A una niñita especial

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A pesar de la difusión que tuvo en su momento, sé que hay personas que aún no conocen cual es mi historia con la pequeña Mafalda. Bueno, antes de comenzar este pequeño homenaje que me he propuesto con motivo del fallecimiento de su padre y creador, les dejo para quienes no las hayan visto aún, estas 2 entrevistas que me hicieron. Primero, la entrevista para TN. Y después, la entrevista para el diario La Nación. Ahora sí, sin más, voy a la razón principal de esta entrada. Desde el momento en que me decidí a escribir, pensé en cual iba a ser la forma en que expresaría todo aquello que quiero decir. Y es que, entendí que esta vez, tengo que escribirle a ella. Sí, a aquella pequeña grande que tanto me enseñó, y que tanto me hizo crecer, y seguir adelante. Y es que siento, que más que hablar de ella, de hablar sobre ella, en estos momentos tan especiales, tengo que hablarle a ella. En fin, espero estar a la altura de las circunstancias, como quién dice.

A una niñita especial

Camino lentamente hacia el banco en donde se encuentra sentada. Me acerco despacio, y retiro suavemente las flores que se encuentran a su lado. Aquellas que, quienes pasaron por aquí, le dejaron en agradecimiento a su padre. Me siento junto a ella, y me quedo unos momentos en silencio. De fondo, se oye el sonido de los autos pasando por la calle. Cerca de nosotras, todos sus amigos, aquellos que siempre están aquí, le hacen compañía en un respetuoso silencio, dejándola atravesar su duelo. Sé que no debo haber sido la primera, y que de seguro no seré la última. Pero no quería dejar de hacerlo. De expresarle a mi manera, todo lo que ella y su padre, significan para mí. Deslizo mi brazo despacio por su espalda. Acaricio suavemente su pelo intentando tranquilizarla, consolarla, contenerla. Porque sé, que aunque no se vea, ella también, como tantos de nosotros, llora por dentro.

—Hola, bueno, en realidad no sé bien como empezar. Y es que me siento tan pequeña al lado tuyo. Vos que tanto dijiste, que tanto te cuestionaste, que tanto nos enseñaste… No sé realmente lo que se debe sentir perder a un padre. Aún no tuve que pasar por ese dolor tan grande, que seguro estás sintiendo. Pero sí sé, que no debe ser fácil. Perder a alguien que tanto te acompañó en cada momento de tu vida, sin duda a de ser dificilísimo. Pero estoy acá, porque yo también quiero acompañarte. Quisiera que sepas que, si bien tu papá para mí no fue como uno, sí fue como un maestro. Sí, de aquellos maestros que enseñan mucho más de lo que aparece en los libros de historia. De aquellos maestros que, con su arte, sus ideas, nos enseñan a vivir. Y es que claro, llegamos a sentir a esos maestros, como unos segundos padres.

—No no, tranquila. No hace falta que digas nada, no esta vez. Solo tratá de relajarte, que yo estoy acá con vos para acompañarte. ¿Sabés qué? Mientras pensaba en escribirte, se me ocurrió algo muy loco. Pensaba, que a pesar de tener historias distintas, en cierta forma nos parecemos. Vos, sos una niña en historietas, o aquí sentada al lado mío. Y sin embargo, podés expresar emociones como cualquier niña del mundo. Y yo, bueno, solo soy y fui una niña en mi mente. Y por mi apariencia, muchos no me verán como a una mujer. Sin embargo… Bueno, lo mismo que vos. Estoy aquí, intentando expresarte lo que pasa por mi mente. ¿Cómo será de loco el mundo, que a pesar de conocernos, no puede entendernos, no? He visto a tanta gente hablando de tus dichos, de tus palabras, de tus ideas, sin comprender el verdadero sentido del humor de tu papá. A veces es triste que no se entiendan los mensajes que una trata de dar. Pero en realidad, no importa. Porque una de las tantas cosas que tu papi me enseñó, es que con una sola persona que entienda lo que decimos, alcanza. Porque esa persona se lo puede contar a otra, y esa a otra, y así…. Y después, al final, tenemos un enorme mundo de personas, que entienden que, luchar por un mundo mejor, que intentar cambiarlo, desde donde se pueda, realmente vale la pena.

