Entre algunos de los tipos de virus informáticos más conocidos se encuentran los Malware, Spyware, Adware y Ransomware. A continuación, les presentamos un nuevo tipo: el Kathware. A través de cuentos, canciones, historias, y otros tipos de contenidos literarios, y entre realidades, fantasías, sueños, y el enorme poder de la imaginación, este nuevo tipo de virus trastoca los discos rígidos de las mentes que se atreven a mirar más allá, utilizando el lenguaje de programación más poderoso de todos: La Palabra.
Categoría: Sentipensares
Se transforma en una categoría. Es una palabra muy hermosa para supeditarla a una etiqueta. Porque sentipensar es un verbo al que se lo debe llevar tanto en la mente como en el alma.
Bueno, esto iba a ser un post para las redes sociales, pero entre párrafo y párrafo, se fue transformando en una entrada de mi blog. Disculpen los entreveros en el hilo conductor del artículo. Fue bastante improvisado, así que, por una vez en la vida, decidí publicarlo, sin revisarlo del todo. Más que nada, porque mañana ya no corresponde con la fecha. Creo que aún así, me quedó bastante bien. ¿Qué opinan?
Hoy, es 28 de junio. Durante todo el mes, se dice que es el mes del orgullo. Existen gigantes como el estado, empresas, entre otros, que pretenden abrazarnos, comprendernos y entendernos. ¿Pero, qué tan cierto es esto?
Durante este último tiempo, pasaron, con respecto a esto, varias cosas, que me han tocado muy de cerca. La primera, y que es de conocimiento público, es que al fin es ley el 1% del cupo laboral trans. Es decir, este porcentaje de personas, debe ser empleado en la administración pública nacional. Si bien, me parece un enorme avance, así como lo son todas las leyes que garantizan derechos a las poblaciones minoritarias, a su vez, me permito hacerle un cuestionamiento a la sociedad toda.
El artículo 14 de nuestra constitución nacional,, dice lo siguiente: Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender.
¿Entonces, por qué tiene que crearse una ley específica para que las personas trans, tengan la posibilidad de trabajar? Es lo mismo que el cupo del 5% para las personas con discapacidad. ¿Qué acaso, no se nos considera personas? La respuesta es no. Para este sistema capitalista, basado en la fuerza de trabajo, en relación a la aceptación religioso/cultural de la sociedad, y teniendo a la religión como uno de los garantes del control del estado sobre la población, no somos personas. Es por eso, que en una reivindicación de derechos, se crean estas leyes, para que tengamos algo que, se supone deberíamos haber tenido desde el principio, por el solo hecho de ser personas, y habitantes del suelo argentino, como lo indica claramente la constitución. Asimismo, está claro que esta pelea recién está empezando. A pesar de los avances en la tecnología, de los beneficios impositivos para empresas y demás, muy pocas cumplen realmente con el 5% de personas con discapacidad trabajando en sus empresas, en el estado, instituciones y/u organizaciones. El 80% de las personas con discapacidad, no tiene un trabajo estable, y muchos de ellos no tienen ni siquiera estudios formales que les permitan acceder al mercado laboral, en igualdad de condiciones. El 95% de las personas trans, no tiene un trabajo estable. el 90% aún continúa viviendo de la prostitución. En la mayor parte de los casos, ni siquiera tienen terminados sus estudios primarios. Y la expectativa de vida, continúa siendo de entre 35 y 39 años. ¿Entonces, si para las personas con discapacidad sucede esto, a años de haberse aprobado esa ley, qué podemos esperar las personas trans, con estas otras estadísticas? No mucho, en realidad. Es lo triste, de todo esto. Que a pesar de que existan leyes, los derechos de ambos colectivos, siguen siendo vulnerados sistemáticamente. Pero así, como las personas con discapacidad, en su mayoría no se rinden, tenemos que hacer lo mismo. ¿La gran pregunta sería, por qué no unificar las luchas? Sí, todos sabemos esa respuesta. Divide y triunfarás, dice el viejo proverbio, y es totalmente cierto. Existen divisiones entre los distintos tipos de discapacidades. En el movimiento LGBTIQ+, incluso hay personas que discriminan a las personas trans. Lamentablemente, la división de las minorías, y de la clase trabajadora, es una de las grandes victorias del capitalismo. El odio, o la infantilización. El menosprecio, o la exclusión directa o indirecta. No importa el motivo. El resultado, termina siendo el mismo. Por eso, es que esta, y todas las leyes, son un primer paso. Pero la igualdad ante la ley, muy pocas veces, termina siendo la igualdad ante la vida.
“Yo nena, yo princesa”. Es el título del libro de Gabriela Mansilla, la mamá de la pequeña Luana. Ella, fue la primer niña trans en Argentina y en el mundo, en obtener su DNI con su identidad de género, sin tener que pasar por un proceso judicial. Recomiendo a mis lectores que lean este libro. Al menos a mí, me cambió la cabeza en muchísimos aspectos. No suelo hacer reseñas de libros, porque tengo miedo de spoilear, pero esta va a ser una pequeña excepción. Hace poco, pude conseguir ese libro en formato digital para poder leerlo. Su historia, no solo me impactó en lo personal, si no que además, la crudeza con la cual la mamá, cuenta algo que a su vez, no logra comprender del todo, fue algo maravilloso. La historia de Luana no es tan diferente a muchas del resto de las niñas trans. La diferencia, es que ella, sí tuvo alguien que la escuche. Alguien que le dio muchísimas cosas, pero por sobre todo, amor, comprensión, entendimiento, respeto. También, tuvo que ver el contexto histórico, eso es algo que no puede dejarse de lado. Cuando Luana nació y comenzó a crecer, ya comenzaba a hablarse del tema. Incluso, por aquellos años, se promulgó la ley de identidad de género. Pero ese libro tiene muchísimo más, que la historia de una madre y su niña. Una de las frases de la pequeña, que más me impactó, fue la siguiente: “si yo soy nena, y me siento nena, mi penecito también es nena”. ¿Como una niña tan pequeña, puede explicar con tanta claridad y sencillez, algo que incluso a las personas adultas, les cuesta tanto entender? Somos trans, somos personas diferentes. Lo fuimos siempre. ¿Es realmente tan difícil? Sí. Desafortunadamente, sí. Lo es.
Tehuel De la Torre lleva casi 4 meses desaparecido. Es un joven trans de 22 años que fue visto por última vez el pasado 11 de marzo en San Vicente, cuando se dirigía a buscar trabajo. A pesar de la difusión, de los esfuerzos hechos, aún no se sabe dónde está, ni qué fue lo que le sucedió. Como él, lamentablemente, incluso con los avances en las leyes, hay muchos, muchas y muches, que siguen siendo desaparecides, violentades de miles de formas distintas, y asesinades, por el solo hecho de ser, de existir, de ocupar un pedacito de mundo.
Conclusión: Podemos (entre comillas) “conseguir trabajo”, cambiar nuestro género y nuestro nombre, incluso nuestra apariencia, de acuerdo con nuestra identidad autopercibida. Pero lo que no podemos, lo que no nos dejan hacer, a 52 años exactos de la masacre de stonewall, es vivir. Sí. el simple y sencillo derecho a vivir, a trabajar, a estudiar, a enseñar, a aprender, que tienen todas las personas de este mundo. No podemos permitir que esto continúe pasando. En el país, en el mundo, debe haber más Luanas felices, y Menos Tehuels desaparecidos. Más amor y respeto, y menos odio. Más personas con discapacidad con igualdad de oportunidades de trabajar, de adquirir conocimientos y experiencia, y menos exclusión. Tenemos que unirnos como sociedad. Tenemos que aprender a respetar, a aceptar al otro como es. A no discriminar. A juzgar al otro por sus habilidades y capacidades, y no por lo que se supone, no puede hacer. A juzgar a los demás, por las cosas en las que somos iguales, y no por aquellas en las que somos diferentes. Sé que incluso esto, no es suficiente. Pero si cada uno empieza poniendo un granito de arena, les aseguro que eso, ya va a ser mucho. Por supuesto, que la única posibilidad real de triunfo, es el cambio total del sistema capitalista, por un sistema más justo, más equitativo, más igualitario. Que vivamos en un mundo en el que seamos, como dice Rosa Luxemburgo, socialmente iguales, aunque seamos todos, humanamente diferentes. Pero hasta que ese cambio llegue, podemos seguir luchando, como lo hicieron todos aquellos que nos precedieron. Para no callarnos más. Para alzar la voz ante todas las injusticias, que sufrimos por ser personas con discapacidad, personas trans, o por pertenecer a cualquier otra minoría que esté siendo violentada.
Quisiera dejarles, para el final, también, algunas frases de activistas que representan a la comunidad trans en nuestro país:
Susy Shock: “Reivindico mi derecho a ser un monstruo. Que otros sean lo normal”.
Lohana Berkins: “En un mundo de gusanos capitalistas, hay que tener coraje para ser mariposa”.
Carlos Jáuregui: “En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”.
Y bueno, una propia ¿Por qué no? Prometo que es la última vez que la publico. La tercera es la vencida:
No podemos ser totalmente inclusivos, pero sí podemos ser cada vez menos excluyentes, incluso yo misma. Es cuestión de ir mejorando día a día, y como mejor nos sea posible. Porque, con la exclusión, se puede aplicar el mismo concepto que se le aplica a la presunción de inocencia. Todas las personas somos excluyentes, hasta que se demuestre lo contrario.
Hay más de siete mil millones de personas en el mundo. Todas y cada una de ellas, sin importar la razón, son diferentes. No existe, bajo ningún punto de vista, una persona totalmente idéntica a la otra. Pero, parafraseando una vieja y conocida premisa, todos somos diferentes. Solo que algunos, somos más diferentes que otros. Soy Katherine. Tengo discapacidad visual, soy una mujer trans, y hace 2 meses, me diagnosticaron celiaquía.
Mi primera reflexión ni bien tuve el diagnóstico, mientras caminaba del consultorio hacia la farmacia, fue: “¿Enserio? ¿Otra cosa más? ¿Qué viene después?” No lo podía creer. Es como que era demasiado para mí. Algo más a lo que acostumbrarme, algo más sobre lo que aprender, algo más a lo que tendría que adaptarme a partir de ese momento. Un mundo nuevo, y totalmente desconocido, del que hasta entonces, no tenía ni la menor idea. A medida que fueron pasando los días, las semanas, entendí, que eso me había pasado con todo lo demás, a lo largo de mi vida.
En cuanto a mi familia, cuando les conté el diagnóstico, lo primero que hizo mi nene, fue intentar averiguar en google, si había otras personas con estas 3 condiciones en simultáneo. Lamentablemente, aunque se crea que google lo sabe todo, en este caso, no encontramos una respuesta. O será tal vez, que no sabemos buscarla, no lo sé. El punto en sí, es que todavía seguimos con la duda. ¿Existe una estadística de ese tipo? ¿Cómo se puede saber? ¿Es posible a caso?
Hace poco, leí una publicación en el grupo de celíacos unidos de Argentina, en la que -una persona, explicaba qué significaba para ella, ser celíaca. Algunas de las cosas que dijo, y que cito para destacar, son las siguientes: “que te ayuda a ver el mundo con otros ojos”. Que te ayuda a encontrarte a vos mismo y a quererte, a aceptarte y cuidarte como nunca antes lo hacías”. Esos 2 puntos, son sobre los que al menos yo, me quedé reflexionando. Porque en mi caso, con respecto al segundo punto, es complejo. Sé, que tendría que haberme cuidado mucho más en el pasado, y que tendría que haber respetado las otras dietas que me mandaron. Y que no lo hice en su totalidad. Claro que esos diagnósticos anteriores, fueron erróneos. Pero eso, yo, no lo sabía. Hoy, al tener algo concreto, entender qué es y como debo enfrentarlo, me hizo comprender las cosas de otra manera. Me hizo entender, que ahora sí, si realmente me importa mi salud, mi vida, tengo que hacerlo. Tengo que quererme, cuidarme, y volver a aceptarme, con esta nueva condición. Y con respecto al primer punto, creo que empecé a ver el mundo de la forma en la que ella lo está expresando, no ahora, cuando entendí que soy celíaca, si no, ya hace tiempo. Cuando comprendí, que era diferente.
Ser diferente, es difícil. ir sobrellevando esas diferencias, lo es muchísimo más todavía. ser aún más diferente que los demás, bueno, que decir. Es como si fueras llevando una bolsa. cada vez que encontrás una diferencia, ponés una piedra nueva en esa bolsa. A medida que estas se van acumulando, esta se hace cada vez más y más pesada. Y es cada vez más difícil de transportar. Y no importa si esta última piedra es más o menos pesada que las restantes. No. Lo que importa, lo que me lleva a escribir este texto, es el peso total de esa bolsa. Así es, todas las diferencias juntas. Todo aquello que, no solo me hace diferente a cada una de las personas, o a un grupo de ellas, o que me hace pertenecer a una minoría. Si no, a lo que me hace diferente también, a la mayoría de las minorías en general. Porque ya no soy una persona ciega, una mujer trans, una persona celíaca. Soy esas 3 cosas al mismo tiempo. Y bueno, todos me dicen, sí, sos eso, pero también muchísimo más. Y sí, lo sé, claro que soy consciente de que hay muchas cosas más que me caracterizan. Pero estas, no tienen tanta determinación, tanta relevancia, tanta influencia en mi vida diaria, en mi relación con la sociedad, con mi entorno, como estas 3.
