Ni una más

Palabras que te pegan como un huracán,

Miradas que no sabes bien a dónde van,

Dime qué pasaría si no hubiera nadie.

Siguiendo mi camino, yo sé a dónde voy,

Sintiéndome insegura y aunque no lo soy,

No ver tus intenciones me hace vulnerable.

Fragmento de la canción Ni una más de Aitana.

Sinceramente, no sabía como empezar esto. Pero sabía que algo, tenía que escribir. Ya me había quedado como un pendiente personal, escribir algo por el 8M. Pero la verdad, estuve con tantas cosas en mi cabeza toda la semana, que no pude dedicarle el tiempo que hubiese querido. Y lamento muchísimo estar escribiendo hoy, en estas circunstancias. Porque esta vez, no estoy escribiendo para ofrecer simplemente un punto de vista, aunque la categoría que elegí, así lo indique. No estoy escribiendo para expresar una opinión, una reflexión, un pensamiento. Esta vez, estoy escribiendo para expresar mi enojo. Mi más puro y sincero enojo. Un enojo visceral, que me sale del centro de las entrañas, y se propaga por todo mi cuerpo.

Aitana, como tantas otras artistas que han tocado este tema en miles de canciones, lo expresan muy bien. Estoy cansada. Muy cansada, de terminar escuchando siempre las mismas historias. De que nos, sí. Nos, y me incluyo, nos pasen siempre las mismas cosas, o similares. A todas. Por ser mujeres, por tener una discapacidad. Por ser, como dice ella, vulnerables. Incluso más que el resto. Y sí. No lo voy a negar. No está en la agenda pública de nadie. Las organizaciones feministas en general, no nos tienen en cuenta. Somos nosotras mismas desde orgas de mujeres con discapacidad, quienes tenemos que levantar la mano para hacer oir nuestra voz. Y eso cansa. Cansa, y mucho. La verdadera sororidad, no siempre está en las que organizan una marcha, las que leen un documento que, en muchos casos, no llega siquiera a ser un consenso. No, no. Muchas veces, está en la amiga que te ofrece que le compartas tu ubicación cada vez que vas a ir a un lugar que no conocés, o a encontrarte con alguien desconocido. Está en la que te llama si siente que te pudo haber pasado algo. A la que podés recurrir si te sentís amenazada, y que sabés que va a estar del otro lado por cualquier cosa. Para ayudarte y acompañarte si está cerca, o para hablar con vos, para que le escribas, para escribirte, si está lejos. Y con esto no quiero renegar ni desacreditar el trabajo de nadie. No, no es mi objetivo. Solo que me pongo a pensar, ¿Donde están esas organizaciones cuando a nosotras nos pasa algo? ¿Donde están esas mujeres cuando necesitamos ayuda?

De todas las mujeres con alguna discapacidad que conozco, creo que al menos el 95% ha sufrido algún tipo de violencia de género en la calle. Desde intentos de robo, hasta… violaciones directamente. Pasando por todos los puntos intermedios. Y la pregunta es, ¿Donde podemos ir? ¿Qué podemos hacer si nos sentimos amenazadas? ¿Con quien podemos contar? Muchas veces, solo con nosotras mismas. Eso, es lo terrible.

Supe de 2 casos en los últimos meses, que me han marcado mucho, por ser de amigas muy cercanas. Pero no son los únicos, ni los primeros, ni los últimos. Por suerte (si se puede decir eso en algún sentido) las cosas no terminaron mal. Pero el trauma que se le genera a una mujer que sufre un ataque en la calle, por mínimo que sea, es muy fuerte. Imagínense una mujer con discapacidad, a la que además, por su propia indefensión, no puede discernir incluso, hacia donde debe correr, en caso de peligro. Hay mujeres que fueron secuestradas en autos, y lograron saltar de estos en movimiento, con el peligro que eso conlleva. ¿Una mujer con discapacidad, podría hacer lo mismo? Lo veo poco probable. En estos 2 casos que comento, la reacción principal de ellas, fue correr, y llegar lo más rápido que pudieran, a pedir ayuda a quien sea. Pero… ¿Sería posible hacer eso en todos los casos? ¿Como reaccionamos cada una de nosotras ante situaciones límites? Y otra pregunta más… ¿Cual es la verdadera solución a estos problemas?

