con las tareas, y terminamos la clase.
Cuando estuve en mi casa, empecé a revisar las tareas. Agrandaba la letra con una lupa, y, como no tenía la lista definitiva, les asigné un número a cada alumno, dependiendo del lugar en donde estuviesen sentados. Es decir, el número uno es el de la fila de adelante cerca de mi escritorio, el número dos el que está al lado, y así hasta el fondo. Como, si estoy lejos no veo sus caras, y es poco el tiempo en el que estoy cerca, tenía que encontrar una forma de identificarlos sin mirarlos, y sin saber todavía como se llama cada uno. Sé que en algún momento, iba a empezar a asociar sus voces con sus nombres, y con ese número que les asigné. Pero ese momento, distaba de estar cerca.
Segundo día. Repetí la misma secuencia con la preceptora, y me dirigí al salón. Tomé la lista, y comencé a intentar leer, nuevamente.
—¿MELTROZO, ROSA? —Comenzaron a reírse nuevamente—. ¿Aaah, ella es la hermana, no? Muy graciosos, otra vez el mismo chistecito. Bueno, está bien. ¿La verdadera lista, dónde está?
Me la alcanzaron, y pude continuar con la clase.
—No pude terminar de corregir sus tareas, así que me van a tener que esperar hasta mañana. Los métodos que estoy tratando de utilizar, son efectivos por ahora, pero las cosas cuestan un poco más. En fin, empecemos con la clase de hoy.
Estuvieron mucho más dispersos. Los escuchaba murmurar, susurrar, pasarse cosas los unos a los otros… Al final, terminamos la clase, de nuevo tomé sus tareas usando la misma numeración para tratar de saber quién era quien, y me llevé las hojas a casa. Terminé de corregir lo del día anterior, y empecé con ese. Empecé a encontrar cosas muy extrañas. Los nombres que me dieron cuando se los preguntaba, no coincidían ni con los de la primer tarea, ni con los de la segunda. Entonces, tomé como base los de la primera, ya que supuse que luego me habían empezado a mentir. Creo que por lo menos pude identificar al chico nuevo que entró el segundo día. No sé si no le dijeron de la bromita, o si no quiso participar. Pero la verdad, es que ya me estaba dejando de parecer gracioso. La segunda tarea, era todo prácticamente un desastre. Dibujos obscenos, insultos, cosas entremezcladas… Encima, tuve que revisar todo sí o sí, no podía dejar las cosas al azar, o decir a dedo que todos quisieron hacerlo mal. Pero una vez terminé, exactamente eso, era lo que había pasado. Y todavía, me faltaba solucionar el problema de la lista, si no quería encontrarme con alguna otra parienta de las señoritas de estas dos primeras clases. Lo que hice, fue copiar la lista entera de nombres, en braille. Y, si la preceptora me decía que había algún otro alumno nuevo, lo agregaría al final. Si no, continuaría con mi lista.
Al día siguiente, hablé con la preceptora, y me quedé un ratito más comparando la lista con ella. No quise comentarle nada de las situaciones que me habían ocurrido con los chicos. No quería que se los rete. No creo que lo hayan hecho porque sean malos, si no que les habrá parecido divertido. Fui al salón, tomé la lista del escritorio, hice de cuenta que iba a leerla, y la hice un bollito, y la tiré a la basura. Se quedaron impresionados.
—¿Profe, se enojó? Acá está la verdadera lista, tome. —Me dijo uno de ellos.
—No, no se preocupen. Yo tengo mi propia lista.