En realidad, no vengo a hablar de todo esto junto, no. Porque sobre lo que significa ser trans, y mi proceso de transición, ya hablé en otros artículos. Y porque, la celiaquía, es algo a lo que todavía me estoy adaptando, y sobre lo que aún estoy aprendiendo. Si no que, aquí vengo a hablar sobre lo que para mí, fue y es, ser diferente. Y es que, lo que la celiaquía me llevó a reflexionar, es eso de lo que hablé unas líneas más arriba. De cuando, yo empecé a entender que era diferente a los demás. De cuando, comencé a mirar al mundo con otros ojos. A mirar al otro, como si fuese un reflejo de mí misma, aunque en verdad, seamos ambos, un reflejo de algo que nos caracteriza. Algo de lo que nos hace iguales entre sí, pero diferentes a todos los demás.
Infancia
Es sin duda, la etapa más importante, más trascendental de nuestras vidas. Porque en la infancia, se forma nuestro carácter. Nuestra forma de ver la vida. Nuestros miedos, nuestras inseguridades, aquello que somos tanto internamente, como para con los demás. Y esto, depende pura y exclusivamente de nuestro entorno. De nuestras familias, de nuestros padres, compañeros de clase, amigos, docentes, Etc. Somos una esponja, que absorbe absolutamente todo sin distinción. Y de eso, algo nos va quedando, nos va moldeando, transformando. Pero en la infancia, no conocemos toda la historia. No sabemos todas las respuestas. No contamos con toda la información, como para hacer un juicio sobre algo específico. Y no es que la opinión de los niños no valga, por supuesto que no. Si no que, los adultos no nos proporcionan toda esa información. Ya sea para protegernos, para no preocuparnos, porque hay ciertas cosas que se supone, debemos saberlas a cierta edad, entre otras tantas causas. Voy a ejemplificarlo con una pequeña anécdota.
Hace muchos años, cuando yo tenía unos 3 más o menos, mi bisabuelo estaba durmiendo en su pequeño cuartito. No recuerdo exactamente por qué razón, salí de mi casa, pasé por el patiecito, y entré. Tampoco recuerdo qué hice exactamente, una vez dentro. Pero sí recuerdo cuando salí. Porque al estar volviendo, vi que había quedado la luz de la pieza del abuelo, encendida. Entonces, me dispuse a apagarla. Volví, y, según yo sabía, para apagar esa luz, había que empujar la lámpara hacia arriba. Lo hice, y se apagó. Pero al soltarla, se encendía de nuevo. Entonces, cabeza dura que soy ya desde tiempos inmemoriales, seguí insistiendo. La volvía a subir, y se apagaba. La soltaba, y se encendía. Estuve un rato largo así, hasta que… Bueno, pasó lo que tenía que pasar. Me dio una patada, y me caí al piso. Recuerdo varias cosas. La primera, es que todo empezó a dar vueltas. La segunda, es que al intentar pararme, el piso parecía resbaloso, y me picaba todo el cuerpo, como si todo estuviese lleno de hormigas. Y la última, que logré subirme a la cama de mi abuelo, pero como estaba muy dormido, no me dio ni pelota. Empecé a llorar y a gritar, hasta que mi mamá me vino a buscar y me llevó a la casa. Una vez ahí, me explicaron que lo que me había pasado, es que la electricidad me había dado una patada, por estar jugando con ella. Y, que la forma en la que había que apagar esa luz, era subiéndola para arriba, sí, pero luego atornillándola hacia la derecha. Esas, eran cosas que yo aún, no conocía.
Durante muchísimo tiempo, no entendí, ni supe explicar del todo, por qué razón no veía. El concepto de retinopatía del prematuro, era algo totalmente desconocido para mí. De eso se trata, y eso es lo que intento expresar. Podemos saber lo que nos pasa, intentar explicarlo hasta cierto punto, e incluso, convivir con eso. Pero no podemos llegar a comprender la dimensión de lo que somos, en su totalidad. Y eso, hace que nuestra infancia, la primaria, la secundaria; sean mucho más fáciles de sobrellevar que la vida adulta. Pero aún hay más. Porque, al menos en mi caso, y soy consciente que desafortunadamente en muchísimos casos no es así, todos los adultos que interactuaban conmigo, intentaban protegerme, contenerme, ayudar a que mi discapacidad, no sea realmente una dificultad. Claro que no es fácil que todos los demás chicos de la escuela vean, o que algunos te discriminen o te hagan chistes por tu condición. Pero no fueron tantas las situaciones en las que esto ocurría. Es decir, sabía que era diferente, porque obviamente yo no veía, y la mayoría de las personas que conocía, sí. Y entendía que necesitaban adaptarse ciertas cosas, o que incluso yo tenía que aprender cosas de forma distinta, como leer y escribir por ejemplo, debido a esta condición. Pero no comprendía realmente, qué significaba tener discapacidad visual, en un mundo en el que la mayor parte de las personas, no la tiene. Y, lamentablemente, nadie puede prepararte para que puedas enfrentarte a toda la gente con la que te vas a topar en tu vida adulta.
La informática
Todo empezó cuando entré a la secundaria. Aunque la profe me contó esta anécdota después, fue así, como realmente inició todo. En primer año, íbamos a tener computación. Fue una situación interesante, ya que, excepto en casos particulares, estábamos todos casi en las mismas condiciones. Es decir, no sabíamos nada, y muchos, ni siquiera teníamos computadora. Cuando le dijeron a la profe que iba a tener que enseñarle a una persona ciega, prácticamente, puso el grito en el cielo. Dijo que no sabía como hacerlo, que nunca lo había hecho, que la cambien de curso, o que me cambien de curso a mí. Le dijeron que no podían hacer eso. Que a lo sumo, podían ponerle una ayudante. Accedió, y comenzamos a aprender. Yo averigüé por un amigo, que existía un programa que leía todo lo que aparecía en la pantalla en voz alta, por los parlantes, o por los auriculares. Lo hablé con la profe, e intentó conseguirlo. Pero eso iba a llevar tiempo. Unos 3 años antes de eso, habíamos encontrado con mis hermanos en el patio de casa, un teclado de computadora. Yo iba tocando las teclas, y preguntando que letra o número, era cada una. Cuando en primer año, la profe, para pasar el tiempo hasta que consiguiéramos el lector, quiso enseñarme el teclado, yo, debido a ese conocimiento previo, ya lo conocía. Fui aprendiendo rápidamente los comandos de los programas. Abrir, cerrar, guardar… Y una vez llegó el lector, aunque teníamos la demo de 40 minutos, la cosa fue más fácil, y comencé a aprender mucho más rápido. A finde año, me regalaron a través de una donación, una computadora. Y así, seguí aprendiendo por mi cuenta, y con ayuda de un amigo. Casi a fines de tercer año, esta misma profesora que al principio no me quería enseñar, vio mis avances, y me dijo que si quería estudiar programación. Le dije que sí, que estaba bien, que de todos modos no tenía pensado qué carrera estudiar. Fue así, como gracias a ella, empecé a cursar la carrera al año siguiente.
El estudio
No fue nada fácil. La inclusión al parecer, al menos por aquellos años, funcionaba de la siguiente manera. Cualquier persona con una discapacidad, podía entrar a estudiar a cualquier institución pública. El problema era que, en ninguna de ellas, o muy pocas, los materiales estaban adaptados. Y, los profesores, menos estaban capacitados para enseñar a personas con discapacidad. Esto sin duda genera muchas frustraciones. Porque, para una persona con discapacidad, es terrible darse cuenta que no puede hacer la carrera que le gusta. Muchas veces, es tanta la frustración, que hay quienes terminan resignándose, y abandonando la carrera en cuestión. Porsupuesto, que para muchos docentes, esto también es frustrante. Pero es claro que ni alumnos ni profesores, tienen la culpa de que haya un sistema que deja a parte de la población, afuera. Aún así, con dificultades, con pocas posibilidades, y contra todo pronóstico, podemos también de nuestro lado, poner un granito de arena, para que las cosas cambien. Aunque a veces no llegue a ser suficiente, lo importante es no quedarnos con las ganas, y hacer algo. Demostrar, que, si bien probablemente sea muy difícil, por lo menos sabemos, que no es imposible.
Desde el principio, tuve muchas dificultades. Apenas conociendo el lector de pantalla, no tenía ni idea de qué lenguajes de programación existían, y cuales no. Ni mucho menos, cuales eran accesibles. Sabía que alguno debía de serlo, porque conocía a programadores ciegos. ¿Pero, cómo lo habían logrado? Esa, era otra cuestión. Pregunté en foros, listas de correo, me suscribí a páginas webs, y las investigué. Traté de ponerme en contacto con personas de otros países… Y así, después de casi 7 meses de haber empezado la carrera, pude dar mis primeros pasos, en C/C++, con un software que era compatible con JAWS, el lector de pantalla por excelencia de aquellos años. Pero la cosa, no terminó ahí. Porque, ahora mis compañeros iban muchísimo más avanzados que yo, y el profesor, no tenía tiempo de dedicarme unas clases, aunque sea, extracurriculares.
Otra materia, estaba dedicada al lenguaje de programación Visual Basic. Bueno, con este, el punto es que sí era accesible. Podía crear botones, funciones, y demás. Pero a la hora de colocar y mover estos por la pantalla, era muy difícil, o casi imposible. El problema era que, yo no tenía una representación gráfica de como se veía la pantalla en mi cabeza. Entonces, no podía saber como debía colocar los controles, para que queden bien dimensionados, y no se superpongan unos con otros.
Al año siguiente, todo cambió. De C/C++, el profesor decidió pasar a Java. Otra vez preguntar, consultar, averiguar, ponerse en contacto… Así conocí varias herramientas, que, para no aburrir demasiado, algunas eran más accesibles que otras. Pero la clase, aún seguía siendo inicialmente visual, y yo necesitaba una clase a parte, para poder aprender los conceptos. Si no, solo la explicación, o la clase gravada, no me servían de nada, si no tenía la práctica.
Recuerdo que, en un momento, alguien me dijo que, para este profesor de programación, una persona ciega, no podría trabajar en una empresa, que él no veía a un ciego programando. Sí, ya sé, yo también imagino el ruido de cuando mi cabeza hace Bum; en ese instante. ¿Para qué estaba estudiando entonces? ¿Qué iba a hacer si no me dedicaba a la informática, que era lo que tanto quería, lo que me apasionaba? ¿De qué otra forma podría mejorar un poco la calidad de vida de mi familia, y hacer algo que me guste al mismo tiempo?
Por supuesto, que no me fue igual con todos los profesores. Con otros, me fue mucho mejor. Los de las materias referentes a las matemáticas, junto con un compañero, estudiaron braille matemático específicamente para poder enseñarme a mí. Y en las mismas, logré grandes avances. Así fue, como mientras iba avanzando en otras materias más teóricas, en las referentes a programación, que fue la tecnicatura que estaba estudiando, y en lo que realmente quería especializarme, iba muchísimo más atrás que el resto de mis compañeros sin una discapacidad. Esto, fue realmente notorio para mí, cuando a fines del 2009, muchos de los que habían empezado conmigo, ya estaban pasando a tercero, mientras que yo todavía seguía en primero, con solo algunas materias de segundo.
Entre 2010 y fines de 2011, cursé programación en java, al fin, con un compañero que se ofreció a darme clases particulares como ayudante de cátedra, y gracias al cual, avancé muchísimo, y pude terminar lo requerido para los 2 años en los que esto se enseñaba. Rendí visual basic también en 2010, y pude iniciar java orientado a web, en 2011. También en esas fechas, inicié bases de datos, algo que, me apasionó mucho desde que lo empecé a aprender. Pero… Había muchos desafíos más, que aún estaban por llegar.
El trabajo
A inicios de ese mismo año, un compañero me preguntó si… Estaba buscando trabajo… Le dije que no, pero que si salía algo, no me hacía problema. Él me contó, que la empresa donde trabajaba, tenía un programa que daba oportunidades laborales para personas con discapacidad. Me pidió mi currículum, se lo envié, y luego solo restaba esperar. Al tiempo, entré a una escuelita de .net, y poco después de finalizarla, me llamaron para ingresar a la empresa.
Al principio, no fue nada fácil. Estaba todo en inglés, y había muchísimos términos que yo no conocía. El sitio web interno con el que me tocaba trabajar, no era accesible. Era muy difícil acostumbrarme a toda esa terminología nueva, y aún más, si estaba en inglés, que era un idioma que yo conocía muuuy básicamente. No es que lo hable perfecto ahora, pero sí entiendo que mejoré muchísimo. Después de casi 2 meses, y a pedido de un compañero, quien luego se convertiría en un gran amigo, que vio que me sería mucho más sencillo y accesible, entré a trabajar con SQL. En esto estuve bastante tiempo, oscilando entre SQL, ASP3, y ASP.Net. En el transcurso de todo esto, en 2012, tuve que abandonar la carrera. El trabajo, el estudio y mi casa, me quedaban muy a trasmano. Por lo que me sentí en la obligación de elegir, si continuar la carrera, o continuar con el trabajo. Me pareció mejor, esta segunda opción, por lo que, decidí dejar el estudio, y continuar capacitándome en el trabajo mismo, y por mi propia cuenta, en los lenguajes de programación que necesite, o que a mí me resulten interesantes.