De vuelta. Yo no hago esto para menospreciar, ni mucho menos, todo lo que se hace desde los movimientos, marchas y organizaciones feministas en general. Pero sí creo, que no es suficiente. Sí creo, que hay que hacer algo más. ¿Qué? Realmente no lo sé. Pero sí sé que ni siquiera con tener un ministerio de las mujeres, alcanza para erradicar la violencia de género. Porque hay un problema principal en todo esto. Y ese problema, no tiene que ver exclusivamente con nosotras. Tiene que ver con una cuestión sociocultural que, si bien se ha venido modificando en los últimos años, y a grandes pasos, para ser totalmente honesta, todavía falta mucho por hacer. La cuestión, del machismo implícito en la sociedad en general. El creer que por ser hombre, podés tomarte libertades que evidentemente, no te corresponden. Y de las que claramente, no tenés conciencia de cuanto pueden perjudicarnos. O si acaso la tenés, pareciera no importarte. Con esto, tampoco voy a caer en el feminismo extremo, en el que le hecho la culpa al hombre y nada más. No, no es así. Pero sí hay una realidad que no puede negarse. Y es que ellos no tienen que cuestionarse a qué hora salen, a qué hora llegan, como van vestidos, quien los ayuda a cruzar. Nosotras, tenemos que cuestionarnos eso en todo momento. ¿Estamos saliendo muy provocativas? ¿Estamos mostrando demasiado? ¿Estamos dándote pie a algo más, solo con decirte nuestro nombre? No, realmente no. Pero es como vos lo interpretás. Y acá estoy hablando de situaciones puntuales, de extrema violencia. Porque, sí, aunque no haya un golpe, aunque no haya directamente una amenaza física, las palabras, también son agresiones. Y en muchos casos, muy fuertes. Pero, también podemos hablar de otros casos. Del acoso en redes sociales, del creerse que porque te acepté una solicitud de amistad, o dejé que me sigas en las redes ,te estoy dando luz verde para otras cosas, entre otros cientos de miles de situaciones en las que, solo por el hecho de ser mujeres, estamos mucho más expuestas. Me resulta triste que en pleno 2023, tengamos que seguir haciéndonos este tipo de cuestionamientos. Me resulta indignante, que todavía tengamos que apoyarnos en nosotras mismas.

Una vez, una amiga me contaba que tenía que encontrarse con un chico que… <la había agredido en el pasado. Las razones no importan. Pero tenía que hacerlo. No tenía otra opción. La reacción de sus amigos varones, fue, “hu, qué cagada negri”, y preguntarle después de 3 horas, si estaba bien. La reacción de sus amigas mujeres, fue “reportate cada media hora, y compartinos tu ubicación”. ¿Se entiende? ¿Más clarito le echo agua, no?

Tengo un grupo de amigas con el que nos compartimos ubicación, cada vez que cualquiera de nosotras, se encuentra en algún tipo de situación en la que pueda llegar a estar en peligro. Pero como explicaba, en el caso de mujeres con discapacidad, el peligro puede suceder en cualquier momento. No podés saber quien te está ayudando a cruzar la calle, ni con qué intenciones. ¿Y qué vas a hacer? ¿Compartir tu ubicación en todo momento con alguien? ¿Vestirte un poco más “decente” para que no se fijen en vos? ¿Enserio? No, no me parece justo. Son ellos los que tienen que cambiar. Es la sociedad la que tiene que ser educada para transformarse en una sociedad diferente. Con personas diferentes. Lo estamos haciendo bastante bien con las nuevas generaciones. ¿Tendremos éxito realmente, al final del camino?

Tampoco voy a darle el crédito a las fuerzas de seguridad. Bien sabemos que en la mayoría de los casos (ley Micaela mediante incluso) la justicia y las fuerzas policiales en sí, han entorpecido el camino, muchísimo más de lo que lo han allanado. Sí no voy a negar, que es a quienes tenemos que recurrir en caso de peligro. Pero eso no quiere decir, que esté de acuerdo con confiarle mi seguridad, a desconocidos que, en muchos casos, incluso han revictimizado a mujeres.

