Siempre me pregunté qué pasa cuando se termina un libro. ¿Qué pasa cuando se cierra la contraportada? ¿Qué pasa cuando una película, una serie, una telenovela incluso, llegan a su fin? ¿Qué pasa con todos aquellos personajes cuyo “desenlace”, no se contó? ¿Nunca se pusieron a pensar, que en realidad, esos desenlaces, esos finales, son realmente finales abiertos? La historia de una persona, no llega a su fin hasta que esta finaliza su ciclo de vida. Pero aún en ese caso, su historia se sigue sucediendo, con aquellos que la preceden. Que continúan escribiendo el futuro de esa… vida. Pero supongamos por un momento, que no. Que el desenlace, al igual que el de las historias en libros y demás, llega cuando finaliza un ciclo. Una serie de hechos determinados que marcan sucesos importantes en la vida de esta persona, de este personaje.
Muchas veces me pregunté, por qué algunos de los personajes que creo, no solo están basados en mí, si no que son directamente representaciones mías dentro de historias ficticias. ¿Qué me lleva a crear “universos Paralelos, en los que yo misma, soy el centro del cosmos? (Parafraseando a Nahuel Pennisi). Quizás, será el hecho de llevar al mundo de la fantasía, aspectos de mi vida real. O tal vez, el hecho de que, como me dijo una personita muy especial hace poco, no hay mejor nombre para un personaje de una historia, que “Katherine”. No, no creo que sea eso. Es decir, no creo que sea solo eso. Creo que detrás de esa decisión subconsciente, hay más. Hay mucho más. Y creo, que tiene que ver con esto que venía diciendo.
Toda historia, tiene un principio, un nudo, y un desenlace. OK. Sí, lo sé. hay ciertos tipos que no, me dirán los eruditos de la literatura. Lo sé, lo sé. Pero esa es la característica habitual, en las historias, sobre todo las historias largas. Y la vida de una persona, sí que es una historia larga. Pero, y he aquí al punto al que quiero llegar, que esa historia, está compuesta por muchas historias que empiezan y terminan constantemente. Cíclicamente. DE un punto a otro. Líneas que se bifurcan, se curvan, se ensanchan y se estrechan, en un sin fin de desenlaces.
Como dice la canción de la banda de rock argentina Vox Dei, “todo concluye al fin, nada puede escapar. Todo tiene un final, todo termina”. ¿Pero… Realmente termina? No, yo creo que no. Que cada final, no es más que un nuevo comienzo de algo distinto. ¿Mejor? ¿Peor? ¿Igual? No podemos saberlo, hasta que llega. A veces, las buenas experiencias nos dejan recuerdos amargos. A veces, las malas, nos dejan enseñanzas. Y es que, en la vida, no todo, ni para todos, tiene que tener un final feliz, o un final triste, o dejarnos una enseñanza positiva. Las cosas pasan por una determinada razón, sí. También lo creo. Pero sé, que somos partícipes de nuestros propios destinos. Algunos, tendrán más posibilidades de decidir que otros. Y es que, ahí ya no solo depende de lo que quieras hacer, si no de lo que puedas hacer con eso que te toca.