Volviendo a las cuestiones laborales, muchas veces, veía que mis compañeros entendían las cosas, avanzaban, adquirían conocimientos, y las hacían mucho más rápido que yo. Me frustraba bastante, el hecho de que ellos tuvieran conocimientos que yo no podía adquirir, o que, por su inaccesibilidad, me costaban más. A medida que fue pasando el tiempo, que fui aprendiendo tanto de ellos, como de mí, entendí que, era precisamente por todas estas razones, y por muchas más, por las que era diferente. Porque las aplicaciones, ya sean móviles o de escritorio, los sitios webs, y demás contenido digital, deberían ser accesibles para que yo pueda utilizarlos. Y, aún teniendo sus mañas, es decir, su forma, por fuera de la navegación convencional, los lectores de pantalla, para sortear ciertas dificultades, estos conocimientos, no son, valga la redundancia, conocidos por todas las personas con una discapacidad visual. Así fue, como fui dándome cuenta, de una vez y para siempre, que era diferente a los demás. Y que siempre, de alguna forma u otra, tenía que convivir, sobrellevar, y enfrentar estas diferencias. Pero no desde un lugar de víctima, ni tampoco de superioridad. Si no desde el entendimiento de que, si bien, soy diferente, y entiendo que hay cosas a las que necesito adaptarme, el resto de las cosas, también deberían adaptarse, para que todos tengamos las mismas oportunidades, posibilidades, y en las mismas condiciones. He de destacar, que las cosas han cambiado muchísimo. Ya hay cursos accesibles de lenguajes de programación para personas con discapacidad. De hecho, al momento de publicar esto, yo estoy cursando uno de python. También, muchas empresas se están orientando a hacer sus sitios y apps, accesibles. ;todavía falta un largo camino por recorrer, pero como en todas estas cuestiones, siempre trato también, de ver el lado positivo, y los avances que se han hecho al respecto. Asimismo, a lo largo de mi carrera he aprendido un poco de varios lenguajes de programación, y lo he hecho de forma accesible, con herramientas que fui conociendo, encontrando, que me pasaron, etc. Y puedo decir, que hoy en día, es una carrera que una persona con discapacidad puede estudiar, y de lo que puede trabajar, sin tantas dificultades como antes.
Conclusión
Como de seguro imaginarán, hay muchos otros hechos de la vida cotidiana, en los que he pasado por situaciones similares a las relatadas anteriormente, sin que esto esté relacionado al ámbito de la informática. Pero me he referido a este tipo de situaciones, ya que es en sí, lo que ha marcado mi vida particularmente. Es decir, lo que hoy en día, me continúa dando muchísimas satisfacciones. A lo que me dedico, lo que me gusta, lo que me apasiona, de lo que sé, voy a trabajar durante el resto de mi vida laboral.
Tengo que agradecer, el hecho de haber contado con gente que me apoyó desde el principio, en todos los aspectos y dificultades que se me fueron presentando a lo largo de la vida. Y también, a aquellos que no lo hicieron. Si le hubiese hecho caso a ese profesor, y hubiese dejado la carrera, como sé que lo han hecho otras personas en situaciones similares a la mía, la verdad, no hubiese aprendido tanto, y obtenido tantos conocimientos como los que tengo ahora. Y por supuesto, no estaría trabajando, casi 10 años después, en proyectos nuevos con los que estoy muy entusiasmada, y en los que sé que tengo mucho para aportar. Siempre, ante la adversidad, ante la negatividad de quienes me rodean, yo pienso en que sí puedo. Y, aunque he tenido fracasos, frustraciones, y me he estresado por muchas de las situaciones que aquí comento, al final, siempre he seguido adelante. Siempre con las ganas, y la voluntad de seguir aprendiendo. Porque aprender, debe ser el gran objetivo de la vida. No importa intentar y fracasar. Importa, el siempre seguir intentándolo. Por lo menos, saber que adonde sea que nos lleve el destino, tenemos con nosotros los conocimientos que nos hacen comprender un poquito más de cada cosa. Y sentir, que algo, por pequeño que sea, podemos aportar.
Ahora, me enfrento a mis diferencias desde otro punto de vista. Si bien, al principio me deprimo, y claro, que nada es fácil de sobrellevar, sobre todo si es algo tan nuevo, como la celiaquía por ejemplo, sé que solo tengo que seguir aprendiendo, y adaptándome a una nueva condición, como ya lo hice en ocasiones anteriores. Esto, incluso me lleva a conocer otras cosas de las que, hasta este entonces, no tenía ni la menor idea, o mi conocimiento, era muy escaso. Es difícil, sí, lo sé. Nada es fácil. Pero ahora sé, que ser diferente, no tiene nada de malo. Porque todos, de alguna forma u otra, como dije al principio, somos diferentes. Lo realmente malo es, creerse normal. Porque al creerte normal, te estás creyendo superior. Y nadie, debería sentirse superior a nadie. Todos, deberíamos empatizar con el otro, y ponernos en sus zapatos.
Lamentablemente, hay muchísimas diferencias sociales, que hacen que no sea lo mismo una persona con discapacidad, que otra. Creo que la discapacidad, no está en la persona, si no en el entorno que la rodea. A mayor accesibilidad, hay menores dificultades para acceder a oportunidades de estudio, de crecimiento, de desarrollo personal. A mayor posibilidad de acceder a materiales adaptados, y a edificios en condiciones, menor, es la discapacidad de la persona. Lo que cambia realmente, son nuestras necesidades. Mi objetivo al escribir esto, es que quienes lo lean, se informen, aprendan, y entiendan las diferencias de ellos mismos, y de los demás. Que aprendamos a respetarnos, a aceptarnos, a comprender que tenemos los mismos derechos, a pesar de no estar en las mismas condiciones. Que la igualdad, es algo que tenemos que construir entre todos, sin importar el lugar que nos toque ocupar en este mundo. Que la discriminación, el prejuzgar al otro por su condición, cualquiera sea esta, sin tener en cuenta a la persona, y a sus capacidades, si no que, enfocándose en lo que se supone, no puede hacer, se consigue que esto no solo perjudique a quien sufre por esta discriminación, este prejuicio, este; dejar de lado, ignorar, desestimar al otro, si no que también, es perjudicial para uno mismo. Y termina desperdiciándose el potencial de las personas. Ya sea por miedo, desconocimiento, o cualquier otra razón. Lamentablemente, esto continúa ocurriendo en muchísimos ámbitos, incluso hoy en día. Lo que pretendo, es que luchemos, cada uno desde nuestro lado, por un mundo en el que haya más personas; como dijo Rosa Luxemburgo: “Socialmente iguales, aunque seamos todos, humanamente diferentes”.
El sitio web accesible, casi en su totalidad, que recomiendo por excelencia, para aquellos que quieran iniciarse en esto de la programación de forma autodidacta:
En esta oportunidad, me permito reflexionar sobre una cuestión que, hace rato viene generando polémica, no solo en Argentina, si no en todas partes del mundo, y en algunos casos, con consecuencias realmente graves. ¿Y esto es, qué significa el humor para nosotros? ¿Es decir, de qué nos reímos cuando nos reímos?
A lo largo del tiempo, sobre todo en estos últimos años, en los que a mí particularmente me ha tocado vivenciarlo, la forma en la que nos relacionamos con la sociedad, ha cambiado en todos sus aspectos. Esto claro que en gran parte, es positivo. Hay expresiones culturales de todo tipo con contenido feminista, sobre las personas con discapacidad, y/o sobre la comunidad LGBTIQ+, por citar algunos ejemplos. Es algo que, hace algunos años, era impensado. Pero, en cierta forma, también, se coarta otro tipo de libertad de expresión, que siempre ha funcionado como una especie de paralelismo de la sociedad en la que vivimos. Me refiero específicamente, al humor.
Yo entiendo al humor, como una parodia de la realidad, de la sociedad misma. Como una tergiversación o satirización de la misma, con el objetivo de hacernos reír. El problema es, el entender, que no todos nos reímos de las mismas cosas. Y que, lo que para unos puede parecer gracioso, para otros, por variadas razones, tal vez no lo sea. Dentro del propio humor, hay distintos tipos. Mencionarlos todos, me resultaría imposible. Pero sí voy a hacer hincapié en algunos, que pueden servir como ejemplo. Está aquel que, utiliza recursos propios e inventados para crear su propio modelo de risa. Como por ejemplo, el clásico conjunto argentino les luthier. El cual, con una mezcla de recitados, música y escenografía, logra hacer un humor, más del estilo del humor de culto. Pero también, hay otros tipos, un poco más populares, por llamarlos de alguna forma. Un ejemplo son los midachi. Aunque también tienen características similares a los anteriores, estos utilizan recursos más asequibles, por decirlo de alguna forma. Es decir, con un lenguaje más coloquial. Esto no quiere decir que un tipo de humor sea mejor o peor que el otro. Solo, que es diferente. Y que incluso, está dirigido a distinto tipo de público.
En general, la denigración, burla, o ridiculización de la mujer, de las infancias, de las personas con discapacidad, entre otras minorías, son cada vez más cuestionadas. ¿Por qué? Es claramente una cuestión sociocultural. Es decir, la forma en la que va cambiando la comprensión, y la sensibilidad de las personas, sobre las realidades diversas con las que les toca convivir, y a las que están empezando a comprender. Asimismo, tenemos también tipos de humor más complejos de analizar. Por ejemplo, el humor bizarro. Es aquel, cuya parodia de la sociedad, llega a sobrepasar límites de lo, socialmente permitido, tanto actualmente, como en el pasado.
Sabemos desde siempre, que la serie animada más longeva de la televisión, Los Simpson, hace humor parodiando a la sociedad norteamericana en sí, aunque sabemos también, que a lo largo de los años, han hecho parodias de muchísimas situaciones a nivel mundial. Una de las escenas más recordadas por acá, Argentina, es en el capítulo “Rafa el elegido”, de la temporada 19, en la que 2 de los personajes más conocidos del bar de Moe, insultan al carismático pero controversial ex presidente argentino, Juan Domingo Perón. Esto, por supuesto tuvo muchísimas repercusiones a nivel local, y a nivel internacional, con países que simpatizaban con nuestro gobierno de turno. Y es que, a nadie le gusta que insulten, a una figura que admiran. Y, sin ir más lejos, el capítulo en cuestión, ha sido censurado durante bastante tiempo en este país, y en otros países afines.
Yendo más lejos aún, la comedia animada South Park, hace humor con absolutamente todo lo que se le presenta. Es decir, todo es, fue o podría ser parodiado por ellos. Aún así, siguen teniendo gran cantidad de audiencia. La serie animada argentina, Alejo y Valentina, tiene, por decirlo de alguna forma, un tipo de humor similar a Los Simpson, con el lenguaje grosero de South Park, pero argentino, claro. Incluso, esta serie, al igual que Los Simpson, toma hechos actuales, y los parodia. ¿Qué consiguen todas estas series con esto? Que logremos reirnos de las cosas con las que nos relacionamos, en nuestro día a día, ya sea para bien, o para mal. Y ahí, está el principal problema. ¿Qué consecuencias puede traer el humor que hacemos, o que consumimos? Una de las más conocidas, como todos ya sabrán, y si no, es fácilmente googleable, es la ocurrida con el semanario francés Charlie Hebdo. Sin duda, es una de las más trágicas, de las que al menos yo, tengo conocimiento. Pero seguro, no ha de ser la única.
Entonces, creo que podemos subdividir al humor, en 3 partes muy sencillas de identificar, ya que, son las partes que componen cualquier tipo de comunicación. Y puede que algunos, recuerden estos conceptos de cuando iban a la secundaria. Emisor, mensaje, receptor.
Emisor: Es quien cuenta el chiste, quien hace la parodia, la satirización. Quien relaciona hechos, ya sean verídicos o ficticios, de tal forma que estos provoquen risas al receptor.
Mensaje: Es el chiste en sí. ya sea que tenga contenido soez o grosero, o no lo tenga. Ya sea un chiste corto o largo, o un monólogo. Ya sea un cómic/historieta, o incluso una canción, el mensaje es el contenido que va a llegar al receptor.
Receptor: Es quien recibe el mensaje. Quien lo interpreta, lo decodifica, y reacciona al mismo. Para mí, excepto en ocasiones particulares que menciono más abajo, es la parte más importante en todo este proceso. Porque según la reacción de este, el chiste como tal, va a haber funcionado, o no.
Otra de las trágicas consecuencias que puede traer el humor, es cuando este, va dirigido desde una, o un grupo de personas, hacia otra u otras en particular, con el objetivo de burlarse de esta o estas. Esto, es generalmente conocido como bullying. Y, a pesar de los avances en la sociedad, aún el tema, no es tratado como una prioridad. Existen muchísimas causas de suicidios debido a esta “clase de humor”, y por supuesto, muchísimos ataques de depresión. En este caso, la parte importante, son tanto el emisor como el receptor. El primero, porque lo hace con una clara intención de perjudicar al segundo. Y el segundo, obviamente, porque el “chiste”, evidentemente, no solo no le parece gracioso, si no que además, lo ofende, se siente insultado, discriminado por ese chiste.
Existen muchos humoristas, que hacen chistes recurrentes sobre temáticas específicas en particular. Y esto, puede interpretarse como una intención de reirse, siempre de las mismas cosas, y teniendo la certeza, de que mi humor, va a resultar ofensivo para ese grupo de personas que, se identifican con la temática de la que yo estoy hablando. Por ejemplo, si mi humor siempre depende de hacer chistes sobre la gente de color, o los que tienen algún tipo de discapacidad, o de la comunidad LGBTIQ+, evidentemente, estoy haciendo un chiste, con la clara intención de ofender al receptor. O al menos, esa es mi forma, como receptora de estos mensajes que envían esos emisores, de interpretar, esto que llamo, “Humor ofensivo”. Pero de nuevo, esto no depende solo del emisor, si no de quien se siente ofendido al recibir ese mensaje. ¿Es posible trabajar nuestro sentido de la ofensa, por llamarlo de alguna manera? Me parece que, en esta ocasión, podemos tomar como punto de partida, y en el sentido de realizar un análisis concreto, Tanto el llamado humor negro, como el humor machista. Creo que sería una buena forma de reconsiderar nuestra tolerancia a cosas que, hoy en día, ya no son tan socialmente aceptadas como antes. Pero que aún así, continúan siendo parte del humor popular.
Volviendo al tipo de humor que hacen las series más arriba mencionadas, podemos decir que, estas continúan teniendo vigencia hoy en día, ya que, se puede interpretar que las mismas, no hacen humor con el sentido de ofender, si no con el sentido de solo parodiar, de hacer reír al receptor. Y que lo logran, incluso considerando que puede haber ciertos tipos de chistes, que resulten ofensivos para algunos grupos de personas. Sin embargo, hay muchos que aún siguen considerando a esos chistes graciosos, a pesar de la queja de estos grupos. Otra de las preguntas que podemos hacer, es… ¿Quien tiene razón?