Hay quienes deciden tomar sus propias medidas de seguridad. No estoy hablando de que todas y cada una de nosotras, portemos un arma. Además de que una ciega con un arma, es tan peligrosa como un mono con navaja, como bien lo dice el dicho. Pero sí, podemos optar por dispositivos que nos ofrezcan, cierta seguridad. Yo no voy a recomendar ninguno en particular, porque aún no los he comprado. Pero una amiga sí lo hizo, y me pasó el contacto. La gente de Mamá Llegué, ofrece varios productos que se adaptan a los gustos y necesidades de cada persona. Revísenlos, y vean cual es el que prefieren. Quizás, y solo quizás, no debería estar yo haciendo este tipo de recomendaciones. Pero vamos, de nuevo. Tener un arma no es lo mismo que tener un llavero con alarma, que puede incluso conseguir que el potencial agresor se asuste, y se vaya.

¿Y acá es donde se preguntarán, por qué estás escribiendo esto realmente entonces? Ya se los dije. Porque estoy enojada. Porque no puede pasarle esto a una chica que lo único que hace, es salir a pasear un fin de semana. No puede pasarle esto a otra que lo único que hizo, fue llegar a su casa de trabajar a la noche. Pero principalmente, y esto lo resalto con mayúsculas, NO PUEDE PASARNOS ESTO, A NINGUNA DE NOSOTRAS, Y BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA. Basta, ya basta. Nos queremos vivas. Nos queremos libres. Nos queremos independientes. Nos queremos fuertes, valientes, decididas. Queremos vestirnos como se nos cante, y cuando se nos cante. Queremos disfrutar de la vida como cualquier otra persona. Sin miedo. Sin culpa. Sin presiones sociales y culturales de ningún tipo, sobre nuestro aspecto, apariencia, género, discapacidad, ni nada de lo que nos haga diferentes.

Tal vez, y solo tal vez, no haya sido una casualidad que justo este sábado a la mañana, el aleatorio me haya despertado con esa canción que puse acá al principio, y que como apagué la alarma y volví a quedarme dormida, luego lo haya olvidado. Cuando a la tarde me contaste lo que te había pasado, lo recordé. Pero más allá de esas cosas flasheras del universo, sabé vos, y cualquiera, siempre, que como dije en artículos anteriores hablando de este tema, pueden, podés contar conmigo cada vez que te pase algo, cada vez que lo necesites. Que voy a estar ahí para vos, para todas. Que si nadie más está, al menos, entre nosotras, sí estamos. Entre nosotras, sí nos cuidamos, sí nos protegemos. Porque, sí. Entre nosotras, independientemente de todas aquellas ideas, opiniones y pensamientos que nos diferencian, sé, que como dije, vivas nos queremos.

Como hacemos que cualquier mirada,

Siempre esté librada,

De interpretaciones.

Que ni una más deba permanecer callada,

Que ni una más sufra por dobles intenciones.

Quise

Texto de Luna Romano. Publicado con su permiso. Actualizado el 13/03/2023.

quise desenredar de mi lengua palabras
quise
quise
quise
toda yo
toda otros
quise por deber
por ser ella
sin entender lo que significaba
la mancha azul en las propagandas de apósitos
las piernas cruzadas
las miradas ajenas
el arco lacerando mis pechos
quise sosegada
controlando la voz
con hambre
muda
y en juicio
sin querer quise pensándome sin sangre
sin deseo
inmóvil
y en calma
Hoy sabiendo que no puede acortarse mi cuerpo
Quiero
sabiendo
toda yo
toda heridas
abiertas
vivas
Heridas y Vivas

Y ya llevamos 2 años

Es muy difícil hacerse un lugarcito en un mundo dominado por las imágenes, los videos, y sobre todo los memes y las historias en las redes sociales. Cuando empecé con el blog, muchos me dijeron que el auge de los blogs había terminado, y que habían pasado de moda. Y puede que esto no sea del todo falso. Ya que no se pueden comparar, las vistas y visitas de un blog, con las de los videos en redes, o en las plataformas más populares. Aún así, seguimos existiendo quienes preferimos leer un artículo en este tipo de sitios. Siguen habiendo páginas y grupos, en los que se leen y comparten entradas de blogs. Y siguen habiendo, personas interesadas por la lectura. Muchos de quienes tienen un blog, pueden añadir una imagen o un video a sus entradas, para hacer su blog más atractivo visualmente. Lamentablemente, yo no tengo esa posibilidad, y casi siempre, comparto las mismas imágenes en redes sociales. Sin embargo, hay personas, que deciden acompañarme. Que leen, comentan, difunden y comparten.

