Hace mucho que no nos aparecemos por aquí. Y es que, la vida nos lleva a veces por otros derroteros, que no somos capaces siquiera de imaginar. Por supuesto, que dejar de escribir, nunca. Pero, existen ocasiones en las que dirigimos esta escritura, a un objetivo en particular, y tan personal, que se hace difícil elegir qué compartir y qué no. Además, bueno, a principios de año, había iniciado con un proyecto bastante ambicioso, que no pude finalizar por el momento, pero que sé, lo haré en un futuro cercano, y del cual, en algún momento tendrán noticias. En fin, a pesar de todo esto, cada vez que volvemos al ruedo, lo hacemos de una forma poco convencional. Y esta, no va a ser la excepción.
Es la primera vez que una entrada se encuentra bajo 2 categorías. “Soñando despierta”. Las historias que se escapan de mi mente, de lo más profundo de mi imaginación. Y “otros autores”. Porque, es la primera vez también, en la que escribo y publico una entrada en conjunto, con una colaboradora que, en esta oportunidad, prefiere permanecer de forma anónima. En fin, de parte de ella y mía, les dejamos este pequeño cuentito infantil, que hicimos con tanto cariño, para ustedes. Esperamos lo disfruten.
La Pajarita y la Mariposa
Cuentan que en un hermoso valle, oculto entre montañas, se encontraba una pobre y solitaria mariposa. Hace mucho había abandonado el mundo exterior, en cuanto abandonó su crisálida de oruga. Desde entonces, decidió refugiarse en una pequeña casita que se había construido para sí misma. Donde nadie podía entrar. Donde tenía la absoluta tranquilidad de que estaría segura. En ese pequeño rinconcito, guardaba todo lo que no quería que nadie conociera de ella. Lo bueno, y lo malo. Su fortuna, y sus desgracias. Sus tristezas, y alegrías. Había quienes, momentáneamente, lograban entrar a esa casita. Pero solo por un tiempo, y para conocer apenas una parte de ella. Solo lo que ella quería mostrar. Y a quienes quería mostrárselo. Había quienes pensaban o sentían que la conocían. Que con solo hablar con ella, podían saber lo que iba a hacer o pensar al momento siguiente. Pero estaban equivocados. Porque sí, en algunas cosas esta mariposa era tan clara y transparente como el agua. Pero en ocasiones, tan impenetrable como un muro de concreto. Y fue así, en esta solitaria casita, como empezó a alejarse cada vez más de sus sueños y sus ideas. Día a día, comenzó a dejar de apasionarse por todo aquello en lo que creía. Aún así, en el fondo de su corazón quedaba algo de ese todo que ella era, de su esencia, sueños y alegrías. Era lo que la llevaba día a día a seguir adelante. A luchar por algunas cosas, aunque dejara de lado otras. A intentar entender el por qué de todo, aunque luego no supiera bien qué hacer con aquello. Pero en realidad, su vida en esa pequeña casita de aquel gran valle, distaba mucho de ser tan segura y tranquila, como ella creía. Y es que, a veces se desataban enormes tormentas y tempestades que amenazaban con destruirlo todo. Era en esos momentos en los que la pobre mariposa no sabía qué hacer. Intentaba proteger su casita de todo daño. Arreglarla al día siguiente, pintarla de vivos colores que el agua y viento luego arrastraban o dejarla secarse por los rayos del sol, cuando este salía. Pero muchas veces era imposible. Aveces parecía que tendría que reparar las grietas y rupturas que quedaban para siempre, y su vida no tendría otras aventuras.
Fue en uno de esos días en los que aconteció, lo que les contaré a continuación.
Estaba anocheciendo en el valle cuando la mariposa, después de limpiar y ordenar la casita, se puso a mirar por una de las ventanas. Ahí fue cuando se percató de que en el horizonte se vislumbraban enormes nubarrones. Comenzó a preocuparse. Una nueva tormenta se acercaba. Tendría que hacer hasta lo imposible para que su hogar sufriera el menor daño posible. Se puso a trabar puertas y ventanas por las cuales el viento rugía, con fuerza y furia. Estaba por hacer lo propio con la puerta principal, cuando escuchó un par de suaves golpes en la misma.
—¿Quien es? —Preguntó la mariposa extrañada de que alguien llegara a visitarla a esas horas.
Una temblorosa voz respondió desde el otro lado de la puerta:
—Soy una pajarita. Necesito refugio de la tormenta que se acerca. Estoy lejos de mi nido, y no podré volar para volver a tiempo. ¿Me podrías ayudar?