Saqué las hojas en braille, y comencé a leerlas. Todavía me cuesta mucho, no leo tan rápido, por lo que me tomó bastante tiempo. Pero con práctica, sabía que podía lograrlo. Quedaron aún más impresionados. Pero eso, no era todo lo que les tenía preparado…
—Atención chicos, acá están sus tareas. Para cada uno, la ordené de la siguiente forma. Están abrochadas con ganchitos. Tarea del primer día, corrección. Tarea del segundo día, corrección. Y al final, a cada uno le pegué un cartelito con su nombre, para que, tanto ustedes como yo, sepamos quienes son. Porque me parece que se les olvida a veces… ¿No? En fin, si alguno no se acuerda de como se llama, podemos preguntar en preceptoría, o mejor todavía, llamar a sus padres. Tal vez ellos sepan los nombres que les pusieron…
Algunos días después, llegó un golpe de suerte, una oportunidad de que todos nos relajemos un poco. Siempre se suelen hacer solicitudes de viajes a lugares que están en la capital. Pero, debido a que estamos lejos, como mencioné más arriba, esas solicitudes a veces no se aprueban, o la aprobación llega demasiado tarde. Y este fue el caso. La directora me informó que el curso del año anterior, había hecho una solicitud para ir al museo de ciencias naturales. Pero que esta aprobación no había llegado si no hasta ahora. Desventajas de vivir, en el interior de la provincia. Así fue, como mis alumnos y yo, nos ganamos un viaje al museo. Tuvimos varias dudas de como nos íbamos a organizar. El viaje era largo, y la cantidad de horas que íbamos a estar ahí, era equivalente a las que teníamos de ida y vuelta. Un desastre. Pero bueno, como dicen, a caballo regalado…
Debido al escaso personal que tenemos en la escuela, no se me pudo asignar un acompañante. Pero se les habló a los chicos para que me ayuden, y me acompañen en el museo, en caso de que lo necesite. También, habían especificado a través del ministerio de educación, que íbamos a hacer la visita, y que había una persona con discapacidad. En fin, el día acordado nos reunimos bien temprano en la plaza central de la ciudad con los alumnos, y emprendimos viaje. Para la media mañana, teníamos unos alfajorcitos. Llevamos termos con agua caliente, y para tomar mate, café o té. Todo iba bastante bien, hasta que llegamos. Nos presentamos en la entrada del museo, di el nombre de la escuela y de donde veníamos, pero nos dijeron que no estábamos en la lista de escuelas que iban a visitarlo ese día…
—No, lamentablemente no, no están. Y mucho menos tenemos especificado que usted tenía una discapacidad. Le pedimos mil disculpas, pero no podemos ayudarla.
—¿Pero, y ahora que hacemos? No podemos volvernos. Vinimos de muy lejos. Pagamos el micro, llenamos todos los papeles. Le pido por favor que trate de darnos una solución.
—Está bien, déjeme ver qué puedo hacer. Espérenme un momento acá por favor.
La verdad, no se me ocurrió qué pudo haber pasado. Evidentemente hubo una falta de entendimiento entre el ministerio, la escuela, el museo… Nos quedamos en la entrada un rato, hasta que volvió, y nos dijo:
—Bueno, podemos dejarlos pasar, pero no vamos a poder asignarle un guía o acompañante. Le pedimos mil disculpas. No sabemos de quién fue el error, pero es lo único que podemos hacer.
—Está bien, no hay drama, yo me arreglo con los chicos.
—Bueno, pueden pasar. Acá les dejo un mapa del museo para que puedan circular por el mismo sin problemas. —Estiré la mano para agarrarlo, pero ya se lo había dado a la alumna que me hacía de guía.
Ingresamos, y comenzamos a recorrerlo. Había tratado de investigar todo lo que encontré sobre el museo, y sobre lo que presentaba en sus distintas secciones y muestras, para poder ir dándoles una clase, aunque sea resumida. Pero claro, yo contaba con que íbamos a tener guía, y no fue así. Y el echo de no tener un acompañante o asistente, complicaba las cosas todavía más. A medida que pasábamos por las distintas secciones, fui notando que se dispersaban. A veces se alejaban un poco de mí, y ya no podía verlos. El alumno que me acompañaba de repente era otro. Muchos no prestaban atención, o estaban con los celulares, o hablaban y se reían. Mientras intentaba dar la clase, me caían bollitos de papel en la nuca, y al darme vuelta, evidentemente no había nadie. Intenté llamarles la atención, pero claro, era muy difícil si no podía ver en donde, y qué estaba haciendo cada uno.
