Crónica de una marcha anunciada


Todos sabíamos que iba a pasar. Pero no sabíamos ni el cómo ni el cuándo. Por eso cuando finalmente pasó, fue como si nos hubiesen puesto un resorte en el culo. O bueno, otra cosa. Ya que tanto asquito les da.
Así, de la nada, más de quinientas mil personas solo en la ciudad de Buenos Aires, más de un millón y medio en todo el país y más las réplicas en las capitales de varios países del mundo, nos juntamos este sábado primero de febrero para decir NO. No al retroceso en derechos humanos. NO a volver al closet. NO al retroceso en calidad de vida. Porque “sean eternos los laureles que supimos conseguir” dice nuestro himno nacional. Y más allá de cualquier diferencia política, lo que primó este sábado fue un concepto bien claro y contundente: “marcha antifascista y antirracista.” Porque es claro que los discursos discriminatorios son en primera instancia eso. Seamos realistas, ¿a quién le jodemos la vida con la ley de identidad de género? ¿Con el cupo laboral travesti-trans, con el cupo laboral para personas con discapacidad, con el DNI no binario? A nadie. “Ah, pero no queremos pagarles con nuestros impuestos…” sí, claro. Como si nosotres no pagáramos impuestos. No tengo que volver a repetir en esta entrada lo que me he cansado de decir en múltiples oportunidades. La situación del 85% de las personas con discapacidad y del 90% de las personas trans, es más que deplorable. Si acaso, un 5% y un 1% respectivamente, no hacen más que ser una dádiva (en los casos en los que se cumple) para con lo que el estado en realidad nos debería garantizar como habitantes del suelo argentino, como reza el artículo 14 bis de nuestra constitución nacional. Pero además, las leyes no deberían ser retroactivas. Pero además, las convenciones internacionales sobre derechos humanos tienen carácter de ley según también la constitución nacional de 1994. Entonces, ¿qué estamos discutiendo? ¿Discutir? ¿Yo? Yo no vengo acá a discutir. Yo vengo a hacer lo mismo que hicimos el sábado. Yo vengo a exigir que mínimamente se nos respeten los derechos ya conseguidos. Que se nos garantice a todes por igual la misma calidad de vida. Las mismas oportunidades. Solo así la igualdad ante la ley, va a ser la igualdad ante la vida. Pero mientras eso no suceda, acá vamos a estar las minorías, disidencias y demás actores sociales para decir: basta. Hasta acá llegaron. Porque no vamos a permitir que se vulneren no solo nuestros derechos sino además los de las generaciones por venir solo porque al gobierno de turno se le ocurre.
Ese sábado no fue uno más. Fue un sábado distinto a todos los que he vivido. Fue una marcha distinta a todas las que había ido. La enorme cantidad de autoconvocades de distintas ONG, partidos políticos y personas apartidarias, fue impresionante. Tuve el placer de marchar junto a personas con discapacidad que nos pusimos al frente de la lucha para decirles que nosotres también estábamos siendo afectades por sus políticas y sus dichos de odio. Como si les discapacitades no cogiéramos. ¡pero por favor! Pero además, marchar junto a las trans históricas, a mujeres que habían sobrevivido a la dictadura y a los edictos policiales en democracia, fue un enorme placer. Chiques, estuve marchando al lado de Marlene Wayar. El resto es historia pura y dura.
Las fotos pueden verse a lo largo y ancho de las redes sociales y de los medios. Fuimos entrevistades por agencia presentes y por tiempo argentino en el que estamos junto a grandes referentes del activismo LGBTIQ+. Pero esto no se trata de autobombo ni nada que se le parezca. Esto se trata de sensaciones, de sentimientos. De intentar explicar el porqué de la necesidad de esta marcha y de las futuras que tenga que haber para que no se salgan con la suya. Pero mi gran dilema, a mí que tantas veces me han sobrado las palabras, es cómo explicar aquello que te causa tanta emoción. Algo tan grande que no llegás a dimensionar en el momento. Quizás no baste con decir que conocí a personas maravillosas que me hicieron volver a creer en la humanidad. En la gente. En que si estamos todes juntes tirando para un mismo lado, las cosas pueden salir adelante. Mi hermano tiene una canción que dice: “No me importa la camiseta que lleves si por adentro no la podés defender.” Y es justo eso. Porque estoy en el medio de un choque de generaciones. Por un lado las históricas. Gente que tuvo que soportar cosas que no puedo llegar siquiera a imaginar. Y por el otro las nuevas generaciones. Cuando veo a las niñeces hablando de su identidad libremente, a les maestres dándoles apoyo en las escuelas, a les mapadres, o pamadres, o xadres, o como cuernos le queramos decir porque el lenguaje es del pueblo, y no de unos tipos aponchonchados (sí acabo de usar una palabra inventada por mí, vengan de a miles) en sus sillones al otro lado del océano atlántico, me digo a mí misma que, sí. Tenés que salir por ellas. Porque si ellas y las que se fueron no hubiesen puesto el cuerpo, sudor y sangre, vos no estarías acá escribiendo desde tu computadora un lunes a las 20:44 de la noche. Tenés que salir por vos. Porque hoy hace apenas 2 meses que cumpliste uno de los objetivos más importantes de toda tu vida en cuanto a tu identidad de género (solo para entendidos y para quienes me vean en fotos XD) y tenés que salir por elles. Por les que vienen. Porque los derechos que tenés vos ahora, elles también tienen que poder disfrutarlos sin que nadie les reprima. Sin que nadie les venga a decir cómo deben vivir, ser, llamarse o vestirse. Por infancias libres de todo prejuicio y discriminación. Y por eso voy a seguir gritando junto a todes en nuestra histórica plaza de mayo: “MARICONAZOS SÍ, MARICONAZIS NUNCA.” Porque al fascismo no se le habla. Se lo combate. Y eso es lo que vamos a hacer. Nunca más al closet. Nunca más les trans al calabozo. Nunca más les discapacitades pidiendo dádivas que no alcanzan siquiera para vivir dignamente. “Señor, señore, señora, no sea indiferente. Porque esta lucha es de todos, de todas, de todes; pero principalmente del pueblo, de la gente.”
Hasta prontito, nos vemos en las calles las veces que haga falta, y las que no haga falta también.
Trabajar no es un privilegio, es un derecho. Exijamos nuestro derecho a un trabajo digno.
La identidad de género es un derecho humano básico. No dejemos que nos lo arrebaten.
Quienes podemos un poquito más, debemos poner de nuestra parte para que quienes no, tengan las mismas oportunidades y posibilidades de crecer en ambientes sanos y seguros libres de discriminación de cualquier tipo.
La discriminación positiva también es discriminación. Pero no como lo plantean ellos. Discriminación positiva es exigirnos trabajar en igualdad de condiciones cuando las mismas no están dadas para cumplir con ese cometido. Es decir, las personas trans no tuvieron las mismas posibilidades de capacitación que las personas cis. Así mismo el concepto puede aplicarse a las personas con discapacidad. El hecho de que haya cupos y leyes de igualdad de género es dar a las minorías la oportunidad y la posibilidad de ser partícipes de trabajar, de formar parte activa de la sociedad, rol que durante añares se les ha sido relegado. Porque lo realmente incapacitante, excluyente, discriminatorio, es el propio entorno. A mayores oportunidades, mayores modificaciones edilicias, mayor accesibilidad al conocimientos y a los recursos necesarios para el buen desempeño de cada persona independientemente de sus condiciones particulares, menor es la diferencia para con sus pares. Pero esto no se logra retrocediendo en lo ya obtenido. Sino, por el contrario, mejorando lo que ya existe. De nada sirve quitar el 5% de cupo laboral para personas con discapacidad si esas personas continúan sin tener trabajo. De nuevo: “El trabajo no es un privilegio. Es un derecho.” Es algo que todes tenemos que grabarnos en la cabeza. Solo así vamos a llegar a comprender cuán importante es la lucha que estamos dando.

Sororidad — Crónica del #8M

Los gritos que no se escuchan. Las caras que no se ven. Los abrazos que no se dan o los pies que no tocan el suelo. Pero todo eso existe y se siente. Sí, se siente. Aunque yo no pueda ver, o ella no pueda escuchar, o ella no pueda caminar. Aunque tengamos que usar bastones, sillas de ruedas o audífonos. Aunque seamos diferentes. Sí, muy diferentes. Hay algo que nos une a todas, todos y todes sin distinción: La sororidad.

Imagínense cuánto daño tienen que hacerte las personas para que llegues a dudar de tu propia identidad. Para que llegues a cuestionarte lo que tantos años te costó conseguir. Lo que por tantos años intentaste construir para tu vida.

Este no fue un 8 de marzo más por varias razones: La situación social, política y económica actual en la que se retrocede en derechos para las minorías y disidencias. Personas con discapacidad y trans despedidas sin razón alguna. Precarización económica y laboral de las mujeres. Vaciamiento y desguace en general del estado dejando a miles de familias sin trabajo. Aumento del coste de vida a tal punto que empresas y negocios cierran. Al punto de que la gente saca préstamos, usa tarjetas o intenta conseguir ingresos extras para poder comer o llegar a fin de mes. A tal punto que los comedores populares se quedan sin alimentos. A tal punto que se dejan de entregar medicamentos a pacientes oncológicos. A tal punto que muchas personas tienen que decidir qué medicamentos pueden comprarse y cuáles no. A tal punto que los alquileres se van por las nubes dejando a familias realmente en situación de calle. A tal punto que hay un desprecio por la pobreza, por la vida humana pocas veces visto en la historia de este país. A tal punto que el presidente discrimina, grita, insulta y desmerece a personas u organizaciones solo por opinar distinto. Les dije en una entrada anterior que nuestros derechos eran innegociables. no me creyeron, no me hicieron caso, no me escucharon. Insultar sin argumentos, sin un debate enriquecedor y una mente abierta parece ser la nueva forma de hacer política en estos días.

Sé que esto puede parecer la queja de una niñita caprichosa y enojada. ¿Y qué? ¿Alguien tiene algún problema con eso? Alt+F4, CTRL+w o el botón de cerrar pestañas en el navegador solucionan el problema fácilmente. No se queden si no quieren, no se queden que nadie los obliga. Si algo no me interesa, no lo leo, no lo escucho. Pueden hacer lo mismo.

Pero en fin. Eso no es todo. Muchas veces a las personas trans nos cuesta expresar nuestra identidad frente a los demás por miedo al desprecio, a la discriminación. Pero eso es al principio. Cuando vas adquiriendo confianza vas dejando todo eso atrás. Te das cuenta que, sí, no sos una mujer como las demás. Sos una mujer con pene. Sos una mujer con apariencia masculina. Que si bien nadie tiene por qué asumir tu género sí deberían respetarte o preguntarte cuál es tu pronombre. Pero sos una mujer. Y de eso no te tendría que caber ni la menor duda…

Cambiaste muchísimo. No sos pero ni por asomo la persona que eras hace 10 años. Detalle no menor. No recuerdo la fecha exacta, pero 2014 fue la primera vez que fui a la psicóloga y le dije… Bueno, lo que está en la entrada más leída del blog. Lo que seguro todos o almenos la mayoría ya leyeron, si me vienen siguiendo desde hace rato o si se pasaron por aquí hace poquito.

Este viernes 8 de marzo me desperté con ganas de mirarme al espejo. Lo bueno es que tengo uno en el baño de mi casa. Lo malo es que no veo. Lo bueno es que podría intentar usar la aplicación con IA para sacar una foto y saber qué me devuelve. Finalmente no lo hice. ¿Por qué? No lo sé. Por miedo, ¿quizás? ¿Y si los demás tienen razón? ¿Y si no soy un hombre porque tengo actitudes, ropa y formas femeninas? ¿O si nunca fui ni voy a ser una mujer porque no tengo vajina, no menstrúo, tengo una voz masculina y me crecen pelos en la cara todavía?

Quizás se preguntarán cómo llegaste a esa conclusión. Qué fue lo que te hizo tanto daño como para llegar a dudar de vos misma. No puedo ni quiero contarlo. Ya el hecho de recordarlo todo y tenerlo presente en mi mente es suficiente para mí. Pero sí quiero contar que durante un tiempo bastante considerable, no sentí que tuviese un lugar de pertenencia en esta sociedad. Como si el país, no fuese hecho para mí, igual que no lo fue para Alicia.

Me hice el desayuno, trabajé como todos los días, mientras arreglaba con mi amigue cómo íbamos a ir y con quién o con qué orga. Porque la idea no era ir soles. Era bastante peligroso, según decían. Finalmente, nos anotamos para ir con Orgullo Disca. Tomamos las precauciones recomendadas y quedamos en encontrarnos allá. Estuvimos en contacto entre nosotres y con la gente de la orga. Finalmente, cuando estaba llegando me encontré a parte de les chiques yendo al escenario principal y me fui con elles. Mi amigue se quedó en el lugar de la ranchada, y la verdad, le costó mucho llegar.

La energía que se sentía era impresionante. Los gritos, los cantos, la gente, la lectura del documento con intérprete de lenguaje de señas.

Una vez finalizado, desconcentramos y fuimos al lugar de la ranchada. Durante y después de la marcha, me crucé con chiques que conocía y otres que no. Se armó un lindo grupito de camaradería, de complicidad, de sororidad.

Entre varias personas nos fuimos juntando para no volver soles. Ahí conocí a alguien muy especial que me cayó súper bien. Pero no tengo por qué contar eso…

Por último, terminamos con mi amigue yendo a una parrilla a festejar un lindo 8M, a su casa a charlar de la vida como siempre y a tomar un tecito a las 12 de la noche. Sí, un tecito.

Y ahí lo entendí. Ya saben, en su momento Me Lo Dijo el Tigre. Pero ahora me lo dijeron miles de personas en las calles. No estás sola. Nadie está sole. Si nos tocan, nos acosan, abusan de nosotres, nos violan o nos matan, nos cuidamos entre todes. Porque ninguna persona puede condicionarme. Nadie puede venir a decirme quién soy o a dudar de mí. Tengo los mismos derechos y merezco las mismas consideraciones que el resto de las personas, de las mujeres. Y porque aunque no se hable de ello, hay personas abusadoras, violadoras, manipuladoras y violentas con discapacidad. Y hay personas que sufren, sufrimos alguno o varios de esos tipos de agresiones y que también tenemos una discapacidad.