Hace casi 2 años, decidí retomarlo, con la entrada que ya de seguro todos leyeron, “Soy Katherine”. Como ya expliqué en esa misma entrada, este blog fue creado en sus inicios, para ir contando todo lo que iba pasando por mi mente, en cuanto a mi transición de género. Pero por razones ya mencionadas allí también, lo había dejado. Al escribir esa entrada, y el hecho de que haya tenido tanta repercusión, se me ocurrió que ahora sí, podría continuarlo. Fue así, como empecé con artículos de opinión, canciones, cuentos e historias, que se me iban ocurriendo, o incluso cosas que soñaba.

Pero este año, decidí ir más allá. Decidí proponerme otros objetivos, además de escribir. Transformé ese blog en un sitio web propio, en el que pude añadir muchísimas características, que mejoran la accesibilidad y la interacción con los usuarios. Desde la posibilidad de escuchar las entradas, hasta modificar el tamaño de la página, entre otras tantas. Algo más que hice hace poquito, es separar las entradas por etiquetas, lo que permite una mejor organización de lectura para los usuarios. Y también, añadí la posibilidad de comentar desde sus cuentas de twitter y facebook. Pueden leer sobre todo esto en la página “navegar por el blog”, desde el menú. Por otro lado, este año, superamos la cantidad de vistas totales del año pasado. Este mes, sí, diciembre, fue en el que más vistas recibimos. La gente lee desde varios países, y gracias a la función de traducción, en muchos idiomas. Hace poco, recibimos las primeras donaciones, a través de la página “Colaborar con KathWare”, a la que se puede acceder también desde el menú.

Más allá, pero mucho más allá de estos datos, descubrí que escribir, es una de las grandes pasiones de mi vida. Que me gusta muchísimo hacerlo. Que amo cada historia, y en sí, cada entrada que sale de mi mente, y logro concretar. Y es por esa razón principalmente, ante todas las demás, que lo hago, y pienso seguir haciéndolo.

Que el contenido de “KathWare”, esté bajo una licencia “Creative Commons”, significa que todo lo que escribo, también es de ustedes. Que está disponible para que lo descarguen, lo escuchen, lo compartan, y se adentren en todas y cada una de las entradas que aquí se encuentran.

Después de tantas palabras, el motivo por el que decidí hacer esta publicación, es precisamente, para agradecerles a todos ustedes. Los que me leen, los que comparten, los que difunden, los que se toman unos minutos para adentrarse en este mundo en el que solo existen las palabras, y la imaginación.

No sé qué publicaré el año que viene, aunque es cierto que ya tengo algunas ideas dando vueltas por mi cabeza. Pero lo que sí sé, es que todo lo que hay hasta ahora, solo serían palabras vacías, si no fuese por todos ustedes. Es como cuando tenés un ladrillo, solo un ladrillo. Pero luego, ese, junto a otros muchos más, terminará siendo una casa. Gracias, por ayudarme a construir, este pequeño lugarcito de mi mente. Todos, absolutamente todos mis lectores, son importantes para mí, aunque no los conozca, o jamás vaya a saber quienes son. Pero hay organizaciones y personas, que a través de sus medios, me brindaron un espacio para contar un poquito sobre este proyecto.

Para finalizar esta publicación, quisiera mencionarlos, y darles a todos ellos también, mis más sinceros agradecimientos. Desearles un gran año 2022, con todos esos proyectos que tanto contribuyen a la accesibilidad, y la mejora de la vida de las personas con discapacidad, entre otras tantas cosas. Gracias, pero muchas gracias por todo. Les dejo a continuación los enlaces a sus respectivos proyectos. Pueden leer sobre algunos de ellos, en la página “Acerca de mí”, o claro, ingresando a cada enlace.