Siempre quise escribir algo a este respecto, y nunca se me había presentado la oportunidad. Una amiga, me dijo hace bastante tiempo atrás, que hay dos tipos de personas en este mundo. Las personas Pasivas, y las personas activas (y no, no estoy hablando de sexo) O como otro amigo lo definió en su libro, los durmientes, y los jugadores. Los jugadores o personas activas, serían aquellos que están en este mundo para influir en la vida de los demás. El universo, se moldearía a los deseos y las decisiones que estas toman, ya sea consciente, pero más que nada, inconscientemente. Las personas activas, nunca se quedan quietas. Siempre están buscando nuevas formas de experimentar, de influir en el mundo que las rodea. Y este, puede ser tan pequeño como una casa, o tan grande como… No sé, un país. En cambio, las personas pasivas o durmientes, suelen querer permanecer en un estado de estabilidad constante, esperando que el mundo a su alrededor, no cambie. Pero los jugadores, están aquí para intentar despertar y reprogramar, la mente de los durmientes. Y lo hacen tanto consciente, como inconscientemente. Se podría decir, volviendo al principio de esta reflexión, que si bien, todas las personas tienen varios desenlaces y principios a lo largo de sus vidas, las personas activas tienen muchos más por su propia condición de buscar algo más allá de lo preestablecido, de lo programado. De buscar el error en el código, no solo viendo como el programa funciona bien y ya, si no, yendo más allá. Rompiendo ese programa por donde se pueda, para encontrar el bug que genere una nueva solución, una nueva funcionalidad, una nueva característica. No tiene que ser una mejora, precisamente. Se han hecho programas que han pretendido ser la bomba, la panacea de las soluciones, y han fracasado estrepitosamente. Pero esas personas que tuvieron aquella idea, que soñaron con algo diferente, lo intentaron. Buscaron un nuevo desenlace, para ir después, hacia un nuevo principio. Para contar, otra historia, además de la historia inicial. Y de eso se trata realmente. De intentarlo. De no quedarse con el no puedo, si no, ir más allá. No es fácil, claro que no. Sobre todo cuando las decisiones que tomamos, no solo nos afectan a nosotros, si no a nuestro entorno. No es fácil cuando no estamos completamente seguros de si estamos haciendo lo correcto. No es fácil cuando, mientras que algunos te aplauden, otros te tiran mierda. Unos pocos, de frente. Otros tantos, a tus espaldas. No es fácil cuando, a pesar de que creés que estás haciendo lo mejor que podés hacer, muchos crean que en realidad, estás haciendo lo mejor que querés hacer. ¿Y acaso, los demás están equivocados? ¿Acaso, vos tenés razón? Nadie tiene la respuesta. Estoy totalmente segura, de que si hubiese dicho que no, a cada paso importante que di en mi vida, hoy no sería quien soy. Si no me hubiese arriesgado a equivocarme, hoy, tal vez no estaría tan cargada de errores. Pero tampoco, lo estaría de satisfacciones, de experiencias, de personas, de amigos, de compañeros, de gente…
Siempre me costó despegarme de las cosas. Creo que la única casa que sentí realmente mía, fue la casa que teníamos con mi abuela en el barrio Sol y Verde, en José C Paz. No sé por qué, en esa casa, sentía una paz, una sensación de hogar, de propiedad, que no pude encontrar en otro lado. Pero la casa se vendió. Otra (porque en mi infancia me mudé unas 4 veces más o menos) fue una en la que vivimos durante poco tiempo. Era muy linda, porque, si bien mi hermano y yo dormíamos en el mismo cuarto porque somos cercanos de edad, teníamos un cuarto de juegos en el que dejábamos volar nuestra imaginación, viajando a mundos que no existían y que jamás iban a existir. Podíamos pasar horas enteras solo con juguetes, él, yo, y un montón de personajes que quien sabe de donde salían… Esa casa, la perdimos. No recuerdo bien como fue la historia, no era muy grande yo, y creo que nunca llegué a entenderlo del todo. Pero ese, marcó un nuevo desenlace. ¿Se acuerdan de la historia de La bicicleta y el monstruo? ¿No se podría definir a esa historia, como una que tiene un desenlace? ¿Se preguntaron acaso, qué pasó después, con ese “personaje”? Bueno, resulta que, muchos años después, está un 24 de febrero a la una y media de la mañana, escribiendo estas líneas. ¿Y por qué? ¿Qué carajos te pasa ahora, loca de mierda? Se estarán preguntando algunos… Que en este último tiempo, mi vida ha tenido varios comienzos, y varios desenlaces. Algunos, superpuestos sobre otros. Como historias que comienzan y terminan en