Existe cierto tipo de “humor sano”. Este, es el humor que cada uno, puede hacer sobre sí mismo. ¿Y por qué lo pongo entre comillas? Porque también, acá depende del receptor. En este caso, uno mismo es el emisor, y el mensaje. Por ejemplo, yo podría hacer humor sobre varias cosas que me caracterizan. Sobre las personas ciegas o con alguna discapacidad, sobre las personas trans, o sobre las personas que tienen celiaquía, Etc. Es más, en varias oportunidades me han dicho que añada una sección de humor, y precisamente no lo he hecho, porque mi tipo de humor, es espontáneo. Es decir, tiene un contexto, en el que hago un chiste en particular. No pude, al menos hasta ahora, escribir un monólogo, o un texto específicamente de chistes. ¿Pero volviendo al tema en sí, por qué, si este humor es sobre sí mismo, no puede ser un humor sano? Bueno, claramente, porque entre los receptores, puede haber 2 tipos de personas. Y esto, aunque es un cliché básico, no es más que la pura realidad. Los que se rían conmigo, y los que se rían de mí. Es ahí, donde el mensaje toma o no, la relevancia que queremos darle. Porque, todo mensaje, aunque el emisor sea uno solo, está dividido en 2 partes. El que lo emite, con su propia interpretación, la cual para él es clara, y el que lo recibe, el cual puede interpretarlo de cientos de miles de formas diferentes, dependiendo de sus propias características de vida, como mencioné anteriormente. Su cultura, su sociedad, su entorno, su religión, su color de piel, y otras miles de cuestiones más, que convierten a cada una de las personas, en receptoras totalmente diferentes, de un mismo mensaje.
Por supuesto, que hay un tipo de humor aún mucho más sano. Aquel que no es dirigido a alguien por alguna razón en particular. Es sobre algo, sobre algún hecho cotidiano, pero sin perjudicar a nadie, sin ofender a nadie, bajo ningún punto de vista. Ese tipo de humor, por supuesto es diferente al resto de los que venimos hablando. Mi objetivo en sí, fue, durante todo este texto, centrarme precisamente, en estos otros tipos que vengo mencionando. Es decir, en aquellos que, causan un conflicto en la sociedad en general, y en sí, en todo el mundo.
Conclusión: ¿De qué nos reímos cuando nos reímos? A pesar de todo esto, todas y cada una de las personas, nos reímos de distintas cosas. Y, desafortunadamente, no existe una forma de definir, de qué pueden o no, reírse los demás. Pero sí, podemos elegir de qué reírnos cada uno de nosotros. Y podemos decidir, si queremos que los demás se rían de nosotros, o con nosotros. Es ahí, donde está nuestra misión con respecto al humor. No apoyar bajo ningún punto de vista la censura, siempre y cuando, esta no se haga con la intención de ofender. ¿ De qué forma hacemos esa delimitación entre la ofensa y la parodia? Eso, lamentablemente, debe depender de cada uno. Y no digo esto de forma despectiva, claro está. Si no que, a la hora de analizar el humor, deberíamos adoptar un punto de vista más crítico, más universal, más desde el lado de aceptar que todo, sin llegar a parecernos ofensivo o violento, puede ser gracioso. Y que a pesar de todo, podemos reírnos de cualquier cosa. ¿Porque, qué sucede si continuamos cuestionando al humor, y decidimos enojarnos y protestar por cada cosa que consideremos una ofensa? Puede Suceder que, el humor, deje de existir. Porque, como me dijo una amiga una vez, no todo lo que hagamos, va a dejar contento a todo el mundo. Y de eso se debería tratar la vida. Siempre, de reírnos. Como ya se ha probado, reír es una de las grandes curas para el alma, siempre y cuando, no sea a costa de los demás. Ya que si no, nuestra risa, no es sanadora, si no que esta, termina siendo perjudicial. Y puede, en muchos casos, traer consecuencias realmente trágicas.
La confianza, es el regalo más valioso que una persona puede darte. No la rompas. Porque una vez rota, no puede volver a reconstruirse.
A lo largo de toda mi vida, pero aún más cuando crecí, e hice mi propio camino, al igual que todos los seres humanos, deposité mi confianza en muchas personas. Claro que, distinto tipo de confianza. Porque no es lo mismo pedirle a alguien que te guarde un secreto, que prestarle plata. Pero la confianza, es una sola. Sea cual sea el modo en el que esta se brinde, cuando se brinda, se espera que esta sea tenida en cuenta, valorada. Pero en muchísimos casos, desafortunadamente, no fue así. Podría hablar de aquellos que no me guardaron un secreto cuando se los confié, que no supieron respetar el silencio que necesitaba. Pero no. Porque ese tipo de confianza, si tiene los argumentos indicados, puede ser reparada. O al menos, eso creo. Tal vez, no es así. Tal vez, y solo tal vez, solo debería comprender, que durante toda mi vida, fui demasiado confianzuda. Que les di valor, libertad, respeto, a personas que, no solo no lo merecían, si no que además, no me estaban retribuyendo de la misma forma. Con esto no quiero decir que confíe en alguien para obtener algo a cambio; no, claro que no. Siempre confié solo por confiar. Sin ningún tipo de interés. Pero como digo al principio, si alguien en quien confié traiciona esa confianza, ahí sí ya no puedo hacer nada para volver a repararla.
Muchísimas veces, presté plata y no me la devolvieron. Y, a diferencia de lo que las malas lenguas dicen de mí, yo no nado en dinero. He llevado a personas a reparar cosas a casa, y no solo me han estafado con los precios o los materiales, si no que además, me han arreglado mal las cosas, aprovechándose de mi condición de persona con una discapacidad, ya que, obviamente, yo no puedo hacer esos arreglos. Mientras tanto, algunas de estas personas, hasta te dicen “amigo”. Qué palabra tan grande esa. Muy grande. Tanto así, que seguro voy a mencionarla varias veces en este texto. La amistad, está relacionada en cierto punto con la confianza. Porque son esas personas en quienes confiás, con las que establecés algún tipo de relación, las que luego podrán o no, convertirse en amigos. Pero con alguien que te das cuenta que te está estafando, te está mintiendo, que se aprovecha de vos, es imposible.
No sé por qué se atribuyen esa confianza que no creí darles, de llamarte de esa forma. Los amigos de verdad, no van a ser personas que vayan una o varias veces a tu casa. No van a ser personas a las que contrates para hacer un arreglo. No, no. Los amigos de verdad, están en las buenas, y en las malas. En las tristezas, y alegrías. Están para escucharte cuando necesitás llorar, o para que vos los escuches a ellos. Un amigo, pero un amigo de verdad, no es alguien con quien no vas a tener diferencias, no, claro que no. Pero un amigo de verdad, sabe que más allá de cualquier diferencia, pelea, debate o discusión, siempre la amistad, es lo que prevalece. Y esa amistad, esa confianza, es lo más valioso, como ya dije, que una persona puede darte.
Desde siempre, han venido personas a casa. A algunos, yo ni siquiera los conocía. Pero siempre, confié en quienes los traían. Era como una confianza a través de la confianza que le tenía a personas más allegadas a mí. Muchos han venido a juntadas/jodas, a comer, a dormir, a quedarse 1, 2, o varios días. Y en muchísimos casos, han traicionado mi confianza. A lo largo del tiempo, varias cosas, algunas más valiosas y otras no tanto, desaparecían. Y claro, las personas ciegas, no podemos en muchísimos casos, saber exactamente quien fue. Entonces, nos queda la duda de si fue esta persona o la otra. Y no es, de nuevo, que vaya a hacer un inventario de todo lo que me ha desaparecido. No, para nada. Porque sé que lo material, se puede volver a recuperar de alguna forma u otra. Pero lo que va a quedar sin recuperar, tal vez para siempre, es la confianza.
Hay un tipo de confianza que cuando se rompe, duele más que el resto. Realmente, no sé como definirla. Es cuando vos depositás en una persona, muchos tipos de confianza. Ya no es un arreglo en una casa, no es plata, no es un bien material. Es muchísimo más que eso. Entonces, lo que sucede es que eso, o se rompe de una sola vez, con esa traición, o va rompiéndose de a poco, hasta que llega al punto límite en el que, como vengo diciendo, ya no puede volver a repararse. Ni con parches, ni con pegamento, ni con mocos. Con nada. Es solo eso, podrían decir algunos. Confianza. Pero significa tanto, y tiene tantas formas de ser, de existir como tal, que es imposible definirla en simples palabras. Es muy difícil entender, y poder sobrellevar la ruptura de esa confianza. Una vez la confianza se rompe, puede haber muchas formas de sobrellevar ese duelo de lo ya destruido. Porque la ruptura de la confianza, genera eso, un duelo. El dolor de que lo que pensabas era de una forma, no solo no es así, si no que además, ya está muerto. Y muy probablemente, para siempre. Porque cuando se rompe esa confianza, cuando comienza ese duelo, entendemos que además de la confianza, también nos deja, el Alma Rota.
Hay varias formas de enfrentar la ruptura de esa confianza. Generalmente, lo que he hecho, es hacer borrón y cuenta nueva. Es decir, apartar a las personas de mi vida. Así, sin más, dejarles de hablar. No invitarlos más a casa, y punto final. Esto no es tan fácil siempre. Muchas veces he optado por callar en lo que sé que me traicionaron, porque dentro de todo soy una persona pacífica, a la que no le gusta pelear. Entonces, he dejado las cosas como están, sin decir absolutamente nada. Incluso, he hecho arreglos nuevamente con otras personas, para no decirle a esta persona que lo hizo mal al propósito y que tenga que arreglarlo de nuevo, y para no tener un conflicto. Siempre trato de evitar eso, el conflicto, la pelea. Pero con ciertos tipos de cuestiones lamentablemente, no tengo otra opción, que enfrentarlos.
Otra forma, es el escrache. Es decir, contar a todo el mundo, que estas personas han traicionado mi confianza. Lo he hecho pocas veces, y es algo que no tiene en realidad mucho sentido, porque tiene que ver con nuestra credibilidad, contra la de la otra persona. Pero además, la gran pregunta es, si a alguien le importa realmente si otra persona nos está robando algo o no, o si nos traicionó. ¿Y qué hace esta persona con esa información que obtuvo de parte nuestra? Generalmente, nada. Ellos siguen hablando con quienes traicionaron mi confianza, como si nada hubiese pasado. Y no es que no les importe lo que me pasa, no, no soy tan egoísta como para pensar eso. Si no que, las relaciones entre las personas son tan complejas, que no pueden supeditarse a un solo hecho, teniendo en cuenta que pudieron haber pasado 1, 2, o incluso más años de conocer a alguien. Es más, esta persona que a mí me traicionó, podría ser el “amigo” de otra persona. Porque, claro está, excepto en casos particulares, la mayoría de las personas tienen amigos. Y de esos amigos, no se pueden, no se quieren, o saben que no se deben aprovechar. pero de otros, al parecer sí.
Nada de esto es tan sencillo de hacer. Y no solo por las razones que mencioné anteriormente. Si no ,que, dentro de la confianza, puede haber otros atenuantes, mucho más complejos de enfrentar, de sobrellevar, de encontrar alguna solución a ese problema que surgió, con la ruptura de esa confianza. Y esto es, si las personas que traicionan nuestra confianza, y lo hacen de una forma en la que sentimos que es irreparable, son cercanas a nosotros. Sí, seguro algunos de ustedes han pasado por hechos similares. Seguro, alguien cercano los ha traicionado. Y deben entender lo que se siente. No podés hacer borrón y cuenta nueva con estas personas. No podés escracharlas, porque hay mucho en juego. Tenés que tener cuidado qué le contás y a quien, porque no sabés realmente como pueden reaccionar los demás. Es el tipo de confianza, del que hablé antes. Es decir, cuando depositás en una persona, muchos tipos de confianza. Eso es algo relacionado directamente con esto. Porque solo vas a depositar muchos tipos de confianza, en alguien que es muy cercano a vos, y a quien, aunque suene contradictorio, querés mucho, aún sabiendo que traicionó tu confianza. Porque aunque la confianza se rompa, aunque te deje el alma rota, lo que se atraviesa después, es precisamente un duelo, como también ya dije, porque lo que más cuesta, es dejar de querer. Es la principal diferencia, entre alguien que vino a tu casa una vez, y un amigo, un hermano, alguien que es parte de tu vida. Sinceramente, no sé qué es lo que se puede hacer en estos casos. No tengo una respuesta, una solución, una forma de enfrentar este tipo de situaciones. Solo sé, y estoy completamente segura de esto, que hay algo que al menos yo, no puedo hacer. Para mí, esta, es la última opción. es la más peligrosa, por decirlo de alguna manera. No solo para los demás, si no también, para una misma. Y acá, aunque quede cortito, se merece un subtítulo aparte.
Venganza
Dicen muchísimas cosas sobre ella. Que es un plato que se sirve en frío, que no hay nada más satisfactorio que ver a quien te destruyó, destruído igual, o peor de lo que vos lo estás. Hay quienes dejan que de eso se encargue Dios, el destino, el karma, o cualquier otra fuerza sobrenatural, incluyendo la magia negra o brujería. Pero, hay quienes toman las riendas de su propio destino, y forjan su propio camino, incluso en este aspecto. No voy a negar, que muchas veces lo consideré, que lo intenté, y que estuve muy cerca de concretar mi propia venganza. Pero entendí, que al menos yo, no puedo, no quiero, y siento que no debo hacerlo. Para mí, la venganza, no es tan sencilla de llevar acabo. Y entiendo que tenemos que tener la capacidad mental que nos permita vengarnos, sin sentir culpa o remordimiento por haber lastimado a otra persona. En cierto punto, la venganza es un sentimiento muy egoísta. Porque nos hace sentir superiores al resto, a aquel que nos dañó. Nos sentimos con el poder, los recursos y las herramientas como para dañar a esa persona, sin importarnos para nada, las consecuencias que esto pueda tener en la vida del otro, o en la de alguien más. ¿Y, somos realmente tan importantes como para decidir por sobre la vida del otro? La respuesta, es no. No deberíamos decidir sobre el otro. Solo deberíamos decidir sobre nosotros mismos. Dejar todo atrás, y hacer lo mejor posible para salir adelante, ese es el estilo de vida que al menos yo elijo seguir.