La mariposa observó la puerta dubitativa unos momentos, antes de abrir. Al final, decidió que no era la primera vez que daba cobijo a viajeros casuales. Claro que no fueron pocas, las veces en las que se había arrepentido de haberlo hecho. Los viajeros tomaban su comida, sus hojitas con las que arreglaba la casita o sus cosas sin permiso, o simplemente se iban sin agradecerle su ayuda. Esperaba esta no fuese una de esas visitas…
Al abrir, al otro lado, una pajarita con un moño rojo en la cabeza, similar al que ella tenía, la miraba sonriente. “Debe ser buena señal”, se dijo, apartándose para que pasara. Cerró la puerta, y la invitó a sentarse.
—¡Se viene fuerte esta tormenta! —Comentó la mariposa para sacar tema de conversación.
—Sí, el viento es amenazante. Gracias a que me abrieras la puerta no va a arrastrarme hacia a saber qué lugar frío y oscuro…
—¡-Entraste justo a tiempo! Creo que va a empezar a llover, —comentó la mariposa, al tiempo que se oían truenos y las ventanas se iluminaron con un rayo.
—Sí. Pero a veces, las tormentas no están solo afuera. A veces, están en nuestro interior. Y son las más difíciles de combatir. Porque las llevamos con nosotras mismas. —Le dijo la pajarita, después de un suspiro.
La mariposa quedó pensativa unos momentos, mientras notó la mirada de su visitante que recorría la casita de arriba a abajo,, observando los objetos que había allí.
—¿Sabés qué? ¡Tenés unas alas muy bonitas! —Añadió.
—¡Ho! ¡Muchas gracias! —LE respondió esta, mientras se ponía a revolotear a su alrededor, sintiéndose halagada.
Ambas sonrieron, y comenzaron a charlar. La mariposa le contó que al principio, era una pequeña oruga, a la que pocos entendían. Que luego se convirtió en una crisálida, y que debía permanecer escondida porque tenía miedo de que la vieran. Sentía mucha vergüenza de sí misma, hasta que finalmente se convirtió en la mariposa que ahora era. Aún sentía miedo de muchas cosas, pero aprendió a tener la fuerza y la voluntad suficiente para enfrentarlas. La pajarita, le contó que no era fácil vivir en un nido de pájaros donde de todos, era la más pequeña. Hace poco lo había dejado, y aunque se estaba construyendo el suyo propio, las cosas tomaban tiempo. Y que a medida que este pasaba, se sentía cada vez más frustrada al no poder lograr sus objetivos como lo deseaba. Se sentía perdida, aveces agotada, y aveces sólo un poco cansada. Algunos días salía a caminar por ahí, pero al volver, perdía el rumbo a casa. Otras veces, dejaba el nido y al regresar las hormigas habían devorado su comida, le habían quitado su manta favorita o encontraba algún transeúnte queriendo entrar. Aveces no quería volver. Aveces ese sueño de un nido para ella sola parecía imposible.
La mariposa le contó que, aunque se sentía libre en algunas cosas, se sentía prisionera de otras. Aún existían quienes la juzgaban, diciéndole que ella nunca iba a ser como las demás. Y, aunque intentaba que eso no le afectara, a veces, no era posible. Continuaron hablando toda la noche, mientras la tormenta se hacía sentir allá afuera, contra las puertas y ventanas de la pequeña casita. Pero dentro del lugar parecía haberse calmado la tormenta que ambas sentían en su interior, dejando una sensación de calma absoluta. No importaban los golpes que a veces daban las ventanas por el viento, o el temblor del suelo por los truenos, o el golpeteo incesante de la lluvia contra el techo. La mariposa parecía haberse olvidado de los problemas. Y la pajarita también.
En un momento, mientras las horas transcurrían entre charlas y charlas, la pajarita se quedó en silencio. Hasta que después de unos instantes, le dijo:
—Tengo que decirte algo, aunque tenga un poco de miedo. Pero si Ya empecé, ahora voy a terminar. Sos una mariposa muy bonita, y especial. Siento una tranquilidad muy linda cuando estoy cerca tuyo.
—¿En serio? —Le preguntó la mariposa, que sonreía—. Bueno, a mí también me pasa lo mismo. Es como si la tormenta no hubiese estado presente. Pero yo sí no me hubiese animado a decírtelo. Soy una mariposa un poco más tímida. Y creí que estas cosas, ya no eran para mí. Pero si a las 2 nos pasa lo mismo, entonces creo que está bien.