Así las cosas, llegamos al fin a una de las secciones más conocidas del museo; la de los dinosaurios. Todos se quedaron callados. Empezaron a prestar atención. Pude empezar a explicar todo lo que sabía, todo lo que había estudiado. Logré llegarles con un tema que, al parecer realmente les interesaba. Estaba impresionada. Jamás me había sucedido esto con este curso. Sentía que, tal vez, a partir de ahí, las cosas podrían empezar a cambiar.
—¿Disculpame, estás estudiando? —Me dijo una señora mientras me tocaba suavemente el hombro para no asustarme.
—¿Quién, yo?
—Sí… Bueno, lo que pasa es que te vi solita acá, y como estás con el bastón y hablando, no sé si estás estudiando o estás perdida.
—Ah… Sí… estoy estudiando, pero ya terminé. ¿Podría acompañarme a la salida por favor?
—sí claro, no hay problema, yo te llevo, quedate tranquila. Tenés que venir con alguien, no tenés que andar solita. ¿Vos andás solita para todos lados? No deberías, con lo peligroso que está todo. ¿No tenés quién te acompañe? ¿Te espera alguien afuera?
—No se preocupe, usted déjeme en los escalones de la salida, que yo ahí me arreglo.
—¿Segura? Bueno, si vos lo decís, está bien.
Llegamos, me dejó ahí, me dio más consejos de seguridad, y se fue. Me fijé la hora, y faltaba todavía media hora para que salgamos. Lo que creo que sucedió, fue que, despacito, calladitos y haciendo el menor ruido posible, se fueron del sector, mientras yo estaba hablando.
Quince minutos después, llegó el chofer del micro. Le expliqué la situación, esta vez sí, ya no pude ocultarlo. Me dijo que subiera, y me quedara tranquila. Que él iba a fijarse que todos salgan y suban al micro. Y así lo hizo. Un rato después, arrancamos. Me senté al fondo, y sin decir ni una palabra a nadie, comencé a escribir estas líneas que están leyendo ahora. Por último, cuando faltaba poco para llegar, me levanté de mi asiento, fui hacia el frente, y les dije lo siguiente:
—Saben chicos, cuando yo tenía su edad, no hace tanto tiempo tampoco, no se me cruzaba ni por casualidad por la cabeza, que iba a quedar ciega. Ni en lo más profundo de mi mente, me lo hubiese imaginado. Pero hace un tiempo, me encontré con esta realidad. Y, aunque intento enfrentarlo y sobrellevarlo de la mejor forma posible, entiendo que no todo depende de mí, como les dije el primer día. Las personas con discapacidad, somos capaces de hacer muchísimas cosas. Pero entendemos también, que para muchas otras, necesitamos ayuda. Esa ayuda, no precisamente tiene que venir de ustedes, claro que no. Pero si hubiesen facilitado un poco las cosas, este viaje, no habría sido en vano. Porque tienen que aprender a reconocer dos cosas. Primero, es el sacrificio que, tanto sus padres como la propia escuela, hacen para que ustedes puedan viajar, y conocer lugares y obtener conocimientos y experiencias que, de otra forma no podrían. Y segundo, que, discriminar y burlarse de alguien, ya sea por su discapacidad, o por cualquier otra razón, no está bueno. Porque así como se burlan de mí, tal vez, el día de mañana, aunque espero que no, puede que alguien más se burle de ustedes. El respeto, la comprensión, el entendimiento hacia el otro, es lo que va a hacer un mundo un poco más justo para todos, incluso para ustedes. No sé si voy a poder seguir dándoles clases. Pero espero, que esto que les digo, les sirva de algo. Espero que aprendan a respetar a los demás, pero también, y más importante todavía, a respetarse a sí mismos. Que entiendan que, cada pequeña acción, cada palabra, tiene valor, y que tiene consecuencias en las personas. Y que estas consecuencias, pueden ser tanto positivas, como negativas. Y el decidir como nos comportamos frente a los demás, y a las distintas situaciones que nos tocan vivir, depende exclusivamente de cada uno de nosotros. Muchas gracias.