Por supuesto, que yo no puedo, ni pretendo, que todos sigan mi filosofía de vida, ni se tomen las cosas con tanta pasividad, por decirlo de alguna forma. Porque esto, también nos hace daño, y mucho. Pero sí creo que a la hora de tomar decisiones importantes, podríamos tratar de seguir una premisa, que yo utilizo muchísimo, y dice así: hay 3 cosas realmente importantes en la vida: lo que se puede hacer, lo que se quiere hacer, y lo que se debe hacer. El punto, es siempre intentar encontrar el equilibrio entre esas 3 cosas, y que el resultado, sea lo menos perjudicial posible, para una misma y para los demás. ¿Ahora, la pregunta es, estamos siempre en condiciones de encontrar ese equilibrio?
Este texto, fue escrito con motivo de la reforma previsional del año 2017. Hoy, 3 años después, en los que se discute una nueva modificación de la misma, que en lugar, nuevamente, de mejorar las condiciones de vida para las personas mayores, las empeora, toma una indiscutible relevancia. Como expliqué en anteriores ocasiones, que se encuentre en la categoría otros autores, quiere decir que no fue escrito por mí, si no por alguien que decidió mantener su anonimato, pero que se ha dado en llamar, “Súper Chango”. En fin, les dejo este texto de esta persona, adelantando que no va a ser la última vez que lean algo de “Súper Chango” por acá.
Deshechos humanos, o Derechos humanos
Prendés la tele y aparece una propaganda de uno de esos suplementos vitamínicos para gente mayor, y uno de los “personajes” que aparece dice “¿Que cuántos años tengo? 55, y preguntame si algún día me voy a retirar”. Hoy, esa pregunta se contesta fácil. A menos que seas parte de la minoría que genera la riqueza a costa del trabajo ajeno, algún día te vas a retirar. Ese día va a ser cuando el cuerpo ya no te de más, y seas demasiado frágil y débil para formar parte de un inhumano sistema de producción. Y ahí, cuando ya te consumieron el sesenta porciento de la vida (con suerte), lo único que te va a quedar es una mísera jubilación, la retribución amarga de una vida entera de aportes que se diluyen.
Y con eso, no te va a alcanzar para el suplemento vitamínico. Apenas te va a alcanzar para lo necesario para calmar el dolor de huesos. Y ahí es cuando llegaste al final de la vida. Y te retorcieron como un trapo para sacarte todos los años, toda la vida, todo el tiempo. Y te fuiste. Pero probablemente quedaron tus hijos, o tus nietos, que, como viene la mano, probablemente la tengan más complicada.
Esto avanza, y mientras los burgueses inhumanos viven de arriba (o mejor dicho, a costa de los de abajo), la inmensa mayoría se muere desahuciada, aislada, sola.
Pero esta propaganda no es lo único. Porque después salís a la calle, y probablemente te cruces con alguno que dice “pero el socialismo quedó demostrado que no funciona, mirá Cuba, son todos pobres” y ahí es cuando hay que contestar: ¿Este es el éxito del capitalismo? ¿No te das cuenta que somos miles de millones, usados y descartados para mantener a aquellos que tienen el poder? Es claro que si de verdad hiciéramos esa pregunta, la respuesta sería un conjunto de palabras vacías y sin argumentos. Pero por lo menos, te expresaste. Y eso es lo que hay que hacer, expresarse, reclamar, luchar. Con una lucha constante, enseñando, explicando las propuestas, la gente, tarde o temprano va a entender. Porque nada es para siempre, y así como nosotros nos vamos explotados, este sistema capitalista también se va. Con la lucha, lo tenemos que sacar. Para dejar de ser Deshechos Humanos, y convertirnos en personas con verdaderos Derechos Humanos.
Sobre el desalojo ocurrido en la localidad de Guernica, en el partido de Presidente Perón, en la provincia de Buenos Aires, Argentina, el 29 de octubre del 2020.
Publicado originalmente en mi facebook personal el 2 de noviembre posterior a los hechos. Las adaptaciones hechas al texto original, son meramente gramaticales.
Quizás esta publicación debería estar en mi blog, no lo sé. Así como se me fue ocurriendo la iba escribiendo, y se fue transformando en un algo que, lleva hacia algún lado, hacia alguna mente que quiera pensar un poquito más en los demás.
Si sos del tipo de pensamiento de, “los pobres son pobres porque quieren”, para eso no trabajo, si igual me van a dar de todo, en este país hay muchas facilidades para comprar una casa… Entonces andate. No sigas leyendo. Entendí a lo largo del tiempo que no voy a poder cambiar a la gente que no quiere hacerlo. Dejé de debatir y discutir sobre muchas cosas en redes sociales, primero porque me alteraba mucho cuando la gente, en lugar de brindar argumentos claros, concisos y coherentes sobre el punto que intentan defender, te insultan, insultan tus ideas, a las cosas en las que vos creés. Y eso, no construye nada bueno para nadie. Ni para mí, ni para ustedes. Y segundo, porque como dije, sé que, por más argumentos que dé, hay personas que, dependiendo de su realidad, de lo que le ha tocado vivir, conocer, y entender en la vida, tienen una forma de ver las cosas muy distinta a la mía. Y esas personas, desafortunadamente para mí, no van a cambiar. Al igual que, por más que lo intenten, yo tampoco voy a cambiar mi punto de vista, ni sobre este tema, ni sobre otros. Cosa que, mucha gente que me conoce, ya sabe.
Dejando este segundo punto de lado, muchas veces me puse muy nerviosa por discusiones, las cuales, entendí después que no tenían sentido. Las únicas personas que quieren abrir su mente, son las que tienen un pensamiento crítico y analítico sobre todo. Si respondés con insultos, denigrando o discriminando a los demás por sus ideas, lamentablemente, no lo tenés. Y si no lo tenés, podés hacer 2 cosas. La primera, es intentar cambiar tu mente, y empezar a analizar las cosas. En ese caso, podés quedarte. Y la segunda… Nada. No hagas nada. Simplemente, dejá de leer esta publicación a partir de ahora. Porque esto, no va para vos. Si aún así seguís leyendo, y decidís contestar de alguna de las formas mencionadas anteriormente, te aclaro, que no voy a responderte. Estas cuestiones que menciono, son las que no me permitían decidirme a publicarla. Es decir, aunque la empecé a escribir el mismo día del desalojo, pensé que no iba a ser bueno. Estoy teniendo muchos conflictos internos con estas cosas. Pero al final, decidí lo contrario y la publico hoy.
Muchas personas hablan de la pobreza. No, porque los pobres esto, por que los pobres lo otro… ¿Pero jamás se ponen a pensar, en qué pasaría, que harían si estuvieran en la misma situación que esa gente a la que tanto critican? ¿Qué pasa si te quedás sin trabajo? ¿Si la crisis económica se agrava? ¿Si no podés conseguir, porque así como a vos te echaron, en otros lados no están contratando? ¿Qué pasa si tenés que ponerte a pensar de repente, como hago para mantener a mi familia a partir de ahora? No, mucha gente no piensa en eso siquiera, porque no lo vivió, porque no sabe de nadie que lo haya vivido. ¿Es fácil criticar una toma de terrenos desocupados desde tu casa cómoda y calentita, no? Es fácil criticar a los que tienen hambre desde una mesa con el desayuno servido. Lo que no es fácil, es estar en esa situación. La empatía es la mayor virtud del ser humano. Nos hace entender al otro, y a nosotros mismos. Lamentablemente, mucha gente carece de esa empatía. Siempre te dicen… Tomó un terreno, vive del IFE, vende cosas en el tren…. ¿Pero nunca te preguntaste qué hay de tras de esa persona? ¿Cual es su historia de vida, por qué llegó a tener que usurpar un lugar donde vivir? Nos dicen que toda persona tiene derecho a un trabajo y una vivienda digna. Está en la constitución nacional, y es un derecho universal. Que los derechos de los niños deberían estar garantizados. Pero son todas habladurías. Al día de hoy, y desde siempre, no solo tenemos infancias pobres, padres desocupados, personas que no pueden comprarse su propia casa. Familias enteras viviendo en la calle. ¿Cómo me van a dar trabajo, si vivo en la calle? ¿Cómo voy a pagar un lugar donde vivir, si no tengo trabajo? Es un ciclo constante de desinterés. ¿Sabés, qué haría yo si me quedara sin trabajo? ¿Trataría de buscar otro. Y, si no lo consigo? Estoy pagando un alquiler, así que me quedaría en la calle. ¿Sabés, qué haría yo si tuviera un terreno y me lo usurparan? Trataría de darles una posibilidad de pago. Y, si no la tienen, interpelaría al estado a que les brinde una solución. Pero nunca, nunca jamás, echaría a una persona o a una familia a la calle. Se llama empatía. Consciencia de clase. Tener consideración por el otro. Pensar en que, en algún momento te puede pasar a vos. ¿Y, si te quedaras sin trabajo, sin casa, y encontraras un terreno desocupado, qué harías? ¿Te meterías? O seguirías viviendo en la calle.
No me digan que trato de justificar una ocupación. Porque creo firmemente que el derecho a la vivienda, al trabajo y a una infancia segura, son derechos básicos y fundamentales por encima de cualquier derecho de propiedad. No traten de explicarme que el desalojo era necesario porque ellos estaban haciendo algo ilegal al usurpar un terreno. Porque nunca voy a entender que quemen casillas, pertenencias, y que saquen a la gente a escopetazos, para defender su derecho a la propiedad. No me digan que es preferible esa atrocidad, antes que dejar a personas viviendo ahí tranquilas, hasta encontrarles una solución. No, no. No me digan que el gobierno les ofreció una solución, porque esa solución, era para darles terrenos públicos… ¡DE aquí a 8 a 12 meses! ¿Y mientras tanto? ¿Dónde van a vivir todos ellos? ¿Qué van a hacer? ¿Acaso, vos que te quejás, podés darles un trabajo, una casa? No, no podés. Porque sabés lo difícil que está hoy en día para comprar un terreno, una casa, un departamento. ¿Te imaginás, una persona que no tiene trabajo, que nunca lo tuvo, que no lo va a poder tener mientras las cosas sigan así? ¿Podés, mínimamente, pensar un poquito en los demás? O estás tan pendiente de tu vida, de tus ingresos, de las posibilidades que tuviste para progresar, de lo que te dejaron tus papás, que no te sale ponerte en los zapatos del otro. ¿Y claro, tampoco se trata de eso, no? Porque podés decirme y sí, pero vos también estás en tu casa calentita… Sí, así es, pero no por eso dejo de pensar en la gente que no tiene las mismas posibilidades, las mismas oportunidades en la vida que tuve yo. No poreso miro al otro desde arriba, sintiéndome superior. ¿Sabés a quien sí me siento superior? A aquel que fue a quemar casillas, a reprimir, a sacar a escopetazos a gente de pequeños ranchos de chapa, madera, plástico… Porque hay que tener una bajeza impresionante para ver a nenes llorando porque se quedan sin lo poco que tienen, y no conmoverse. Hay que ser de una insensibilidad tremenda para amenazar a una madre y sus hijos con que, si no salen, quemás la casilla con ellos adentro. Y sí, tratá de justificarlo diciendo que había punteros y partidos políticos, gente a la que les pagaron para que vayan, otras que estaban vendiendo terrenos… Dibujala como quieras. Pero nunca voy a entender, no puedo entender, como podés justificar la violencia. La represión, el abandono, el maltrato, el desprecio hacia el otro, por ser pobre, son las peores de las miserias humanas. El que mis derechos como propietario, sea la cantidad que sea que tenga de hectáreas estén por encima del bienestar mínimo de un ser humano, para mí, no es aceptable.
De acuerdo a una investigación de la revista Crisis, entre los demandantes, hay una señora dueña de una inmobiliaria a la que ni le tocaron sus terrenos. Y otra inmobiliaria que debe 900000 pesos de impuestos, desde 2018. Desde Junio de este año, esta misma inmobiliaria, no paga a sus empleados ni aportes jubilatorios, ni obra social, ni seguro de vida. La justicia, es para los ricos. Porque a pesar de todo esto, a ellos no les pasa nada. Sin embargo, a los pobres, que no tienen dinero, ni poder, ni influencias, en 3 meses los desalojaron. ¿Por qué? Porque para gran parte de esta sociedad, para el propio estado, para los empresarios, los pobres no tienen derechos. No tienen derecho a la salud, no tienen derecho a la justicia, no tienen derecho a comprarse un smart TV. ¿Porque, para qué se quejan de que no tienen para comer? No tienen derecho a comprarse un celular, una computadora, a internet… Los pobres, tienen que dar explicaciones de por qué tienen cada cosa que tienen, hasta de por qué necesitan una casa para vivir. Porque mientras que los ricos tienen derecho a tener de todo, y obtenerlo de las formas más ilegales posibles, sin que nadie se los cuestione, se los desaloje, se los reprima, se les saque “lo poco que tienen”, los pobres, no tienen derecho a tener casas, ni cosas. Los pobres, solo tienen derecho a ser pobres.