Nota: Aunque esta entrada terminé de escribirla una hora antes de su publicación, decidí programarla para que se publique justo el 12 de marzo. ¿Por qué? Acá está la respuesta. Muchas cosas cambiaron desde entonces. Mi vida, mi forma de escribir, mi vínculo con las personas. Pero hay algo en mí que sigue intacto: Soy transfeminista, socialista, interseccional. Y nunca nadie va a cambiar mis ideas y convicciones. Siempre voy a luchar por un mundo más justo e igualitario para todos, todas y todes.

Me Lo Dijo el Tigre


Me Lo Dijo el Tigre. El viaje. Mi psiquiatra, mi psicóloga, mis amigas. La arena y el río. Me lo dijo el flaco Spinetta. Me lo dijo ella, me lo dijiste vos, me lo dije yo.
“YA DESPIÉRTATE NENA”, gritaste y parecía como si me lo hubieses gritado a mí. Me lo dije yo cuando me quedé sin habla durante el tiempo que duró tu interpretación. Se lo dije a mis compañeres de viaje cuando hice algo que nadie se esperaba que hiciera. Ni siquiera yo misma. Te acercaste pasando la gorra y mientras elles debatían con cuánto iban a colaborar, yo no dejaba de pensar si realmente quería hacerlo o no. Pero te acercaste: “Disculpame, ¿te puedo decir algo? Ay sí”, me respondiste. “Nunca hice esto y es probable que no volvamos a cruzarnos jamás en la vida. Pero me gustás. Ay, gracias”. Respondiste mientras nos imaginaba coloradas como un tomate a las dos.
Dejé de buscarle una explicación a las cosas que me acontecen. Entendí que tengo una vida intensa. emocionalmente fuerte. Que no dejan de pasarme cosas buenas, malas e intermedias. Es difícil dejar ir a alguien, hacer un duelo y terminarlo cuando por alguna razón que no llegás a comprender, todo te la recuerda. Pero las personas van y vienen. A veces ni siquiera llegás a comprender ese proceso. Es como el tábano que pica al chico con el que te cruzaste pocas veces y con el cual llegaste a tener charlas muy profundas en tan solo dos días.
Es el tren Mitre desde Retiro a Tigre. Es la lancha que no nos quiere llevar pero en la que terminamos subiendo. O creo que era otra, no lo sé. Es el tipo de la entrada de la playa dándonos explicaciones. Es la gente de bien que te da una mano. Es mi tesorito preciado jugando en el río y la arena como si no existiese nada más maravilloso en el mundo. Es la señora que nos dice yo acompaño a los hombres al baño de varones y yo diciéndole: “Bueno entonces nosotres vamos al de mujeres. Mi tesorito, mi amigue y yo. Es la señora y la nena mirándome con cara de orto en el baño cuando con la malla puesta me agaché a guardar algo en la mochila. Es la otra señora en la misma escena mirándonos a les tres con ternura. Es el único hombre del grupo esperándonos cada vez que íbamos a cambiarnos o al baño solamente.
Es mi amigue subiéndose en el tren después del nuestro, y el chico por vivir más cerca llegando antes. Es nosotros tres antes de que llegue mi amigue desayunando en Starbucks y cuando llega elle salir corriendo por tener miedo de no llegar a la lancha. Es la proveeduría en donde pagamos por transferencia con la zona wifi de la señora que atendía porque con nuestra compañía de teléfono no teníamos señal. Es la mesa donde nos sentamos a comer. Es el señor que nos dijo que por ser ciegos tengamos cuidado con la escalera. Es la gente hablándole a Tesorito todo el tiempo como si por ser la única que veía a pesar de ser la más chiquita se tuviese que hacer cargo de nosotres tres.
conversaciones profundas. Confesiones. llanto, risa, juegos, mate, comida, abrazos, hierba, yerba. Una señora alcanzándonos una mesa y sillas. Mi amigue y yo turnándonos para jugar con Tesorito en el río y no descuidar las cosas. Son los candaditos con iniciales que no le pude comprar y también la cadenita con la piedra que le compró mi amigue. Churros sin tacc, alfajorcitos de maicena, comida sin tacc, y el agua caliente más cara del mundo, o eso nos pareció. Es la música de la gente que tenía prohibido usar parlantes. Son los mensajes de whatsapp llegando y enviándose muy esporádicamente por la falta de señal. Es el río plano, la arena caliente, el sol quemándonos los pies. Es la mugre que nos lavamos en las duchas o ir al baño para sacarnos la arena hasta de donde te imagines. Es les tres contándonos cosas súper fuertes mientras Tesorito jugaba cerca y yo le gritaba cada 5min o menos para saber cómo estaba.

Es Tesorito teniendo miedo de las olas grandes que probocaban las lanchas, botes y barcos que pasaban cerca por el río del otro lado de las boyas de seguridad. Soy yo sujetando a Tesorito para que no se caiga y se asuste. Es su intensidad, su cariño, su amor, sus caprichitos, su ansiedad, su inacabable energía. Es correr a guardar las cosas e intentar convencer a Tesorito de que nos teníamos que ir porque si perdíamos la lancha nos quedábamos ahí hasta el día siguiente. Es el chico al que se le rompieron las ojotas en una salida anterior y ahora andaba con pantuflas para todos lados porque le había dado paja comprarse unas. Es la vuelta. No a casa, sino a lo de mi amigue.

Es volver en lancha y sentarnos atrás de todo, estirar las manos y tocar el agua cuando el traquetear de la misma la elevaba hacia nuestros brazos. Son los videos, las fotos, la gente, la buena onda de todos los empleados del lugar. Es el guitarrista tocando canciones bonitas entre las que estaba “Bajan” de pescado rabioso, y la premonición implícita de que te aparecerías en el viaje de regreso. Y subimos al tren, nos fuimos. Apareciste. Me Lo Dijo el Tigre, Me Lo Dijo el Mitre, Me Lo Dijo mi amiga del otro lado del whatsapp, Me Lo Dijo el psiquiatra. Generalmente las personas no cambian. Es ella tan integrada en mi mente como si siempre hubiese estado ahí. Es ella, son ellas, son cada una. Pero no sos vos, no soy yo. Y lo dije, te lo dije, Me Lo Dije. Y el transcurrir del tiempo y el espacio se modificaron. Tanto así que nos dimos cuenta que estábamos llegando a Nuñez cuando ya estábamos ahí. Y corrimos. Y Tesorito y yo bajamos. Pero elles no.

Me Lo Dijo el bastón de mi amigue atrapado en las puertas del tren. Me Lo Dijo Tesorito asustada y dándose cuenta de que estábamos solas en una estación en la que había muy poca gente, sin saber para donde ir y con la mochila de mi amigue en las manos. Se lo dije yo cuando recordé que por haber empezado a usar una app de entrenamiento el teléfono se me había quedado sin batería. Se lo dije yo cuando entendí que elles seguro bajaban en la estación siguiente y volvían. Buscamos una salida, pedimos ayuda y cruzamos al otro lado. Con el teléfono de ella llamamos a mi amigue y efectivamente comprobamos que eso iban a hacer. Fueron elles llegando en el siguiente tren con destino a Tigre diciendo que iban a denunciar la pérdida de la mochila a la policía cuando en realidad la teníamos nosotras. Fue la policía haciéndose eco del supuesto robo y yo explicando lo que pasó. Les pedimos indicaciones y salimos.

Caminamos unas cuadras y entre calles y avenidas había de pronto seis personas indicándones donde teníamos que tomar el bondi. llegamos, lo tomamos, viajamos y bajamos. Pedimos ayuda para cruzar balbín a un chico que tenía de buena onda lo mismo que de imprudente y que por su descuido y la irresponsabilidad de los automovilistas estuvieron a punto de atropellar a Tesorito. Pero mis reflejos, intuición o como quieras llamarlo hicieron que la lleve hacia atrás del brazo y la salve.

Es la vereda, el edificio, el ascensor, el departamento, el perrito, la música, la comida, la yerba, la hierba, las charlas, son ellas. Sí, ellas. Formando tan parte de todo, de mí. Es la tortura, el ataque constante a mi psiquis con la crueldad alegre y placentera que solo pocas personas tienen la capacidad de lograr. Es Tesorito reclamándome que me vaya a dormir con ella. Somos Tesorito y yo buscándote. Google, youtube, con solo dos datos: Tu nombre y que cantabas en el tren. Videos, un comentario tuyo, tu canal, tu usuario. Tu instagram, tu música en spotify. Sos vos diciéndome: “Dejame gritar. ¿Por qué me querés apagar? ¿Qué te incomoda? Que sea yo misma te hace temblar”. Soy yo diciéndoselo a todo aquel que quiera escuchar y que quiera sentirse tocado/a por la frase.

Son Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat, Ismael Serrano, María Carrasco, de esa noche. El mate, los churros y medialunas del día siguiente. La charla sobre política, trabajo, economía, sindicatos, discapacidad. Son los machirulos y las feminazis. es turnarnos la noche anterior para bañarnos ni bien habíamos llegado. El matambre a la pizza, la parrillada que nos sobró, es Tesorito contra el pollo. Es el loco del taxi que al volver para casa iba a los santos pedos y que casi choca. Somos nosotros/as/es subiendo la escalera cinco pisos para quemar calorías. Somos Tesorito y yo olvidándonos mis ojotas y no recuerdo qué más en la casa de elle.

Sos vos quizás leyendo todo esto y preguntándote realmente quién es esta loca de mierda. Son ellas diciéndote que, sí, la conocemos. Sabemos quien es. Es el rock nacional acompañando ese desayuno a las 12 del mediodía. Es el pop, el indie y de nuevo el rock. Son Charly y Spinetta rezando por mí, por vos, por todos, por todas, por todes. Soy yo intentando por quincuagésima vez sacarla de mi mente, de mi vida, de mi corazón. Soy yo entendiéndome, valorándome, queriéndome. Sabiendo que soy diferente, única. Ni buena, ni mala. Solo humana, solo una persona. Y que no me merezco que me traten mal, que me menosprecien. Sea quien sea y por la razón que sea. Que tengo mucha gente que me quiere alrededor y que me quiere ver bien.

Es el chico de las pantuflas mojadas y la remera al revés. Es le chique que organiza juntaditas lindas en su casa con un hermoso y cariñoso perrito. Es Tesorito con una infinidad de sentimientos y emociones tan grandes que jamás podría describir. Soy yo. Con mis virtudes, mis defectos. Mis aciertos, mis fracasos. Mis contradicciones, mis acuerdos. Me Lo Dijo el Tigre, el Mitre, la playa, la arena, el río, la gente, el perrito, les niñes, sus familias, Me Lo Dijiste vos, Me Lo Dicen mis amigas, mis pocos (y cada vez menos) amigos, Me Lo Dicen ellas, Me Lo Digo yo. Me Lo Dijo Charly, el flaco Spinetta, Fabiana Cantilo, Fito Paez. “Ya despiértate nena, y así verás, lo bello y dulce que es amar”.

Kata — KATALINA

Estoy yo acostada con mi gatita Kata sobre mi hombro. Ella es blanca y negra, con rayas grises.
Kata y yo

Con Ka. Como Kathy, como Katherine. Sí, porque soy así de rara. No sé exactamente en qué momento comencé a quererte. No sé si fue cuando decidí que ibas a venir, o cuando mi nena hizo hasta lo imposible por encontrarte, preguntándole a todo el mundo si tenían un gatito para dar en adopción, o si fue quizás cuando mi nene te trajo en colectivo y tren para que finalmente llegaras a mí. Solo sé que cuando llegaste, ya comencé a amarte. Fue a primera vista. Sí, como esos que tanto me gustan a mí. Como esos que llegan para dejarnos enseñanzas imposibles de borrar. Como aquel del año pasado. Como el amor hacia los hijos, imposible de describir con palabras. O el amor hacia los amigos. Aquellos que siempre están para darte una mano, un consejo, o tan solo para escucharte, para estar ahí cuando los necesitás. Esos amigos, esos amores, que quedan para toda la vida. Y así, llegaste vos a la mía. Así, llegué yo a la tuya. Te encontraron abandonada en la calle, y estabas enfermita. Ni bien llegaste, hice todo lo que estuvo a mi alcance para que te cures. Y ahora por suerte, ya estás muchísimo mejor. Sos cariñosa, sociable, muy comunicativa, divertida, y más o menos obediente. De a poquito vas aprendiendo las reglas de nuestra casa, pero también, a veces, te hacés un poquito la viva, y no me hacés caso.

Desde hace ya unos meses largos, se podría decir que casi un año, entré en un estado de depresión del que me fue imposible salir por mis propios medios. Soy consciente de que fue la separación de la que fue mi pareja durante un tiempo, lo que inició esa debacle, esa caída hacia los abismos más insondables de mi propia mente. Pero no fue lo único. Las cosas se tenían que suceder. Tenía que tomar desiciones importantes, que no podían esperar a que estuviese mejor. Hice lo que pude. Pero unos meses más tarde, me di cuenta que necesitaba más ayuda.

Estoy en tratamiento psicológico desde hace ya unos 9 años, si la memoria no me falla. Si bien con algunas idas y vueltas en el medio, se podría decir que en muchas formas, es casi ininterrumpido. Pero esta vez, cuando todo se me venía encima, y yo ya no estaba bien, decidí, como tantas otras veces, tomar el toro por las astas, y hacerme cargo del problema, y de todos los otros problemas, que estaban a mi alcance. Así fue, que como conté en una entrada anterior, el 23 de febrero de este año, comencé a vivir sola, por primera vez en mi vida. Pero esto, no fue todo.

Cuando empezás a sentirte fuera de la realidad, cuando empezás a creer que nada de lo que hacés tiene sentido, cuando todo te parece vano, casual… Cuando hacés cualquier cosa que puedas para pasarla bien, para entretenerte un rato, para olvidar aquellos pensamientos y sentimientos que te abruman, cuando te mirás en el espejo de tu mente y no te reconocés a vos misma, a la imagen de vos que das para afuera, es cuando tenés que pedir ayuda. Y así fue, como por primera vez en mi vida, empecé un tratamiento psiquiátrico. Así fue, como el doctor me dio licencia laboral. Así fue, como muy de a poquito empecé a ver mejoras, como empecé a recuperarme. Pero todavía faltaba camino por recorrer.