paralelo a otras historias cuyo final, aún está siendo escrito. Sí, así es. Este 23 de febrero que acaba de terminar, se convirtió en otra de esas fechas importantísimas para mi vida. En las que, inicio un nuevo capítulo. Escribo un nuevo desenlace, que traerá un nuevo comienzo. De nuevo. No sé si me estoy equivocando. No sé si tengo razón. Pero tampoco sé si toda mi vida, y en todas las decisiones que tomé, la tuve. ¿Que si me arrepiento de los errores que cometí? No sé si arrepentirse sea la palabra correcta. Para mí, arrepentirse, es como una forma de intentar borrar el pasado. De decir, si tuviese la oportunidad, haría las cosas de otra manera. Y claro, que si aprendiste algo de tus errores, lo vas a hacer de otra forma. Eso resulta más que obvio. Si no que lo que creo, es que debemos perdonarnos por nuestros errores del pasado. Porque el pasado no se niega, no se esconde, no se tapa. El pasado es una mochila que llevamos a cuestas toda la vida. Ya sea con nuestros errores, pero también con nuestros aciertos. Entonces, al perdonarnos, no estamos diciendo, yo no hice esto. Estamos diciendo, yo no lo volvería hacer. Y así, no solo podemos pedirnos disculpas a nosotros mismos, si no a todas aquellas personas a las que somos conscientes que lastimamos. Porque, y esto es cierto, a veces no tenemos conciencia de cuanto daño hacemos al otro con nuestras acciones. Pero es que tampoco, podemos preverlo siempre. Siempre y cuando el lastimar al otro, no sea una cuestión de puro placer personal, y lo hagamos por el simple hecho de que podemos y punto, es decir, el egoísmo en su estado más natural, es posible perdonarnos, pedirle disculpas al otro, y aprender de esos errores. Ahora, también hay que tener en cuenta que, hay quienes no quieren ver que se equivocaron. Incluso, hay gente que puede poseer ambas características. Es decir, reconocer que han cometido errores, aprender de ellos, pero a su vez, no reconocerlos todos.
Muy pocas veces, fui de exponer mi vida personal en este espacio. Y es que si bien, sí es un espacio mío, y propio, es cierto que no me gusta exponer mi vida privada, de forma tan pública. Es por eso que he contado historias, o presentado fragmentos de cosas que me han sucedido, sin relacionarlas directamente con hechos reales. Y al fin, estamos llegando al quid de la cuestión, de por qué estoy escribiendo a esta hora de la madrugada, sin poder dormir, y sabiendo que tengo que despertarme temprano para hacer trámites y trabajar. Desde noviembre del 2007, hasta ayer, 23 de febrero del 2023, viví con la mamá de mis hijos, y con ellos. Hace tiempo que ella y yo estábamos separadas. Y eso, sí, es otra historia que no voy a contar. Pero desde ayer, ellos se fueron a vivir con ella en su propia casa, y yo, me quedé, momentáneamente, viviendo donde estábamos, sola. Digo momentáneamente, porque esto es muy grande para mí, y estoy por conseguir algo más chico. Pero sin duda, esto representa un duelo. Para todos. No solo para mí. Sé que lo es para ella, sé que lo es para ellos. Tanto tiempo viviendo juntos, acostumbrados a una rutina, a una vida, a muchas cosas, y esto, ahora, llega a su fin. No sé qué, ni como nos deparará el destino. No sé, al igual que no lo sabía cuando nos vinimos a vivir acá hace ya… 6 años, si me estoy equivocando, o si estoy haciendo lo correcto. Pero sí sé, que es un nuevo y gran, enorme desenlace. Para todos. Y a su vez, un nuevo comienzo. Nunca estamos seguras, al momento de tomar decisiones, de la forma en la que estas repercutirán en los sucesos futuros. Y como dije anteriormente. No vamos a estarlo, en tanto no tengamos que enfrentarnos a las consecuencias de esas decisiones. A su vez, que hayamos tomado una decisión, en este caso… La separación definitiva, no quiere decir que realmente estemos listas para lidiar con todas las consecuencias que esta puede acarrear. Pero sí, podemos estar seguras, de que vamos a enfrentar cada problema, a medida que vaya surgiendo. Sería absurdo por mi parte, cuestionar si podría haber hecho las cosas de otra forma. Eso, ya lo hice miles de veces. Finalmente, esta es la decisión que tomé. Y esto, es lo que está sucediendo. Y esto, es todo por ahora. Hay cosas que les dije a ellos. Hay otras, que escribí en mi diario personal, al que, sí, nadie tiene acceso. Y hay otras, que, como en todos los desenlaces, decido guardarme para mí. Finalmente, como también dice Vox Dei en la misma canción, “Cuanta verdad, hay en vivir. Solamente, solamente, en el momento en que estás, si el presente , el presente y nada más”.