Una vez, una amiga me dijo: “Yo te acepto, te respeto, te acompaño, y voy a estar con vos para lo que pueda, y lo que necesites. Pero nunca voy a entender por lo que estás pasando, ni lo que tuviste que pasar, porque a mí, eso no me pasó. Y el no tener esa experiencia, solo hace que, yo pueda verlo desde afuera, sin comprender realmente, qué significa, o qué es para vos, ser trans”. En esta publicación, voy a tratar de hablar sobre lo que para mí, es, ser trans. Es complicado. Muchas veces intenté explicárselo a algunas personas por separado, pero, en muchos casos, no lo logré.
Esto tiene que ver, pura y exclusivamente con mi propia experiencia. Con charlas, debates y reflexiones que tuve con varias personas, y otras conclusiones a las que llegué yo misma, tratando de entenderme, de conocerme, y hasta de las experiencias de otras personas trans a las que conocí, e incluso, de investigaciones que hice por mi cuenta. Claro que, sé que aún así, muchos no van a entenderlo. Y es que, como dice en el artículo al que enlacé al final de Soy Katherine, “no se puede comparar una experiencia con una no experiencia”. Y como me dijo mi amiga “ZoylaCiega”, a quien recomiendo que sigan en twitter, “es como querer explicarle a un ciego de nacimiento los colores”. Comparación que, dicho sea de paso, me toca muy de cerca, porque además de trans, también soy ciega de nacimiento. Por más que intenten buscarle similitudes, que se los compare con objetos tangibles o con sonidos, podemos tener una aproximación de qué son, pero al no haber visto jamás, no vamos a poder entender, como es que los perciben quienes sí pueden ver. Aún así, voy a hacer lo que todos hacen conmigo con los colores. Voy a seguir intentándolo.
Desde pequeña, siempre quise usar vestidos. Siempre sentí la necesidad, siempre me soñé y me imaginé con vestidos y el pelo largo, a pesar de que, como comenté en la publicación anteriormente mencionada, en muchas ocasiones, no podía hacerlo. ¿Pero, por qué vestidos? ¿Por un estereotipo? Tal vez sí, no estoy segura de que no haya sido así, sobre todo porque no tenía noción de muchísimas cosas de las que ahora sí. Pero asimismo, no siento que haya sido la única explicación. Durante toda mi vida, me pregunté por qué muchas mujeres, pudiendo ir a una tienda y comprarse un vestido, no lo hacen, no los usan, y no usan polleras. Creo que, hoy en día, son más las mujeres que no cumplen con este clásico estereotipo femenino, que las que sí lo hacen. En mi infancia, era igual. Muy pocas andaban con vestidos. En la adolescencia, muchas usaban minifaldas, cosa que a mí no me resultan cómodas, y que nunca sentí las ganas de usar. Hoy en día, son muchísimas las que usan pantalones chupines, o, incluso con tiro ancho, como los que usan los hombres. Me parece que, la definición de vestido y pollera como estereotipo, está demasiado valorizada, y se debe a que son prendas exclusivamente femeninas. Tengo la sensación, de que, a pesar de aceptarnos, acompañarnos y respetarnos, en muchísimos casos, como me dijo mi amiga, muchas personas no llegan a comprender, nuestro proceso de redescubrimiento personal. En este sentido, me permito tocar varios temas que, sé que pueden resultar controversiales para muchas personas, pero que, sin embargo, como me atañen directamente, siento que puedo expresar mi punto de vista sobre los mismos. Si alguien quiere debatir sobre alguna de las cuestiones aquí mencionadas, o siente que, algo no estoy expressándolo de forma correcta, podemos debatirlo, siempre con respeto, tanto en la sección de comentarios del blog, como en cualquier otro medio o en las redes sociales. En fin, comencemos.
Una de las cosas principales que no se llega a comprender, es el tema de la identidad de género, y la identificación del mismo, con vestimentas predeterminadas, como las que mencioné anteriormente. Para cada persona es distinta. Cada quien, lo vive y lo siente de forma diferente. Por eso, en una publicación anterior, defendí el uso del lenguaje inclusivo, a pesar de que, reconozco que a mí me cuesta utilizarlo. En mi caso en particular, yo me considero una mujer trans. Así es como me identifico. Me gusta mi nombre Katherine, me gusta Kathy, me gusta que el trato hacia mí, sea en femenino. Me siento bien así, me sentí cómoda conmigo misma, cuando estas situaciones comenzaron a darse en mi vida. Una de mis frases favoritas, es la de la activista por los derechos de las personas trans, travestis y transexuales, Lohana Berkins: “Si pudiera nacer de nuevo, elegiría ser travesti”. Pero sé, y entiendo, que muchos no lleguen a comprenderlo. La mayoría de las personas, están cómodas con sus cuerpos, con quienes son, con quienes siempre fueron. Tienen un nombre, son mujeres u hombres, se visten de determinada manera, se dejan el pelo como quieren, y nadie las cuestiona, a menos claro, que sean mujeres. Es decir, si se visten ligeras de ropa, si son gordas, flacas… A muchas eso no les interesa, obvio, pero hay mujeres a las que eso les hace mal, las reprime, las hace llevar una vida llena de inseguridades, de culpas, de miedo, de bronca hacia sí mismas. Muchos de los sentimientos, con los que nosotras también cargamos.
Con el surgimiento del feminismo, empezaron a salir a la luz los estereotipos asociados a las mujeres, por la construcción social que se nos impuso desde siempre. Pero asimismo, se empezaron a cuestionar esos estereotipos como algo malo. Como si una mujer, por ser mujer en el siglo XXI, ahora no pueda maquillarse, arreglarse, vestirse bien, sí, ni siquiera para sí mismas… ¿Por qué no? ¿Tenemos que ser lindas solo para las demás personas? Sin embargo, hoy en día cada vez más hombres se arreglan y se visten bien. El pelo largo en los hombres, la depilación, los pantalones chupines, hasta algunos que usan base de maquillaje y aritos, son cada vez más comunes. ¿Acaso, eso está mal? Según la sociedad, sí, y no. Es decir, al igual que con las personas trans, aún hoy se sigue discriminando a los hombres homosexuales. Pero, el hombre heterosexual, puede vestirse como quiera, sin ser cuestionado. ¿Entonces, por qué ellos no se cuestionan, y nosotras sí? Creo que el intento de romper con los estereotipos, no solo los está rompiendo, si no que, además, está coartando la libertad inherente a las personas, de vestirse con la ropa que más cómoda les sienta, con lo que más les gusta usar, con lo que mejor se identifican.
Con respecto a mí, por ejemplo, algunas veces me preguntaron: “¿Si te gusta usar pelo largo, si te gusta depilarte; por qué no lo hiciste antes?” Hay 2 respuestas para esto. La primera, es que antes no sabía que los hombres se depilaban. Sí sabía que se dejaban el pelo largo. Pero acá va la segunda respuesta. Porque me iban a tildar de puto. Es más, de chica, cuando tenía unos 12 o 13 años, le comenté a mi niñera que quería depilarme la ceja del medio porque no me gustaba así, y fue lo que me dijo: “¿Por qué querés hacer eso? ¿Sos puto?” Entonces, acá podemos separar 2 cosas, que en mi caso se relacionan. Una, es mi identidad. Yo, por alguna razón, ya sea espiritual, o incluso biológica (de esto hablo más abajo) me siento mujer. No una mujer cis, no una mujer como todas las demás. Una mujer trans, pero una mujer en sí. No me siento hombre, no siento que encaje en ese género. Y la otra, es como siento que tiene que adaptarse mi cuerpo, para adecuarse a mi sentir. Ya sea con vestimenta que me sienta más cómoda, como con las hormonas, adaptando incluso mi apariencia física externa.
Hay que tener en cuenta que, muchas mujeres trans y/o travestis, fueron echadas de sus casas, expulsadas de instituciones públicas y privadas de todo tipo, violentadas, agredidas por gran parte de la sociedad, asesinadas, por el solo hecho de querer verse o vestirse como mujeres. Incluso, hay quienes se hicieron operaciones clandestinas, en los pechos por ejemplo, con silicona y aceite para avión. Sinceramente, yo no creo que todas estas cosas, se deban solo a una cuestión estética. Y, yendo incluso más allá todavía, hay una parte de la sociedad, aunque esto va a sonar duro, que aunque adaptemos nuestra apariencia física, nunca nos va a reconocer como mujeres. Por supuesto que, esto es más un cuestionamiento a la sociedad que a nosotras mismas. Pero a lo que quiero llegar, es a que, sí, yo tengo una apariencia femenina demasiado externa, en cuanto a los clásicos estereotipos se refiere. Pero, aunque se crea que es la generalidad, también hay muchos casos que no son así. Muchas personas trans tienen una apariencia más masculina. Otras, no se hacen los pechos. Otras, no se modifican el rostro, y otras sí. Otras, que a pesar de vestirse de forma femenina, no se sacan el pene. Y, otras, que se visten con ropa masculina, pero que sin embargo, se hacen la vaginoplastia. Siento que hay muchas cosas que no pueden comprender todavía sobre nosotras, y lo que se hace, es cuestionarnos desde su punto de vista, usando una especie de medidor propio sobre lo que está bien y lo que está mal. Claro que, no siempre es con mala intención, sobre todo cuando estos cuestionamientos vienen de parte de personas que intentan entendernos. Pero los cuestionamientos, son los mismos.
Tal vez, nosotras también deberíamos empezar a preguntarnos… ¿Quienes nos cuestionan por sentirnos mujeres y tener el pelo largo, tienen el pelo corto? ¿No? ¿Por qué? ¿Si es un estereotipo femenino? Con esto no quiero decir que a partir de ahora, vayamos por ahí cuestionando a todo el mundo. Por el contrario, debemos tener en cuenta que, muchas mujeres cis, tampoco salen ellas, de ese estereotipo. ¿Por qué? Puede que sea por imposición social, porque es lo que se espera de ellas. Pero además, si tienen conciencia de todo esto, es porque les gusta. ¿Y si ellas se sienten bien así, por qué nosotras no?
Sumado a esto, y volviendo al tema de los pechos, también podría cuestionarme: ¿Por qué quiero tener pechos? ¿Porque todas los tienen? ¿Por qué, así como yo los quiero tener, si ellas no los quieren, no se los sacan? Muchas no quieren tenerlos, y no se los hacen. Otras, como decía anteriormente, lo del pene y la vagina. ¿Pero, se preguntaron alguna vez, qué nos lleva a tomar estas decisiones?
En este caso, yo solo puedo hablar por mí misma. Supongo que siempre lo sentí. En mi adolescencia me preguntaba por qué a ellas les crecían y a mí no. Claro, siempre supe la respuesta. Pero esa respuesta no me conformaba. Desde niña soñaba con ser una mujer, una niña propiamente, una adolescente. Sé que es infantil, y estúpido. Pero siempre, soñé con la idea y la posibilidad de que caiga un rayo, que venga Dios, que alguien me haga un hechizo, y que me transforme en esa niña, esa adolescente, esa mujer que quería, que sentía que tenía que ser. Pero sabía que nunca iba a pasar. Descubrirme como trans, fue como encontrar lo que toda la vida estuve buscando. Sí, no es magia, los cambios son de a poco, y nunca van a ser totales. Pero al fin, encontré todo aquello que me hace ser quien soy, quien siempre tuve que haber sido, y como siento que siempre tuve que haber sido, como siento que tengo que ser. Actualmente, pudiendo vestirme con la ropa que me gusta en todo momento, soy más selectiva. De hecho, ahora sé que hay ropa que no me gusta. Voy aprendiendo de mí misma a cada instante, y redescubriéndome en eso, y en todo lo demás. Buscando todo el tiempo, sentirme bien conmigo misma.
Sé, que tal vez, no haya una respuesta definitiva todavía, de por qué nos sentimos diferentes a la mayoría de las personas. Sin embargo, en los últimos años, se han hecho estudios que, podrían empezar a echar un poquito de luz sobre el tema. Como sabemos, durante la gestación, el cerebro, se genera antes que el resto del cuerpo. En este sentido, se hicieron estudios a mujeres y hombres trans y cis, que demostraron que, la actividad cerebral, y la porción del cerebro que, entre otras cosas, se encarga de la percepción del cuerpo, se corresponden con el género con el que las personas se identifican, y no con el que se supone se debería corresponder, según su sexo biológico. Como digo, esto no explica todo, por ejemplo, a las personas con género fluido, o no binaries. Pero tal vez, es la respuesta científica que muchos están buscando, para poder entender, el por qué no somos como los demás.
Otra de las cuestiones que me plantearon, es el concepto de abolición del género. Yo estoy de acuerdo, pero como una forma de reafirmar la identidad de cada persona, y no de coartarla. Me explico. Hoy en el DNI, al menos acá en Argentina, dice masculino y femenino. Hace poco, algunas personas pudieron no poner ninguno. Si abolimos el género de todo tipo de registros y para todo el mundo, para mí está bien, en tanto las personas puedan disfrutar libremente de usar la vestimenta que quieran, ponerse el nombre con el que mejor se identifiquen, y hacer las adecuaciones corporales internas o externas con las que mejor se sientan. Pero es un cambio complejísimo. Requiere de una transformación social sin precedentes. Por eso, me parece bien, que estos cambios se estén dando primero, para ir de a poco, preparando el camino.
En conclusión, las mujeres cis, son mujeres, porque nacieron biológicamente mujeres. Yo soy mujer trans, porque nací biológicamente mujer trans. Eso creo yo. A esta altura de mi vida, y habiendo pasado todo lo que pasé durante todo este tiempo, yo nunca fui hombre. Viví como tal, actué como tal, porque eso me impuso la sociedad desde mi infancia. Porque no conocía otra cosa, porque nadie me enseñó que existían otras formas de vivir, de entenderme a mí misma. Pero a mí, lo que no me importa biológicamente, es mi sexo. Lo que me importa, es mi sentir. Y yo, me siento mujer trans.