Es muy difícil, y en muchos casos un tabú, hablar de salud mental, hablar de estados de depresión, de angustia, de soledad, de tristeza. De entender que antes podías hacer muchísimas cosas que ahora no, porque tu mente no da para eso. Porque como dice charly: “pero a la vez, existe un transformador, que se consume lo mejor que tenés. Te tira atrás, te pide más y más, y llega un punto en que no querés”. Yo, llegué a ese punto. En el que no quería. En el que no podía, no sabía, no entendía. Y es que, pedir ayuda, no es para nada fácil. Darte cuenta que la necesitás, mucho menos. Iniciar un tratamiento, con todo lo desconocido que conlleva, tampoco. Sin embargo, creo que tomé la desición correcta. Creo que si no fuese por ese tratamiento con el que aún continúo, esta vez, no sé como hubiese hecho para salir adelante. Y es que, sentía que todas las herramientas que había usado en crisis de angustia y depresión anteriores, en este caso, no me estaban dando ningún resultado. Tal vez, debería haber iniciado ese tratamiento antes, no lo sé. Pero las cosas se dieron así. Tuve que llegar al punto en el que la realidad me oprimía con cosas con las que no podía cumplir. Con tareas básicas que antes me resultaban tan sencillas. Tuve que esperar a que mi entorno notara que no estaba nada bien, para realmente hacerme cargo de la situación.

Pero volviendo a vos, ya hace unos meses que los médicos me lo venían planteando como posibilidad. Varias amigas también. Y es que, todo el mundo coincidía en que pasar de 100 a 0 de un momento a otro, es decir, de pasar a vivir con mi familia y las mascotas que teníamos, a estar completamente sola, era mucho para mí. Y no se equivocaban. Jamás en mis 34 años de vida, había estado sola. Y fue difícil. Era una desición que tenía que tomar. Era algo inevitable. Pero con todo lo que traía detrás, fue mucho para mi cabecita. Y fue así, como decidí que tenías que venir. Para acompañarme, para ayudarme a salir de ese pozo, del que a veces sentía que ni con medicamentos iba a poder. Para ocuparme de alguien. Para tener una responsabilidad. ¿Y por qué no pensarlo así también? Para darte un hogar, comida, contención, pero por sobre todas las cosas, muchísimo cariño y amor.

Dicen que los gatos, eligen a sus dueños. Y yo estoy convencida, de que ambas, nos elegimos mutuamente. Otra de mis tantas rarezas, es que a veces, tengo intuiciones, o recibo señales de cosas que me van a suceder. En algunos casos son malas, en otros buenas. En muchos, me doy cuenta de las señales, cuando el acontecimiento ya pasó. Esto me sirve para ver señales similares en el futuro. Pero sin duda alguna, las veces más extrañas de todas, son aquellas en las que las señales, llegan como certezas. Como algo que, no sé por qué, pero en algún momento, va a ocurrir. Solo aparece así, en mi mente, nada más. Y tiempo después, se convierte en un hecho.

Una mañana casi a principios de mayo, supe que ibas a venir. Y que iba a ponerte de nombre, Kata. Unas semanas después, me encontré a una conocida que hace mucho tiempo que no veía. Entre las cosas que me contó de su vida, una de ellas, fue que tiene una hija, que se llama “Cata”. Sí, sí, ya sé. Los más escépticos, pueden pensar que fue una coincidencia. Pero quienes me conocen, o quienes llevan tiempo leyendo el blog, saben que no es la primera vez, que me pasan cosas similares.

A principios de junio, lo hablé con mis hijos. El lunes 5, la nena estuvo todo el día, buscando a una gatita que alguien quisiera dar en adopción. A las 4 de la tarde, te encontraron en la calle, y te trajeron con ella. El viernes 9, el nene te trajo hasta mi casa, y te llevamos al veterinario primero, por lo enferma que estabas. De a poco, y con mucha paciencia y medicamentos, te fuiste recuperando. Y junto con vos, también de a poco, fui recuperándome yo. Así fue, como decidí tomar como tu fecha de cumpleaños, el 5 de febrero. Ya que el vete, me dijo que tenés aproximadamente, unos 5 meses.

Seguimos yendo al vete todas las semanas. Por ahora te suspendí la dieta y te doy solo el balanceado, porque es lo que me dijo el doc. Este miércoles, al fin te vacunaste. El vete te mandó unos antibióticos que tengo que darte. Espero que no me hagas mucho lío para tomarlos. Sí, sí, ya sé. Estás cansada de meterte todos los días en la mochilita. Sé que eso te estresa mucho. Pero, acá está mami para jugar cada vez que quieras, así se te van un poquito los nervios. Y bueno, a mí también, claro. Yo también, sigo haciéndome estudios. Yo también, sigo yendo al médico. Yo también, sigo en tratamiento. Así que, no te asustes, que no estás solita.

Me encanta charlar con vos a cada rato. Me encanta dormir juntas todos los días, excepto cuando vienen visitas. Momentos en los que te vas a dormir con quien venga, supongo que para conocerlos mejor. Me encanta que seas tan comunicativa y expresiva. Que todo el tiempo me hagas saber lo que necesitás. Que sepas y entiendas perfectamente que cuando te digo Kata, es porque te estás portando bien, y que cuando te digo KATALINA, sepas que estás haciendo lío, aunque a veces te hagas la tonta. Me encanta que cuando paso un tiempo sin escuchar tu cascavel, y te pregunto donde estás, si no estás dormida, me contestes maullando. Me encanta que me hagas saber si querés comida, agua, y por sobre todas las cosas, jugar, que se ve que es algo que te gusta mucho hacer. Me encanta que aunque soy una mamá muy intensa, vos también lo sos como hija. Sin ir más lejos, hace unos días, nos pasamos como 40 minutos jugando con el osito y la cañita, que me hiciste entender que era algo que, querías hacer, pero mami no te daba tanta pelota, porque recién había llegado de llevar a tus hermanitos a su casa, y tenía cosas que hacer. Pero al final, jugamos. Además, últimamente se te dio por tirar el bastón al piso, y jugar con la bolita que tiene de puntera. Pero eso no es todo. También se te dio por… Ir al baño cuando yo voy, cosa que me resulta muy graciosa.

Habría muchísimas anécdotas que contar, y sé que va a seguir habiéndolas en el futuro. En un mes, te convertiste en una gran compañerita de aventuras. Todos los que te conocen te quieren al instante. Es más, quizás esta no sea la única entrada que te dedique. Quizás, puede volverse algo recurrente el contar nuestras andanzas. Por lo pronto, me devolviste las ganas de escribir. Y considerando que hace meses que no escribía ni una palabra en mi diario personal siquiera, es un enorme avance. Y es a vos, a quien tengo que agradecértelo.

Sé que precisamente vos, no vas a leer estas líneas, por la simple y compleja razón, de que como vengo diciendo, sos una gatita. Pero también sé, y esto me lo enseñó una gran personita, que a veces no hacen falta palabras para demostrar sentimientos. A veces, solo el silencio y las acciones, dicen más de lo que las palabras, puedan llegar a decir. Aún así, decidí compartir nuestra historia, nuestra llegada a la vida de la otra, para contarles que ya ninguna de las 2, va a estar sola. Y para que, a pesar de que no lo vayas a leer, decirte a vos y a todos, que te quiero muchísimo. Y que te agradezco con el alma, que me hayas elegido como tu mamá. Deseo de todo corazón que termines de mejorarte. Que ambas nos mejoremos, nos recuperemos. Y que sigamos adelante, juntas, en este largo camino que es vivir. Gracias, muchísimas gracias, mi Kata. Mi Katita linda. Mi KATALINA. Te amo.

Desenlaces

Siempre me pregunté qué pasa cuando se termina un libro. ¿Qué pasa cuando se cierra la contraportada? ¿Qué pasa cuando una película, una serie, una telenovela incluso, llegan a su fin? ¿Qué pasa con todos aquellos personajes cuyo “desenlace”, no se contó? ¿Nunca se pusieron a pensar, que en realidad, esos desenlaces, esos finales, son realmente finales abiertos? La historia de una persona, no llega a su fin hasta que esta finaliza su ciclo de vida. Pero aún en ese caso, su historia se sigue sucediendo, con aquellos que la preceden. Que continúan escribiendo el futuro de esa… vida. Pero supongamos por un momento, que no. Que el desenlace, al igual que el de las historias en libros y demás, llega cuando finaliza un ciclo. Una serie de hechos determinados que marcan sucesos importantes en la vida de esta persona, de este personaje.

Muchas veces me pregunté, por qué algunos de los personajes que creo, no solo están basados en mí, si no que son directamente representaciones mías dentro de historias ficticias. ¿Qué me lleva a crear “universos Paralelos, en los que yo misma, soy el centro del cosmos? (Parafraseando a Nahuel Pennisi). Quizás, será el hecho de llevar al mundo de la fantasía, aspectos de mi vida real. O tal vez, el hecho de que, como me dijo una personita muy especial hace poco, no hay mejor nombre para un personaje de una historia, que “Katherine”. No, no creo que sea eso. Es decir, no creo que sea solo eso. Creo que detrás de esa decisión subconsciente, hay más. Hay mucho más. Y creo, que tiene que ver con esto que venía diciendo.

Toda historia, tiene un principio, un nudo, y un desenlace. OK. Sí, lo sé. hay ciertos tipos que no, me dirán los eruditos de la literatura. Lo sé, lo sé. Pero esa es la característica habitual, en las historias, sobre todo las historias largas. Y la vida de una persona, sí que es una historia larga. Pero, y he aquí al punto al que quiero llegar, que esa historia, está compuesta por muchas historias que empiezan y terminan constantemente. Cíclicamente. DE un punto a otro. Líneas que se bifurcan, se curvan, se ensanchan y se estrechan, en un sin fin de desenlaces.

Como dice la canción de la banda de rock argentina Vox Dei, “todo concluye al fin, nada puede escapar. Todo tiene un final, todo termina”. ¿Pero… Realmente termina? No, yo creo que no. Que cada final, no es más que un nuevo comienzo de algo distinto. ¿Mejor? ¿Peor? ¿Igual? No podemos saberlo, hasta que llega. A veces, las buenas experiencias nos dejan recuerdos amargos. A veces, las malas, nos dejan enseñanzas. Y es que, en la vida, no todo, ni para todos, tiene que tener un final feliz, o un final triste, o dejarnos una enseñanza positiva. Las cosas pasan por una determinada razón, sí. También lo creo. Pero sé, que somos partícipes de nuestros propios destinos. Algunos, tendrán más posibilidades de decidir que otros. Y es que, ahí ya no solo depende de lo que quieras hacer, si no de lo que puedas hacer con eso que te toca.

Siempre quise escribir algo a este respecto, y nunca se me había presentado la oportunidad. Una amiga, me dijo hace bastante tiempo atrás, que hay dos tipos de personas en este mundo. Las personas Pasivas, y las personas activas (y no, no estoy hablando de sexo) O como otro amigo lo definió en su libro, los durmientes, y los jugadores. Los jugadores o personas activas, serían aquellos que están en este mundo para influir en la vida de los demás. El universo, se moldearía a los deseos y las decisiones que estas toman, ya sea consciente, pero más que nada, inconscientemente. Las personas activas, nunca se quedan quietas. Siempre están buscando nuevas formas de experimentar, de influir en el mundo que las rodea. Y este, puede ser tan pequeño como una casa, o tan grande como… No sé, un país. En cambio, las personas pasivas o durmientes, suelen querer permanecer en un estado de estabilidad constante, esperando que el mundo a su alrededor, no cambie. Pero los jugadores, están aquí para intentar despertar y reprogramar, la mente de los durmientes. Y lo hacen tanto consciente, como inconscientemente. Se podría decir, volviendo al principio de esta reflexión, que si bien, todas las personas tienen varios desenlaces y principios a lo largo de sus vidas, las personas activas tienen muchos más por su propia condición de buscar algo más allá de lo preestablecido, de lo programado. De buscar el error en el código, no solo viendo como el programa funciona bien y ya, si no, yendo más allá. Rompiendo ese programa por donde se pueda, para encontrar el bug que genere una nueva solución, una nueva funcionalidad, una nueva característica. No tiene que ser una mejora, precisamente. Se han hecho programas que han pretendido ser la bomba, la panacea de las soluciones, y han fracasado estrepitosamente. Pero esas personas que tuvieron aquella idea, que soñaron con algo diferente, lo intentaron. Buscaron un nuevo desenlace, para ir después, hacia un nuevo principio. Para contar, otra historia, además de la historia inicial. Y de eso se trata realmente. De intentarlo. De no quedarse con el no puedo, si no, ir más allá. No es fácil, claro que no. Sobre todo cuando las decisiones que tomamos, no solo nos afectan a nosotros, si no a nuestro entorno. No es fácil cuando no estamos completamente seguros de si estamos haciendo lo correcto. No es fácil cuando, mientras que algunos te aplauden, otros te tiran mierda. Unos pocos, de frente. Otros tantos, a tus espaldas. No es fácil cuando, a pesar de que creés que estás haciendo lo mejor que podés hacer, muchos crean que en realidad, estás haciendo lo mejor que querés hacer. ¿Y acaso, los demás están equivocados? ¿Acaso, vos tenés razón? Nadie tiene la respuesta. Estoy totalmente segura, de que si hubiese dicho que no, a cada paso importante que di en mi vida, hoy no sería quien soy. Si no me hubiese arriesgado a equivocarme, hoy, tal vez no estaría tan cargada de errores. Pero tampoco, lo estaría de satisfacciones, de experiencias, de personas, de amigos, de compañeros, de gente…