—Sé, que a veces es muy difícil. Que en sí, el mundo tira para abajo, en lugar de para arriba. Pero también sé, que de a poquito, si lo soñamos, si realmente lo deseamos, nuestros sueños de alguna forma, pueden hacerse realidad. Así fue, como quise conocerte, y pasó. Es algo increíble. No sabía que estabas acá, nunca había podido saber como eras, hasta que vine a conocerte por primera vez. Hasta que pude verte en relieve, en braille. He de confesarte que, esta segunda vez, sentí la misma emoción que la primera. Quisiera algún día poder seguir leyéndote, conociéndote, sabiendo más de tu historia, de tus frases, de tus palabras, de todo lo que dijiste, de todo lo que le expresaste a este mundo. Tal vez, si lo deseo, si hago algo para que esto suceda, se dé. ¿Vos qué pensás? En fin, vine para tratar de distraerte un rato, para que puedas pensar un poquito en otras cosas. Espero haberte ayudado. Y como, aunque físicamente hay distanciamiento social, tapabocas y todas esas cosas, en el mundo de la imaginación, todo es posible, se me ocurre que tal vez nos podamos dar un abrazo de despedida. ¿Qué te parece?

Ambas nos levantamos, nos acercamos la una a la otra, y nos fundimos en un gran abrazo que, hubiese deseado que no termine nunca. Cuando nos soltamos, ella vuelve a sentarse, y yo me voy caminando lentamente hacia atrás unos pasos. Luego, me doy vuelta, y dejo el lugar, esperando volver algún día. Todos sus amigos agitan las manos saludándome, hasta que poco a poco, me voy perdiendo de vista.

El encuentro

Como habrán visto en las notas que enlacé más arriba, tuvimos un encuentro con Quino, a raíz de ese proyecto. Y sobre ese encuentro, tengo una anécdota especial, que quisiera compartir. Aunque nunca la cuento exactamente igual, esta es una de esas anécdotas en las que, importa más el mensaje que el contenido en sí. De todos modos, voy a tratar de escribirla lo mejor posible.

Ya estábamos por irnos. Javier, mi amigo, estaba saludando a su sobrina, y yo, al propio Quino. En eso, él, comenzó a contarme una historia:

—Una vez, yo tenía puesta una remera con florcitas, y se acerca mi sobrino y me dice: Por qué tenés puesta una remera de la tía? Y yo le pregunté: ¿Por qué pensás que es de la tía? El me dijo: Porque tiene flores… La historia concluye ahí. Y Quino, con sus propias palabras, me dice: Va a llegar un día en el que la ropa y los colores que usen las personas, no van a importar. Yo sueño con que ese día sea realidad.

Aclaro que, por aquella época, casi nadie sabía que yo soy trans, mucho menos lo podría haber sabido él. Ahí fue cuando entendí, que Quino era mucho más grande, de lo que yo pensaba. Es por eso que, cuando nos dejó físicamente, el pasado 30 de setiembre, a mí en lo personal, me afectó muchísimo. Y le escribí, de forma improvisada, estas palabras que comparto aquí nuevamente.

Para Quino

Publicado originalmente el 30 de setiembre en facebook

Una de las mejores experiencias de mi vida. Una de las cosas más gratificantes. Una de las mejores personas que conocí. Si lo hubiesen conocido personalmente, sabrían que es como en sus obras. Una persona transparente, con ideales firmes. Siempre, del lado correcto de la vida, de la historia, del mundo, de la gente, del alma, de la verdadera humanidad. Sincero, con una pasividad y una bondad, que pocas veces vi en un ser humano. No sé qué más decirte. Gracias, por permitirme conocer a Mafalda. Gracias por crearla. Gracias, por dejarnos hacerla en braille, para que muchos más puedan disfrutarla, como yo lo hacía cuando mis hermanos me la leían.

Gracias, simplemente gracias por existir. Te voy a extrañar mucho. Me hubiese encantado verte otra vez más, tomarnos otra cervecita, y volver a charlar de la vida, como en aquella ocasión en la que nos conocimos. Pero ese hermoso recuerdo, quedará para siempre en mi memoria. Este pequeño texto improvisado, y las lágrimas que espero no lleguen al teclado, son por y para vos. Te quiero genio. Gracias Quino. Gracias por tanto, y de nada por ese pequeño granito de arena que pudimos sumar.

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