Al día siguiente la tormenta había cesado. Y a ellas, les tocaba la hora de despedirse. La mariposa debía reconstruir su casita de los daños de la tormenta, que notó al salir de la misma. Y la pajarita, terminar de construir la suya. Así fue, como quedaron en volver a verse nuevamente. Pero, sin saber cuando llegaría ese momento, decidieron mantenerse en contacto por otros medios. Sí, así es. Las palomas mensajeras andaban durante todo el día de adentro a fuera del valle, llevando mensaje tras mensaje entre ellas. Y empezaron a conocerse y descubrirse, un poco más cada vez. Fue en esos ires y venires que se dio la oportunidad para que puedan verse otra vez. La pajarita tenía una hermosa voz, y un canto melodioso que cautivaba los oídos de la mariposa, cada vez que la escuchaba. ¡Twiii twiii! Cantaba la pajarita al ir acercándose a la casa de la mariposa. Y esta salía corriendo a recibirla. Una vez juntas, charlaban, seguían contándose sus vidas, y recorriendo el valle de un lado al otro, de principio a fin. Después de algunas visitas, ningún rincón había quedado sin que ellas lo exploraran. Aún así, faltaban más cosas que debían aprender la una de la otra.
En una de esas visitas, se encontraban sentadas sobre la rama de un árbol. En eso, la mariposa comenzó a elevarse en el aire, con gran majestuosidad. La pajarita intentó ir tras ella. Pero la mariposa se elevaba cada vez más, y la pajarita quedaba cada vez más rezagada. Hasta que la mariposa bajó nuevamente a su altura, y vio que su compañera estaba triste.
—¿¿qué pasa, pajarita? —Le preguntó.
—Lo que pasa es que, aunque soy una pajarita, tengo miedo a volar alto. Cuando era chiquita, fui muy alto, perdí el equilibrio de mis alas, y me caí. Desde entonces, ya no puedo hacerlo. Por eso tampoco pude volver volando el día que me refugiaste en tu casita. Por eso a veces el viento me lleva, y yo no puedo volver. Pero quisiera saber lo que se siente volar así de alto, como vos. Saber qué se siente controlar tu vuelo, estar en libertad entre las nubes. ¡Debe sentirse maravilloso! ¿Me contarías cómo es?
La mariposa la miró consternada, sin saber qué hacer al principio.
Pensativa, le dijo:
—En vez de contártelo, podría mostrártelo. Voy a ayudarte, sólo confiá en mí. –
Luego, con mucha delicadeza, la tomó entre sus patitas, y comenzó a acariciarla con sus alas, mientras ella se tranquilizaba y se vislumbraba una sonrisa en su carita. Después, mientras la sujetaba suavemente, empezó a elevarse con ella en el aire. La pajarita, se sintió segura y confiada. Y se dejó llevar. Finalmente, la mariposa la soltó y la pajarita desplegó sus alas, que sintió agitarse con el viento. Sabía que mientras la mariposa estuviera allí, nada podría pasar. Y si volvía a caerse, ella la podría salvar, mientras la ayudaba a volver a intentar. Empezó a impulsarse, a sentirse viva, libre. Una sensación de satisfacción la invadió, mientras aprendía a ir y venir.
La mariposa se situaba debajo de ella a cada movimiento que hacía, por si esta se caía. Pero esto no ocurrió. Ambas continuaron subiendo más y más hacia las alturas. Hasta pasar las copas de los árboles. Hasta llegar a las propias nubes. Hasta atravesar el propio firmamento. La pajarita se sentía literalmente en las nubes. Sentía que había cumplido, gracias a la mariposa, uno de sus mayores sueños.
Después de un rato de volar y volar en lo alto, decidieron bajar. Ambas se encontraban extasiadas, sonrientes. Y fue la primera vez, en la que sintieron que todo lo que estaban viviendo, era especial. La mariposa, al igual que ella, se sentía aún entre las nubes que acababan de dejar.
—¡Lo lograste, pajarita! —Le dijo la mariposa—. Yo te ayudé, pero fuiste vos quien tuvo la fuerza de voluntad para volar. Y ahora, comienza una nueva etapa para vos. Una etapa en la que empezarás a ser una pequeña pajarita libre.
Se abrazaron con sus alas. Se sonrieron, y lloraron juntas de emoción. Luego, se despidieron, prometiendo volver a verse nuevamente.