Siempre me costó despegarme de las cosas. Creo que la única casa que sentí realmente mía, fue la casa que teníamos con mi abuela en el barrio Sol y Verde, en José C Paz. No sé por qué, en esa casa, sentía una paz, una sensación de hogar, de propiedad, que no pude encontrar en otro lado. Pero la casa se vendió. Otra (porque en mi infancia me mudé unas 4 veces más o menos) fue una en la que vivimos durante poco tiempo. Era muy linda, porque, si bien mi hermano y yo dormíamos en el mismo cuarto porque somos cercanos de edad, teníamos un cuarto de juegos en el que dejábamos volar nuestra imaginación, viajando a mundos que no existían y que jamás iban a existir. Podíamos pasar horas enteras solo con juguetes, él, yo, y un montón de personajes que quien sabe de donde salían… Esa casa, la perdimos. No recuerdo bien como fue la historia, no era muy grande yo, y creo que nunca llegué a entenderlo del todo. Pero ese, marcó un nuevo desenlace. ¿Se acuerdan de la historia de La bicicleta y el monstruo? ¿No se podría definir a esa historia, como una que tiene un desenlace? ¿Se preguntaron acaso, qué pasó después, con ese “personaje”? Bueno, resulta que, muchos años después, está un 24 de febrero a la una y media de la mañana, escribiendo estas líneas. ¿Y por qué? ¿Qué carajos te pasa ahora, loca de mierda? Se estarán preguntando algunos… Que en este último tiempo, mi vida ha tenido varios comienzos, y varios desenlaces. Algunos, superpuestos sobre otros. Como historias que comienzan y terminan en paralelo a otras historias cuyo final, aún está siendo escrito. Sí, así es. Este 23 de febrero que acaba de terminar, se convirtió en otra de esas fechas importantísimas para mi vida. En las que, inicio un nuevo capítulo. Escribo un nuevo desenlace, que traerá un nuevo comienzo. De nuevo. No sé si me estoy equivocando. No sé si tengo razón. Pero tampoco sé si toda mi vida, y en todas las decisiones que tomé, la tuve. ¿Que si me arrepiento de los errores que cometí? No sé si arrepentirse sea la palabra correcta. Para mí, arrepentirse, es como una forma de intentar borrar el pasado. De decir, si tuviese la oportunidad, haría las cosas de otra manera. Y claro, que si aprendiste algo de tus errores, lo vas a hacer de otra forma. Eso resulta más que obvio. Si no que lo que creo, es que debemos perdonarnos por nuestros errores del pasado. Porque el pasado no se niega, no se esconde, no se tapa. El pasado es una mochila que llevamos a cuestas toda la vida. Ya sea con nuestros errores, pero también con nuestros aciertos. Entonces, al perdonarnos, no estamos diciendo, yo no hice esto. Estamos diciendo, yo no lo volvería hacer. Y así, no solo podemos pedirnos disculpas a nosotros mismos, si no a todas aquellas personas a las que somos conscientes que lastimamos. Porque, y esto es cierto, a veces no tenemos conciencia de cuanto daño hacemos al otro con nuestras acciones. Pero es que tampoco, podemos preverlo siempre. Siempre y cuando el lastimar al otro, no sea una cuestión de puro placer personal, y lo hagamos por el simple hecho de que podemos y punto, es decir, el egoísmo en su estado más natural, es posible perdonarnos, pedirle disculpas al otro, y aprender de esos errores. Ahora, también hay que tener en cuenta que, hay quienes no quieren ver que se equivocaron. Incluso, hay gente que puede poseer ambas características. Es decir, reconocer que han cometido errores, aprender de ellos, pero a su vez, no reconocerlos todos.

Muy pocas veces, fui de exponer mi vida personal en este espacio. Y es que si bien, sí es un espacio mío, y propio, es cierto que no me gusta exponer mi vida privada, de forma tan pública. Es por eso que he contado historias, o presentado fragmentos de cosas que me han sucedido, sin relacionarlas directamente con hechos reales. Y al fin, estamos llegando al quid de la cuestión, de por qué estoy escribiendo a esta hora de la madrugada, sin poder dormir, y sabiendo que tengo que despertarme temprano para hacer trámites y trabajar. Desde noviembre del 2007, hasta ayer, 23 de febrero del 2023, viví con la mamá de mis hijos, y con ellos. Hace tiempo que ella y yo estábamos separadas. Y eso, sí, es otra historia que no voy a contar. Pero desde ayer, ellos se fueron a vivir con ella en su propia casa, y yo, me quedé, momentáneamente, viviendo donde estábamos, sola. Digo momentáneamente, porque esto es muy grande para mí, y estoy por conseguir algo más chico. Pero sin duda, esto representa un duelo. Para todos. No solo para mí. Sé que lo es para ella, sé que lo es para ellos. Tanto tiempo viviendo juntos, acostumbrados a una rutina, a una vida, a muchas cosas, y esto, ahora, llega a su fin. No sé qué, ni como nos deparará el destino. No sé, al igual que no lo sabía cuando nos vinimos a vivir acá hace ya… 6 años, si me estoy equivocando, o si estoy haciendo lo correcto. Pero sí sé, que es un nuevo y gran, enorme desenlace. Para todos. Y a su vez, un nuevo comienzo. Nunca estamos seguras, al momento de tomar decisiones, de la forma en la que estas repercutirán en los sucesos futuros. Y como dije anteriormente. No vamos a estarlo, en tanto no tengamos que enfrentarnos a las consecuencias de esas decisiones. A su vez, que hayamos tomado una decisión, en este caso… La separación definitiva, no quiere decir que realmente estemos listas para lidiar con todas las consecuencias que esta puede acarrear. Pero sí, podemos estar seguras, de que vamos a enfrentar cada problema, a medida que vaya surgiendo. Sería absurdo por mi parte, cuestionar si podría haber hecho las cosas de otra forma. Eso, ya lo hice miles de veces. Finalmente, esta es la decisión que tomé. Y esto, es lo que está sucediendo. Y esto, es todo por ahora. Hay cosas que les dije a ellos. Hay otras, que escribí en mi diario personal, al que, sí, nadie tiene acceso. Y hay otras, que, como en todos los desenlaces, decido guardarme para mí. Finalmente, como también dice Vox Dei en la misma canción, “Cuanta verdad, hay en vivir. Solamente, solamente, en el momento en que estás, si el presente , el presente y nada más”.

Notas

  1. Este es el primer texto improvisado que escribo en mucho tiempo. Lo empecé a escribir a las 12 y media de la noche, y ya son las 2 y cuarto de la mañana. Es por eso que encontrarán pasajes desarmados, frases inconexas, y demás cuestiones literarias y gramaticales que de seguro son inconsistentes con un texto más elaborado.
  2. Otro de los principios, nudos y desenlaces que me han ocurrido el año pasado, fue una historia de amor que tuve con una personita muy especial, que llegó a mi vida de forma muy extraña, hace ya casi un año. En una especie de analogía sobre “El fin del amor” (ensayo de Tamara Tenenbaum que súper recomiendo y una serie de Amazon Prime basada en ese ensayo protagonizada por Lali Espósito) y el disco “El amor después del amor”, de Fito Páez, pretendo, a través de unos cuentos ficticios que saldrán dentro de poco aquí mismo, reflexionar sobre el duelo, el despecho, no solo el amor, si no el desamor, y demás cuestiones relacionadas con esa… Ruptura, que tantas heridas sin cicatrizar, ha dejado en mi vida. Pero a su vez, con tantas enseñanzas. ¿Buenas? ¿Malas? Prefiero no dar esa respuesta, y dejármela para mí… Solo… No las juzguen a partir de esos cuentos…
  3. No voy a escribir mucho más sobre mis hijos, ni sobre la mamá, como ya he dicho, porque no me gusta exponerlos a ellos, ni exponer mi vida tanto públicamente. Este es un espacio para reflexionar, y contar sentimientos y sensaciones. Pero si quieren conocerme y saber mucho más sobre mí, bueno, están mis redes sociales, y si no, la página de contacto del blog.
  4. Sé que mucha gente es de usar estos espacios como vuelco de sucesos cotidianos. No es mi caso. Solo escribo cuando siento que tengo algo interesante que decir, o algo importante que contar, o de lo que quejarme, como el artículo anterior a este. DE nuevo, para diario personal, tengo el mío, y para hablar de mis temas, los amigos, la psicóloga, en fin…
  5. Las personas con discapacidad visual, pueden encontrar la serie audiodescrita en la audiocinemateca, y el libro en la biblioteca tiflolibros.
  6. No puedo garantizar que lo próximo que vaya a salir, sean esos cuentos que menciono (que en sí es un cuento en 5 capítulos) porque siempre termino prometiendo cosas que no puedo cumplir. Escribo y publico a mi ritmo. No me presiono para hacerlo. Escribir para mí es un disfrute, no una obligación. Entonces, no tengo la necesidad de cumplir con nadie, más que conmigo misma. Es más, ni siquiera sabía que este texto iba a salir. Es solo que fue un día tan intenso, y pasaron tantas cosas, que sentí las ganas de publicar algo al respecto.
  7. Por último, si les gusta lo que escribo, no duden en compartirlo en las redes, y si quieren dar una ayudita para mantener el blog y a mi familia (porque está complicada la economía XD) pueden Colaborar con KathWare.
  8. PD: Si no les gusta este, porque es muy tirado de los pelos en el sentido literario de la palabra, como ya dije, pueden leer alguna de las otras cosillas que tengo por acá, entrando desde las distintas categorías o etiquetas.

Adiós

¡Hasta prontito!

Un año sin gluten

un círculo que en el interior, tiene unas espigas de trigo atravesadas por una línea . Acompañada por la leyenda “Sin TACC”. Este logo puede estar en rojo o en negro :).
Logo sin TACC

Ya hablé en otra entrada, de las primeras impresiones que me causó el diagnóstico de celiaquía. Pero esta vez, quiero ir a algo un poco más concreto. Ay muchísima información que se desconoce todavía sobre esta enfermedad crónica, que es en sí, una alergia al gluten. El gluten, es un componente que se encuentra en alimentos como el trigo, la avena, la cebada, y el centeno principalmente. De ahí que en la Argentina, se utilice la sigla Sin TACC. En esta oportunidad, quiero brindar un poco de información al respecto, como hago siempre que cuento algo que me interpela directamente, combinándolo con mi propia experiencia de vida. De como esto, me cambió en muchísimos aspectos.

Hay cosas que, salvando el hecho del desconocimiento general sobre la celiaquía, una vez aprendidas, se convierten en obvias. Es más, diría yo que en indispensables. El cocinar en ollas separadas, o en secciones separadas también en el horno, el mantener la comida sin gluten separada del resto por la contaminación cruzada, o incluso el separarla en la heladera y el freecer, o guardarlas en tuppers, por la misma razón. Y es que, la dieta sin gluten es un tratamiento de por vida, y sin ningún tipo de permitidos. Solo 20 gramos de gluten, pueden retroceder 6 meses el tratamiento, haciendo que el intestino delgado, que inició su proceso de recuperación cuando iniciamos la dieta, vuelva a dañarse nuevamente.

Afortunadamente, existen muchísimos productos Sin TACC en los supermercados, y sobre todo en las dietéticas. Estos poseen el logo que aparece al inicio de la entrada, el cual puede ser rojo o negro. Cabe destacar, que los medicamentos que consumamos y la pasta dental, también deben ser aptos para celíacos. En el caso de que la alergia al gluten también se encuentre en la piel, deben usar sampoos y todo tipo de productos que tengan contacto con el cuerpo, también libres de gluten. Desafortunadamente, muchos de estos productos son más costosos, y pueden llegar a costar el doble, el triple o incluso más que uno convencional. Fideos, galletitas, harinas y demás, están entre los más costosos. Otro tipo de productos como los panificados, son más difíciles de conseguir. El gobierno y las obras sociales, mediante la ley de celiaquía, brindan o, un subsidio mensual que, aunque no es suficiente, sí es algo. Y que aumenta un poco más cada año, o una canasta de alimentos libres de gluten. Pero como dije, hay mucho más que esto.

En el caso de que además de celiaquía, tengas discapacidad visual como yo, asegurarse de que lo que vayas a comprar sea apto, no es una tarea nada fácil. Si incluso para quienes ven no lo es, debido a que en algunos productos el logo es muy pequeño, para quienes no, es mucho peor, ya que no tenemos forma de saber si realmente lo tiene. Me pasó una vez que me vendieron unas galletitas orgánicas como libres de gluten. Al revisarlas en casa, no solo no tenían logo, si no que además, su ingrediente principal, era el trigo. Si las hubiese comido, podría haber terminado en el hospital, como tantas otras veces antes del diagnóstico. Pero además, existe un código que todos los productos traen, con el cual se puede buscar en la página de la agencia nacional de alimentos, para confirmar que incluso aquellos que sí tienen el logo, sean realmente aptos, y no sea una falsificación, o un producto no aprobado. Este código, tampoco está en un formato accesible. Y es que, nada que tenga que ver con el sector alimenticio, lo está en sí. En el caso de los medicamentos, deben hacerlo los farmacéuticos, o nosotros mismos buscando en esa página. En este sentido, la asociación de celíacos de Argentina, nos ofrece por un mínimo costo mensual, el acceso a una app con todos los productos y alimentos libres de gluten, actualizados. Así, podemos al menos, facilitar el trabajo a los farmacéuticos, que muchas veces, desconocen el tema, o, no saben cuales de estos productos son aptos, debido a que no tienen el logo impreso, a pesar de estar aprobados.

Volviendo a la accesibilidad, hay 2 leyes que se han tratado últimamente, que podrían incluir una referencia sobre esta cuestión. Una, es la ley de etiquetado frontal. Más allá de que estaría bueno que todos los productos tengan un etiquetado en braille o accesible quizás, mediante el escaneo de un código QR, considero que aquellos que son sin TACC, bajos en sodio o en azúcares, deberían tener incluso un tratamiento diferente, para que quienes tenemos una discapacidad visual, podamos adquirirlos sin riesgo. O si no, la del etiquetado en sistema braille en los medicamentos. Al ser el tratamiento de la celiaquía y de otras afecciones similares dependientes de los alimentos que consumamos, estos deberían tratarse asimismo como medicamentos, para así poder ser incluídos dentro de este grupo. Pienso que, no se trata solo de quejarnos por lo que no se puede hacer, si no ofrecer soluciones. Y al menos estas, son las que por el momento, se me ocurren a mí.