Como dije, para todas las personas, la forma de nombrarse e identificarse a sí mismas, no es igual. Ni tampoco lo es, la forma en la que se sienten consigo mismas, y para con los demás. Creo que las etiquetas, no deberían servir en sí para diferenciarnos, no siento que sea ese el objetivo. Si no, para visibilizarnos. Para poder expresar nuestra identidad autopercibida. Para poder decirle al mundo, como nos identificamos. Tampoco, pienso que nuestras diferencias deban ser motivo de ataques, de desunión, de agresiones que, en muchos casos, superan el límite de la discriminación. Creo que deberíamos unirnos, escucharnos, tratar de comprendernos y entendernos. Es la única forma en la que podemos luchar por una sociedad más justa, más igualitaria, menos patriarcal. Un debate que se da con respeto, sin menospreciar la opinión del otro, pudiendo expresar nuestros puntos de vista, pudiendo preguntarle al otro qué siente, cómo lo siente, y por qué se siente así, es un debate que puede construir mejores cosas para el futuro.
Por último, para enriquecer el debate aún más, les dejo el video de una youtuber trans, que da una visión similar a la mía, pero con algunos puntos en los que, como verán, no coincidimos.
Unas semanas atrás, una amiga mía publicó en su blog un artículo que removió muchas cosas en las personas que lo leyeron. El artículo en cuestión pueden encontrarlo acá, y habla de, si los hombres ciegos son o no, realmente angelitos como los considera la sociedad. De si, por el hecho de ser ciegos, tienen derecho a tocar a una mujer, ya sea discapacitada o no. En mi caso, quise aportar mi mirada, tomando como punto de partida, el hecho de que antes, estuve de aquel lado del mostrador. Recomiendo que, si no lo leyeron, entren al artículo primero, y luego continúen con esta publicación.
Desde chica, pero aún más en la secundaria, tenía la convicción de que, por ser hombre, tenía que actuar bajo ciertas reglas, bajo ciertas costumbres. Nunca me cuestioné si esto estaba bien o no. Solo lo hice, porque, en muchos casos, era divertido, y, para qué negarlo, tenía su grado de satisfacción. Reírse de chistes machistas y homófobos, hacer chistes degradando a las mujeres, entre otros. Recuerdo que, hace poco, cuando volví a hablar con una amiga de aquella época, ella me dijo. ¿Vos? ¿Trans? ¡Si no hubiese sido porque sentaste cabeza con una familia, yo pensaba que ibas a ser el “gallo ponedor” de la clase! Y no es casualidad, que ella me haya considerado así. En la secundaria, creamos un personaje con mi bastón blanco, llamado el “bastón-Tito”, o el “Bas-tontito”. Este personaje, por supuesto en la mayoría de los casos direccionado por mis compañeros varones, atacaba a las compañeras por detrás. Claro que, ellas en ocasiones, podían obtener su venganza, pagándoles con la misma moneda. También, mis compañeros tomaban mi mano y la dirigían hacia los pechos de una compañera. Y yo, no me negaba. ¿Por qué hacerlo? ¿Qué tenía de malo? El decir que una compañera parecía “fácil”, o tenía “más carrera” que otra, era moneda corriente. El acosar a mujeres en las fiestas, o boliches, las pocas veces que fui, también era algo común. La excusa del “disculpame, no te vi”, era algo habitual en mí. Las clasificábamos como quien va al super a comprarse un paquete de fideos, una caja de leche, y elige la marca que le gusta. Por supuesto, esto continuó siendo así durante gran parte de mi vida. Siempre los chistes machistas, las comparaciones entre unas y otras, la caracterización de como se vestían, se comportaban, lo que decían o lo que hacían. La crítica, la burla, el menosprecio solo, por ser mujeres. Es lo que la sociedad nos enseñó que teníamos que hacer, lo que me enseñó que tenía que hacer. ¿Por qué habría de cuestionarlo?
Por otro lado, y en contraposición a lo expresado anteriormente, en muchas otras ocasiones, estas charlas con los varones sobre las mujeres, me aburrían. Siempre tuve muchas más amigas mujeres que amigos varones. Y, aunque en ocasiones fue porque; sí, quería tener algo con ellas, en muchas otras no. Siempre se me hizo más fácil hablar de temas que me interesaban, como música o literatura, con ellas que con ellos. Muchos de los temas que ellos hablaban, como deportes, a mí no me interesaban. Jamás me gustó el fútbol, más allá de la sensación que causan los mundiales. No me interesan ni el boxeo, ni los autos… Me gusta leer, escribir, el arte, y escuchar música. Es por eso que los temas de conversación de los que quería hablar, siempre tuvieron una asociación más hacia las mujeres.
Recuerdo en noveno grado, cuando me cambié de escuela por circunstancias personales, que un chico me dijo: “mirá, vos para mí sos puto, porque te pasás mucho hablando con las chicas”. Y hoy le diría, bueno, no necesariamente amigo, pero algo parecido. Recuerdo también, en aquel momento, que tratando de encontrarle un sentido al hecho de tener una discapacidad, y tener que enfrentarme a un mundo pura y exclusivamente visual, me acercaba a las chicas con las que no hablaba nadie. ¿Por qué nadie les hablaba? No es tan difícil. Porque no cumplían con lo que se requiere para ser lindas, para ser aceptadas en un mundo dominado por hombres, un mundo dominado por como te ves, más allá de como sos. Fue así, que me puse a charlar con la chica más fea del curso. Supuestamente claro, porque yo jamás la vi. Todos me preguntaban, tanto chicas como chicos, por qué me acercaba a ella, si era fea, y nadie la quería. No supe más nada de ella después. Ni de ella, ni de otra chica a la que le decían “mona”, y la discriminaban por sus lentes mucho antes, en séptimo grado. Me parecía, y me parece hoy en día incluso, una estupidez que se discrimine a personas por esto. Pero eso es un enorme debate que, si lo amplío, no termino más… En fin, a lo que quiero llegar, es a que siempre me pregunté, que significaba ser lindo o feo. ¿Yo qué soy? ¿Qué era? ¿Qué seré? ¿Acaso importa? En base a esto, reflexionaba. ¿Realmente me importa como es una chica por fuera? ¿Para qué necesito saberlo?
Todas estas cosas, estos cuestionamientos, estas dudas, continuaron durante muchísimo tiempo en mi mente. Fueron parte de mí, formaron parte de mi vida. Y es muy difícil sobrellevar lo que pensás, lo que sentís, con lo que se supone que tenéss que hacer. Tratando de buscarle una analogía, es como si, durante mucho tiempo, mi lado femenino, hubiese estado prisionero en una celda, y el guardiacárcel, fuese mi lado masculino. Y, como si este, hubiese pugnado por salir muchas veces, pero solo en ocasiones particulares, lo hubiese logrado. Hasta que un día, todo esto, comenzó a cambiar…
Cuando comencé a descubrirme como trans, encontré en el feminismo y la militancia, una comprensión y una aceptación que no había encontrado en ningún lado. Asimismo, encontré que muchas de las conductas y actitudes que yo daba por ciertas, y tenía naturalizadas, estaban mal. No es para nada fácil comprender esto. Es muy difícil ir tomando consciencia del rol que cumplimos en la sociedad, y de lo mucho que podemos perjudicar a alguien. Más difícil aún, es cambiar esas actitudes, esas conductas, esa forma de pensar, de decir y hacer las cosas. No quiero decir con esto que esté totalmente deconstruida, no, para nada. Todo esto es un crecimiento constante. Pero sí saber que, si bien no podía deshacer mi pasado, podía reflexionar, y ser mejor persona en el futuro. Y eso fue lo que hice. Pero, deconstruir años y años de actitudes y conductas machistas, requiere un gran esfuerzo, que no todos están dispuestos a hacer. ¿Por qué? Porque vivimos en una sociedad machista y heteropatriarcal. Porque, ir en contra de los mandatos sociales, es extremadamente difícil. Pude lograrlo, como digo, trabajando mucho conmigo misma, y con la compañía de quienes ya son parte del movimiento, pero que, además, son víctimas de estas conductas, todos los días de sus vidas.
Por supuesto, esto no se dio de la noche a la mañana. Fue un arduo trabajo de cuestionarme todo, de dudar de todo, de no dar por cierto nada. Cuando llegué a la conclusión del daño que todo esto provoca, tuve 2 opciones. O dejar las cosas como estaban, o mirarme en el espejo de mi conciencia y preguntarme. ¿Esto es lo que yo quiero para mi vida? La respuesta fue no, ya no más, nunca más.
Hubieron infinidad de momentos en los que tuve cuestionamientos sobre mis conductas, y sobre las de los hombres que me rodeaban. Un chiste machista, el contarme una supuesta “hazaña” con una mujer, o el intentar compararlas con autos y computadoras, como si, para ser la mujer perfecta, debieran tener una buena delantera, o la última versión del sistema operativo o alguna aplicación. Cuando eso empezó a resultarme incómodo, me di cuenta que estaban ocurriendo en mí, cambios profundos, que iban más allá de mi identidad de género. Más allá de lo que en mí, estaba logrando como mujer. Pero asimismo, también entendí que estaba relacionado a una empatía que ahora tenía, y que antes, no había podido comprender. Esta empatía primero, viene del conocer como en el día a día son muchísimo, y en muchos aspectos, más vulnerables que los hombres. Y después, fue algo mucho más interno. Fue, el entender que, así como a ellas las violentaban, las insultaban, las acosaban, y las cosificaban por ser mujeres, a mí podría pasarme lo mismo por autopercibirme como mujer trans.
Cuando estaba investigando sobre el ser trans, el ser mujer, leí a una antropóloga uruguaya que, si bien no puedo citarla textualmente porque no recuerdo las palabras exactas, decía algo así como que, para la sociedad, había una especie de escalera de sometimiento, dominación y discriminación. El hombre, está por encima de todo. Luego sigue la mujer. Y por último, las mujeres trans. Con esto no quiero victimizarme, solo quiero contar una realidad que, es innegable para todas las mujeres, y que en el caso de las mujeres trans, se hace evidente también, al ser violentadas por otras mujeres cis, aunque es cierto, hay muchas otras que no, que nos respetan, nos acompañan, nos entienden. Ni quiero justificarme, porque sé que en el pasado tuve actitudes machistas, y como dije anteriormente, el pasado es imposible de borrar. Pero sí quiero dejar en claro que hoy, ya no soy la misma persona. Que no tengo ni voy a tener las mismas actitudes. Que si en alguna ocasión, alguna mujer se sintió violentada de alguna forma por mí, que estoy arrepentida de esos actos, a los cuales, hoy considero deplorables. Y que, si quieren luchar contra todo tipo de acoso, y de violencia machista, estoy con ustedes, estamos todas juntas, todas en este sentido, tenemos que ser compañeras, hermanas. Porque hoy, por medio de la empatía, del entendimiento, de la comprensión, del saber y conocer, de una forma más profunda experiencias de vida, y por medio de una confianza que fui logrando, puedo decir con orgullo, que soy una persona totalmente diferente.
Con todo esto, no pretendo que se me lancen flores y aplausos por quien soy, ni piedras y abucheos por quien fui. Si hago esta publicación, es para que, entre todos, tomemos conciencia de la realidad, y de, como afecta a quienes ni siquiera tienen la posibilidad de ser tomadas en cuenta. Quiero que entendamos, que existe la violencia de género, el acoso, el ciberacoso o acoso digital, el abuso sexual, la violación, y que todavía están muy naturalizadas y en el caso de las personas con discapacidad, hasta infantilizadas. No es necesario que seas trans, o que seas feminista. Aunque sí sería genial, que escuches los reclamos del movimiento, y que te los tomes enserio. Sí es necesario que entiendas, que te informes. Nadie te dice quien y como tenés que ser. Solo vos, solo yo, solo cada uno, puede ver las cosas, desde un punto de vista diferente. Hemos recorrido como sociedad, un camino muy grande. Pero nos falta mucho por recorrer todavía. Tomemos conciencia, por todas las víctimas de este sistema machista y patriarcal.
Para finalizar, les dejo un cuentito de Hernán Casciari, un cuentista y escritor argentino, que hace una bonita reflexión sobre el machismo.
Mucho se ha hablado en este último tiempo del lenguaje inclusivo. Aunque se lo ha atacado de muchísimas formas, hay 2 que, particularmente, prevalecen por sobre las demás. La primera, es la referida a la posición adoptada por la RAE, Real Academia Española. Y la segunda, es a través de la comparación de la necesidad de incluir a las personas con discapacidad. En este artículo, pretendo desglosar y analizar ambas posturas, y brindar asimismo, algunas herramientas con las que podemos ser más inclusivos día a día.
Antes de comenzar quiero dejar en claro que yo no utilizo el lenguaje inclusivo por defecto. Esto se debe a que, no soy de la generación que lo está adquiriendo en su adolescencia, entonces me resulta mucho más difícil incorporarlo en mi uso cotidiano. Dicho esto, vamos a lo nuestro.
La RAE dejó bien en claro su postura al afirmar que el “todos” ya estaba incluyendo todas las expresiones de género al incluir también a “todas”. Sin embargo, los partidarios de su utilización, argumentan que, incluyendo al todos y todas, no estamos incluyendo a “todes”, es decir, a quienes no se identifican con ningún género, o sea, ni masculino ni femenino. ¿Pero, por qué deberíamos hacer caso a la RAE? ¿Alguna vez nos preguntamos si las palabras que utilizamos a diario, se encuentran aceptadas por la Real Academia Española? ¿No deberíamos ser nosotros quienes condicionemos el uso del lenguaje, y no al revés? Creo que para esto, deberíamos dejar que hablen les principales modificadores del lenguaje. Aquelles a los que nadie puede ni podrá rebatir, por mucho que lo intenten. Y como a mí me encanta contar historias, allá voy…
La maestra entra al salón. Los niños, entre curiosos y divertidos, la reciben sin prestarle mayor atención al principio, hasta que ella los saluda.