La comunidad de DaLat (Desarrollo Accesible Latinoamericano). La fundación Itgrarte. La comunidad de las de sistemas. La asociación civil Tiflonexos. La aplicación Lazarillo. El sitio periodismo femidisca. Lucía Velázquez y su programa Inclusive. El blog Para Rosie. Y Silvana Marchese, y sus letras del alma.

Orgullo 2021

El logo del blog, con la bandera LGBT de fondo

Bueno, esto iba a ser un post para las redes sociales, pero entre párrafo y párrafo, se fue transformando en una entrada de mi blog. Disculpen los entreveros en el hilo conductor del artículo. Fue bastante improvisado, así que, por una vez en la vida, decidí publicarlo, sin revisarlo del todo. Más que nada, porque mañana ya no corresponde con la fecha. Creo que aún así, me quedó bastante bien. ¿Qué opinan?

Hoy, es 28 de junio. Durante todo el mes, se dice que es el mes del orgullo. Existen gigantes como el estado, empresas, entre otros, que pretenden abrazarnos, comprendernos y entendernos. ¿Pero, qué tan cierto es esto?

Durante este último tiempo, pasaron, con respecto a esto, varias cosas, que me han tocado muy de cerca. La primera, y que es de conocimiento público, es que al fin es ley el 1% del cupo laboral trans. Es decir, este porcentaje de personas, debe ser empleado en la administración pública nacional. Si bien, me parece un enorme avance, así como lo son todas las leyes que garantizan derechos a las poblaciones minoritarias, a su vez, me permito hacerle un cuestionamiento a la sociedad toda.

El artículo 14 de nuestra constitución nacional,, dice lo siguiente: Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender.

¿Entonces, por qué tiene que crearse una ley específica para que las personas trans, tengan la posibilidad de trabajar? Es lo mismo que el cupo del 5% para las personas con discapacidad. ¿Qué acaso, no se nos considera personas? La respuesta es no. Para este sistema capitalista, basado en la fuerza de trabajo, en relación a la aceptación religioso/cultural de la sociedad, y teniendo a la religión como uno de los garantes del control del estado sobre la población, no somos personas. Es por eso, que en una reivindicación de derechos, se crean estas leyes, para que tengamos algo que, se supone deberíamos haber tenido desde el principio, por el solo hecho de ser personas, y habitantes del suelo argentino, como lo indica claramente la constitución. Asimismo, está claro que esta pelea recién está empezando. A pesar de los avances en la tecnología, de los beneficios impositivos para empresas y demás, muy pocas cumplen realmente con el 5% de personas con discapacidad trabajando en sus empresas, en el estado, instituciones y/u organizaciones. El 80% de las personas con discapacidad, no tiene un trabajo estable, y muchos de ellos no tienen ni siquiera estudios formales que les permitan acceder al mercado laboral, en igualdad de condiciones. El 95% de las personas trans, no tiene un trabajo estable. el 90% aún continúa viviendo de la prostitución. En la mayor parte de los casos, ni siquiera tienen terminados sus estudios primarios. Y la expectativa de vida, continúa siendo de entre 35 y 39 años. ¿Entonces, si para las personas con discapacidad sucede esto, a años de haberse aprobado esa ley, qué podemos esperar las personas trans, con estas otras estadísticas? No mucho, en realidad. Es lo triste, de todo esto. Que a pesar de que existan leyes, los derechos de ambos colectivos, siguen siendo vulnerados sistemáticamente. Pero así, como las personas con discapacidad, en su mayoría no se rinden, tenemos que hacer lo mismo. ¿La gran pregunta sería, por qué no unificar las luchas? Sí, todos sabemos esa respuesta. Divide y triunfarás, dice el viejo proverbio, y es totalmente cierto. Existen divisiones entre los distintos tipos de discapacidades. En el movimiento LGBTIQ+, incluso hay personas que discriminan a las personas trans. Lamentablemente, la división de las minorías, y de la clase trabajadora, es una de las grandes victorias del capitalismo. El odio, o la infantilización. El menosprecio, o la exclusión directa o indirecta. No importa el motivo. El resultado, termina siendo el mismo. Por eso, es que esta, y todas las leyes, son un primer paso. Pero la igualdad ante la ley, muy pocas veces, termina siendo la igualdad ante la vida.