El diagnóstico representó un cambio realmente rotundo en mi vida. Ya no solo voy a algún lado y consumo lo que haya, si no que ahora, tengo que en ocasiones, llevar mi propia comida, o, es la buena voluntad de quien me recibe, de preparar alimentos aptos, conociendo y teniendo en cuenta los cuidados necesarios a la hora de manipularlos, lo que claro, siempre es de agradecer. Además, como han de suponer, comer algo en el transporte público o en algún puesto callejero, está absolutamente prohibido.

En cuanto a los lugares públicos como bares o restaurantes, hay una ley que exije que todo local que ofrezca servicios gastronómicos, debe tener uno o más menús aptos para celíacos. Esto, en muchos casos no solo no se cumple, si no que en otros, se desconoce. Esto hace que sea difícil planear salidas y demás, sin antes buscar referencias del lugar, o comunicarse por algún medio con el mismo, para confirmar que realmente lo tengan.

Pero no todo es tan negativo. Ya no caigo internada en los hospitales cada 2 meses por algo que no sé qué es, ni me desmayo por los fuertes dolores de panza que sufro. Durante muchísimo tiempo, caí en hospital tras hospital, sin que se me diagnosticara correctamente. Hasta fines de 2020 y principios de 2021, cuando me enviaron a hacerme el estudio que lo confirmó. Cuyo resultado, tuve exactamente hace un año. Por otro lado, desde que empecé la dieta, y debido a la recuperación del intestino que ya comenzó, junto con unas vitaminas recetadas por un nutricionista, comencé a subir de peso, algo que antes me resultaba casi imposible. Y es que, si recuerdan algo de la escuela, es el intestino delgado, el que se encarga de absorber los nutrientes que permiten nuestro desarrollo corporal en todo sentido. Al estar dañado, no adquirimos lo necesario. En fin, subí 10 kilos en un año, y de apoco dejo de ir necesitando esas vitaminas. Los dolores de panza siguen y van a seguir, hasta que el intestino no se recupere por completo. Pero no son ni tan intensos, ni tan duraderos. Con un medicamento recetado por el gastroenterólogo, al día siguiente, ya suelo levantarme bien. Todo esto implica para mí un enorme avance, y me da la oportunidad de tener una mejor calidad de vida, por lo que los sacrificios, aunque siempre difíciles, son realmente imprescindibles.

Otra cosa que quiero comentar, es el tema de los diagnósticos incorrectos. Durante años, como contaba, fui a varios doctores que me recetaron remedio tras remedio, que me calmaban el dolor, pero que a la larga, no me hacían nada. Es importante que si tienen síntomas compatibles con celiaquía, o si tienen algún familiar directo que tiene diagnóstico confirmado, exijan a su gastroenterólogo, hacerse el análisis de sangre que detecta los anticuerpos, y en caso de ser positivo, la biopsia que confirma el diagnóstico. Debido a lo complejo y costoso del estudio, en muchos casos, no se quiere hacer. Esto no solo está mal, si no que es realmente grave. Ya que, el tratamiento correcto, como dije, mejora la calidad de vida de la persona, incluso, haciendo que con el paso del tiempo, pueda llevar una vida normal. El tratamiento es de por vida, y sin ningún tipo de permitidos. Repito esto varias veces porque hay quienes dicen que si al cabo de un tiempo, los análisis de sangre dan negativo, se puede volver a consumir gluten. Nada más lejos de la realidad. La enfermedad no tiene cura. El único tratamiento disponible hasta el momento, es la dieta, y hay que respetarla a rajatabla.

Por último, quiero hablar de la automedicación. Este, es un tema muy complejo. Con propagandas bombardeándonos con medicamentos para tratar una cosa o la otra todo el tiempo, lo que creo firmemente debería ser ilegal, es difícil o hasta imposible no caer en la lógica de, si me duele tal cosa, tomo tal remedio, y me hace bien. Esto no solo no es cierto en muchísimos casos, si no que al no conocer nuestro cuerpo, puede ser contraproducente. Es preferible, sobre todo cuando los malestares son constantes, consultar a un especialista que nos recete, algo que realmente sea lo que necesitamos para estar mejor. Sí, los médicos pueden equivocarse, como ya comenté. Pero al menos no estamos tomando miles de medicamentos en vano, que a la larga, pueden terminar haciéndonos peor. En mi caso particularmente, debido a que lo recetado por los doctores no funcionaba, intenté con varios medicamentos por mi cuenta, que si los mencionara, todos los reconocerían. Cuando fui al gastro, me dijo no, no, eso no, y sobre todo ese no. Hay muchos que se venden como la solución mágica, pero no calman realmente el malestar, si no que ocultan el dolor. Por eso, al poco tiempo, vuelve. Básicamente, son más publicidad, que algo realmente efectivo.

Conclusiones. La celiaquía es una enfermedad difícil de sobrellevar no solo para quienes la padecen, si no para su entorno. Los cuidados que se deben tener son muy estrictos e imprescindibles. La sociedad no está preparada aún para todo lo que implica tener esta condición, y a la vez alguna otra, como en mi caso, la discapacidad visual. Muchos médicos tampoco lo están, y por eso no lo toman como posibilidad, a la hora de hacer un diagnóstico sobre un malestar estomacal. Pero es cuestión de ir concientizando a todo aquel que podamos, para hacer de esta sociedad, una mucho más preparada. En estos últimos años, por lo que pude conocer de otras experiencias, las cosas han mejorado muchísimo. Pero como siempre digo, queda un largo camino por recorrer. Y es nuestro deber, continuar construyendo ese camino.

La bicicleta y el monstruo

Creo que puedo decir, que esta historia, está inspirada en hechos reales. Ya que, en su mayoría, todo lo que aquí cuento, ocurrió tal y como lo describo. Aún así, seguro que hay algunas cosas que tal vez mi mamá pueda corregir, no lo sé todo con exactitud. Para escribir esto, hubo cosas que le pregunté, pero otras decidí dejarlas a mi imaginación, y por supuesto, a la de ustedes. Espero la disfruten.

Dicen que los monstruos siempre aparecen en la oscuridad. Debajo de las camas, del otro lado de la ventana o de la pared, en los sótanos o lugares pequeños y oscuros de la casa. Pero a veces, no es así. A veces, aparecen a plena luz del día. Y es que en realidad, los monstruos, no existen. Pero en nuestra infancia, en nuestra imaginación, les damos el carácter de entidad. Y es así, como los hacemos reales. Como hacemos que cobren vida. Como logramos tenerles miedo, y hasta si nos sentimos lo suficientemente valientes, atrevernos a enfrentarlos. Esta, es una historia de un monstruo. Pero es uno muy distinto, a los cuales están acostumbrados.

La casa en la que viví durante mi infancia, era grande. Bastante grande. El patio solo, tenía unos 30 metros de largo. Y para atrás, estaba toda la casa. Tenía una pared de ladrillos de un lado, y una de chapa del otro. No sé si voy a poder explicar bien la distribución de todo el contenido del patio. Lo tengo bien claro y nítido en mi imaginación, pero es difícil pasarlo a palabras, para que se hagan una representación real del plano. Y es que, si no logro que lleguen a comprender esto, lograr que entiendan la historia en su totalidad, va a ser muy difícil. Pero bueno, voy a hacer lo posible.

Cuando salías de la casa propiamente, te encontrabas en el medio. A tu derecha, a unos 2 metros, había unas rosas junto a la pared. Más adelante, había una galería que tenía 3 columnas de material del lado izquierdo, y un techo. Entre la segunda y tercer columna, había rosas también. Salías de la galería, y a 5 metros, había un árbol de durazno chiquito. Y por último, nada hasta el final. Al medio, siguiendo derecho desde la puerta, no había absolutamente nada. Ibas directo al portón. Mientras que hacia la izquierda, teníamos, casi a la altura de la entrada de la galería, la pileta, luego, había unos 3 metros más hacia algo de lo que voy a hablar más adelante, y después de eso, no había nada más hasta el final nuevamente. A veces los vecinos traían autos que dejaban en ese espacio libre de la izquierda, porque en sus casas no tenían espacio. Pero bueno, no siempre era así.

La bicicleta

Yo, a los 7 años, en mi primer bicicleta con rueditas. Tengo el pelo corto, una camisa a cuadritos y jeans beige
Yo, a los 7 años, en mi primer bicicleta con rueditas.

Tenía unos 7 años cuando llegó. La época de todos mis primos, mi hermano y yo, andando en triciclos, hace rato se había terminado. Recuerdo que fue un regalo de reyes. No se dan ni idea la alegría que teníamos. Era impresionante. Por fin, una bicicleta. Claro que al principio, la usábamos con las clásicas rueditas. Hay pocos niños que logran tener la valentía de animarse a usarla sin rueditas de una. Y definitivamente, no pertenecíamos a ese selecto grupo. Pero en fin, empezamos a andar. De a poco, con cuidado. En mi caso, muchas veces despacio, para no chocarme con los obstáculos que sabía que estaban. Y así, fuimos aprendiendo, hasta que llegó un día, en el que solo eso, se volvió aburrido.

El primero que lo intentó y lo logró, sin tantas dificultades, fue mi hermano. Claro que le costó, como a todo el mundo. Pero no tanto, como sabía que me iba a costar a mí. Así es, decidimos sacarle las rueditas, e intentarlo al fin, sin ellas. Él lo había logrado. Y ahora, era mi turno. En lo personal, quise dejar pasar algunos días antes de animarme. Sabía que iba a ser muy difícil, y hasta, para qué mentir, tenía miedo de nunca poder hacerlo. Pero dentro de mí, sabía que lo tenía que intentar. Que al menos, tenía que ver, si iba a poder por fin andar sin rueditas o no.

Nadie de mi familia se opuso en ningún momento a que lo hiciera. Entonces, decidí empezar de a poquito. Sosteniéndome con la mano izquierda de la pileta, y poniendo la mano derecha sobre el manubrio, y los 2 pies sobre los pedales, me iba dando impulso hacia adelante. Primero se me caía el pie, era como algo automático. Como si no quisiera estar ahí sin ningún tipo de sostén, y se bajara solo. Eso hacía que me raspe las piernas. Y eso dolía. Pero no iba a ser el único dolor que me cause esa gran proeza. Al fin, un tiempo después, y con algunos raspones más, empecé a andar sin ayuda. Iba hacia el final del patio, pero ahí paraba, y volvía. Porque todavía, no me animaba a doblar. Hasta que comprendí que el patio era grande, y que iba a tener el suficiente espacio para dar la vuelta, y volver por el centro del patio nuevamente. Al llegar a la parte entre la pileta, la galería y la casa, era muy distinto. El espacio era chico, y sabía que no iba a ser nada fácil. Pero claro, no iba a rendirme. Ya había llegado hasta ahí, y tenía que dar el paso siguiente.

El gran obstáculo con el que tuve que enfrentarme al doblar cerca de la puerta de la casa, fueron las rosas que estaban contra la pared derecha. Mi idea era llegar, doblar a la izquierda, luego a la izquierda otra vez, y entrar por la galería. Es decir, en realidad era algo así como un giro continuo. Porque se supone, que no tenía que doblar 2 veces, si no solo una, y continuar doblando hasta esa entrada, y andar por un nuevo camino. Pero nada, eso. Sí. Doblé una vez, y no doblé lo suficientemente rápido como para no chocarme con ellas. Así que, digamos que quedé a medio doblar, y me clavé algunas espinas en el hombro. Todavía recuerdo a mi mamá sacándomelas, mientras yo lloraba, pero a la vez no movía ni un pelo, porque sabía que iba a ser peor. Cuando eso pasó, continué. Esta vez, sí pude conseguirlo, y al fin entraba a la galería, la pasaba derecho, subía por una montañita de tierra, y salía hasta el centro del patio, para no chocarme con el arbolito de duraznos. Llegaba hasta cerca del portón, daba la vuelta, y me dirigía de nuevo hasta la puerta de la casa, para empezar otra vez desde el principio.

Pero los obstáculos, seguían existiendo. Mi objetivo final, era poder andar por todo el patio, sin chocarme con absolutamente nada de lo que había. Y en este sentido, el paso siguiente, era pasar por entre las columnas de la galería. Y claro, era de suponer. Las rosas entre la segunda y la tercera. No saben cómo me quedó la panza. Toda llena de rayitas. En cierta forma era divertido tocarlas. Era como cuando hacemos un montón de rayas con puntitos en una hoja en braille. Y, aunque las rosas de la pared quedaron durante muchísimo tiempo, por más que le haya pesado a mi abuela, las de la galería, sí tuvieron que desaparecer, para que yo continúe con mis avances.

Con el paso del tiempo, fui mejorando, y muchísimo. Ya podía andar por casi todo el patio. Incluso, cuando mi hermanita menor fue creciendo, la subía a upa en la bici, y la llevaba a ella también. Como se me hacía complicado pedalear y manejar con ella arriba, me iba indicando cuando tenía que doblar. Aún así, no era tan difícil. Ya no me chocaba con las rosas, podía entrar por la galería y salir, y hasta incluso pasar por el costado de la pileta. Sé que no lo mencioné antes, pero había una zanja a un metro de la pileta, hacia la izquierda, antes de la chapa que marcaba el otro límite de la casa. Claro que, aún me faltaba lo más importante, trascendental, y dificultoso de todo. Enfrentarme al gran monstruo, del centro del patio.

El monstruo

Recuerdo que sucedió un típico día de verano. El sol resplandeciente, me hacía compañía, como en tantos otros días en los que me disponía a andar en bici. Sí, así es. Era uno de esos días maravillosos, en los que iba a disfrutar de mi deporte favorito. Empecé, y mi idea era como siempre, continuar hasta el final del patio, y volver. Pero esta vez, algo fue diferente. Llegué al centro, y me detuve. “No sé si voy a poder hacerlo. Tengo miedo de golpearme, de caerme a la zanja, de lastimarme peor que nunca…” me quedé pensativa unos largos minutos. Era la mayor de todas las cosas que había emprendido jamás con la bicicleta. Las dudas me asaltaban por doquier. ¿Sería finalmente, capaz de hacerlo?