—¡buenos días!
—¡Buenos días señorita Claudia!
Ella se sienta, acomoda sus pertenencias, y comienza a hablar:
—Bueno, hoy vamos a hablar de un tema del que seguro algunos de sus padres habrán hecho algún comentario. Ya sea porque lo escucharon en la tele, porque tienen algún hijo o hija un poco más grande que ustedes, o porque lo escucharon en la calle. Esto es, el uso del lenguaje inclusivo. Muchas personas, dicen que no se debería usar, porque no está aprobado por la real academia española. ¿Pero, qué les parece si tratamos de reflexionar todos juntos al respecto?
—Yo nunca me fijé si las palabras que digo todos los días están en el diccionario. —Dijo una niña desde la cuarta fila.
—El diccionario está bueno para que sepamos como tenemos que hablar y escribir, pero después todos tenemos formas de hablar diferentes, porque venimos de otras provincias o países. Por ejemplo, yo vengo de Perú, y no hablo como ustedes. Hay cosas que no se dicen Igual allá. —Dijo otro de los niños, sentado en la tercer fila.
—Además, también existen distintas formas de hablar, dependiendo del lugar en donde vivamos. No es lo mismo alguien que vive en una villa, que en capital, o en la provincia de Buenos Aires. —dijo una niña pelirroja desde la última fila.
—O sea seño, por qué se hacen tanto problema, si cuando la gente habla de los homosexuales y eso, también usan palabras que ni deben saber si están en el diccionario. Por ejemplo, trava, travesti, trapito, travuco, maricón, maricona, marica, mariquita, puto, puta, torta, tortillera, trolo, trola… —Dijo el chico de la primer fila, justo al frente de la maestra.
La maestra quedó tan sorprendida ante semejantes declaraciones de sus alumnos, que decidió dar por terminada la clase, hasta después del recreo.
¿Qué quiero decir con todo esto? Bueno, 2 cosas. La primera, y que por el momento no tiene mucha relevancia, es que en este pequeño diálogo hay escondido un personaje del que van a tener noticias más adelante… Y la segunda, son las personas, las culturas y los propios países, quienes van modificando el uso de la lengua, de acuerdo a sus propias adaptaciones, usos y costumbres. Y, como plantean los niños, existen muchas palabras que usamos a diario, y que ni siquiera nos cuestionamos. ¿Entonces, por qué el ataque al uso del lenguaje inclusivo? Porque, básicamente, lo que les molesta a sus detractores, no es la modificación del lenguaje, si no, la inclusión en el mismo de la comunidad LGBTIQ+. Todo lo que se refiera a la inclusión y aceptación de la diversidad sexual dentro de la sociedad, les hace ruido a ciertos sectores reaccionarios como la iglesia, pero también, a aquellas personas que sienten desprecio hacia quienes no encajan en los parámetros denominados “normales”. Pero, el lenguaje inclusivo, no viene de grandes académicos, ni eruditos. Al igual que muchas modificaciones del lenguaje, viene de la juventud. De esta nueva generación de adolescentes que está tomando la lucha de la diversidad sexual, como propia. Y que quiere que en base a la aceptación, y el respeto hacia el otro, se construya de a poquito, una sociedad más inclusiva. Una sociedad que sabe que, la mejor forma de vivir, es dejando ser feliz a los demás, y respetando sus formas de vida. Y esta generación, le pese a quien le pese, llegó para quedarse.
La inclusión, la discapacidad y la diversidad sexual
Hace poco, se hizo viral en internet una publicación de facebook llamada “Inclusión de cotillón”, en la que un padre, indignado por la utilización del lenguaje inclusivo de un bar, le hizo saber a la moza que lo atendía, que el establecimiento no estaba siendo inclusivo en realidad, porque no contaba con asistencia para personas con discapacidad. La publicación fue replicada en diarios nacionales, por lo que es fácil de encontrar. Más allá de las razones personales de este señor para indignarse por la falta de accesibilidad para 2 de sus familiares que, debido a sus discapacidades, necesitarían adaptaciones para que el local estuviese apto para que ellos concurran, y, más allá incluso, de la falta de accesibilidad con la que las personas con discapacidad en general nos encontramos en la mayoría de los edificios y establecimientos tanto públicos como privados que nos toca visitar, creo que la discusión, es mucho más amplia todavía.
Esta persona, al comparar el uso del lenguaje inclusivo con la discapacidad, no hizo más que llevar al ámbito digital, una discusión que se viene dando desde hace tiempo. Ya una profesora de primaria, a fines del 2018, me planteó que antes de fomentar, promover, y difundir el uso del lenguaje inclusivo, sería mejor que se enseñe el uso del sistema braille. Al salir esta discusión a la luz, escuché que se debería enseñar, además de braille, LSA (Lengua de Señas Argentina) y RCP, entre otras cosas.
También, empezaron a hacerse visibles las enormes carencias de accesibilidad del sistema. Desde la falta de boletas en braille para votar, la falta de rampas para discapacitados motrices en infinidad de lugares, la dejadez notoria en el mantenimiento de calles y veredas en muchísimos barrios y ciudades, etc. ¿Pero, es realmente factible culpar, o siquiera atacar al uso del lenguaje inclusivo por todas estas dificultades, que ya venían de muchísimo antes de que este se popularizara? No, yo creo que no. Es más, incluso, hasta me cuesta llegar a relacionar una cosa con la otra. ?Por qué? Bueno, porque creo, en primer lugar, que hay un error de conceptos.
El relacionar directamente la palabra inclusión con la palabra discapacidad, es sin duda una práctica peligrosa. Supongamos que tenemos que dar una charla para un grupo de estudiantes de una escuela secundaria, que vinieron de viaje. Ahora, resulta que estos estudiantes vienen de una escuela en… no sé, Paraguay. Para dar esta charla, deberíamos contar con un traductor Guaraní, ya que, en Paraguay, es el segundo idioma más hablado del país. O sea, podemos hablar en español, pero tenemos que comprender, que tal vez no todos nos entiendan. Sobre todo, si provienen de zonas rurales, que es en donde el uso del guaraní es más cerrado. Lo mismo se puede aplicar a cualquier otra situación, con cualquier otro idioma. La pregunta acá es: ¿Al contemplar el uso de otra lengua, no estamos “incluyendo” también? ¿Cual es la diferencia entre esta “inclusión” y la de las personas con discapacidad? Conceptualmente, ninguna. Si programás una aplicación, o desarrollás un sitio web para personas con daltonismo, o con una interfaz sencilla para personas mayores, estás incluyendo. Si adaptás un artículo en un medio para que puedan leerlo personas con un vocabulario más coloquial, estás incluyendo. Si te acercás al micrófono o hablás más alto para que las personas del fondo te escuchen, también estás incluyendo. ¿Entonces, si alguien te pide que te refieras a “elle” con la “e”, en lugar de tratarle de él o ella, por qué no deberías incluirle?
En segundo lugar, claro que sería maravilloso que se enseñen el sistema braille, LSA, y RCP. Pero, acá el problema no es solo cuestión de intercambiar una cosa por la otra. Para la utilización del lenguaje inclusivo, no se debe hacer más que tener la decisión de utilizarlo. Para la enseñanza de un sistema de lectoescritura diferente, debe haber políticas educativas que garanticen la capacitación y los materiales necesarios, los espacios curriculares dentro del propio horario escolar, para no añadir más horas a las que tienen que cumplir tanto maestros como alumnos, y, aunque esto pueda generar debate, tiene que haber una necesidad particular que requiera ese aprendizaje. Es decir, realmente, sin tener una persona con discapacidad visual cercana, es muy poco probable que cualquier otra persona tenga que utilizar el sistema braille. Distinto es la lengua de señas, ya que este es directamente un medio de comunicación mucho más usable, porque es la única forma en la que nos podemos relacionar de forma inmediata, con quienes no pueden hablar. Aún más necesario, es el RCP, ya que es realmente imprescindible para poder asistir a cualquier persona en casos de emergencia. Pero como dije, estas cuestiones tienen que estar garantizadas en el sistema educativo del estado, y nada tienen que ver con el uso o no, del lenguaje inclusivo por parte de cualquier ciudadano, institución pública, o incluso organismos no gubernamentales. Porque, básicamente, no se debe destinar ningún tipo de presupuesto para su utilización.
En tercer lugar, al separar la inclusión de las personas con discapacidad del lenguaje inclusivo, no estamos teniendo en cuenta 2 cosas. Primero, que, por ejemplo, en braille, también se puede escribir “todes” o “todxs”, porque las letras, también existen. De hecho, este artículo lo estoy escribiendo con un teclado braille, del cual voy a hablarles más adelante. Y segundo, que, para quienes no lo saben, también existe la diversidad sexual dentro del mundo de las personas con discapacidad. Sin ir más lejos, yo soy una mujer trans, y soy ciega. También conozco a un varón trans, a homosexuales y lesbianas. Todavía no conocí a alguien no binarie, pero si le llego a conocer, voy a tener en cuenta tanto su discapacidad, como la forma con la que se siente cómode que le trate, al igual que la mayoría de las personas que conozco y que me cruzo, hacen conmigo.
Por último, claro está, que el uso del lenguaje inclusivo no hace que las personas trans, y la diversidad sexual en general, tengan garantizados todos sus derechos, ni mucho menos. Así como tampoco, la enseñanza del sistema braille lo haría para las personas con discapacidad visual. Muchos derechos de ambos colectivos están siendo vulnerados incluso hoy en día, y con los avances que ha habido. El cupo laboral trans, el cual no fue reglamentado en muchas provincias, el cupo del 5% para las personas con discapacidad, el cual si bien sí está reglamentado, en muchos casos no se cumple, entre otros. Siempre se requiere que posean experiencia, determinados conocimientos, etc. Pero no se contempla que en muchísimos casos, y por diversas razones que van desde falta de conocimiento de los padres sobre las cosas que pueden hacer sus hijos con discapacidad, hasta el hecho de que tal vez por tener familia, no hayan podido capacitarse como es necesario para el mercado laboral actual. Aún así, como para el resto de la sociedad, el tener un título o una carrera en curso, tampoco te garantiza conseguir un trabajo. Mucho más difícil es para las personas con discapacidad, en la que siento que hay una especie de discriminación indirecta. Para las personas trans, quienes en muchos casos no han podido siquiera terminar sus estudios primarios, la situación es más preocupante todavía, ya que, en la mayoría de esos casos, el único camino en el que han encontrado la forma de ganarse el pan, es la prostitución. Cierto es, que en la actualidad, muchas cosas están cambiando. Pero todavía nos falta un largo camino por recorrer, tanto como sociedad, como a nuestros gobernantes, como a nosotres como individues.
Algunos tips sobre cómo incluir
Ya que se viene hablando de la inclusión de las personas con discapacidad, Hay tantas formas de incluir, como personas con discapacidad. Y, dependiendo del tipo, seguro hay más de una forma en la que se puede incluir. No voy a hablar de todas, porque esto ya se me hizo muy largo, porque son muchísimas, y porque no las conozco a todas, pero sí voy a mencionar algunas referentes a la discapacidad visual. Creo que todes aquelles que estén realmente interesades en contribuir a que la vida de quienes tenemos una discapacidad visual sea un poco más sencilla, podrían, simplemente, adoptar ciertas prácticas que, si bien no son fundamentales, sí nos hacen participar en mayor igualdad, a la hora de formar parte de grupos de personas que ven. Primero, una app que sí es muy útil, y que creo que estaría bueno que todos instalen, es “Be My Eyes”. La info está en el artículo, así que no necesito comentarles más al respecto. Por otro lado, cuando envíen imágenes por whatsapp, una vez enviadas, pueden añadir descripciones de las mismas, y copiar el texto, en caso de que sean memes, para que podamos entender de qué se trata, y reírnos también. En cuanto al resto de las redes sociales, tanto twitter, como instagram y facebook, tienen la posibilidad de añadir texto alternativo a las imágenes. El texto alternativo, aunque no se ve, sí es leído por los lectores de pantalla tanto para celulares como para computadoras. ?Cómo se hace? Bueno, eso les queda como tarea para el hogar, hagan de cuenta que volvió la maestra.
Personas excluyentes
A lo largo de este artículo, intenté expresar la forma en la que se excluye, queriendo incluir. En este sentido, me permito cuestionar qué es lo realmente cierto y qué no en este nuevo interés por la inclusión de las personas con discapacidad. Los tips que pasé anteriormente, y con un tono medio irónico, sintetizan una realidad bastante frecuente dentro de la sociedad. Es la dificultad de entender que para exigir, también tenemos que contribuir con algo. Ese algo, claro está, no tiene que ser, necesariamente, uno de estos tips. Pero sí, lo que intento demostrar, es que exigirle a una moza que haga al bar en el que trabaja inclusivo, es contraproducente, si no intentamos incluir por nuestros propios medios, y por supuesto, con los conocimientos que nos ha dado la experiencia, sin atacar el tipo de inclusión que este lugar ya utiliza. Claro está, que usar estos tips no te hace totalmente inclusivo, y que el no usarlos, tampoco te hace totalmente excluyente. La decisión de incluir de una forma u otra, está en cada persona. Tal vez alguien, aunque lea este artículo, no se ponga a describirme imágenes en whatsapp, pero sí me acompañe cuando necesito ir a algún lado, me espere en un lugar cuando no sé como llegar, o me avise que me dejó el mate al frente.
No podemos ser totalmente inclusivos, pero sí podemos ser cada vez menos excluyentes, incluso yo misma. Es cuestión de ir mejorando día a día, y como mejor nos sea posible. Porque, con la exclusión, se puede aplicar el mismo concepto que se le aplica a la presunción de inocencia. Todas las personas somos excluyentes, hasta que se demuestre lo contrario.