Lenguaje inclusivo, o personas excluyentes
Mucho se ha hablado en este último tiempo del lenguaje inclusivo. Aunque se lo ha atacado de muchísimas formas, hay 2 que, particularmente, prevalecen por sobre las demás. La primera, es la referida a la posición adoptada por la RAE, Real Academia Española. Y la segunda, es a través de la comparación de la necesidad de incluir a las personas con discapacidad. En este artículo, pretendo desglosar y analizar ambas posturas, y brindar asimismo, algunas herramientas con las que podemos ser más inclusivos día a día.
Antes de comenzar quiero dejar en claro que yo no utilizo el lenguaje inclusivo por defecto. Esto se debe a que, no soy de la generación que lo está adquiriendo en su adolescencia, entonces me resulta mucho más difícil incorporarlo en mi uso cotidiano. Dicho esto, vamos a lo nuestro.
La RAE dejó bien en claro su postura al afirmar que el “todos” ya estaba incluyendo todas las expresiones de género al incluir también a “todas”. Sin embargo, los partidarios de su utilización, argumentan que, incluyendo al todos y todas, no estamos incluyendo a “todes”, es decir, a quienes no se identifican con ningún género, o sea, ni masculino ni femenino. ¿Pero, por qué deberíamos hacer caso a la RAE? ¿Alguna vez nos preguntamos si las palabras que utilizamos a diario, se encuentran aceptadas por la Real Academia Española? ¿No deberíamos ser nosotros quienes condicionemos el uso del lenguaje, y no al revés? Creo que para esto, deberíamos dejar que hablen les principales modificadores del lenguaje. Aquelles a los que nadie puede ni podrá rebatir, por mucho que lo intenten. Y como a mí me encanta contar historias, allá voy…
La maestra entra al salón. Los niños, entre curiosos y divertidos, la reciben sin prestarle mayor atención al principio, hasta que ella los saluda.
—¡buenos días!
—¡Buenos días señorita Claudia!
Ella se sienta, acomoda sus pertenencias, y comienza a hablar:
—Bueno, hoy vamos a hablar de un tema del que seguro algunos de sus padres habrán hecho algún comentario. Ya sea porque lo escucharon en la tele, porque tienen algún hijo o hija un poco más grande que ustedes, o porque lo escucharon en la calle. Esto es, el uso del lenguaje inclusivo. Muchas personas, dicen que no se debería usar, porque no está aprobado por la real academia española. ¿Pero, qué les parece si tratamos de reflexionar todos juntos al respecto?
—Yo nunca me fijé si las palabras que digo todos los días están en el diccionario. —Dijo una niña desde la cuarta fila.
—El diccionario está bueno para que sepamos como tenemos que hablar y escribir, pero después todos tenemos formas de hablar diferentes, porque venimos de otras provincias o países. Por ejemplo, yo vengo de Perú, y no hablo como ustedes. Hay cosas que no se dicen Igual allá. —Dijo otro de los niños, sentado en la tercer fila.
—Además, también existen distintas formas de hablar, dependiendo del lugar en donde vivamos. No es lo mismo alguien que vive en una villa, que en capital, o en la provincia de Buenos Aires. —dijo una niña pelirroja desde la última fila.
—O sea seño, por qué se hacen tanto problema, si cuando la gente habla de los homosexuales y eso, también usan palabras que ni deben saber si están en el diccionario. Por ejemplo, trava, travesti, trapito, travuco, maricón, maricona, marica, mariquita, puto, puta, torta, tortillera, trolo, trola… —Dijo el chico de la primer fila, justo al frente de la maestra.
La maestra quedó tan sorprendida ante semejantes declaraciones de sus alumnos, que decidió dar por terminada la clase, hasta después del recreo.