Estaba en la parte izquierda del patio, y a unos 3 o 4 metros adelante de la pileta. A solo unos 50 o 60 centímetros de la zanja, no mucho más. Pero era tan grande, que daba sombra desde un poco después de la pileta, hasta el final del patio, pasando por todo el centro, por supuesto. Sí. Mi monstruo, era un árbol. Más específicamente, un pino. Lo habían plantado cuando mi papá nació, y para esa altura, era tan alto, que yo no llegaba ni siquiera a tocar las ramas más bajas. Solo podía tocar el tronco. Y ni hablar de la copa. Jamás vi la copa de un árbol, más que en algunos dibujos en relieve. Es por eso, que cuando intentaba dibujarlos yo, solo lo hacía con ramas, porque era lo que conocía. Pero volviendo a aquel pino, la copa, no solo no podía imaginarla, si no que sabía que siempre iba a ser inalcanzable. Exacto. De seguro ya lo imaginan. Yo tenía que enfrentarme a ese gigante. Yo tenía que dar la vuelta alrededor de él. Pasar por el espacio que quedaba, entre el tronco del árbol, y la zanja.

Soy consciente de que, imaginar un monstruo como lo imaginaba yo, es difícil. ¿Cómo puede, un tierno y lindo árbol ser un monstruo? Pero si lo ven desde mi punto de vista, como algo gigante, inalcanzable, casi intocable, y con el poder de cubrirte tan majestuosamente con su sombra, así, parece más sencillo. Y es así como lo veía, como lo sentía. Con una presencia tan imponente, tan poderosa, que me resultaba difícil el pensar siquiera, en enfrentarme a él. Pero una vez me decidí, sabía que ya no había vuelta atrás.

Mi idea era regresar a la puerta de la casa, y empezar desde ahí. Una vez en el centro del patio, debía ir girando hacia la izquierda hasta rodear el árbol, pasando por entre este y la zanja, y continuar girando hasta salir por entre el árbol y la pileta otra vez, hasta el patio. Ahí decidiría si, iría hacia la derecha, a la puerta de la casa, o a la izquierda, al portón que daba a la calle. Pero como vengo contando, las cosas no siempre salían desde el principio como yo quería. Creo que esta premisa, incluso puede aplicarse a la vida. Pero en fin, esta vez, no solo no fue la exceppción, si no que además, el costo que tuve que pagar, fue muy alto…

Como venía diciendo, empecé desde la entrada de la casa. Al llegar al centro, doblé a la izquierda, y… Sí. Me di de frente con el tronco del “monstruo”. Me caí, y me puse a llorar. Me sangraba la nariz y la boca. Cuando me llevaron al médico, me dijeron que uno de los dientes permanentes, de arriba adelante, se me había roto de raíz. La operación para extraerlo, y reemplazarlo por una prótesis, era muy riesgosa. Por lo que iba a quedar ahí, muerto, para siempre. Así es. Esta vez, mi proeza con la bicicleta, me había costado nada más ni nada menos, que un diente. La marca visible, de aquella incursión alrededor del pino. Una marca, que quedaría por el resto de mi vida. Y si creen que eso me detuvo, están realmente muy equivocados.

Volví a pararme en el centro. Esta vez, lo miré con furia. Con una furia enorme, con una ira casi incontrolable. Le reclamaba, con la cabeza apuntando hacia arriba, como mirando directamente a sus ramas, a su copa. “mirá lo que me hiciste. Si te pensás que te vas a salir con la tuya, estás muy equivocado. Voy a pasar por ese espacio entre vos y la zanja, por donde apenas entra la bicicleta, así como lo hace mi hermano, aunque pierda todos los dientes de la boca. Espero me hayas entendido. Porque no lo voy a volver a repetir. Lo voy a intentar de nuevo, y de nuevo, y de nuevo, hasta que me salga”. Y así lo hice. Pero esta vez, con una táctica diferente.

Era otro de esos días de verano. El sol iluminaba todo el resto del patio, en donde él no llegaba, claro está. Empecé andando desde la puerta de la casa. A medida que incrementaba la velocidad, el viento se empezaba a sentir. Un viento cálido y frío a la vez. Un viento que intentaba llevarme hacia atrás, aunque yo quisiera ir hacia adelante. Entré bajo el campo que cubría su sombra. Llegué hasta el centro del patio, pero seguí, sin doblar, ni detenerme. Casi cuando estaba llegando al portón, di la vuelta hacia la izquierda. De a poco, fui doblando la bici, inclinándola hacia la derecha, porque quería entrar desde ahí, directamente a ese pequeño espacio, entre el monstruo y la zanja. Y esta vez, lo logré. Pasé derecho por ese costado, continué entre la pileta y la zanja, y llegué de nuevo al principio. Doblé a la izquierda, y volví a empezar. En esta ocasión, entré por la galería. Subí la montañita de tierra, y doblé a la izquierda, para salir al centro. La incliné un poquito a la derecha, para no chocar al árbol de frente nuevamente, y fui directo para doblar a la izquierda, y al fin, rodear el árbol, pasando entre él y la zanja.

Continué así durante horas. Dando vueltas y vueltas alrededor del patio. Atravesando la galería, la montañita, el centro, todo el espacio libre, rodeando el árbol, la pileta, y volviendo a empezar. A veces, por entre las columnas de la galería. A veces, por el medio del patio. A veces, rodeando el árbol ni bien salía al centro. Y siempre, con el resplandeciente sol y el viento cálido por un lado, y la enorme sombra y el viento frío por el otro. Y es esa imagen con la que decido quedarme. Con ese andar constante, con ese bucle infinito de la bicicleta. Y es que hoy, muchos años después, tal vez, y solo tal vez, estoy contando esta historia para abrir una pequeña ventanita al pasado. Para decirte a vos, que estás andando en esa bicicleta sin parar: “La vida va a ponerte muchos obstáculos. Va a golpearte, y seguro te va a lastimar. Van a aparecer muchos monstruos a los que vas a tener que enfrentarte. Probablemente, te dejen marcas permanentes, difíciles, o hasta imposibles de sanar. Vas a caerte muchísimas veces, y hasta te va a ser difícil levantarte. Pero no importa. Hacelo. Sí. Levantate igual, y seguí andando. Un paso a la vez, un objetivo a la vez, superando un obstáculo, y recién después, yendo al siguiente. Porque no importa que nunca toques la copa de un árbol. No importa que no llegues siquiera a tocar una rama. Importa estirar los brazos, y nunca dejar de intentarlo. Hasta donde sea que llegues. Logres lo que logres, recordá que siempre que te caíste, te levantaste, te volviste a subir a la bicicleta, y seguiste tu camino. Sé, que ahora no vas a entender todo esto que te estoy diciendo. Pero la verdad, me encantaría, y me haría muy feliz, que realmente lo entendieras algún día”.

Sanación

Dedicado al Profesor. Sin vos, esta última entrada de esta serie de textos consecutivos, no existiría.

Antes de entrar al tema específico del que vengo a hablar aquí, quisiera hacer un par de aclaraciones sobre las 4 entradas anteriores.

Primero, es probable que haya quienes se pregunten el por qué de todo aquello. Qué me pasó, cuando, como… Lo cierto es, que nada de eso es importante, para nadie más que para mí, y puede que para algunas personas cercanas con las que tal vez, en algún momento pueda hablarlo. No escribí todo esto para que se preocupen, ni mucho menos. Si no, para intentar hacer un recuento, y reflexionar, sobre como los distintos sentimientos humanos, nos afectan en una crisis emocional. En este sentido, es que algunas de estas reflexiones, fueron escritas sin pensar. Es decir, desde la más pura improvisación. En cambio, otras, fueron escritas desde un punto más filosófico, si se quiere. Es decir, desde frases que, es posible, que tal vez ayuden a alguien más, en caso de que estén pasando por procesos similares. Mi objetivo al escribir, además de intentar desahogarme, es decir, sacar todo eso que me hace mal, que me atormenta por dentro, también, es con mis mensajes, tratar de ayudar un poquito, si es que puedo, a alguien más, que esté pasando por lo mismo que yo.

En segundo lugar, tener la confirmación del diagnóstico de celiaquía, algunos días antes de publicar todas estas entradas, también cambió mi perspectiva a la hora de enfrentar las cosas. Siempre suelo deprimirme primero, e intentar pensar las cosas con más calma, y por supuesto, por último, resolverlas. Este es todo un camino nuevo que tendré que recorrer desde cero, como tantas otras cosas que tuve que enfrentar y superar en la vida. Sé que me va a resultar muy difícil, y sobre todo con lo que a mí me gusta comer cosas con TACC. Bueno, dejémoslo en con lo que a mí me gusta comer cosas… En general. Pero es muy importante para mi salud y mi bienestar, así que sé, que aunque me cueste, tengo que hacerlo.

En tercer lugar, comentar que, si bien el concepto de la “angustia”, es algo en lo que no había pensado si no hasta ahora a partir de todo esto, los conceptos de la “confianza” y “la prisión”, eran cosas sobre las que hace rato venía reflexionando. Esta situación en particular, me dio una razón para poder sacarlos a la luz. Y especialmente el de la prisión, el cual terminó siendo un cuentito bastante largo que, si lo leen detenidamente, es más lo que oculta, que todo lo que dice. Y es en ese sentido, que también, esta última entrada, es importante, al menos para mí. Si no leyeron las anteriores, les recomiendo que lo hagan, antes de continuar.

Como saben, Annabelle no me dijo de qué forma pueden sanar las Almas Rotas. Pero sí, me dijo que iban a haber personas que me hablen, que me aconsejen, que me ayuden a intentar sanar mi alma. Y es así, como esta publicación, toma total relevancia, para cumplir con ese objetivo final. Es decir, con la sanación, de mi Alma Rota.

Existen momentos buenos y malos en la vida. Distintos sucesos que nos van marcando. De los que podemos aprender, y a partir de ahí, conseguir herramientas para seguir enfrentándolos. ¿Pero la gran pregunta es, es posible encontrar un equilibrio entre esos sucesos? ¿Existe uno realmente? Lamentablemente, no hay una respuesta para esto. Porque para cada persona, es distinto. Pero no solo eso. Aún hay más. Porque muchas veces, tampoco tenemos a personas que nos ayuden a encontrar ese camino, ese equilibrio. La depresión, es algo muy fuerte. Algo muy difícil de superar. Y si no se cuenta con los recursos, las herramientas, y los profesionales que puedan ayudar a las personas a salir de esa depresión, es imposible, o al menos muy difícil, que podamos hacerlo solos. Asimismo, es también muy importante que contemos con personas que nos acompañen, que nos entiendan, que comprendan por lo que estamos pasando, y que puedan darnos una manito desde su lugar. Aún así, todo esto, podría no ser suficiente. Yo no soy quien, para decirle a cada persona como debe, o puede enfrentar sus luchas. Yo solo puedo decirles, como lo estoy haciendo yo.

Como me enseñó la gran escritora “BleuMinette”, tenemos todo el derecho del mundo a expresar nuestro enojo, nuestra bronca, nuestra indignación, nuestra angustia, o, cuando tenemos un mal día… En sí, todos nuestros sentimientos negativos. Y no tenemos que sentirnos mal por eso. No siempre debemos estar con una cara sonriente ante todo el mundo. También, podemos estar mal. Y de eso, se tratan las entradas anteriores. Pero a su vez, una de las formas en las que nuestra alma puede sanar, es dejando de ver solo lo negativo de todo. Y entender que, por más pequeñas que sean, también nos pasan cosas buenas. Y está bien, que también hablemos de ello. Es decir, hay 2 formas de ver un baso. O verlo medio vacío, o medio lleno. La forma en la que elijamos verlo, será cosa nuestra. Y de eso dependerá, si nuestra alma comienza a sanar, o continúa rota. De ese vaso medio lleno, es de lo que finalmente, quiero hablar aquí.

A pesar de que en los últimos tiempos me han pasado algunas cosas negativas, es cierto que el año que nos dejó, también me ha traído cosas muy buenas. En mi caso, comenzar a sanar, es ver todo aquello bueno que me sucedió, o que logré yo misma. Una de ellas, es este mismo blog. En el 2020, tuve más de 1000 visitas, y más de 2000 vistas en todas mis entradas. No es que escriba para hacerme famosa ni mucho menos, como mencioné en ocasiones anteriores, pero si me leen, quiere decir que logro transmitir un mensaje. Que lo que escribo, le sirve a alguien aunque sea, para entretenerse un ratito. Y eso me pone realmente orgullosa. Desde aquella primer entrada con la que retomé la escritura, el 25 de enero del año pasado, la cual seguro todos ya leyeron, hasta aquellas que tuvieron pocas vistas, sea por las razones que sea, me ha proporcionado un gran placer, y una gran satisfacción escribir. Estoy muy contenta de tener este pequeño rinconcito en el mundo para poder expresar, como digo siempre, todo aquello que sueño, pienso, imagino y siento. Pero además, en este mismo sentido, hubo algunas cosas que trascendieron más allá del propio blog. Primero, aunque fue algo muy triste para mí personalmente, la partida física del gran Quino, me permitió volver a difundir el proyecto de “Mafalda en braille”. También, logré publicar la entrada “Escribiendo a ciegas en android”, en “La izquierda Diario”. Esto me permitió darle difusión, no solo al blog en sí, si no al teclado Soft Braille, que es lo que realmente quería hacer con esa entrada. Por último, casi a fin de año, y gracias a twitter, descubrí la red social “Bloguers.net”. Esta plataforma, nos permite tanto a blogueros como a lectores de blog, interactuar entre sí. A los blogueros, nos permite difundir nuestros artículos, para así llegar a un público más amplio, que pueda estar interesado en nuestro mensaje. Asimismo, nos permite a quienes somos lectores de blogs, informarnos, y leer también a otros blogueros, que publiquen artículos, en los que podamos estar interesados. La verdad me ofreció, además de mis redes sociales, y mi lista de difusión de whatsapp, encontrar otra forma de hacer llegar mis escritos a posibles lectores.

Después, por supuesto, mi DNI. Fue una de las cosas más importantes y trascendentales de mi vida. El reconocimiento de nuestra identidad en todos los ámbitos, es realmente muy importante para las personas trans. Sé que para quienes no lo sienten, es complicado de entender, pero ya hablé de eso en otra entrada, así que no voy a ampliar este punto. Solo decir que, tenerlo, es realmente muy emocionante para mí. Es de una emoción tan grande, que cuesta muchísimo explicarlo en simples palabras. Así que lo dejo por acá nomás.