“Yo nena, yo princesa”. Es el título del libro de Gabriela Mansilla, la mamá de la pequeña Luana. Ella, fue la primer niña trans en Argentina y en el mundo, en obtener su DNI con su identidad de género, sin tener que pasar por un proceso judicial. Recomiendo a mis lectores que lean este libro. Al menos a mí, me cambió la cabeza en muchísimos aspectos. No suelo hacer reseñas de libros, porque tengo miedo de spoilear, pero esta va a ser una pequeña excepción. Hace poco, pude conseguir ese libro en formato digital para poder leerlo. Su historia, no solo me impactó en lo personal, si no que además, la crudeza con la cual la mamá, cuenta algo que a su vez, no logra comprender del todo, fue algo maravilloso. La historia de Luana no es tan diferente a muchas del resto de las niñas trans. La diferencia, es que ella, sí tuvo alguien que la escuche. Alguien que le dio muchísimas cosas, pero por sobre todo, amor, comprensión, entendimiento, respeto. También, tuvo que ver el contexto histórico, eso es algo que no puede dejarse de lado. Cuando Luana nació y comenzó a crecer, ya comenzaba a hablarse del tema. Incluso, por aquellos años, se promulgó la ley de identidad de género. Pero ese libro tiene muchísimo más, que la historia de una madre y su niña. Una de las frases de la pequeña, que más me impactó, fue la siguiente: “si yo soy nena, y me siento nena, mi penecito también es nena”. ¿Como una niña tan pequeña, puede explicar con tanta claridad y sencillez, algo que incluso a las personas adultas, les cuesta tanto entender? Somos trans, somos personas diferentes. Lo fuimos siempre. ¿Es realmente tan difícil? Sí. Desafortunadamente, sí. Lo es.

Tehuel De la Torre lleva casi 4 meses desaparecido. Es un joven trans de 22 años que fue visto por última vez el pasado 11 de marzo en San Vicente, cuando se dirigía a buscar trabajo. A pesar de la difusión, de los esfuerzos hechos, aún no se sabe dónde está, ni qué fue lo que le sucedió. Como él, lamentablemente, incluso con los avances en las leyes, hay muchos, muchas y muches, que siguen siendo desaparecides, violentades de miles de formas distintas, y asesinades, por el solo hecho de ser, de existir, de ocupar un pedacito de mundo.

Conclusión: Podemos (entre comillas) “conseguir trabajo”, cambiar nuestro género y nuestro nombre, incluso nuestra apariencia, de acuerdo con nuestra identidad autopercibida. Pero lo que no podemos, lo que no nos dejan hacer, a 52 años exactos de la masacre de stonewall, es vivir. Sí. el simple y sencillo derecho a vivir, a trabajar, a estudiar, a enseñar, a aprender, que tienen todas las personas de este mundo. No podemos permitir que esto continúe pasando. En el país, en el mundo, debe haber más Luanas felices, y Menos Tehuels desaparecidos. Más amor y respeto, y menos odio. Más personas con discapacidad con igualdad de oportunidades de trabajar, de adquirir conocimientos y experiencia, y menos exclusión. Tenemos que unirnos como sociedad. Tenemos que aprender a respetar, a aceptar al otro como es. A no discriminar. A juzgar al otro por sus habilidades y capacidades, y no por lo que se supone, no puede hacer. A juzgar a los demás, por las cosas en las que somos iguales, y no por aquellas en las que somos diferentes. Sé que incluso esto, no es suficiente. Pero si cada uno empieza poniendo un granito de arena, les aseguro que eso, ya va a ser mucho. Por supuesto, que la única posibilidad real de triunfo, es el cambio total del sistema capitalista, por un sistema más justo, más equitativo, más igualitario. Que vivamos en un mundo en el que seamos, como dice Rosa Luxemburgo, socialmente iguales, aunque seamos todos, humanamente diferentes. Pero hasta que ese cambio llegue, podemos seguir luchando, como lo hicieron todos aquellos que nos precedieron. Para no callarnos más. Para alzar la voz ante todas las injusticias, que sufrimos por ser personas con discapacidad, personas trans, o por pertenecer a cualquier otra minoría que esté siendo violentada.