¿Qué quiero decir con todo esto? Bueno, 2 cosas. La primera, y que por el momento no tiene mucha relevancia, es que en este pequeño diálogo hay escondido un personaje del que van a tener noticias más adelante… Y la segunda, son las personas, las culturas y los propios países, quienes van modificando el uso de la lengua, de acuerdo a sus propias adaptaciones, usos y costumbres. Y, como plantean los niños, existen muchas palabras que usamos a diario, y que ni siquiera nos cuestionamos. ¿Entonces, por qué el ataque al uso del lenguaje inclusivo? Porque, básicamente, lo que les molesta a sus detractores, no es la modificación del lenguaje, si no, la inclusión en el mismo de la comunidad LGBTIQ+. Todo lo que se refiera a la inclusión y aceptación de la diversidad sexual dentro de la sociedad, les hace ruido a ciertos sectores reaccionarios como la iglesia, pero también, a aquellas personas que sienten desprecio hacia quienes no encajan en los parámetros denominados “normales”. Pero, el lenguaje inclusivo, no viene de grandes académicos, ni eruditos. Al igual que muchas modificaciones del lenguaje, viene de la juventud. De esta nueva generación de adolescentes que está tomando la lucha de la diversidad sexual, como propia. Y que quiere que en base a la aceptación, y el respeto hacia el otro, se construya de a poquito, una sociedad más inclusiva. Una sociedad que sabe que, la mejor forma de vivir, es dejando ser feliz a los demás, y respetando sus formas de vida. Y esta generación, le pese a quien le pese, llegó para quedarse.
La inclusión, la discapacidad y la diversidad sexual
Hace poco, se hizo viral en internet una publicación de facebook llamada “Inclusión de cotillón”, en la que un padre, indignado por la utilización del lenguaje inclusivo de un bar, le hizo saber a la moza que lo atendía, que el establecimiento no estaba siendo inclusivo en realidad, porque no contaba con asistencia para personas con discapacidad. La publicación fue replicada en diarios nacionales, por lo que es fácil de encontrar. Más allá de las razones personales de este señor para indignarse por la falta de accesibilidad para 2 de sus familiares que, debido a sus discapacidades, necesitarían adaptaciones para que el local estuviese apto para que ellos concurran, y, más allá incluso, de la falta de accesibilidad con la que las personas con discapacidad en general nos encontramos en la mayoría de los edificios y establecimientos tanto públicos como privados que nos toca visitar, creo que la discusión, es mucho más amplia todavía.
Esta persona, al comparar el uso del lenguaje inclusivo con la discapacidad, no hizo más que llevar al ámbito digital, una discusión que se viene dando desde hace tiempo. Ya una profesora de primaria, a fines del 2018, me planteó que antes de fomentar, promover, y difundir el uso del lenguaje inclusivo, sería mejor que se enseñe el uso del sistema braille. Al salir esta discusión a la luz, escuché que se debería enseñar, además de braille, LSA (Lengua de Señas Argentina) y RCP, entre otras cosas.
También, empezaron a hacerse visibles las enormes carencias de accesibilidad del sistema. Desde la falta de boletas en braille para votar, la falta de rampas para discapacitados motrices en infinidad de lugares, la dejadez notoria en el mantenimiento de calles y veredas en muchísimos barrios y ciudades, etc. ¿Pero, es realmente factible culpar, o siquiera atacar al uso del lenguaje inclusivo por todas estas dificultades, que ya venían de muchísimo antes de que este se popularizara? No, yo creo que no. Es más, incluso, hasta me cuesta llegar a relacionar una cosa con la otra. ?Por qué? Bueno, porque creo, en primer lugar, que hay un error de conceptos.