La sociedad. La verdad, he encontrado en este último tiempo, una aceptación por parte de las personas que no pensé que encontraría. Tanto en ámbitos privados como públicos, como en la calle, la gente que me recibe, con la que me relaciono de alguna forma, aunque sea temporal, respeta mi identidad de género. Y eso, también es muy importante. Creo que puede atribuirse a varios factores. Tal vez sea mi apariencia. Tal vez, el hecho de que la sociedad, es muchísimo más consciente, y se está adaptando, al hecho de interactuar con las personas trans. Tal vez, sea una combinación de las 2 cosas. Son muy pocos los casos en los que se confunden, en los que no saben como tratarme, y hasta el momento, no me ha tocado ninguno en el que me discriminen directamente. Claro, que como digo siempre, hay mucho camino por recorrer. Pero de que vamos avanzando, vamos avanzando. Y eso, la verdad, me resulta simplemente, hermoso.

El ingreso, y por medio de eso la participación en varios eventos y charlas, a la comunidad de DaLat, Desarrollo Accesible de Latinoamérica. Es una comunidad compuesta por organizaciones, fundaciones, desarrolladores, testers y usuarios, con un objetivo en común. Promover y difundir el desarrollo de la accesibilidad en latinoamérica. A través de charlas, difusión en redes, participación en eventos, y mediante una capacitación orientada principalmente a personas con discapacidad, la cual fue promovida por la universidad tecnológica de Córdoba Argentina, que se llama “Mundo Digital Accesible”, y que pueden buscar en youtube, ya que está disponible de forma gratuita, nos proponemos poner en la agenda de las instituciones de todo tipo, tanto públicas como privadas, la accesibilidad como tema primordial a tratar. La idea es, que se transforme en una prioridad, y no que sea algo que se deje para el final, o que ni siquiera se tome en cuenta. Tener aplicaciones de escritorio, móviles y sitios webs accesibles en todos los ámbitos, y en todas las empresas, es fundamental para que, todos aquellos que tengamos alguna dificultad, sea cual sea, podamos acceder a la información, en igualdad de condiciones. Y podamos tener así también, las mismas oportunidades y facilidades a la hora de interactuar con el mundo digital. Si les interesa el tema, estamos como “DalatComunidad” en instagram, o como “Dalat Comunidad” en linkedin. En un tiempo, publicaré mi propio artículo al respecto de este tema.

Las personas. Sin duda, son de lo más importante en nuestras vidas. Entendí, que ya sea a distancia o presencial, las personas que están cerca nuestro, que nos acompañan, que nos escuchan, nos entienden, y a las que escuchamos y también intentamos entender, son de lo mejor que nos puede pasar. Este año que pasó, aunque la pandemia me alejó de algunas personas realmente cercanas, y que por supuesto, es algo que me puso muy triste, también me permitió acercarme mucho más a otras que ya formaban parte de mi vida, pero que este contexto, ayudó a que reforcemos nuestra relación. Eso, fue realmente trascendental en todo este proceso por el que tuve que pasar. Y aún, siguen siendo importantes, y les agradezco de todo corazón, el haber estado ahí cuando las necesité, y el que me dejen también poder ayudarlas, y formar parte de sus vidas. A su vez, No siempre es importante que todas las personas nos entiendan, nos comprendan, nos acepten. A veces, solo es importante que estén ahí. Cuando necesitamos llorar y que nos escuchen. Cuando algo nos aflige y no sabemos como, ni a quién contárselo. Cuando algo nos hace mal, y nos va consumiendo por dentro. De eso se trata un poco todo esto. De tener a las personas indicadas, para cada momento. Pero además, y tal vez por este contexto de pandemia, viéndolo como algo positivo, conocí a través de las redes sociales a algunas personitas que también me ayudaron muchísimo a ver la vida de otra manera.

Hace un tiempo, me uní a un grupo en facebook que se llama “escritores independientes”. Allí, además de poder difundir mis escritos, conocer los de otros autores, y leer sus consejos y experiencias a la hora de escribir, también, pude conocer a alguien muy especial, que ya forma parte de mi vida. “Letras del alma Silvana”, es mucho más que una página de facebook. Es muchísimo más que letras, muchísimo más que videos. Es una persona que le pone el alma a cada nuevo proyecto que emprende. A cada video, a cada poesía, a cada relato, a cada texto. Es de esas almas que el universo te acerca para que comprendas que hay mucho más de lo que cada uno puede llegar a imaginar. Que también es importante pensar en los otros, además de uno mismo. Que hacer algo por los demás, también es importante, y ayuda mucho a que entendamos al otro. Con sus dificultades, pero sobre todo con sus virtudes. Una persona a la que la vida le enseñó a luchar, y seguir adelante. Y eso, es algo que aunque cueste, todos deberíamos intentar aprender. Pueden conocerla un poco más, a través de su propia página en facebook.

La dedicatoria del inicio. Una de las enormes personas que me trajo este 2020. No es fácil definir lo que significó para mí conocerlo. Porque la emoción de conocer a una persona con la que se puede hablar de miles de cosas, y conversar sobre miles de temas, es otra de aquellas mejores cosas que pueden pasarnos en esta vida. Y es la dedicatoria del inicio, porque fue quien me instó a escribir esta última entrada. A entender que la vida tiene también un lado bueno. Y que es lindo también, ver ese lado bueno de la vida. Encontrar lo bello. Ver la luz en medio de la oscuridad. Ver que a pesar de traernos cosas malas, el universo, si somos buenas personas, también nos recompensa con cosas buenas. Tal vez no sea dinero, tal vez no sean bienes materiales, tal vez ni siquiera sea como lo imaginamos. Pero lo bello de la vida, de alguna forma u otra, siempre está ahí. Y eso, es lo que tenemos que aprender a ver, a buscar, a entender. Pero, nos centramos tanto en lo negativo, en lo malo, que no logramos distinguir más allá de nuestras narices. Y eso, muchas veces es muy triste, y nos trae muchísimas dificultades a la hora de enfrentar la vida. Ser agradecidos con lo que tenemos y pudimos llegar a conseguir, es el primer paso para que el universo nos empiece a tener en cuenta. Si podemos agradecer, no quiere decir que no podamos aspirar a más. Pero la aspiración, ya no está basada en ambiciones materiales, o en cosas imposibles. Si no en saber que para desear algo más, primero tenemos que aprender a valorar todo lo que tenemos, es decir, lo que pudimos conseguir, o lo que nos dio el universo. Por más que algunas cosas no nos gusten, el universo sabe por qué suceden las cosas de determinada manera. Y tal vez, jamás llegue a ser rica en dinero. Pero al menos sé, que soy rica en gente que me quiere, y que quiere que esté bien. Y eso, es suficiente para mí.

La familia. Sin duda, todos los momentos buenos que pasé con mi familia durante todo este tiempo, significaron mucho para mí, y fueron sin duda lo más importante de todo. El pasar más tiempo con los chicos, el verlos crecer, jugar, estudiar, y el solo compartir tiempo con ellos, es lo mejor de toda la vida. Cada abrazo, cada caricia, cada muestra de cariño, afecto y amor, son capaces de hacerme superar cualquier tempestad, por más fuerte y poderosa que esta sea. Y son los que me dan energía todo el tiempo, para seguir adelante siempre, pase lo que pase, y tenga que enfrentarme a cuantas pruebas el destino me ponga. Y así voy a seguir. Siempre tratando de hacer lo mejor para ellos. Siempre, dándoles todo mi amor y cariño. Porque son lo más importante que la vida y el universo me han dado. Y voy a estar siempre agradecida de tener a estos 2 hermosos niñatos, como yo les digo.

Conclusión. Durante esta entrada, decidí no poner ningún enlace a ningún artículo ni propio ni externo. A pesar de que hubo páginas o cosas a las que podría haber enlazado, decidí que era mejor dejarlo en texto simple. Perdón por dejarles tarea para la casa, pero me pareció que en esta ocasión, era mejor que cada quien, si les interesa algo, lo googleen. Está todo entrecomillado, así que no les resultará muy difícil. Hice esto porque prefiero que se centren en el texto en sí, y no en el contenido externo, al menos, no en este caso. Que se centren en el mensaje, más que en el texto. Que entiendan que, aunque no escriban sus logros, o no los publiquen en una entrada de un blog, o no haya enlaces a los mismos, o no sea algo que salga en la tele o en los diarios, estos logros están ahí. Que cada quien es partícipe necesario y protagonista, de su propia historia. Que el fracaso, solo es un paso más, antes de seguir intentándolo. Y que lograr algo, por más mínimo que parezca, es la llave para abrir la puerta de un nuevo objetivo en la vida. Que solo caen, y se rinden, aquellos que no siguen intentándolo, aquellos que no luchan, que no pelean. Tal vez esto parezca muy cliché. Tal vez les parezca un libro de autoayuda, o incluso puede que hasta les parezca una tontería, una estupidez. No es mi intención que todos lo entiendan. Si logro que una sola de cien, de mil, o de un millón de personas comience a mirar la vida con otros ojos después de estas palabras, sé que habré logrado mi objetivo. Porque, como ya mencioné, lamentablemente, no tengo las respuestas a todas las preguntas, ni la cura para la depresión de nadie. Solo puedo contar las formas en las que yo logro ir sanando poco a poco, en base a mis propias experiencias. Pero confío en que algo de esto, tal vez ayude a alguien a encontrar sus propias salidas. Mientras tanto, que sepan que, si alguien necesita algún hombro, también yo voy a estar para ayudar a quienes lo necesiten, para calmar su llanto. Tal vez, y solo tal vez, estas palabras te sirvan para entender que no estás sola. Que siempre hay alguien que te quiere, y que quiere que estés bien. Por esa persona, pero principalmente por vos, tenés que intentar salir adelante, seguir. Porque si una misma no lo hace, nadie lo va a hacer por nosotras. Sé que no es fácil. De hecho, es lo más difícil de hacer. Pero por lo menos, saber que vale la pena intentarlo.

Como entenderán, creo mucho en la energía del universo. Algunos lo llaman Dios, de cualquier religión. Y les atribuyen reglas específicas que se deben seguir para tener la vida perfecta. No, no es así para mí. El manual de la vida perfecta, no existe. Si hacés el bien en lugar del mal, si podés amar a los demás a pesar de todo en lugar de odiarlos. Si sabés agradecer lo que la vida te da, tarde o temprano, vas a tener tu recompensa. Porque de alguna forma u otra, todos los que hacen el mal, tarde o temprano, también la pagan. Tal vez vos nunca llegues a saber como. Es probable que jamás te enteres. Pero podés tener el alma tranquila, sabiendo que vos, no sos como esa persona. Y así, solo así, vas a mejorar tu calidad de vida, tu mente, tu alma. Enfocándote en tu felicidad, y en la felicidad de quienes puedas ayudar. Todo lo demás, toda las demás malas personas, son irrelevantes. No te centres en lo negativo, Aspirá siempre a alejarte de quienes te hacen daño. Porque como dije, aquel que te hace daño, la va a pagar. Y aunque no estés ahí para verlo, solo eso, tiene que comenzar a tranquilizarte. A salir de a poco, de tu propia prisión, así como yo estoy intentando salir de la mía. A que tu alma, mi alma, ya no sean, unas de las tantas… Almas Rotas.

Angustia

Es uno de los sentimientos, de las emociones más crueles que el ser humano pueda llegar a sentir. Porque la angustia, se nutre del resto de las emociones negativas para crecer. Y a veces, se hace tan grande, que se vuelve incontrolable. Es como hacer un licuado. Sí, no va a ser la última vez que use esta metáfora, porque la vida en sí, es la mezcla de muchas cosas, que se ponen en un aparato que las tritura, y de todo eso, hace una sola cosa. En este caso, el producto final, está hecho de muchos otros sentimientos. Odio, amor, miedo, desconfianza, decepción, bronca, rencor, tristeza, entre tantos otros. De algunos, dependiendo del caso, puede tener un poco más, y de otros, un poco menos. Es más, no siempre son los mismos. Puede que haya alguno o algunos, que no estén.

No es solo esto lo que hace a la angustia tan cruel. Hay mucho más. Porque la angustia, a diferencia del resto de los sentimientos, nunca se apaga del todo. El rencor puede irse. El odio, ir disipándose. El amor, caer en el olvido. Pero ella, sigue ahí. Sigue ahí, porque aunque todo se vaya yendo de a poco, la razón principal por la que nos angustiamos, está tan arraigada en nuestra mente, como el primer día. Y puede durar días, semanas, meses, años. Si no sabemos manejarla, contrarrestarla, y en definitiva, superarla y dejarla atrás, nos destruye. Porque ese es su cometido. Ir destruyéndonos de a poco, hasta que de nosotros, solo quede la nada misma.

Mi Angustia

Son las 3 de la mañana, o tal vez un poco más, no lo sé, no estoy segura. No me quiero levantar a fijarme la hora, no tengo ganas. Intenté de todo. Dejar de pensar, practicar reiki, meditación, escuchar música, leer un libro, todo. Y nada funciona. De niña aprendí a llorar en silencio. Cuando no podía contarle a nadie que quería ser una niña, una mujer, lloraba. Y lloraba despacio, muy despacio, sin ruido. Para que nadie me escuche. Pero las lágrimas caían sobre mi almohada. Siempre caen, siempre quedan. Pero el llanto, no se oye, nunca se oye. Es como la metáfora del árbol y el bosque. Si el llanto no se escucha, no existe, no está, no importa, no vale, no sirve de nada. Aún así, si se escucha, muchas veces, tampoco sirve. Pero el llanto es una calma para el cuerpo, para el alma, para la mente, y para el espíritu. O eso creo yo. Una vez lloramos, podemos descargar todo eso que llevamos dentro. Ya sea alegría, felicidad, o… tristeza, angustia, como en este caso. Las lágrimas se lavan con el agua, se van. Pero el llanto, también queda dentro nuestro. Y ese llanto que queda dentro, también es difícil de superar.

Las horas continúan pasando. La noche no se detiene, se hace día de nuevo. Y la marcha inexorable del tiempo, me recuerda que no dormí nada, y que tengo que levantarme. Que tengo que empezar de nuevo, sin siquiera haber terminado. Que tengo que seguir, sin siquiera haber descansado. Que a pesar de que yo no puedo hacerlo, el mundo, la vida, la gente, las cosas, todo tiene que continuar. Y me cuesta mucho darme cuenta de que tengo que hacer lo mismo.