Cada encuentro era diferente. A pesar de que había cosas que se repetían, cada encuentro entre ellas, era único. Siempre seguían conociéndose. Charlando cada vez de temas más y más variados, hasta contarse muchas cosas de sus vidas. En uno de esos encuentros, la pajarita le dijo a la mariposa:
—¿Sabés? ¡Mi nido al fin está terminado! Por fin encontré otro árbol donde construirlo. Con paciencia fui llevando mis ramitas, una por una, para construirlo una vez más, y lo logré. A este árbol no suben más hormigas que me saquen mi comida. Es más, tengo algunas buenas vecinas. En este árbol los habitantes son mucho más amables. Está en un bosque muy lindo y silencioso, por donde me gusta volar y cantar. Es mi nueva casa, para mí sola y muy segura. Podrías venir cuando quieras, como yo vengo siempre a tu valle. Podemos dar paseos por el bosque que ¡seguro te va a encantar!
La mariposa dijo que iría, pero los días pasaban, y la pajarita no tenía noticias suyas. Fue así, como decidió ir a ver qué le sucedía. Al hablar con ella, esta le dijo lo siguiente:
—Lo que pasa, es que así como vos tenías miedo de volar alto, yo tengo miedo de volar lejos. Desde que llegué acá, casi no he salido del valle. Y nunca para recorrer grandes distancias. Menos para meterme en un bosque…
—Bueno, mi nido no queda tan lejos en realidad. Pero no te preocupes. Así como vos me ayudaste a mí, yo también quiero ayudarte a vos. A veces, cuando nos acostumbramos a algo, parece tan cómodo que nos cuesta salir de ahí. Me parece que eso es lo que te pasa. Verás que en otros valles no hay tantas tormentas y tempestades como acá, Y que podés vivir tranquila, sin tener que reconstruir tu casa cada día.
La pajarita echó a volar, y la mariposa, aunque al principio un poco escéptica, fue tras ella. Al llegar a la entrada del valle, esta última se detuvo.
—no puedo, pajarita. ¿Y si hay más peligros? ¿Y si nos perdemos? ¿Y si algo nos pasa?
—El mundo entero está lleno de peligros, mariposa. Es cuestión de tener la valentía suficiente para enfrentarlos. Y sé que vos la tenés, aunque ahora mismo no lo creas. Solo seguime. Ya me sé el camino,y te voy a acompañar en todo momento. no te vas a perder. Te lo prometo. —Decía la pajarita estirando las alas hacia la mariposa.
Ambas salieron del valle. Atravesaron un pequeño río, y una vasta y hermosa llanura,hasta divisar el bosque donde ahora vivía la pajarita. Ella entró, hizo señas a su compañera para que la siguiera entre frondosos árboles de hermosas copas donde otros pajaritos cantaban alegremente, y mariposas de distintos colores revoloteaban.
Llegaron sonrientes al nido de la pajarita. Allí se abrazaron, y comprendieron, que habían dado un pasito más. Desde entonces, ambas comenzaron a encontrarse en el nido de la pajarita, y desde allí, a recorrer los paisajes, hasta donde podían, yendo cada vez más lejos, y enfrentando cada vez más desafíos. Grandes tormentas, vientos y tempestades. El ardiente sol, y el árido desierto. Los picos helados de los glaciares, y de las altas montañas. Los anchos lagos, ríos y mares.
Un día, la mariposa se dio cuenta de todo lo que ambas habían logrado. Cuan lejos y cuan alto habían llegado.
—¿lo ves? —le dijo la pajarita—. Era cuestión de tomar valor, y enfrentarse a cada desafío, de a uno por vez. Vos, sos mi pequeña mariposa valiente. Porque también lograste superar tus miedos. Con mucha paciencia y siendo perseverante.
Fue así, como ambas entendieron que habían llegado a la vida de la otra, para acompañarse, ayudarse y animarse a luchar contra todo lo que se les presente, juntas.
La mariposa al fin logró salir del valle de las tormentas, para construirse una nueva casa en un lugar muchísimo más tranquilo, donde estaría mejor y sería finalmente libre.
La pajarita hizo aún más lindo su nido, en el que podía vivir sin presiones ni miedos de ningún tipo.
Y comprendieron así, que cada una lograba que la otra se convirtiera en una versión cada vez mejor de sí misma. En seres libres, valientes y fuertes.
Hermoso Amiga