El relacionar directamente la palabra inclusión con la palabra discapacidad, es sin duda una práctica peligrosa. Supongamos que tenemos que dar una charla para un grupo de estudiantes de una escuela secundaria, que vinieron de viaje. Ahora, resulta que estos estudiantes vienen de una escuela en… no sé, Paraguay. Para dar esta charla, deberíamos contar con un traductor Guaraní, ya que, en Paraguay, es el segundo idioma más hablado del país. O sea, podemos hablar en español, pero tenemos que comprender, que tal vez no todos nos entiendan. Sobre todo, si provienen de zonas rurales, que es en donde el uso del guaraní es más cerrado. Lo mismo se puede aplicar a cualquier otra situación, con cualquier otro idioma. La pregunta acá es: ¿Al contemplar el uso de otra lengua, no estamos “incluyendo” también? ¿Cual es la diferencia entre esta “inclusión” y la de las personas con discapacidad? Conceptualmente, ninguna. Si programás una aplicación, o desarrollás un sitio web para personas con daltonismo, o con una interfaz sencilla para personas mayores, estás incluyendo. Si adaptás un artículo en un medio para que puedan leerlo personas con un vocabulario más coloquial, estás incluyendo. Si te acercás al micrófono o hablás más alto para que las personas del fondo te escuchen, también estás incluyendo. ¿Entonces, si alguien te pide que te refieras a “elle” con la “e”, en lugar de tratarle de él o ella, por qué no deberías incluirle?
En segundo lugar, claro que sería maravilloso que se enseñen el sistema braille, LSA, y RCP. Pero, acá el problema no es solo cuestión de intercambiar una cosa por la otra. Para la utilización del lenguaje inclusivo, no se debe hacer más que tener la decisión de utilizarlo. Para la enseñanza de un sistema de lectoescritura diferente, debe haber políticas educativas que garanticen la capacitación y los materiales necesarios, los espacios curriculares dentro del propio horario escolar, para no añadir más horas a las que tienen que cumplir tanto maestros como alumnos, y, aunque esto pueda generar debate, tiene que haber una necesidad particular que requiera ese aprendizaje. Es decir, realmente, sin tener una persona con discapacidad visual cercana, es muy poco probable que cualquier otra persona tenga que utilizar el sistema braille. Distinto es la lengua de señas, ya que este es directamente un medio de comunicación mucho más usable, porque es la única forma en la que nos podemos relacionar de forma inmediata, con quienes no pueden hablar. Aún más necesario, es el RCP, ya que es realmente imprescindible para poder asistir a cualquier persona en casos de emergencia. Pero como dije, estas cuestiones tienen que estar garantizadas en el sistema educativo del estado, y nada tienen que ver con el uso o no, del lenguaje inclusivo por parte de cualquier ciudadano, institución pública, o incluso organismos no gubernamentales. Porque, básicamente, no se debe destinar ningún tipo de presupuesto para su utilización.
En tercer lugar, al separar la inclusión de las personas con discapacidad del lenguaje inclusivo, no estamos teniendo en cuenta 2 cosas. Primero, que, por ejemplo, en braille, también se puede escribir “todes” o “todxs”, porque las letras, también existen. De hecho, este artículo lo estoy escribiendo con un teclado braille, del cual voy a hablarles más adelante. Y segundo, que, para quienes no lo saben, también existe la diversidad sexual dentro del mundo de las personas con discapacidad. Sin ir más lejos, yo soy una mujer trans, y soy ciega. También conozco a un varón trans, a homosexuales y lesbianas. Todavía no conocí a alguien no binarie, pero si le llego a conocer, voy a tener en cuenta tanto su discapacidad, como la forma con la que se siente cómode que le trate, al igual que la mayoría de las personas que conozco y que me cruzo, hacen conmigo.