Quisiera dejarles, para el final, también, algunas frases de activistas que representan a la comunidad trans en nuestro país:

Susy Shock: “Reivindico mi derecho a ser un monstruo. Que otros sean lo normal”.

Lohana Berkins: “En un mundo de gusanos capitalistas, hay que tener coraje para ser mariposa”.

Carlos Jáuregui: “En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”.

Y bueno, una propia ¿Por qué no? Prometo que es la última vez que la publico. La tercera es la vencida:

No podemos ser totalmente inclusivos, pero sí podemos ser cada vez menos excluyentes, incluso yo misma. Es cuestión de ir mejorando día a día, y como mejor nos sea posible. Porque, con la exclusión, se puede aplicar el mismo concepto que se le aplica a la presunción de inocencia. Todas las personas somos excluyentes, hasta que se demuestre lo contrario.

Deshechos humanos, o Derechos humanos

Este texto, fue escrito con motivo de la reforma previsional del año 2017. Hoy, 3 años después, en los que se discute una nueva modificación de la misma, que en lugar, nuevamente, de mejorar las condiciones de vida para las personas mayores, las empeora, toma una indiscutible relevancia. Como expliqué en anteriores ocasiones, que se encuentre en la categoría otros autores, quiere decir que no fue escrito por mí, si no por alguien que decidió mantener su anonimato, pero que se ha dado en llamar, “Súper Chango”. En fin, les dejo este texto de esta persona, adelantando que no va a ser la última vez que lean algo de “Súper Chango” por acá.

Deshechos humanos, o Derechos humanos

Prendés la tele y aparece una propaganda de uno de esos suplementos vitamínicos para gente mayor, y uno de los “personajes” que aparece dice “¿Que cuántos años tengo? 55, y preguntame si algún día me voy a retirar”. Hoy, esa pregunta se contesta fácil. A menos que seas parte de la minoría que genera la riqueza a costa del trabajo ajeno, algún día te vas a retirar. Ese día va a ser cuando el cuerpo ya no te de más, y seas demasiado frágil y débil para formar parte de un inhumano sistema de producción. Y ahí, cuando ya te consumieron el sesenta porciento de la vida (con suerte), lo único que te va a quedar es una mísera jubilación, la retribución amarga de una vida entera de aportes que se diluyen.

Y con eso, no te va a alcanzar para el suplemento vitamínico. Apenas te va a alcanzar para lo necesario para calmar el dolor de huesos. Y ahí es cuando llegaste al final de la vida. Y te retorcieron como un trapo para sacarte todos los años, toda la vida, todo el tiempo. Y te fuiste. Pero probablemente quedaron tus hijos, o tus nietos, que, como viene la mano, probablemente la tengan más complicada.

Esto avanza, y mientras los burgueses inhumanos viven de arriba (o mejor dicho, a costa de los de abajo), la inmensa mayoría se muere desahuciada, aislada, sola.

Pero esta propaganda no es lo único. Porque después salís a la calle, y probablemente te cruces con alguno que dice “pero el socialismo quedó demostrado que no funciona, mirá Cuba, son todos pobres” y ahí es cuando hay que contestar: ¿Este es el éxito del capitalismo? ¿No te das cuenta que somos miles de millones, usados y descartados para mantener a aquellos que tienen el poder? Es claro que si de verdad hiciéramos esa pregunta, la respuesta sería un conjunto de palabras vacías y sin argumentos. Pero por lo menos, te expresaste. Y eso es lo que hay que hacer, expresarse, reclamar, luchar. Con una lucha constante, enseñando, explicando las propuestas, la gente, tarde o temprano va a entender. Porque nada es para siempre, y así como nosotros nos vamos explotados, este sistema capitalista también se va. Con la lucha, lo tenemos que sacar. Para dejar de ser Deshechos Humanos, y convertirnos en personas con verdaderos Derechos Humanos.