Notas
- Este es el primer texto improvisado que escribo en mucho tiempo. Lo empecé a escribir a las 12 y media de la noche, y ya son las 2 y cuarto de la mañana. Es por eso que encontrarán pasajes desarmados, frases inconexas, y demás cuestiones literarias y gramaticales que de seguro son inconsistentes con un texto más elaborado.
- Otro de los principios, nudos y desenlaces que me han ocurrido el año pasado, fue una historia de amor que tuve con una personita muy especial, que llegó a mi vida de forma muy extraña, hace ya casi un año. En una especie de analogía sobre “El fin del amor” (ensayo de Tamara Tenenbaum que súper recomiendo y una serie de Amazon Prime basada en ese ensayo protagonizada por Lali Espósito) y el disco “El amor después del amor”, de Fito Páez, pretendo, a través de unos cuentos ficticios que saldrán dentro de poco aquí mismo, reflexionar sobre el duelo, el despecho, no solo el amor, si no el desamor, y demás cuestiones relacionadas con esa… Ruptura, que tantas heridas sin cicatrizar, ha dejado en mi vida. Pero a su vez, con tantas enseñanzas. ¿Buenas? ¿Malas? Prefiero no dar esa respuesta, y dejármela para mí… Solo… No las juzguen a partir de esos cuentos…
- No voy a escribir mucho más sobre mis hijos, ni sobre la mamá, como ya he dicho, porque no me gusta exponerlos a ellos, ni exponer mi vida tanto públicamente. Este es un espacio para reflexionar, y contar sentimientos y sensaciones. Pero si quieren conocerme y saber mucho más sobre mí, bueno, están mis redes sociales, y si no, la página de contacto del blog.
- Sé que mucha gente es de usar estos espacios como vuelco de sucesos cotidianos. No es mi caso. Solo escribo cuando siento que tengo algo interesante que decir, o algo importante que contar, o de lo que quejarme, como el artículo anterior a este. DE nuevo, para diario personal, tengo el mío, y para hablar de mis temas, los amigos, la psicóloga, en fin…
- Las personas con discapacidad visual, pueden encontrar la serie audiodescrita en la audiocinemateca, y el libro en la biblioteca tiflolibros.
- No puedo garantizar que lo próximo que vaya a salir, sean esos cuentos que menciono (que en sí es un cuento en 5 capítulos) porque siempre termino prometiendo cosas que no puedo cumplir. Escribo y publico a mi ritmo. No me presiono para hacerlo. Escribir para mí es un disfrute, no una obligación. Entonces, no tengo la necesidad de cumplir con nadie, más que conmigo misma. Es más, ni siquiera sabía que este texto iba a salir. Es solo que fue un día tan intenso, y pasaron tantas cosas, que sentí las ganas de publicar algo al respecto.
- Por último, si les gusta lo que escribo, no duden en compartirlo en las redes, y si quieren dar una ayudita para mantener el blog y a mi familia (porque está complicada la economía XD) pueden Colaborar con KathWare.
- PD: Si no les gusta este, porque es muy tirado de los pelos en el sentido literario de la palabra, como ya dije, pueden leer alguna de las otras cosillas que tengo por acá, entrando desde las distintas categorías o etiquetas.
Adiós
¡Hasta prontito!