Por último, claro está, que el uso del lenguaje inclusivo no hace que las personas trans, y la diversidad sexual en general, tengan garantizados todos sus derechos, ni mucho menos. Así como tampoco, la enseñanza del sistema braille lo haría para las personas con discapacidad visual. Muchos derechos de ambos colectivos están siendo vulnerados incluso hoy en día, y con los avances que ha habido. El cupo laboral trans, el cual no fue reglamentado en muchas provincias, el cupo del 5% para las personas con discapacidad, el cual si bien sí está reglamentado, en muchos casos no se cumple, entre otros. Siempre se requiere que posean experiencia, determinados conocimientos, etc. Pero no se contempla que en muchísimos casos, y por diversas razones que van desde falta de conocimiento de los padres sobre las cosas que pueden hacer sus hijos con discapacidad, hasta el hecho de que tal vez por tener familia, no hayan podido capacitarse como es necesario para el mercado laboral actual. Aún así, como para el resto de la sociedad, el tener un título o una carrera en curso, tampoco te garantiza conseguir un trabajo. Mucho más difícil es para las personas con discapacidad, en la que siento que hay una especie de discriminación indirecta. Para las personas trans, quienes en muchos casos no han podido siquiera terminar sus estudios primarios, la situación es más preocupante todavía, ya que, en la mayoría de esos casos, el único camino en el que han encontrado la forma de ganarse el pan, es la prostitución. Cierto es, que en la actualidad, muchas cosas están cambiando. Pero todavía nos falta un largo camino por recorrer, tanto como sociedad, como a nuestros gobernantes, como a nosotres como individues.
Algunos tips sobre cómo incluir
Ya que se viene hablando de la inclusión de las personas con discapacidad, Hay tantas formas de incluir, como personas con discapacidad. Y, dependiendo del tipo, seguro hay más de una forma en la que se puede incluir. No voy a hablar de todas, porque esto ya se me hizo muy largo, porque son muchísimas, y porque no las conozco a todas, pero sí voy a mencionar algunas referentes a la discapacidad visual. Creo que todes aquelles que estén realmente interesades en contribuir a que la vida de quienes tenemos una discapacidad visual sea un poco más sencilla, podrían, simplemente, adoptar ciertas prácticas que, si bien no son fundamentales, sí nos hacen participar en mayor igualdad, a la hora de formar parte de grupos de personas que ven. Primero, una app que sí es muy útil, y que creo que estaría bueno que todos instalen, es “Be My Eyes”. La info está en el artículo, así que no necesito comentarles más al respecto. Por otro lado, cuando envíen imágenes por whatsapp, una vez enviadas, pueden añadir descripciones de las mismas, y copiar el texto, en caso de que sean memes, para que podamos entender de qué se trata, y reírnos también. En cuanto al resto de las redes sociales, tanto twitter, como instagram y facebook, tienen la posibilidad de añadir texto alternativo a las imágenes. El texto alternativo, aunque no se ve, sí es leído por los lectores de pantalla tanto para celulares como para computadoras. ?Cómo se hace? Bueno, eso les queda como tarea para el hogar, hagan de cuenta que volvió la maestra.
Personas excluyentes
A lo largo de este artículo, intenté expresar la forma en la que se excluye, queriendo incluir. En este sentido, me permito cuestionar qué es lo realmente cierto y qué no en este nuevo interés por la inclusión de las personas con discapacidad. Los tips que pasé anteriormente, y con un tono medio irónico, sintetizan una realidad bastante frecuente dentro de la sociedad. Es la dificultad de entender que para exigir, también tenemos que contribuir con algo. Ese algo, claro está, no tiene que ser, necesariamente, uno de estos tips. Pero sí, lo que intento demostrar, es que exigirle a una moza que haga al bar en el que trabaja inclusivo, es contraproducente, si no intentamos incluir por nuestros propios medios, y por supuesto, con los conocimientos que nos ha dado la experiencia, sin atacar el tipo de inclusión que este lugar ya utiliza. Claro está, que usar estos tips no te hace totalmente inclusivo, y que el no usarlos, tampoco te hace totalmente excluyente. La decisión de incluir de una forma u otra, está en cada persona. Tal vez alguien, aunque lea este artículo, no se ponga a describirme imágenes en whatsapp, pero sí me acompañe cuando necesito ir a algún lado, me espere en un lugar cuando no sé como llegar, o me avise que me dejó el mate al frente.
No podemos ser totalmente inclusivos, pero sí podemos ser cada vez menos excluyentes, incluso yo misma. Es cuestión de ir mejorando día a día, y como mejor nos sea posible. Porque, con la exclusión, se puede aplicar el mismo concepto que se le aplica a la presunción de inocencia. Todas las personas somos excluyentes, hasta que se demuestre lo contrario.