Soy un software. Yo misma me programo para seguir órdenes, ritmos, actividades, para hacer cosas. Para no detenerme. Y claro, yo sé de eso, de programar, de hacer que las aplicaciones hagan lo que necesito que hagan. Para eso me programé. Para hacer lo que necesito hacer, ni nada más ni nada menos. Para seguir una lógica. Un conjunto de instrucciones predeterminadas, que logran que las cosas, salgan relativamente bien. Y funciona. Para todo lo demás, funciona. Pero para mi mente, no.

Me duele la cabeza, la panza; Todos los días. Voy al médico. El diagnóstico, al fin, al momento de publicar esta entrada, ya lo sé. Celiaquía. Pero es el estrés, el que hace que se agrave la enfermedad. Quedarme despierta, no sirve, porque al día siguiente tengo sueño. Empiezo a tomar té de tilo, y ahora sí, puedo dormir. Pero dormir, tampoco sirve. Porque cuando duermo, duermo mal, tengo pesadillas. Y me despierto más asustada y cansada que antes. A veces me despierto a la madrugada y lloro, no puedo evitarlo. No puedo evitar pensar, recordar, intentar entender el por qué de todo. Los recuerdos, la tortura constante de lo que me acontece, es como un puñal que vuelve a clavarse una y otra y otra vez, en mi mente, en mi alma, un alma, que al menos por ahora, está rota. Y que necesita sanar.

Intento hablar, y no puedo. No me sale explicar cosas que ni yo misma puedo entender. Me ha pasado muchas veces. Esta, es una más de ellas. Intento escribir. Estas líneas y las anteriores, van formando una secuencia que me ayuda a sacar afuera lo que llevo dentro, aunque nadie entienda realmente de qué se trata. Y como dije, no puedo hablar. Solo llorar, escribir, intentar soñar, intentar dormir bien, intentar no despertarme a la madrugada, intentar buscar soluciones. Explorar todas las variables posibles en esta aplicación de la vida. Una aplicación que, aunque creas que podés planificarla, programarla de alguna forma, al parecer, no es solo una cuestión de voluntad. Es mucho más que eso. Y es muy difícil darte cuenta de que, aunque creas tener el control de todo, hay muchísimas cosas que se te van a escapar. Porque no todo depende de vos, de mí, ,de cualquier otra persona. Depende de muchas más cosas, de muchísimos factores externos.

Intento llevar un diario. Con fechas, situaciones, ideas, cosas que se me ocurren, etc. Me sirve. Me ayuda a tratar de, si bien ya sé que tengo el control de muy pocas cosas, por lo menos intentar tenerlo sobre mí misma. Es bueno, es sanador, es desestresante, de alguna forma. Pero a la noche, siempre a la noche, me encuentro sola. Con mi mente, mis fantasmas. Una mezcla horrible de sucesos reales, con otros que jamás ocurrieron, con otros que podrían ocurrir, y otros que jamás tal vez ocurrirán. ¿O sí? No lo sé, ya no lo sé. Ya no estoy segura de nada.

Me siento una estúpida. Por confiar tanto en las personas, toda mi vida. Por creer que el mundo está lleno de buenas personas. Por pensar que, por ser discapacitada no iban a querer lastimarme. Que error, que grave error. Durante toda mi vida confié demasiado. Y no debería haberlo hecho.

—No te digas estúpida. Porque si te lo repetís mucho, te lo vas a creer. No fuiste estúpida, fuiste ingenua. Confiaste en las personas equivocadas. Y por eso te pasó lo que sea que te haya pasado. Pero podés salir de eso, aprender. Es lo que tenés que hacer, para que no vuelva a pasarte. Y vengarte. Sí, pagarles con la misma moneda, a aquellos que te hicieron daño. O si podés, mucho peor. Dejarlos tan destruidos hasta que no quede ni un despojo de esas personas. —Me dijo una persona a la que solo pude contarle que traicionaron mi confianza, esta vez, por última vez. ¿Quiero? ¿Puedo? ¿Debo? Siguen siendo las preguntas esenciales que tengo que hacerme.

Continúo preguntándome: ¿Por qué? ¿Por qué a mí? ¿Por qué yo? Realmente, no creo merecerlo. No creo ser tan mala persona como para tener que sufrir tanto. Sinceramente, no lo entiendo, no puedo terminar de entenderlo. A veces creo que nunca lo voy a entender.

—Lo que pasa es que vos pensás que todo el mundo es bueno. Y lamentablemente, está muy lleno de gente de mierda. Gente egoísta que no mira más allá de su propio ombligo. Y es horrible. Pero es así. Y tenés que aprender a no confiar. Lamentablemente también, a las personas más buenas, les pasan las peores cosas. Es así, es el karma de la vida, —me dijo una persona cercana a mí.

Lo intento cuando me ducho. Me quedo bajo el agua durante largos ratos, esperando que todo lo malo se vaya. Intento rituales de sanación espiritual, meditación, técnicas de respiración y relajación. Lo intento todo. Y todo sirve, me ayuda a ir saliendo de a poco. Pero a veces, no puedo. Me inventé un mantra. Empiezo a contar, cada vez que subo y que bajo, que me levanto y vuelvo a caer: 0, 1, 2, 3. 0, 1, 2, 3. Ni un número más. ninguno. Solo hasta ahí. Y vuelvo a repetir: 0, 1, 2, 3. 0, 1, 2, 3. A continuación, una pregunta inocente, pequeña, infantil, perturba mi mente. Y la respuesta, no me gusta para nada.

—¿Qué poder te gustaría tener?

—Volar, —respondo inmediatamente.

—No, pero dejame terminar la frase. ¿El fuego, o el hielo?

—El fuego, como los dragones.

—Y pero te gusta Frozen. ¿No te gustaría tener el poder del hielo?

—Sí, me gusta Frozen, pero no quiere decir que me guste su poder. Me gusta el fuego, y volar. Porque me gustan los dragones. Y los dragones, vuelan y escupen fuego.

Sí, me gustaría ser una dragona. Grande, majestuosa, poderosa. Mirar a la luna llena un día y convertirme en una. Así nadie jamás se burlaría de mí. Nadie más me traicionaría, nadie más se reiría en mi cara, nunca más. Volar y escupir fuego a todo aquel que se atreva a intentar tomarme por estúpida. A todo aquel que se atreva a intentar tomarme el pelo, a jugar conmigo. Esa sería mi venganza perfecta. Ese sería mi daño, mi poder. La mayor expresión de mi ira. Pero eso no existe más que en mi imaginación. Y ahí se queda, ahí termina. Ahí encuentra su punto final. ¿Entonces, qué hago? ¿Qué puedo, quiero, o debo hacer? No tengo respuestas para eso.

No me importa qué digan de mí, no me importa lo que piensen. No me importa que crean que me estoy victimizando. No importa si piensan que estoy exagerando. Ya no me importa. Solo me importa lo que pienso, lo que siento en estos momentos. Estoy enojada conmigo, con el mundo, con la vida. Estoy… Sí, angustiada. Muy angustiada. Quiero llorar, gritar, hacer estallar todo en este preciso instante. Siempre traté de brindarme a los demás, sin intentar recibir nada a cambio. Pero hubo quienes se aprovecharon de mi bondad, de mi ingenuidad, y por último, de mi confianza. Por eso, ya nada ni nadie me importa. Solo, la gente que sé que realmente me quiere, y a la que sé que realmente le importo.

Salgo. Me junto con amigas. 0, 1, 2, 3 veces. Las veces que lo necesite. Salgo a pasear, visito a familiares. Voy a la plaza. Camino, camino mucho. Voy hacia ninguna parte, a la nada misma. Mi cuerpo sabe hacia donde tiene que ir, qué tiene que hacer. Pero mi mente, al menos por un rato, lo olvida. Solo salgo, y camino. Las voces, los ruidos de los autos, colectivos, motos, camiones, bicicletas, todo me distrae, me lleva hacia otro lado. Los perros, los chicos, todo me transporta. Continúo caminando. El sol en mi cara, alumbrándome como diciéndome: “hola, estoy acá. No estás sola. Siempre voy a estar para acompañarte, a menos que sea de noche, o esté nublado. Si es de noche, vas a tener a tu luna, a tu querida y tan adorada luna”. Me saca una leve sonrisa. El viento me empuja hacia atrás, como queriéndose llevar la parte baja de mi vestido, mi cartera, y a mí misma. Pero por un tiempo, logra llevarse todo lo malo, lo negativo. Sé que, como en los casos anteriores, solo van a ser momentos de pequeña paz, antes de que mi mente, caiga en sus propias guerras. Pero eso, al menos por ahora, me sirve, me alcanza. Funciona. Quisiera quedarme así, en calma, en paz. Ya no tener que pensar en nada más que solo el ruido, y mi mente en blanco, o diciéndome: “vos podés, dale que vos podés. Pudiste con mucho. Esto no tiene que ser la excepción. Tenés que salir adelante, tenés que seguir. Porque sos fuerte, sos valiente. Solo tenés que dejar todo eso atrás, y seguir adelante”. Sí, dale, cuando vos quieras che. Posta que es re fácil genia. Sos re grosa conciencia, e. Calladita te ves más bonita. ¿Nunca te dijeron eso? Bueno, vos fijate que es así loca. No puedo. Lo intento, y muchas veces siento que no puedo. Intento que mi mente quede en blanco de nuevo. Continúo caminando. Despacio, muy despacio. Sé que quienes me vieran, no me reconocerían, no sabrían que soy yo.

Estoy a punto de cruzar una calle. Faltan unos metros para llegar a la esquina. Un señor grande se me acerca y me pregunta:

—¿Disculpame, vas a cruzar nena?

—Sí, —le respondo.

Llego a la esquina. él se acerca despacio. Lo tomo del hombro. Esperamos que los autos pasen para poder cruzar…

—Hace rato que no te veía, que no nos encontrábamos. —Me dice. Ahí, le reconozco la voz.

—¿Como andás? Estás muy linda. Me alegro muchísimo que estés así. Que puedas ser feliz. Me alegro mucho, enserio. De todo corazón. —Me dice. Y sé que no lo dice con malicia, ni con ningún otro tipo de mala intención.

Recuerdo nuestras charlas, sus luchas, la marcha a la que fuimos. Las historias compartidas, y lo que no me animé a contarle. Lo que ahora él, se dio cuenta. El cambio que vio en mí. Fue hace ya un largo tiempo cuando nos conocimos, y cuando nos vimos por última vez… Vamos cruzando la calle despacio, muy despacio, a su ritmo. Los autos y colectivos esperan pacientes a que terminemos de pasar.

—Muchísimas gracias. —Le respondo—. Realmente me hace muy bien todo lo que me está diciendo. Mis luchas se están poniendo complicadas, pero ya tengo mi DNI, y ese sé que es un enorme logro.

—De nada chiquita, no tenés nada que agradecer. Las luchas son complicadas, pero siempre hay una luz al final del túnel. Te lo dice un sobreviviente, vos sabés… Bueno, te dejo. ¿De acá ya podés seguir solita?

—Sí, —le respondo—. ¡Muchas gracias de nuevo!

Tal vez sí, tal vez es así. Tal vez, solo tenemos que dejar pasar el tiempo, y esperar a que las cosas se vayan acomodando, para que de una vez por todas, empecemos a sanar. A dejar todo lo malo atrás. Pero, no podemos hacerlo solos, él, tampoco pudo. Y ahí, es donde también están las personas que quieren vernos bien, a las que les importamos. Y además, las personitas más importantes de este mundo para mí. Esas personitas especiales sin las que, todas las luchas, metas y objetivos, no tendrían el mismo significado, no serían iguales. Tal vez, como dice mi hermano, encontramos esas respuestas, caminando por la calle. tal vez, en realidad, solo encontramos, más preguntas. Tal vez, aunque vayamos y vengamos, siempre terminamos en el mismo lugar…

Matías Barberis: “El mismo lugar”.

No me sirve

Esta canción, aunque vendría a ser, y de hecho lo es, la segunda parte de una serie de textos consecutivos bajo una misma temática, es también, como un puente para entrar a la tercera. Es un resumen en sí de la misma, con ciertas diferencias de las que, solo se darán cuenta, cuando lean las 2. Pensé en publicarla después de esa tercera parte, pero si lo hiciera así, la publicación de la canción en sí, dejaría de tener sentido. O al menos, no lo tendría para mí. Lo cierto es, que la compuse un día de los tantos que pasé sin poder dormir bien, y mientras estaba ya escribiendo la otra. Es por eso que, quedó como una especie de punto intermedio. 2 días después, la escribí. Y, algo que tienen de bueno las canciones, y la razón por la que decidí publicarla de todos modos, es que cada una de ellas en sí mismas, cuentan una historia. Y acá, está la que les cuento en esta en particular.

No me sirve

No me sirve,

Refugiarme en mis historias, no me sirve.

Expresar mis sentimientos, no me sirve.

Hago todo,

Y nada sirve.

No me alcanza,

Con buscar el equilibrio en la balanza.

Con saber que hay quienes peores cosas pasan.

No me basta,

no me alcanza.

No me sirve,

Que el tiempo pase tan lento, no me sirve.

Torturarme con recuerdos, no me sirve.

Intento todo,

Y nada sirve.

Estribillo

Quiero creer,

Que todo va a estar bien,

Pero me encuentro,

Tan sola en las noches…

Quiero pensar,

Que todo va a mejorar,

Pero mi mente,

Solo me trae reproches.

Segunda parte

No me alcanzan,

La meditación, el reiki, las palabras.

Con salir a caminar hacia la nada.

Tantas cosas,

Ya no alcanzan.

No me sirve,

Ni soñar ni estar despierta, nada sirve

Escribir esta canción, ya no me sirve.

Tantas voces,

Poco audibles.

No me alcanza,

Con oír pajaritos en la ventana.

Con mirar salir el sol cada mañana.

Ni la luna,

Ya me calma.

Estribillo

Quiero creer,

Que todo va a estar bien,

Pero me encuentro,

Tan sola en las noches…

Quiero pensar,

Que todo va a mejorar,

Pero mi mente,

Solo me trae reproches.